Mientras el mundo se conmueve con los 29 venezolanos que fueron rechazados y devueltos a altamar en Trinidad y Tobago, y que milagrosamente volvieron a alcanzar las islas. Mientras todos en Latinoamérica rechazan no solo ese acto de crueldad sino esa violación absoluta al derecho internacional humanitario, mientras nos enteramos que 16 de esos 29 eran niños y niñas… Mientras el mundo ve una vez más naufragar su sentido de la justicia, en la Argentina se publica Llorarás, un libro trágicamente en sincro con esta otra tragedia interrumpida por el milagro.
Escrito por la periodista Carolina Amoroso y publicado por Catapulta Editores, Llorarás cuenta historias de venezolanos que también se lanzaron en busca de otra tierra, pero lo consiguieron. En él, Carolina recopila historias de todo tipo, desde profesionales ultra especializados obligados a trabajar en deliverys hasta polítólogos o perseguidos políticos que construyeron una voz desde el exilio. Y lo hace de manera meticulosa y humana.
Carolina misma vivió varios años en Venezuela en su adolescencia, pero era otra Venezuela, y los motivos de su llegada y su partida no tuvieron nada que ver con los motivos de los protagonistas de su libro. Pero sí, como esos protagonistas, ella se enamoró de esa tierra llanera. Podría ser un dato anecdótico, pero es importante por una razón en particular: para que un libro sobre Venezuela sea honesto, solo puede ser escrito desde el amor. Y también: para que un libro sobre Venezuela sea escrito desde el amor, solo puede ser honesto.
La misma honestidad -intelectual, emocional- van a necesitar quienes se animen a leerlo. Y vaya si lo merece: sobre algunos dramas de la humanidad es un pecado imperdonable esconderse en el paso del tiempo para ver algún día la verdad.
-¿Cuándo empieza a escribirse este libro?
-Diría que en mis 15 o 16 años, pero voy a ir primero a lo más reciente. En febrero del 2019 me tocó cubrir lo que sucedía en la frontera colombo-venezolana y lo que fue el Día D, que finalmente se frustró. Ese frustrado paso de la ayuda humanitaria y los dolorosos días que siguieron. Y ahí vi la cara más desesperada y la herida más sangrante de la crisis de Venezuela, y también vi esa especie de milagro o de salto extrordinario que hacen muchísimos venezolanos para seguir adelante llevándo encima dolores que no tienen ni nombre. Uno piensa en el tipo de vejámenes que ha sufrido el pueblo de Venezuela y cualquier calificación queda corta. Pareciera que las definiciones que existen no alcanzan para hablar de todas las violaciones a los derechos fundamentales, esas palabras no encierran todo el sentido. Y sentí que contar estas historias era poner en valor -valga la redundancia- los valores de un pueblo que recibió a muchísimas personas que huyeron de los años más oscuros de América Latina.
-Y me decías que de algún modo también se empezó a escribir en la adolescencia el libro, cuando viviste allá.
-Sí, yo llegué a los 11 años allá por el trabajo de mi papá, y me fui a los casi 16, que pasamos a vivir en Ecuador. Y cuento en el libro que en ese tiempo conocí a Indra, que fue muy importante para nuestra familia y estableció un vínculo muy fraternal con mi madre y se unió a nuestra familia, y cuando nos fuimos de Venezuela quedamos muy pendientes de ella, y un día recibimos un llamado que nos contaba que ella debía ser asistida en un hospital público de Venezuela porque tenía cáncer. Entre una red de personas se hicieron muchos esfuerzos pero todo cayó en saco roto, en un sistema que ya empezaba a mostrar primero la ineptitud que hubo del sistema sanitario, y sobre todo la tremenda crueldad hacia los más postergados. Entonces, si era una revolución que venía a poner en primer lugar a los más postergados, Indra era de las últimas entre los últimos (por su propia historia familiar de olvido, de postergación, de humillación). Entonces, repito, si era una revolución que venía a poner primeros a los últimos… a mí ya me estaba resultando una estafa. Y eso por supuesto atravesó mucho a mi familia, me dio vueltas, y son esas cosas que provocan la furia de lo irreparable. Y yo siento que un poco haber escrito Llorarás, y que Llorarás sea sobre las historias, nace un poco de eso. En esas historias es donde se acaban los relatos, donde ya resulta un acto de frivolidad o de cinismo tirarnos con un panfleto ideológico.
-Si bien hacer un libro sobre Venezuela hoy en día es inevitablemente político, vos hacés una encare netamente humano. ¿Por qué elegiste correrte de ese registro, siendo que tu postura sobre el tema es pública (y es de absoluto rechazo al regimen de Maduro)?
-Primero porque este libro es esencialmente un homenaje a la venezolanidad y un agradecimiento a los venezolanos que a mí me hicieron mejor periodista y mejor persona. Eso es lo que este libro intenta ser, y por supuesto que es sobre ellos. Entonces no tenía ningún sentido que esto fuera un libro de análisis político. Hay mejores analistas que yo, lo que sí me parecía es que tenía el corazón lo suficientemente sensibilizado para escuchar estas historias que me importan y mucho. Y que las considero más importantes que cualquier proclama política. Aunque estas historias son una proclama política. Son la kriptonita del relato, la kriptonita de la mentira. Eso son las historias de estas personas, que son para mí héroes. Héroes de la esperanza, de la resiliencia, de la valentía… Porque es muy costoso en Venezuela negarse a someterse a los vejámenes a los que quiere someterte la dictadura de Nicolás Maduro. Entonces: ¿había otro libro para hacer más interesante que uno que pusiera en primer lugar a estos héroes? Para mí, no.
-Obviamente querrías que el libro lo lea todo el mundo, pero yo me pregunto: si tuvieras que elegir o caracterizar un grupo de personas que quisieras que lo leyeran, ¿quiénes serían?
-Yo ante todo quiero que lo lean los venezolanos y que sientan mucho orgullo de ser venezolanos. Ese es mi objetivo número uno. Y después me gustaría que el libro sirva como acercamiento a la realidad de Venezuela para mucha gente que ideológicamente puede no pensar como pienso yo. Pero frente a esa diferencia lo que yo planteo es acercate a las almas, acercate a la vidas, acercate a la historia del ingeniero que te está trayendo la pizza esta noche. Es lo único que pretendo: que prevalezcan las historias y a través de ellas podamos entender la realidad de Venezuela. Entonces: para los venezolanos, para el corazón que quiera conmoverse, y para alguien que aunque no piense como pienso yo respecto del régimen de Venezuela pero quiere al menos poner sus ideas entre signos de pregunta y entender el drama a través de quienes realmente lo padecen.
-¿Tuviste diálogo con algún funcionario sobre el libro? ¿Sabés si algún funcionario lo leyó?
-No. Obviamente tengo diálogo con muchos por mi trabajo pero no. Tampoco me parece que sea algo que se tiene que forzar. Desde ya que me pongo a disposición para acercar toda la información que yo tengo sobre lo que sucede en Venezuela, y sobre todo para funcionar de nexo con esas historias frente a quien tenga una posición de influencia para justamente plantar una posición que le haga justicia también a la historia de reivindicación de los Derechos Humanos en la Argentina.
-¿Te gustaría que lo lea algún funcionario?
-Sí, claro. Me gustaría mucho. Me gustaría que pudiera leerlo el canciller Felipe Solá, me gustaría que lo lean quienes representan a la Argentina ante el mundo y quienes son los encargados de estabelcer la posición de nuestro país frente a crímenes como los que se cometen en Venezuela por parte del regimen de Nicolás Maduro o en Nicaragua, por parte del régimen Daniel Ortega. Desde ya que me gustaría. Por supuesto entiendo que sus agendas deben estar ocupadas y que son muchos los documentos que deben tener por leer pero creo que este libro tiene el valor de documentar algunas historias que merecen ser escuchadas. No lo que escriba Carolina Amoroso vale la pena, sino lo que digan esas personas que entrevisté.
-Mientras hablamos de tu libro, que cuenta historias de migrantes, estamos pendientes de cómo sigue la vida de los venezolanos expulsados de Trinidad y Tobago, que por suerte volvieron a entrar en las islas luego de un día en altamar. Tristemente, queda claro que tu libro habla de nuestra actualidad como región.
-Es tal el horror, tan descorazonador aceptar que eso sucede en nuestra América Latina, y que suceda en cualquier rincón del mundo, que yo ni siquiera quiero hacer el ejercicio de encontrar un porqué. El horror no tiene un porqué, el horror es un sin porqué, sin sentido. A mí me duele muchísimo, sobre todo considerando la historia de la Venezuela refugio, la de puertas abiertas. Uno veía eso y sentía que parte de su corazón estaba en altamar, rogando por un milagro.
-En el libro pudiste contar historias de migrantes que sí llegaron. ¿Cómo fuiste armando ese mapa de testimonios?
-Viste que a veces uno con las historias se tropieza, no las busca. Las vas encontrando en el andar y son de conexión emocional. Lo que sí traté es de representar una variedad grande dentro del exilio, que tuviera dentro de los que se fueron escapados políticos: desde un escudero de la resistencia -jóvenes que han puesto el cuerpo y la vida para enfrentar el régimen-, hasta un abogado de derechos humanos que huyó literalmente luego de ser preso político y el capítulo es la crónica de su fuga; y hasta una abuelita que trajo a tres generaciones de su familia a la Argentina, con muchísimo esfuerzo, y apenas logró hacer pie armó una organización para ayudar a otros venezolanos que llegaban…
-¿Cómo surge ese capítulo final tan emocionante que es algo así como un decálogo para la supervivencia del migrante?
-Son todas lecciones que me enseñaron ellos, algunas textuales: la frase “las madres mienten”, por ejemplo. Cuando llamás y te dicen que están bien, y que comieron, en el fondo lo están haciendo porque te aman pero probablemente esa cola en el mercado ya no la pudieron hacer porque hacía mucho calor y las venció el cansancio y comieron lo que pudieron. O el medicamento no se consigue, o está más caro, y vos del otro lado del teléfono también vas a mentir y vas a decir que conseguiste trabajo, cuando seguramente perdiste el que tenías, o vas a decir que tenés garante para el alquiler cuando todavía vivís en la pensión… son todas lecciones sacadas de las bitácoras de vida de estas personas que adoro.
-Algunos de tus entrevistados, que llegaron acá en busca de un destino mejor, ya se han ido en busca de otro destino, ¿no?
-Mirá… primero quiero decirte que yo he hablado con muchísimos venezolanos, muchos más de los que están en el libro, y si hay algo que se repite en todos ellos es el agradecimiento y el cariño por nuestro país. Estas historias nos dejan, a los argentinos, mucha satisfacción por abrir los brazos a un pueblo que lo necesita. Y te genera orgullo, realmente. Ahora bien, dicho eso, ha habido un cambio de rumbo político en la Argentina y eso impactó sobre algunas de las personas que entrevisté para este libro, al punto de querer irse del país. De hecho, cuatro de los protagonistas de Llorarás se fueron del país. Por supuesto otro de los factores que ha influido en este doble destierro ha sido el tema económico, la fragilidad de la situación económica en la Argentina, pero todos igual tienen como denominador común un profundo agradecimiento con nuestro país.
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