Feminismo vs feminismo: una luchadora antifranquista, a juicio por defender el sexo biológico

A Lidia Falcón no le alcanzó con haber sido pionera en la lucha por los derechos de la mujer. Ni las torturas que padeció en las cárceles de la dictadura española la salvaron de ser denunciada por otras feministas por sus críticas a la Ley Trans

Guardar
Lidia Falcón, en la puerta
Lidia Falcón, en la puerta de la Fiscalía de Delitos de Odio y Discriminación, en Madrid

El pasado lunes 14, Lidia Falcón, 84 años, abogada de mujeres víctimas de violencia, tuvo que declarar en Tribunales. No la denunció la ultraderecha española, ni algún colectivo machista, sino la Federación Plataforma Trans y la Dirección General de Igualdad de la Generalitat -el gobierno catalán-, “agraviados” por las declaraciones de esta histórica dirigente feminista.

Falcón, que a los 23 años ingresó al entonces clandestino Partido Comunista de España, fundó en 1979 el Partido Feminista, fuerza que por un tiempo integró Izquierda Unida. Hoy es investigada por la Fiscalía de Delitos de Odio y Discriminación, por sus críticas a la Ley Trans y a la “ideología misógina transgenerista” que, afirma ella, inspira a esta norma promovida por la Ministra de Igualdad, Irene Montero, esposa de Pablo Iglesias, vicepresidente del Gobierno español.

El Partido Feminista de Lidia Falcón criticó varios aspectos de la Ley Trans, nombre acortado de la “Proposición de Ley sobre la protección jurídica de las personas trans y el derecho a la libre determinación de la identidad sexual y expresión de género”, que impulsa Podemos, la fuerza de ultraizquierda de Montero e Iglesias, que integra el gobierno en alianza con el PSOE (Partido Socialista Obrero Español).

Los cuestionamientos de Falcón van dirigidos, entre otros, a la gestación subrogada que permitiría a los homosexuales “alquilar úteros femeninos para producir niños y niñas” como “un objeto más a añadir en sus posesiones”, al uso de “bloqueadores de la pubertad, hormonas y medicación” y al objetivo final de estas leyes que es invisibilizar “a la mujer como categoría”.

“¿Es de izquierdas hormonar a un niño para que cambie de sexo?”, preguntó Lidia Falcón cuando fue presentado el proyecto.

Por estas críticas, y como muestra de que la izquierda puede ser tan totalitaria como la derecha, el Partido fundado por Falcón en 1977, fue expulsado de Izquierda Unida, fuerza a la que se había sumado en el año 2015.

Como eso no bastó para acallarla, luego Lidia Falcón fue denunciada por “odio”, el nuevo “delito” de moda. Una figura que roza la censura. Como bien señaló ella misma, esta “persecución política” muestra que “la democracia en España, por lo visto, tiene algunas barreras o muros a la libertad de expresión y de crítica”. La acusaron también -caballito de batalla de la izquierda autoritaria- de hacerle el juego a la derecha, argumento con el cual se blindan ante las críticas.

Falcón, rodeada de periodistas y
Falcón, rodeada de periodistas y de militantes feministas que fueron a apoyarla, hace declaraciones en la puerta de la Fiscalía

El caso Lidia Falcón se inscribe en una pelea mayor, la que divide al feminismo, y no sólo español. Varios países occidentales son escenario de un extremismo feminista, tanto más activo cuanto menos derechos quedan por conquistar. Países donde el patriarcado está caído hace tiempo y ya no existen leyes ni instituciones que discriminen a la mujer.

La desmesura de algunas de estas corrientes es tal que ha hecho reaccionar al feminismo tradicional. Sucedió también en Francia, donde la histórica Elizabeth Badinter acusó al “neofeminismo guerrero” de “declarar guerra de sexos” y de ver en todos los hombres a “predadores y agresores en potencia”.

Batalla convulsa en el feminismo

El periódico digital El Español, que entrevistó a Falcón en junio pasado, habla de una “batalla convulsa” en el seno del feminismo: “Un choque frontal entre dos cosmovisiones irreconciliables: el feminismo radical, de raigambre marxista, y el transfeminismo, que acepta los postulados de la teoría queer. Este último acusa al primero de ‘tránsfobo’ por negar que existe la ‘autodeterminación de género’.

Al revés que Simone de Beauvoir, Lidia Falcón sostiene que “mujer se nace, no se hace”. Opinión que para algunas es delito. “Si desaparece la categoría biológica de mujer, ¿para qué sirve el feminismo -pregunta ella-; llevamos luchando más de 200 años (pero) ya no hablan de mujeres, parece que somos entes, ectoplasmas”. Para ella, en cambio, la prioridad del feminismo es frenar femicidios y violaciones.

En la Fiscalía, Falcón ratificó sus opiniones. Era previsible que a una mujer que en los años 60 y 70 sufrió varias detenciones por su militancia antifranquista, no la frenara una denuncia en 2020. En 1974 había sido falsamente acusada de participación en un atentado de ETA y torturada durante nueve días.

04/01/2020 Pablo Iglesias, vicepresidente del
04/01/2020 Pablo Iglesias, vicepresidente del Gobierno español, junto a su esposa, Irene Montero, Ministra de Igualdad. Su partido, Unidas Podemos, de ultraizquierda, promueve la Ley Trans (Foto archivo: Eduardo Parra - Europa Press)

En un artículo titulado “El engrudo ideológico del género”, que obviamente avivó el enojo de los adeptos a la teoría queer, ella preguntaba: “¿Es tan insensato que las mujeres sean mujeres y los hombres, hombres?”.

La Ley Trans de Podemos afirma que el sexo biológico no existe y que es la decisión de la persona la que determina ser hombre o mujer. Es lo que llaman “autodeterminación de género”.

En su tribuna, la referente feminista recordaba su estupor al escuchar a fines de 2019 a Sofía Castañón, de Podemos, explicar que a partir de la Ley Trans ya no se usarían en los textos legales las categorías de mujer ni hombre ni padre ni madre, que serían sustituidas por “progenitores gestantes” y “progenitores no gestantes”. “Son los monstruos lingüísticos que acarrean del posmodernismo”, sentenciaba.

Pero lo que más la indignó fue ver por televisión “a un niño, con un vestidito y un peinado de niña, que con 8 años se presentaba en el Parlamento extremeño” para leer “un discurso elaborado sobre su deseo de ser niña y de la necesidad de que así se le reconociera social y legalmente, mientras todos los representantes de todos los partidos lo miraban embobados y enternecidos, algunos incluso con lágrimas en los ojos”. Sigue asombrada de que no haya habido reproche alguno a los padres ni intervención de la defensoría de menores.

“¿Este tema es realmente divisorio de la derecha y de la izquierda, o nos situamos en un mundo surrealista donde la materialidad de los cuerpos humanos no existe? -preguntaba Lidia Falcón- ¿Es preciso que se difunda el mensaje de que las niñas tienen vulva y los niños tienen pene? ¿Es que nadie conoce las diferencias corporales entre las hembras y los machos en las especies mamíferas? ¿Se trata de abolir el Patriarcado o de abolir la realidad?”

Y agregaba: “¿Dónde queda el sentido común, ese que tantas veces se invoca?” “Ni en el País de las Maravillas hubiera imaginado que pudiera darse semejante discusión”.

En El Español, Falcón explicó que “la historieta del género” empezó hace 30 años, cuando las universidades norteamericanas “acogieron esa terminología, que es posmoderna”. “Luego aparece la teoría queer con la ilustre ideóloga feminista Judith Butler, que dice que la realidad no existe. Sólo existen los sentimientos, deseos, emociones, impulsos. (...) No se fijan en la estructura económica del mundo ni en las relaciones de clases. Ahora todos nos dejamos llevar por las emociones, todo es subjetivo. Supongamos que un día yo descubro que quiero ser hombre, eso no me convierte en hombre”, afirmó.

“También defienden el ‘género fluido’ -siguió diciendo-. Te asignan el sexo cuando naces. He preguntado muchas veces quién lo asigna: ¿El Registro Civil? ¿El médico? ¿El cura? El sexo se forma en el mismo momento de la concepción, de la inseminación, pero ellas defienden que unos personajes siniestros que rigen la sociedad actual son quienes asignan los sexos.”

Falcón rechaza sobre todo la aplicación de esta teoría a los niños: que si un día un niño dice que quiere ser niña haya que aceptar su deseo, que no se requiera ningún diagnóstico médico o psicológico, que no se respete la voluntad de la familia -la ley propone que se le asigne un defensor judicial al menor si los padres se oponen a su “transición”-, y que incluso se lo pueda hormonar.

Si estas cosas escandalizan al que está leyendo, vale advertir que en Argentina la Ley de Identidad de Género aprobada en el año 2012 ya admite todo esto: cambio de sexo a piacere, hormonación infantil, intervención de la justicia si hay negativa de los padres, etcétera. Debate ignorado por la opinión pública, que data de la época de la perfecta escribanía kirchnerista en el Congreso. Como la Ley de Salud Mental y otras iniciativas de enorme importancia que no tuvieron un debate a la altura de sus implicancias sociales.

“Un bombardeo de hormonas [en niños] no deja que crezcan los huesos, se descalcifican, no se constituyen los rasgos físicos del varón o de la mujer”, advertía Falcón en la citada entrevista. Pretenden abolir “las categorías de mujer y hombre, en las que se dividen todas las especies mamíferas para que sea posible la reproducción”, sostuvo.

La escritora J. K. Rowling,
La escritora J. K. Rowling, otra víctima de la censura queer por criticar el uso de la expresión "personas menstruantes" en vez de "mujeres" (Reuters)

El combate en el que está embarcada Lidia Falcón ha llegado a estas costas y ya hay grupos feministas que reaccionan ante el intento de hacer desaparecer la categoría “mujer” -del lenguaje, del ordenamiento jurídico, etc-, subsumida en “personas menstruantes” o “personas gestantes”, con el argumento de no excluir a los transexuales. Recientemente, una corriente feminista argentina, que ha lanzado una Alianza contra el borrado de las mujeres, denunció que “el Ministerio de la Mujer que dirige Elizabeth Gómez Alcorta, tiene una política abiertamente queer”. Lidia Falcón es una de las referentes internacionales de esta Alianza.

Ella afirma que la teoría queer “se ha convertido en un pretexto para que los hombres consigan nuevos privilegios; por ejemplo, ya hay hombres transexuales que participan en deportes de mujeres”. También lleva a situaciones, “en las que un detestable personaje que ha asesinado a una mujer se defiende diciendo que es una mujer”, para evitar ser juzgado por violencia de género. Falcón afirma que éstas no son anécdotas, sino signos de una tendencia preocupante.

Dos puntos esenciales de discrepancia de la corriente feminista de Falcón con el colectivo trans son la prostitución y el alquiler de vientres. “La prostitución se abolió en España en el año 31 con la República. ¿Un siglo después tenemos que volver a discutirlo? Hay medio millón de mujeres en España explotadas, tratadas, violadas, humilladas, asesinadas…”, dice ella.

“Estos personajes -agrega, durísima-, aunque se llamen progenitores gestantes, no pueden tener hijos así que los fabrican en las barrigas de otras mujeres. Mujeres pobres, claro. Eso es un horror. Gestar un hijo que te van a quitar como si fueses una máquina de zapatos. Así se convierte la maternidad en un gran negocio.” Cita a dos países escenario de estos tráficos: Filipinas y Ucrania, éste último familiar para los argentinos. Sólo que aquí no hay mucho debate, no porque no exista oposición a estas iniciativas sino porque las cosas se hacen sotto voce y la Argentina es una sociedad exhausta, agobiada.

La penetración de la teoría queer en la izquierda española ha sido tal, que generó incluso una reacción de las mujeres del PSOE contra sus socias de Podemos a las que acusaron de “negar la existencia del sexo biológico”, en un documento titulado: “Argumentos contra las teorías que niegan la realidad de las mujeres”.

“Me han llamado fascista -dice Falcón-. Esa es su estrategia, no es casual ni inocente. Se benefician varios sectores: las clínicas de operaciones de cambio de sexo (‘clínicas de género’), los vendedores de anabolizantes, los psicólogos y psiquiatras. Además, se debilita el feminismo.”

Los insultos le resbalan, asegura, no así la influencia social que puede tener esta corriente. “Si realmente las nuevas generaciones caen bajo el influjo de las ideologías posmodernas y se creen estos disparates, van a perder y sólo saldrán ganando el capital y el patriarcado”.

Rosana López Rodríguez, de la
Rosana López Rodríguez, de la agrupación Trece Rosas, una de las referentes de la Alianza contra el Borrado de las Mujeres en la Argentina

“¿Es de izquierdas hormonar a los niños con todos los peligros físicos y mentales que supone porque se les ha ocurrido a los seis años decir que quieren tener otro sexo? Es inaceptable desde el punto de vista ideológico y social. Y lo que es aún más inaceptable es que se convierta en una ley. Esto es una de las grandes regresiones que nos ha traído Podemos”, acusó Falcón.

“Nos oponemos -agregaba- al término ‘género’ (que) es un constructo lingüístico que ha desplazado las categorías marxistas y las antropológicas. Es decir, alega que no existen ni los hombres ni las mujeres”.

En cuanto a la intención del proyecto de que en el registro civil cualquiera pueda pasar al otro sexo “por su solo deseo”, ella denunciaba: “En su mayoría estamos hablando de hombres que aseguran ser mujeres en momentos dados. Esto tiene consecuencias para los deportes, los recintos penitenciarios, los refugios para víctimas de violencia, las investigaciones científicas y las cuotas feministas en las que ser mujer es un factor determinante. Nos encontramos en un punto de la historia en el que las mujeres desaparecen legalmente dentro de las políticas públicas.”

“Sobreviví a la dictadura franquista en España. Ahora me persigue el colectivo trans”, desafiaba. Durante el franquismo, Lidia Franco fue procesada varias veces por delitos de opinión. Seguramente nunca pensó que esa persecución continuaría en la democracia por la cual luchó. “No soy partidaria de perseguir ninguna opinión. Desde el momento en que abrimos la puerta a perseguir opiniones, no sabemos en qué punto acabaremos”.

Seguí leyendo:

Guardar