El 8 de julio de 1990 se jugó la final del Mundial en el Estadio Olímpico de Roma, Italia. Luego del controvertido penal que sancionó el árbitro Edgardo Codesal y que ejecutó Andreas Brehme para sentenciar el 1 a 0 definitivo, las cámaras se posaron sobre la figura de Diego Armando Maradona y su llanto desconsolado. Esa imagen le quedó grabada a Walter Rotundo (38), quien en ese entonces apenas tenía 8 años. Esa fue su primera conexión afectiva con el ídolo, un cariño sin mesura que luego se convirtió en un homenaje en vida.
Veintiún años más tarde de ese hecho histórico -exactamente en junio de 2011- nacieron sus hijas mellizas que bautizó Mara y Dona, nunca al revés. Un gesto que cobra aún más relevancia a casi una semana de la muerte del Diez.
“Así como muchos niños crecen diciendo que quieren ser doctores, bomberos o abogados, yo crecí soñando que iba a tener dos hijas para homenajear a Diego: una llamada Mara y otra llamada Dona... se lo dije a todo mi entorno, aunque muchos no me creyeron”, le cuenta a Infobae. Podría haber tenido varones, y ese deseo hubiera quedado en suspenso, pero tuvo dos nenas y encima fueron mellizas. “Es obvio que hubo una mano de Dios”, admite casi sin creerlo.
Walter nació en 1982, poco vio al astro jugar aunque con lo que vivenció le basto para desarrollar un amor incondicional. Hoy como miles de argentinos llora la pérdida de la leyenda mundial. “No me permito estar triste por un hombre que nos dio tantas alegrías”, admite.
Son incontables las personas que en una demostración de afecto hacia el Diez, se tatuaron su rostro -como tiene Walter- , nombre o cualquier otra referencia. Así lo llevan y lo muestran con orgullo en la piel. Otros prefirieron transmitir su admiración llamando Diego a sus hijos. Y por estos días, las demostraciones mundiales y homenajes no paran de replicarse, pero Walter fue original.
Los nombres de sus hijas, claro, fueron consensuados con la madre de las niñas, Stella Maris Prez. De hecho, fue ella quien lo impulsó casi a último momento. “La primera vez que hablamos de hijos le conté de esta vieja idea”, recuerda. La propuesta era solo si se trataba de nenas; si el primer hijo era un varón no había planeado llamarlo Diego.
Tuvieron que pasar casi 10 años de relación hasta que en diciembre de 2010, Stella le dijo a Walter que estaba embarazada. Meses más tarde supieron que eran dos bebés. Y, finalmente, en abril de 2011, les comunicaron que serían dos niñas. “Si nos llegan a decir que son nenas, van a ser Mara y Dona. El destino te las estaría enviando a vos”, le dijo Stella a Walter camino a esa última ecografía.
Todo tenía que salir como lo deseaban. “Cuando las anoté en el registro de la calle Uruguay, la empleada que me atendió fue a fijarse si Dona iba con una o con dos ‘n’. Y le dije: ‘No se fije, señora. Va con una sola, sino no me voy de acá’”.
Pasión por Diego como persona
Hoy, Mara y Dona tienen 9 años. Saben quién fue el astro, de donde salió y hasta donde llegó. “Eso es lo que quiero que aprendan e incorporen. Maradona es mejor persona que deportista. Lo que le dio al pueblo es incomensurable. Están heredando sus valores de humildad, igualdad, agradecimiento, conciencia social y nunca olvidar nuestras raíces”.
Están lejos de la pelota, pero no del fútbol: los tres -previo a la pandemia- compartían los fines de semana de cancha siguiendo a Arsenal. Además, juegan a ser actrices, bailarinas y estrellas del espectáculo. Miran sus series favoritas, imitan a los ídolos de ficción. “Saben que para ser Maradona, no necesitan meter ningún gol, sino confiar en sus sueños y luchar para lograrlos”.
Walter, Mara, Dona y Diego
El Diez ya sabía de la historia, que salió a la luz con el nacimiento de las chicas. Antes que nazcan las mellizas, la hermana de Walter salió al aire del programa Perros de Calle para anunciar el homenaje que su hermano había preparado, y como regalo quería dos camisetas de Argentina con el 10 para llevarlas a la clínica con el nombre de cada niña. Al día siguiente, el 22 de junio, se cumplía otro aniversario del gol que el ídolo hizo a los ingleses en1986, y fue entrevistado en esa misma radio. Allí le comentaron esta historia. “Escuché como se emocionaba y le deseó lo mejor a mis hijas por nacer. Mi único objetivo con los nombres de las nenas era que Diego lo supiera. Nunca busqué cholulismo porque sabia que no le gustaba que le estén encima”.
Otro hecho emotivo fue al año de vida de las pequeñas. “Le hice llegar una carta escrita de puño y letra a Dubai. Al tiempo recibí una foto de Diego con la foto de mis hijas”.
En ocasiones intercambió mensajes con Dalma, que en su obra teatral “La hija de Dios” mencionaba a las hermanas y decía que estaba enamorada de ellas. “También me invito a distintos lugares donde estaba Diego, pero por alguna razón no se presentó. Creo que no tenía que ser... quedará el abrazo para otro plano”.
La leyenda inmortal
Walter se enteró de la muerte de Diego por la radio, en realidad la intuyó. “Mientras trabajaba estaba escuchando un programa periodístico y en un momento dicen que tiene noticias de Maradona. El cronistas dice: ‘Saquenme del aire y si pasa algo interrumpo la tanda’. Cuando dijo eso, ya empecé hablar con mis amigos del grupo de whatsapp: ‘Me parece que Diego se fue’. Unos minutos después lo confirmaron”, recuerda.
-¿Cómo tomaste la noticia de su muerte?
-Soy bastante analista. Mi mente me exigía putear, romper todo, reacciones que se desencadenan frente una mala noticia. La realidad, es que sentí paz, una especie de alivio porque finalmente iba a descansar. Aunque todos querían que siga vivo, al fin se terminó su padecimiento... su sufrimiento. No tuve momentos de tristeza. Hay que celebrar la vida de Maradona. La leyenda es más grande de lo que fue la vida.
-¿Qué le contaste a tus hijas ?
-Ahí me quebré porque más que nunca sentí que ellas eran otra prueba de su hermoso legado. Cada vez que las nombre, él vuelve... eso me genera mucha emoción. El hombre puede haber partido aunque yo siempre lo voy a tener vivo. Mientras estén mis hijas, Maradona no será olvidado.
Mara y Dona, ya pasaron a la historia nacional. Están marcadas por el peso del nombre: ”Ojalá que las haya condicionado para bien”, pide su padre.
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