“En 1980 creímos que estaban dadas las condiciones para poner una discoteca de envergadura internacional. Salimos a buscar un lugar que nos lo permitiera con techos altos y espacio para grandes fiestas. Tuvimos que desplazarnos porque en el Centro era muy caro. Encontramos un lugar en Álvarez Thomas y Forest. La ubicación nos generaba incertidumbre, pero sabíamos que si la propuesta era buena, la gente iba a estar”, explica Ricardo Fabre, dueño de New York City junto a su hermano Oscar, en diálogo con Infobae.
Así narra el comienzo de un lugar que durante cuarenta años marcó y marca la noche porteña. Durante cuatro décadas “la City” como se la conocía fue el espacio donde famosos e ignotos resignifican los términos noche y diversión. Aquella disco que aún subsiste fue líder de una oferta porteña sin semejanza a lo que hoy ofrecen los locales bailables.
El local elegido fue el Cine Atlántico en Villa Ortúzar. Con su capacidad de 1445 butacas era uno de los más grandes de la Ciudad de Buenos Aires. Los hermanos Fabre había viajado a Nueva York y querían replicar en la Argentina una experiencia similar a la famosa disco Studio 54. Juntos decidieron que a nivel tecnológico ambas contarían con lo mismo, por ejemplo, trajeron luces robotizadas que hasta ese momento se desconocían acá.
La inauguración tiene mucho de mítico y leyenda urbana. Se realizó con un desfile de modelos pero a la semana, exactamente el 14 de diciembre de 1980, tocó una banda británica ignorada para muchos pero que empezaba a romperla: The Police, el power trío británico formado en 1977 por Sting, Andy Summers y Stewart Copeland.
Según cuenta el periodista Marcelo Benini “ese día hubo entre 500 y 800 personas, la mayoría de ellos invitados VIP que no conocían al grupo”. El desembarco de The Police costó apenas 10 mil dólares y fue una apuesta de un joven Daniel Grinbank junto a Fabre. Los británicos llegaron al país por la mañana y a la noche se presentaron en New York City. El recuerdo del show es algo difuso. Para algunos fue un show caótico y breve debido a que el público desconocía quiénes eran y para otros duró una hora y cuarto.
The Police marcó lo que sería el sello New York City. Porque así como la banda fue contratada cuando todavía no era megafamosa, la disco instaló un nuevo estilo en la noche porteña. Inauguró fiestas temáticas auspiciadas por una marca de jeans. Los motivos podían ir desde “la caída del Imperio Romano”, “la noche del Queen Mary”, “la fiesta de Casa Pueblo” y hasta “el expreso de Oriente”. Para esas fiestas se contrataba a uno de los escenógrafos del Colón y todo el personal se vestía según el tema. El lugar pasaba de ser Nueva York a un desierto si era necesario. Pero además sacó al los Djs de sus cabinas, en general ocultas a los visitantes, para ubicarlos en un lugar principal. También fue pionera en traer lo último que se escuchaba en las discos top de Estados Unidos como la marcha y la electrónica.
La disco pronto se convirtió en “el” lugar de encuentro. “Empecé a laburar de barman el día que tocó The Police. Fue la inauguración. Nos vestíamos de verde, de Fiorucci, de ahí la canción de Luca Prodan. Nosotros rotábamos. En la última barra encontraba a los hermanos Moura. Me llevaba muy bien con Federico, me regalaba entradas para sus conciertos. Raúl Taibo también iba mucho, con Ricardo Darín. Me invitaban a ver obras de teatro”, narró el empresario Gustavo Palmer a Infobae
Justamente, la canción de Luca Prodan también inmortalizó el lugar. Cuenta la leyenda que el célebre músico se sentó en la última barra y observó cómo un muchacho de pelo rubio le servía otro trago, vestido con un mameluco color verde que él y sus compañeros lucían, propio de la marca de indumentaria italiana. Dialogó un rato con su barman amigo y buscó escabullir su rostro entre la multitud. Luego obtuvo una radiografía, a su manera. En el fondo de su copa, el músico fallecido en 1987 encendió uno de sus clásicos, en el que habló de una rubia tarada y de buscar en el bar de la esquina una realidad que para él no existía.
En los 80 Ir a la City era la posibilidad de cruzarse con todos los integrantes del jet set y la farándula local. Políticos, actores, modelos, bailarines, deportistas, todos decían presente. Los artistas extranjeros que visitaban al país, también eran de la partida.
En el local además había eventos vip. Daniel Scioli y Karina Rabolini festejaron su casamiento en esa pista con Mirtha Legrand, Susana Giménez, Alejandro Romay, Tato Bores, como invitados y hasta cantó Donald. Adelina Dalesio de Viola lanzó su candidatura a diputada en ese lugar, todo un signo de los tiempos.
Julio Villanueva, uno de sus disc jockeys recordó en el programa radial Discorama. “Buenos Aires necesitaba un destape cultural y esta discoteca lo era”. Villanueva contó que cuando se inauguró, la gente mucho no entendía de qué se trataba: un dj en el medio, una réplica de la Estatua de la Libertad, reflectores y una música hasta ese momento desconocida. “Era un mundo loco divertido, pero no desenfrenado de darse la cabeza con la pared. Era llegar a un éxtasis de buena música. Una locura controlada”. La música que pasaban era tan exitosa que hasta se editaron discos.
New York City también era el lugar donde sí o sí debían decir presentes los que se consideraban “chetos”. El público estaba bastante marcado. Los viernes iban los habitués, los sábados el público en general y el domingos los adolescentes. Los jueves el lugar era para eventos privados. Villanueva cuenta que era llamativa la convivencia. “Te cruzabas con un artista extranjero pero también con un futbolista. Aparecía Maradona, recién aterrizado de Nápoles pero también Gabriela Sabatini y Guillermo Vilas presentaba su álbum de música. Existía una comunión donde todos podían estar. Era muy fuerte la presencia de las modelos. En ese momento eran más inaccesibles y solo se las veía en desfiles. Pero en la disco cualquiera se cruzaba a Ginette Reynal, Mora Furtado o Nequi Galotti relajadas bailando. Solían inaugurar la noche con un desfile y apenas bajaban de la pasarela iban a la pista. En ese momento, solo había dos agencias de modelos. La de Pancho Dotto y la de Ricardo Piñeiro. Ellos acompañados de sus representadas eran presencia habitual. Actores y actrices se mezclaban. Los periodistas de espectáculos rondaban porque podían confirmar romances. Pancho Dotto y Elizabeth Márquez, Guillermo Andino y una belleza noruega o Adriana Salgueiro y Fernando Lúpiz. Los llamados “galancitos” tampoco se perdían la noche. Carlos Andrés Calvo, Raúl Taibo y Jorge Mayorano solían charlar animados e irse muy bien acompañados. Incluso artistas considerados intelectuales como Nacha Guevara o Antonio Gasalla se rendían ante ese templo de la diversión.
La disco también fue pionera en la creación de la figura del “relacionista público”. Hasta ese momento existía el “tarjetero” que te daba una invitación que a veces incluía algún descuento. Pero la City instaló al relacionista público, habitués del lugar que empezaron a invitar a sus amigos. Uno de ellos era Charly Grilli. La historia dice que Marta Minujin, que era fana del lugar, le entregó su agenda personal para que empezara a convocar a sus amigos. A partir de esa movida nació la figura del relacionista público.
La capacidad de sorprender de los hermanos Fabre era llamativa. Villanueva recordó que para el año decidieron hacer “La fiesta de Casa Pueblo” e instalaron una pileta en el centro de la pista y la gente se metía a nadar.
Las fiestas de disfraces eran otro de los sellos identificatorios. Hasta ese momento eran del ámbito privado. Pero en la City comenzaron a alquilar trajes para todos los empleados y se invitaba a hacer lo mismo al público. La gente se prendía lo que creaba un clima de fiesta inolvidable. Ante el éxito varias marcas comenzaron a ser auspiciantes del lugar. Ingresar al paraíso no era fácil. Había que respetar cierto código de vestimenta. Las zapatillas eran impensadas y si alguna piña volaba o una pelea se iniciaba existía la expulsión por “mal comportamiento”. Si la falta era grave, cual partido de fútbol, había suspensión por dos o tres sábados.
Las costumbres y modos de diversión se fueron modificando. Fabre se alejó durante la década del 90 y volvió en 2001. Hasta antes de la pandemia, la City abría sábados y domingos para mayores de 35 años. Ofrecen un servicio con canilla libre de bebidas, barra de pizza, postres y café.
Aún con los cambios de época se mantiene vigente. “Cómo no van a sentir pasión por La City si muchos venían con 15 años a la matiné y ahora vuelven con 55 años, hay matrimonios que se conocieron ahí. No sé cuantos pueden tener los mismos clientes desde hace 40 años. Con una entrada única disfrutan de todo, nadie se queda con ganas de tomarse un trago o una gaseosa, nuestros clientes se sienten queridos y cuidados. Los conocemos porque si dicen La City son habitúes, si la llaman New York City no venían siempre y si dicen New York, están totalmente fuera de onda. Estoy haciendo reformas para que la gente se sorprenda y será una gran fiesta post pandemia. Para festejar los 40, quiero que entren y digan no puedo creer lo que sucede en este lugar”, explicó Fabre en el portal BAE.
La City quizá no sea el centro de la noche porteña como alguna vez lo fue, sin embargo conserva su lugar en el podio de lugares emblemáticos de Buenos Aires. No es poco.
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