Era un banco de arena, una discreta acumulación de sedimentos del río Paraná. Vigilaba, desde una barrera natural y anónima, las costas de Estación Juan Ortiz y Pueblo Paganini, dos ciudades que cambiaron su nombre en 1950, en el año del Libertador Don José de San Martín. Siete años antes de su renombramiento, ese depósito sedimentario fue la semilla de una isla y la razón de un accidente marítimo. La isla y la colisión tienen la misma fecha de nacimiento: el 8 de octubre de 1943.
Era de noche ese viernes. El “Plaza Libertad” era una barcaza, un pontón, una embarcación chata sin proa ni popa que cargaba 1.580.000 kilogramos de trigo a granel y 887 bultos atados formados por 22.174 bolsas vacías. Dos días antes habían partido cinco marineros y un capitán desde el Puerto General San Martín, una localidad portuaria del departamento San Lorenzo, con destino sur hacia el puerto de Buenos Aires. Sobre el kilómetro 437, cerca de Puerto de Borghi -ciudad denominada en 1950 Fray Luis Beltrán-, la barcaza quedó varada a 180 metros de su canal de navegación. Un banco de arena la detuvo.
Era de noche ese viernes. El ambientalista rosarino Jorge Bártoli aseguró que la barcaza tenía las luces reglamentarias encendidas. No pudo evitar, sin embargo, ser embestido por el buque petrolero “Presidente Figueroa Alcorta” de la flota de YPF. Según el relato de historiadores y lugareños, era el mayor buque mercante construido en Argentina y Sudamérica incorporado a la petrolera en 1937. “Navegaba aguas abajo vacío y embistió al ‘Plaza Libertad’ del lado de estribor, a la altura de la bodega número 1, provocándole un considerable rumbo, tras lo cual empezó a hacer agua y luego quedó sumergido”, retrató Bártoli en diálogo con Télam.
El remolcador “Geertruida” rescató a los tripulantes de la barcaza y los transportó a Rosario, donde el patrón de la embarcación realizó una presentación judicial ante la autoridad marítima. El buque tanque de YPF retomó su curso por el Paraná y la barcaza quedó en el mismo lugar donde encalló, donde la colisionaron. No pudieron extraerla. Allí pereció. El proceso de sedimentación fue lento y persistente. El banco de arena, coronado por la barcaza, empezó a acumular sedimentos y los sedimentos, vegetación. El accidente marítimo concibió, aquella noche de octubre, una nueva isla en el Paraná.
La isla es anterior a Pueblo Paganini, el antecedente de la ciudad Granadero Baigorria. El periodista Hugo Cravero publicó en el medio El Urbano Digital que la presencia de la isla se ancla un año antes de que el gobernador provincial José Gálvez le autorizara a Lisandro Paganini, el 9 de abril de 1889, los planos del poblado que llevaría su nombre hasta 1950. “Según el trabajo final de la mensura de la isla, realizado por los agrimensores Germán Solz y Emiliano Zanini, el primer indicio de la existencia de islotes enfrente de Baigorria se remonta a septiembre de 1888. El día 12 de ese mes un empresario rosarino, Luis Alfonso, quien fuera uno de los fundadores de la Bolsa de Comercio de Rosario a comienzo del siglo XX, se adjudicaba la compra de las tierras insulares al gobierno provincial”.
La isla se llamaba Los Mudos: comprendía tres islotes segmentados por arroyos y canales que, de acuerdo al pedido de certificación de adquisición de los lotes, no superaban las 25 hectáreas. Su ubicación estaba frente a las orillas de Estación Juan Ortiz, desde mitad del siglo pasado bautizado Capitán Bermúdez, y de Nicolás Landeta. El Departamento Topográfico de Santa Fe ordenó una nueva mensura del lugar luego de informar que no había documentación que acredite la compra del terreno. Meses después, el 24 de diciembre, el gobierno provincial le reconoció a Alfonso la titularidad de la isla Los Mudos.
“La mensura culminada el 16 de noviembre de 1889, realizada por el agrimensor Pelegrín Baltazar, ubicó a la isla al oeste del canal que hoy se denomina Destilería, con una superficie ampliamente mayor a la dicha por el propietario original. De las supuestas 25 hectáreas, pasaba a 170”, escribió Cravero, quien precisó, a su vez, que no existe material fehaciente que afirme que Alfonso haya tomado posesión de Los Mudos o que haya desarrollado algún tipo de intervención en el humedal.
La transformación de Los Mudos a la isla que brotó de la barcaza sumergida la explicó, en diálogo con Infobae, la referente del grupo de ambientalistas de Baigorria, Georgina Papini: “Las islas del Delta del Paraná se forman solas. Viniendo desde el Alto Paraná, desde Misiones hasta Corrientes, tiene un cauce más encajonado, donde la corriente es más rápida y los sedimentos son más gruesos. En la zona media empieza a ser distinto el paisaje porque la pendiente es más suave, la correntada disminuye y los sedimentos son un poco más pequeños. Llegando a nuestra zona se convierte en una especie de meseta, la corriente es aún más lenta y los sedimentos todavía más pequeños”.
Papini contó que, en estas condiciones y ante cualquier obstáculo, empieza la sedimentación. La corriente produjo remolinos sistemáticos que abrazaron el casco del barco. Los años solo le dieron forma y color. La dinámica natural del río Paraná y la barrera accidental propiciaron que se formara la isla Los Mástiles. Su denominación no tiene misterio: “El nombre surgió de viejos isleros -contó Cravero-, en el misterio de aquel lanchón que cuando bajaba la marea aún se podía ver su mástil, erecto y firme, ante el atónito mirar de aventureros en busca de paz y descanso”.
En 1984 el gobierno de Santa Fe empadronó los lote insulares y anexó la isla a su territorio. Doce años después, con la intendencia de Alfredo Secondo, la ciudad de Granadero Baigorria solicitó formalmente la tutela de Los Mástiles. El 3 de febrero de 1997, cuatro meses después de la presentación, las autoridades cedieron el territorio en comodato con Capitán Bermúdez, ad referéndum de la aprobación de la Legislatura provincial. Pero la jurisdicción con concesión municipal se dictaminó tres años después: el 5 de noviembre de 1999, bajo la Ley 11.706, se estableció la titularidad de la isla Los Mástiles. “La norma dictada dice que la obtención del territorio será a favor de la comunidad, y se tendrá que dar del lugar un aprovechamiento comunitario con fines recreativos y de expansión forestal”, describió Hugo Cravero.
El mismo decreto 3.604 dictado el 6 de octubre de 1949 y promulgado un año después que renombró las ciudades santafesinas también delimitó las fronteras interprovinciales. Trazó una línea recta que dividió la propiedad de la isla: la mensura de 2004 registró una totalidad de 916 hectáreas, de las cuales un lote de 427 corresponde al municipio de Baigorria y otro de 389 pertenece al de Bermúdez.
“Siempre la usaron los pescadores de manera recreativa para pesca artesanal. También para recreación: kayakistas, veleros, familias de lancheros. Se juntan en las playas a tomar mate, descansar, hacer un asado. Es muy poca la gente que conoce el interior de la isla y la riqueza de su biodiversidad”, relató Georgina Papini. Desde Ambientalistas de Baigorria proyectaron un relevamiento de flora y fauna para conocer sus secretos y documentar sus recursos. “Llevamos un registro de cien especies distintas de aves -apuntó-. Encontramos, por ejemplo, un Playero Pectoral (Calidris melanotos), un ave migratoria que viene del norte de Canadá cada verano”.
El 27 de noviembre el Concejo de Granadero Baigorria votó por unanimidad la ordenanza que declara como “área protegida natural” a la isla Los Mástiles. La norma establece declarar área protegida natural “a la totalidad del territorio, terrestre y acuático, representativo del ecosistema particular que conforma dicha isla y que se encuentre bajo jurisdicción de la ciudad de Granadero Baigorria, sujeto a un régimen especial de protección, conservación, restauración y desarrollo”. La medida prohíbe la construcción de proyectos inmobiliarios, la producción agroganadera de masividad, la caza y obliga al Municipio a preservar el ecosistema del humedal.
Durante el año, se registraron ocupaciones de terreno y se encontraron ramas acomodadas con el propósito de iniciar incendios. Persiste la amenaza por la voracidad inmobiliaria, la agresión de los turistas al ecosistema, el sobrepastoreo, la caza furtiva y la pesca desmedida en las lagunas interiores, tal como denunció el ambientalista Bártoli. Lo que se resta, ahora, es que el Concejo de Capitán Bermúdez respalde la iniciativa y promulgue una ordenanza similar para accionar el proteccionismo de la isla Los Mástiles.
“Venimos trabajando interjurisdiccionalmente una nueva relación con los humedales a partir de los eventos que agraden permanente la naturaleza y la biodiversidad. Al no haber ningún tipo de normativa, el lugar desde hace mucho tiempo está siendo parte de algunos negocios concretos de distintos empresarios como paradores, cabeza de ganado, cabañas con fines turísticos sin ningún tipo de preservación o resguardo de la naturaleza”, reparó Lucio Addino, dirigente social y ambiental que impulsa el tratamiento de la norma en Capitán Bermúdez.
Su propuesta es que la isla no sea solo un lugar para tomar sol o hacer negocios. Este sábado 19 de diciembre, organizaciones que bregan por los derechos ambientales emprenderán una caminata por el terreno y un avistaje de aves para generar conciencia. Mientras tanto, el encuentro con los concejales de Capitán Bermúdez se dilata. Ya se emitió un pedido al intendente Daniel Cinalli para darle tratamiento a la norma: una mitad de Los Mástiles, que esconde los palos de la barcaza “Plaza Libertad” en la génesis y bajo la tierra del humedal, quedó protegida; la otra no.
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