El increíble líder del robo del siglo paraguayo: una amante policía, su refugio en la Argentina y un botín de cuatro millones de dólares

Se llama Ramón Villalba Benegas, está preso en su país y robó con su banda el Banco Nacional de Fomento en Villarrica. Qué hizo en Buenos Aires y Mar del Plata, su admiración por la banda que hurtó el Banco Río y el relato, paso a paso, del audaz asalto

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Villalba, cuando disfrutaba de Mar del Plata
Villalba, cuando disfrutaba de Mar del Plata

Cuando Ramón Villalba Benegas cruzó la Triple Frontera, desde Paraguay a la Argentina, disfrazado y con identidad falsa, después de robar millones de dólares de un banco, pensó en las prostitutas y las travestis que cuidaron de él. Y en los estafadores y ladrones que le enseñaron a delinquir cuando era un niño de doce años que vendía diarios en los bajos fondos de Asunción.

Esa nostalgia aplacó sus nervios del presente.

Atrás había quedado el peligro y la adrenalina de ser el cabecilla del que es considerado el robo del siglo de Paraguay: el 21 de septiembre de 2012, a las 15.30, un grupo tipo comando robó cuatro millones de dólares del Banco Nacional de Fomento (BNF) de Villarrica, Paraguay.

Villalba Benegas entró a cara descubierta, armado, vestido de militar. Redujo al custodio y fue directo a la caja fuerte. Más tarde fue detenido y condenado a 15 años.

Pero este hombre de 36 años vivió un tiempo de clandestinidad en Buenos Aires. Un dato casual: lo hizo a pocas cuadras del Banco Río de Acassuso, el robo del siglo argentino.

-Admiro ese hecho. Al señor (Luis Mario Vitette) y a sus compañeros -le dice a Infobae a través de un teléfono público de la Penitenciaría Regional de Villarica.

-¿A la Argentina sólo vino a esconderse?

-Le voy a ser sincero, vine detrás de un trabajo.

-¿Que trabajo?

-Mire, iba a ser mi retiro. Un camión de esos que están llenos de billetes. Esos blindados.

-¿ Y qué ocurrió?

-El que nos iba a pasar el dato, al que llamamos el boquero, nos jugó una mala pasada.

-¿Y qué hizo en la Argentina?

-Viví como uno más. Sin delinquir. Iba al hipódromo, a los recitales, a comer, disfruté ese hermoso país. Ahora estoy buscando la redención. Tengo el título de ingeniero y cuando salga buscaré hacer una vida honesta.

-¿Cómo empezó en el delito?

-A los 12 años. Como pequeño vendedor de diarios descubrí ese submundo oculto. Las prostitutas me cuidaban, ellas me contaban que querían un novio con coraje y sanguinario para protegerlas. A los periódicos yo los vendía de día y de noche, entonces yo dormía en un local donde dormían todos los pibes de la calle y me despertaba a las 3 de la mañana y te encontrabas a las mujeres charlando. Así fue como ellas me adoptaron, por decirlo de alguna manera. Ellas hasta me pedían que les guardara pastillas, yo pensé que eran para ellas. Pero descubrí que con eso dormían a los borrachos o clientes peligrosos. Las travestis hacían mucho eso. Algunas de las chicas se drogaban. Yo no fumo cigarrillo, no fumo marihuana, no consumía nada y ni tatuaje tengo. Siempre fui así. Nadie se metía conmigo ni yo me metía con nadie. Intenté salir de todo eso y entré a una fundación que recogía a los chicos de la calle y es ahí cuando fui a trabajar a los supermercados de empaquetador.

En la cárcel se recibió de Ingeniero
En la cárcel se recibió de Ingeniero

-¿Sus padres qué decían?

-Yo me había ido de casa. Con el tiempo volví. Ellos nunca estuvieron de acuerdo con que yo sea delincuente. Yo les ocultaba por la vergüenza que ellos tenían, porque ellos sabían lo que hacía. A mí papa lo hacía callar la plata que yo llevaba a la casa, yo cubría todas las necesidades y eso lo mantenía tranquilo y silencioso. Y yo comía, me vestía bien, andaba como quería y eso me hacía sentir más poderoso, invencible. Cometí cientos de robos y nunca le disparé a nadie, nunca le rompí la cabeza a nadie. ¿Por qué? Siempre creí que el pobre trabajador no tenía la culpa de resguardar eso. Y como yo estaba tan seguro con lo que hacia que no necesitaba eso. Ahora estoy viejo y retirado, pienso aprovechar esta oportunidad que estoy teniendo. De trabajar como ingeniero y salir a la vida como un hombre nuevo. Estoy escribiendo un libro sobre el hecho y hay una productora de cine interesada.

Diario de ladrón

El ex delincuente recuerda su infancia con melancolía. Fue el segundo de siete hermanos. Sus padres trabajaban. Un día se mudaron de La Pastora a Asunción. Ramón tenía 12 años y hasta entonces trabajaba haciendo mandados en la Municipalidad de su pueblo. Tenía su pelota, su bicicleta, todo lo que necesitaba. “Era pobre, pero no tan pobre, ¿se entiende?”, dice.

-Había amor en mi casa, pero eso no sé de dónde salió. Me fui de la casa y un día alguien me invitó a ir a vender diarios, y ahí aprendí todas las clases de delincuencia. Me fui al lugar más peligroso del Paraguay, que era la calle última, donde al tiempo se hizo un Viaducto, era el cruce donde empezaba Asunción. Era la zona de la mala vida. Prostitutas, travestis, asaltantes, ladrones, estafadores. Estaban todos porque era un cruce entre la Asunción y el resto del país.

-¿En su familia había algún delincuente?

-No. Espero ser el único y el último. Por mi pequeña hija. No seguirá mi linaje de ladrón. Empecé ahí en la delincuencia, desde cero, robando cadenas de oro a las personas en los colectivos, después asaltando ya los colectivos. Estuve en toda la delincuencia de moda, porque asaltar los colectivos era un asalto frecuente en esa época. Con trece años había conocido las rejas. Dejé la venta de diarios y empecé a trabajar en un supermercado de guardia, Yo era vivo y llegué a trabajar en el circuito cerrado para agarrar a los ladrones. Era muy bueno para eso, se cómo manejarlo y cómo desconfigurarlo para que ni el mismo técnico se dé cuenta. A los 17 años también caí preso, 22 días. Viví el motín que causó el incendio de del Correccional Pachito López. A partir de ese suceso cerraron la cárcel. Hasta por mi reputación de “temerario” llegué a ser una especie de matón que iba a buscar a los morosos. Pero usé más las palabras que las manos.

-¿Cómo siguió su vida delincuencial?

-Comencé a robar autos a mano armada. Ya tenía pistola. Caí preso y me fugué dos veces y ya tenía un documento falso. Andaba por la calle y tenía pedido de captura. En la cárcel conocí a muchas personas y enseguida captaban que yo tenía mucho potencial para ser delincuente. Yo les decía: “miren, voy a ser un delincuente, pero un delincuente profesional. Ahí estuve 4 años, salí a los 23, en 2006. Desde ahí empecé a tener armas de grueso calibre, trabajaba siempre en los supermercados y comercios. Siempre andaba en la calle porque en la calle encontraba armas baratas, armas largas y cortas. Yo empecé a robar con los colectivos, era uno de los que robaba los colectivos, después empecé a asaltar las farmacias y los locutorios, las financieras y los bancos, después empecé a robar estaciones de servicios. Habré robado unas 30, robe 5 bancos en Paraguay y este último fue mi último banco, 27 cooperativas y 16 financieras, no fue algo fácil, solamente robe un carrofuerte, y no hice más que otra cosa. Recién a los 25 años robé un banco, era el pibe, porque me dejaban entrar en el grupo de robar bancos por mis antecedentes de callejero. Conseguía fácilmente los teléfonos robados, hablaba con los técnicos, blanqueábamos los chips. También sabía dónde se guardaban los autos porque había robado autos. Siempre conseguía autos buenos y fiables. Tenían que pensar cinco veces si querían traicionarme. Era un ladrón fiable, pero no te metas con eso de traicionar. Tengo una anécdota que le va gustar...

Ramón hace una pausa, genera interés en el interlocutor y cuenta el suceso:

-En una cooperativa le robé a un policía. El botín era de 150 mil dólares. El policía que era muy parecido a mí. Mi contacto fue mi amante. Un día llevo mi documento, robé un auto igual al que usaba la policía, robé a mano armada y me fui frente a lo comandancia vestido de policía auténtico. Entré a la comandancia con mi credencial y luego en la armería. Terminé llevándome una metralleta de la policía de la comandancia del Paraguay en Asunción, donde están todos los policías. Eran policías que entraban y salian, les importaba quién eras , les importaba tu credencial y cómo anotabas, y eso salió en la prensa y cayeron dos policías presos por eso. Es más, cuando estuve preso le conté a un armero y había caído por esa causa y yo me reía porque era yo. ¿Era vos?, me preguntaba. Si, vestido de policia. Esa arma la terminé laburando en 2000 dólares aunque el precio real era mucho más.

-¿Qué fue lo más raro qué le pasó?

-Tuve un romance con una mujer policía.

-¿Cómo fue eso?

-Estuve un año con una mujer policía. Siempre tuve amantes, tenía mi mujer en casa siempre, pero andaba con chicas bailarinas, chicas exóticas, mujeres que un tipo común no va a tener, verdad. Y no lo digo con jactancia, sino por realidad. El delincuente corre con ventaja y más si tiene dinero. Estuve un año con una mujer que era policía sin saberlo. La mujer tenía 37 años y era instructora de oficial de policía y subcomisario. Descubrí que era policía y ella descubrió que yo era delincuente. Yo le dije, como condición, que no quería saber detalles de lo que hacía ella y ella no debería saber detalles de lo que hacía yo. Ella también tenía un novio, un viejo que era policía también. Entonces ella me dijo vos no preguntes yo que hago y yo nunca te voy a preguntar. Era sólo sexo. Ella me pedía que dejáramos las armas bien guardadas. Que seamos un hombre y una mujer desarmados, como cualquier pareja. Yo había crecido como ladrón. Estaba para las grandes ligas.

Villalba, el ladrón del robo del siglo paraguayo
Villalba, el ladrón del robo del siglo paraguayo

Robo al banco

Ramón Villegas Benegas necesitó siete meses intensos para robar el banco. Había 4 millones de dólares y él decidió que tenían que vestirse como si fueran los empleados del banco y los militares que custodiaban el banco.

-Por eso somos tres vestidos de militares custodios y dos que eran supuestamente trabajadores con traje y maletín que llevaban la plata con la calcomanía de la cooperativa. Nosotros fingimos que veníamos a hacer un depósito y llevar la plata. Esa fue la estrategia que yo usé y funcionó. Después del robo me fui a La Argentina. Pero miré, estoy un poco triste de contar la delincuencia, me siento un poco como avergonzado se entiende, por favor...no quiero enorgullecerme de esto. Le estoy contando una historia porque además estoy escribiendo el libro y tuve una propuesta para llevar esta historia y la mía al cine. Pero lo estoy analizando.

-¿Cómo fue el robo del siglo de Paraguay?

-Hicimos el trabajo un viernes. Durante los 7 meses previos al robo al banco yo decidí coordinar y quedarme en la ciudad de Villarrica y observar y ver cómo dejaba la gente la plata y cómo se custodiaba y entonces se me ocurrió cómo podíamos hacer el hecho totalmente vestidos como ellos. Entonces empecé a idear e hicimos una reunión y nos pusimos de acuerdo. Y mi idea principal, o la primera idea era entrar por el frente y no por el costado, como terminamos entrando. ¿Por qué no podíamos entrar? Porque había carpinteros que trabajaban, yo siempre traía la ropa de cómo tenía que vestirme para cada ocasión, cuando entraba o merodeaba el banco en busca de datos. Si hacía de albañil, tenía mi ropa sucia, te voy a decir algo: siempre tenía mis uñas sucias, me ponía grasa en la mano y si me daban la mano decía que tenía la mano sucia porque estaba trabajando y aparentaba eso.

-¿Cómo era la banda? ¿Tenía experiencia en este tipo de robos?

-Como la mayoría de nosotros que íbamos a hacer ese trabajo, todos tenían antecedentes y yo también. Yo tenía mi documento falso. Entonces yo era el que iba al banco y me disfrazaba ¿Cómo? A veces vestido de enfermero, pantalón blanco zapato blanco anteojos, y me hacía pasar que iba a tomar la presión o sacar una radiografía o me hacía pasar como pescador. Compraba pescados y con olor a pescado nadie te saludaba eso era enfrente para mirar cómo era el banco, sus movimientos, y empecé a reconocer al personal, yo sabía que estaba el gerente, el oficial de negocios, el contador y después estaba jefe de la zona de cajeros automáticos. Entonces yo sabía a quién le delegaban y quién tenía las llaves ¿Ok? Empecé a seguirles a esas cuatro personas la ubicación porque era un pueblo chico y conocer a sus familiares porque iba a ser el secreto para que me abran la bóveda grande para poder sacar el dinero grande verdad. Nuestra idea era llevarnos todo lo que había. A las persona vos le seguís una vez, en las películas generalmente le siguen y las personas no se dan cuenta, es una gran mentira, las personas terminan descubriéndote. Así que si vos le seguiste por lo menos hasta la mitad o marcar su dirección y hasta ahí, después me iba a la municipalidad y con el numero de chapa de los vehículos pude sacar sus direcciones. Entonces esas cuatro personas principales eran los que seguía porque eran ellos quienes tenían las llaves y me iban a abrir. Fue un trabajo meticuloso: seguir a esas personas por eso estuve mucho tiempo ahí en la ciudad.

-¿Cómo fue adentro del banco?

-Antes de entrar fui consiguiendo la dirección del personal y del gerente a través de las chapas. También seguía la radio y conseguí la frecuencia de investigaciones que es aparte de la de la policía y la frecuencia de la policía del todo el Paraguay. Es decir, una radio directa que tenga toda la frecuencia. Teníamos tres radios, la nuestra que usábamos muy sofisticada por supuesto, yo lo había comprado todo, la otra radio era la de investigaciones y tenía que escuchar el canal interno y la de la policía. Este caso fue un fenómeno porque vinieron policías de todo el país a investigar el caso por meses y yo ya estaba por suerte en Mar del Plata bañándome en esa hermosa ciudad. ¿Cómo conseguí las radios? A partir de mi romance con la mujer policía. Recuerdo que cada vez que iba a verla a su casa tenía que agachar la cabeza para que la cámara no me tomara.

Villalba con la de Boca: se alzó con 4 millones de dólares
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-Siga con el robo...

-...perdón, no quiero irme por las ramas. Yo no coincidí con los muchachos que atropelláramos el banco, que es entrar por adelante. Decidimos entrar por el costado. Conseguí las ropas militares y que se hiciera la calcomanía, y las conseguí en Santa Rita, cerca de Ciudad del Este, tenía una amiga alemana que trabajaba en una cooperativa y ella me dio todas las calcomanías y dos móviles que teníamos que eran robados y eran cabritos repletos de calcomanías. Hablando de móviles, llegamos a traer cinco autos robados a Villarrica porque necesitábamos autos, de los cuales se usaron tres y dos tuvimos que vender para costear porque nos estábamos quedado sin plata. Yo no quiero decir que era el cabecilla o yo dirigía eso suena muy mal entre compañeros, pero yo tenía que organizar porque había quedado todo a cargo mío. Entonces ya teníamos los vehículos con calcomanías puestas, ya teníamos los uniformes, ya sabíamos por dónde entrar, y el jueves vinimos como para entrar y no teníamos las llaves del costado. El muchacho siempre dejaba abierto el portón del costado entonces ese jueves le dijimos que hiciera la copia para el viernes 22 de septiembre y me tuve que ir a otra ciudad para traer la ropa del zorro, el policía de tránsito, así que había un compinche más vestido de policía de tránsito de la municipalidad. Pobre muchacho, tenía que dirigir y encima venía de un pueblo que se conocían todos y él no era de acá y estuvo más de media hora dirigiendo el tránsito. Tuvimos que cortar una calle para que la patrulla no pasara y tuviera un solo acceso. En caso que llegara había muchachos que estaban esperando e iban a obstruir para que no pasaran y nosotros pudiéramos salir. Nosotros estábamos cinco en el banco y un chofer que quedó afuera viendo todo. El chofer estaba armado con una M-16 con 600 tiros de bala y chaleco puesto. Y yo hablaba con el constantemente por radio, tenía que prestarle atención verdad. Y teníamos escoltas que iban a hacer los rescates. Estaban armados con metralletas M1, la 7.62 y estaban preparados para que nosotros saliéramos en caso de que ocurriera algo malo, ese un plan que nadie quería, pero si el plan salía mal nosotros teníamos que salir a punta de bala. Y estaba tan confiado de lo que había planeado tan ingeniosamente, cada detalle y tan organizado, que iba a salir todo bien.

Flores y armas

La banda tuvo un obstáculo el jueves 20 de septiembre, el día anterior al gran golpe. Recibieron la información de que la Policía sabía que iba a ver un gran robo en la ciudad, pero no sabía dónde. Ni si era a un banco. Los ladrones debatieron. ¿Convenía esperar? Estaban alterados, en alerta.

-Pero fuimos para adelante. Nosotros habíamos pensado robar el banco el 28 de agosto, el Día del Policía, porque iban a estar todos de farra, pero no llegamos. Igual el 21, además de los festejos por la primavera se corría una gran carrera de caballos y ahí iban a estar apostados muchos polis. Llegó el viernes, un día hermoso, soleado, ese día era la fiesta de la flor, el Día de la Primavera. Un hermoso aroma cubría las calles. Entramos a las las tres de la tarde en punto. La idea era cometer un robo infalible. Yo estaba vestido de militar, conmigo estaba Colita, un secuaz de confianza. Sin él, no lo hubiera hecho. Los otros eran Cururú, Batea y Sombrerito. Entramos cinco. Tres de militares y dos trajeados. El informante que teníamos adentro del banco me avisó que dejó abierto el portón del costado. El momento previo al robo fue de mucha tensión, la vida estaba en juego. Una mala decisión o una duda podía ser terrible. Y yo influía mucho en el ánimo de las personas. A la tercera vuelta en auto decidimos estacionar al costado y que pase lo que pase, es la hora. Entonces bajamos los tres, yo fui el primero en bajarme, nosotros estábamos con armas cortas. Yo tenía el grado de teniente primero. Hicimos una punta de diamante que le llaman los guardias, sería un triangular. Simulamos que estábamos en una custodia y se bajaron nuestros compañeros trajeados con los maletines, como haciendo que traían la plata.

El ladrón del siglo paraguayo estuvo prófugo un año y medio en la Argentina. Cayó cuando regresó a su país, en el 2014
El ladrón del siglo paraguayo estuvo prófugo un año y medio en la Argentina. Cayó cuando regresó a su país, en el 2014

-¿Cómo reaccionaron las personas con las que se cruzaron?

-La gente se veía toda serena, creyeron que nuestra actuación era real. Cuando pasamos el portón estaba medio oscuro y yo usaba unos anteojos de mi mamá que me hicieron doler la cabeza y ahí si los muchachos se pusieron tapa boca, yo si estaba a cara descubierta. ¿Por qué? porque yo tenía que llamar al guardia, el guardia estaba a 10 metros míos. La estrategia se basaba en eso. Yo no quería fallar. El guardia debía estar en la pieza 1 o 2. El banco ya estaba cerrado. El banco se cierra a la 1 de la tarde. ¿Quiénes custodian el banco? Un policía nacional y tres militares. Cuando cierran, al policía lo recogen con una patrulla. El banco sigue trabajando hasta las 5 de la tarde, pero ya no está abierto al público. A un militar le daban de franco y volvía a las cinco para firmar nomás y el otro se iba a dormir a una pieza. Estaban regalados. Yo esa pieza la conocía porque había trabajado como falso carpintero con otros obreros. Yo habré pasado unas cincuenta veces por la puerta del banco antes del hecho. Disfrazado de enfermero, de policía, de obrero, de turista, de viejo. Y había visto esa habitación donde dormía el guardia y tenia y un aire que hacía mucho ruido, entonces sabía que no iba a escuchar nada cuando estuviéramos adentro durante el robo. O sea había un solo militar ese día adentro del banco. Era Zacarías González.

Fue por eso que Villalba no usó máscara. Si el militar lo veía así podía haberle disparado. Aunque el hecho de ir a cara descubierta lo hizo aparecer en las cámaras de seguridad.

-Si había un enfrentamiento podría haber sido una masacre con 35 personas adentro. Siempre. Y al entrar al banco yo tampoco podía enmascararme porque el banco tenía un sistema de seguridad que se llama código de robo, código de emergencia o también lo pueden llamar alarma silenciosa, sirena o pulsor, son varios nombres distintos, pero se activa a través del gerente. Entré al banco y llamé al guardia, que me vio vestido de militar, yo tenía la pechera y la hombrera. Se acercó y le saqué el arma. Lo metí en la pieza, yo tenía una esposa legal, la más barata pero igual servía, hacia el ruido y era espectacular, no quería arriesgarme a atarlo con un precinto. Sabía que tenía que ser una esposa. Yo tenia un arma corta de la marca Fort inglés. Es una 44.40 revólver. Nunca usé pistola. Siempre fui puntero, ir primero en cada asalto, y apretador. Especialista en agarrar guardias, policías y militares. Soy muy hábil y temperamental en ese sentido, y me encanta. Siempre uso el arma con tambor, que me gusta mucho porque es de fácil manipulación y potente. Una de las armas cortas más potentes es la que siempre usé.

Villalba está detenido en la Penitenciaría de Villarica, Paraguay
Villalba está detenido en la Penitenciaría de Villarica, Paraguay

-¿Cuál fue la reacción del guardia?

-No le di tiempo a nada a ese Zacarías. Le dije: “Necesito que colabores, tu hijo te está esperando en tu casa y tu sueldo no da para morirte por este atraco”. Medio que le di una cachetada porque no me estaba prestando atención, estaba en estado en shock. “Mirá, nosotros ya nos estamos yendo y nos vamos a llevar la plata, así que necesito que vos colabores”. Le mencioné el nombre de su hijo, ya que habíamos hecho inteligencia. Y dijo que iba a colaborar. Le dije que íbamos a robar el banco y que el banco tenía seguro y reaseguro. Y se tranquilizó. De ahí me fui a la sala del banco, donde estaba la gente y le dije al encargado de abrir la bóveda: “Señor Edgard, levántese”. En eso suena la radio mía, yo me hacía llamar Cabeza, Y del, otro lado me dice un secuaz: “Cabeza arriba hay dos personas trabajando”. Me sorprendió eso. Los mandé a buscar y ahí di la orden de que cierren todas las ventanas. Y lo agarré a Edgard y le dije: “Usted tiene una hija. Se llama Jessica, la agarramos de ida a la facultad, su número de casa es tal y su señora es fulana. Yo necesito que usted me abra esto, son cuatro dígitos, usted por favor no cambie el código de robo. Cuando le mencioné lo de su familia (era falso que la habíamos secuestrado), casi se desmaya. Le tuve que dar una bofetada para reanimarlo y ahí llamé por la radio y le dije a un compañero que el señor Edgard iba a colaborar. “Pásenme con la hija y sáquenle el bozal. ¿Compraron la carpa negra? Porque la vez pasada que ejecutaron a ese tipo me ensuciaron todo el tapizado”. Y mi compañero me contestó que sí. Y otro compañero había practicado cómo hablar como mujer y sale pro la radio y dice: “Papi, papi”. Y corté. Fue horrible hacer eso. Pero hubo que hacerlo porque el hombre abrió la bóveda. Ver el color verde y que se abriera fue una sensación de alivio. Ahí estaba el otro señor, se llamaba Osvaldo y le dije: “¿Cómo está Osvaldo, bien?”. “Si, si no hay problema”. “Osvaldo, su hijo es Rodrigo, nosotros lo agarramos saliendo de su trabajo en San Lorenzo, bueno usted tiene que colaborar”. Los dos tenían que meter la llave al mismo tiempo para abrir la bóveda, le llaman código del tesoro. La caja fuerte era un modelo alemán enorme, como esas puertas antiguas. Pasamos una reja, entramos al tesoro y empezamos a cargar los billetes grandes. Toda la travesía duró 15 minutos.

El resto de la historia: la banda repartió el botín y Villaba decidió, a través de un contacto, cruzar la frontera, disfrazado y con documentos falsos, a la Argentina.

-En la Argentina viví bellos momentos. Iba a recitales, al hipódromo, a pasear. Conocí bellas mujeres. Hasta viví en Mar del Plata. Mi sueño es vivir cerca del mar. En la Argentina me manejé con tranquilidad.

Pero el 27 de abril de 2014, más de un año y medio después del robo, Villalba volvió a Paraguay, a la localidad de San Lorenzo, y fue detenido. Tenía una identidad a nombre de Horlando Centurión Villalba.

El líder no opuso resistencia. Sabía que era el final de una etapa. Y que su caída era el comienzo de la vida que quiere vivir: lejos de la delincuencia.

-Además si no me detenían, no podía contar la historia -dice y se ríe. Luego retoma su cuaderno para escribir su propio robo del siglo.

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