En este 6° aniversario de la creación de la asociación Usina de Justicia, que congrega a las víctimas secundarias de la violencia delictiva, además de abogados, jueces, psicólogos, comunicadores y otros profesionales, el evento anual fue concebido como un servicio a la comunidad y dirigido a las víctimas.
¿Qué le diría usted a alguien que perdió un hijo violentamente, en un femicidio o un homicidio? ¿Cuáles son las palabras para mitigar lo innombrable? La lengua castellana forjó el vocablo “huérfano” o “viudo”, pero no se animó a ponerle nombre al dolor más profundo que un ser humano puede sentir: la muerte de un hijo.
Y si fue perpetrada por alguien, intencionalmente, comienza un doble derrotero: el enlutado no sólo debe hacer su duelo, sino que además debe perseguir al Estado para que se haga Justicia. Ese Estado, en general, es indolente e indiferente, al punto de favorecer completamente al victimario.
Este año, se conmemoró el 6° aniversario de la fundación de la Asociación Civil Usina de Justicia. Pero en lugar del tradicional cóctel con asistentes del poder judicial, del poder legislativo y otras figuras, aquellas que honran a la sociedad argentina, la propuesta fue innovadora. Dos integrantes de la organización hicieron una exposición dirigida a las víctimas y a otros amigos de Usina de Justicia: la licenciada Marcela Dal Verme, psicoanalista didacta de APA (Asociación Psicoanalítica Argentina), y por el doctor Ricardo Risso, médico psiquiatra forense y psicoanalista. en los dos videos de esta nota hay un fragmento de sus intervenciones (el acto completo puede verse en este link).
Alejados de los lugares comunes, del poder impostor de la palabra, ambos profesionales lograron expresar lo no dicho, lo oculto, lo que incluso nos avergüenza a quienes atravesamos por esa experiencia inefable.
Dal Verme explicó su pertenencia a Usina parafraseando el célebre poema del pastor luterano Martin Niemöller: “Si espero que maten a un ser querido mío para identificarme con el dolor del otro, y no digo nada, nadie hablará por mí cuando lo necesite”.
Y recordó que, además de la víctima primaria de un homicidio, hay una víctima secundaria que recibe una “perpetua condena”, la del dolor de nunca recuperar a su ser querido. “El criminal se apropia de la vida de otro e impone el sufrimiento crónico a sus familiares.”, dijo.
“Queda la víctima secundaria como sujeto olvidado del homicidio y del sistema penal y judicial en general. Esta es la verdadera víctima del sistema”, agregó, aludiendo a la tendencia tan frecuente en los últimos tiempos de victimizar al delincuente y olvidar a su víctima.
También a este olvido de las víctimas se refirió el doctor Risso en su intervención. “La justicia no es solo una cuestión de castigo a los criminales -dijo, citando a un jurista-, es también una cuestión de reconocimiento de los sufrimientos de las víctimas y para los afectados este reconocimiento en muchos casos este reconocimiento es una parte esencial de su proceso de recuperación”.
“Sin castigo no hay rehabilitación del daño”, aseguró. Y enumeró los motivos por los cuales con frecuencia esa justicia no cumple con su deber de castigar al delincuente.”
A diferencia de otras asociaciones, desde un club barrial hasta un centro cultural, Usina de Justicia, dicen sus integrantes, aspira a decrecer, porque por su índole misma, año a año, espera que se reduzca el universo de padres, hijos, hermanos y amigos que perdieron violentamente a un ser querido.
Lamentablemente, de momento, lejos de ese horizonte, los enlutados son cada vez más, ya que la seguridad no es un tema prioritario en la agenda de las autoridades, de ninguno de los tres poderes.
“Por eso queremos difundir este evento -dicen los responsables de Usina-, para que las palabras lleguen a la soledad silenciosa del enlutado y también, por qué no, para que aprendamos de la vida, de la vida de quienes atravesaron una experiencia que no deseamos para nadie, porque al fin de cuentas, nos construimos a través de nuestro propio dolor, pero también a través del dolor de los otros”.Usina de Justicia se fundó como asociación civil en 2014 pero comenzó a gestarse tres años antes, cuando el hijo de la filósofa Diana Cohen Agrest fue asesinado por un delincuente que se encontraba en libertad condicional.
Ezequiel Agrest tenía 26 años cuando fue ultimado,el 8 de julio de 2011, en una entradera. Tras vivir la experiencia del juicio y medir la soledad en que se encuentran los familiares de las víctimas, Cohen Agrest fundó Usina de Justicia para ayudar a las personas que atraviesan esa situación a obtener “una justicia justa”.
La asociación tiene como objetivos “defender, promover los derechos y alentar la participación de las víctimas en el proceso penal y en la ejecución de las penas; coordinar políticas públicas con autoridades nacionales y provinciales para mejorar la prevención de conductas delictivas graves; y contribuir al acompañamiento de las víctimas de homicidios, a través de la colaboración interinstitucional y el suministro de recursos útiles”.
Gracias al trabajo desarrollado desde entonces, Usina se ha convertido en un referente nacional en la defensa de las víctimas del delito y hasta ha sido admitida como organización civil registrada en la Organización de los Estados Americanos (OEA).
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