El 23 de noviembre de 1995, la princesa Diana de Gales pisó suelo argentino luego de su separación -aunque no todavía divorcio- del príncipe Carlos. La británica llegaba precedida del terremoto que habían causado en su país sus declaraciones a la prensa donde narraba lo desdichada que había sido en su matrimonio y confirmaba los rumores de infidelidad. “Éramos tres en este matrimonio, así que estaba un poco concurrido”, dijo en una entrevista histórica que 48 horas antes ofreció al programa BBC Panorama conducido por el periodista Martin Bashir.
Las palabras acompañadas por el rostro surcado por la tristeza de la que era considerada la Princesa del Pueblo conmovieron a los 22,8 millones de británicos que no podían despegarse del televisor. Hoy esa entrevista está rodeada de controversias. El hermano de la princesa, el conde Charles Spencer, acusó a su autor de haber falsificado documentos para obtenerla. Según el conde, el periodista le mostró estados de cuenta bancarios -que resultaron ser falsos- para probar que los servicios de seguridad pagaban a dos personas para espiar a su hermana.
A raíz de esto, la BBC nombró al exjuez del Tribunal Supremo, John Dyson, para llevar a cabo una investigación externa. Al conocer esta decisión, el príncipe William afirmó: “Esta investigación independiente es un paso en la dirección correcta. Debería ayudar a establecer la verdad tras las acciones que llevaron a la entrevista de Panorama y las decisiones tomadas por quienes estaban en la BBC en ese momento”.
Pero lejos de esta controversia, hace 25 años, dos días después de la entrevista que hizo temblar a la monarquía británica la princesa viajó a la Argentina. Faltaban diez minutos para las dos de la tarde cuando aterrizó en Buenos Aires. Había volado vestida con un cómodo jean que cambió por un elegante tailleur blanco antes de pisar suelo argentino. Laura Ayerza, periodista argentina que vivía en Londres, fue contratada por una editorial y compartió vuelo con Lady Diana, le relata a Infobae: “Fue muy amable con todos pero no conversó con nadie, apenas comió y durmió durante el trayecto. Cuando llegó a la Argentina se instaló en la embajada británica. Hubo una recepción y se la veía muy bien”. A la distancia y recordando el momento tan particular que vivía, Ayerza reflexiona: “Creo que deseaba escapar de la tormenta que transcurría en Inglaterra, su vida sentimental no estaba bien. Para mí más que viajar, huyó”.
Apenas Lady Di bajó del avión llamó la atención su porte pero también un detalle. La corona británica es muy estricta con el protocolo de vestimenta. Una de esas reglas indica que las mujeres de la realeza, si llevan vestido, sí o sí deben lucir medias. Sin embargo, ella mostró sus torneadas piernas sin medias. Algo práctico para el calorcito porteño pero también una manera de mostrar que deseaba escapar de esa jaula de oro donde se sentía encerrada.
De Ezeiza, Lady Di se trasladó a la embajada británica. Lo hizo a bordo de un Jaguar, marca emblemática inglesa y custodiada por varios autos. Ya en la residencia rompió una segunda regla. Decidió darse un chapuzón en la pileta. Ana D’Onofrio era la directora de la revista Gente y bajo su batuta se lograron las fotos de Diana envuelta en una toalla que recorrieron el mundo. “En ese tiempo no había redes sociales, internet ni portales. Existía la primicia fotográfica. Cada fotógrafo sabía que una imagen se podía vender en otros medios internacionales que pagaban fortunas por obtenerlas”.
D’Onofrio recuerda que alquilaron un departamento frente a la embajada británica porque sabían que podrían capturar una imagen de la princesa. “Uno de los grandes logros fue que esa imagen de Diana, la famosa con la toalla, era la única fuera del protocolo y de sus fotos oficiales. Y justamente verla humana y con necesidades humanas -darse un chapuzón en medio del calor de Buenos Aires- la hacía atractiva”. En la imagen también se veía que el único anillo que llevaba era el de compromiso, con un zafiro y catorce diamantes.
Samuel Victoria era el mayordomo de la embajada y recordó lo que le dijo Lady Di: “Venía del jardín caminando, me contó que tenía una reunión privada y entonces me dijo que ella nunca había observado un cielo tan celeste como en Argentina. No alcanzó a conocer otro mejor cielo celeste me decía. Era muy lindo el deseo de ella de volver porque en realidad quería visitar pero vino por corto tiempo. ‘Ustedes tienen los cuatros climas’, me dijo. Estaba muy bien informada. Estaba admirada”. En una entrevista rememoró que como buena británica, Diana le pidió té y no café. “Nosotros tenemos un té que obviamente viene de Londres. Es un té muy especial. Que puede ser en hebras o directamente en botes muy pequeños”. Pero también reveló que cuando Diana venía de las reuniones oficiales se descalzaba mientras le explicaba “No hay mejor cosa que pisar las escaleras descalza”.
Lejos del jet lag, la princesa mostró una increíble capacidad de trabajo. Esa misma mañana, visitó la Asociación de Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI) donde otra vez lejos del protocolo jugó con los chicos que estaban siendo vacunados o en tratamientos contra la poliomielitis. La actividad siguió con otra visita al Servicio Nacional de Rehabilitación donde firmó el libro de huéspedes y saludó a María Inés Mato, la nadadora que quería cruzar el Canal de la Mancha. Luego fue a ver a los niños del Hospital Garrahan. Por la noche se realizó una cena en su honor en la embajada, donde no faltó el tango.
El segundo día de visita volvió a darse un chapuzón en la pileta y visitó el Hospital de Oncología, Ángel Roffo. Otra vez llamó la atención no solo que no usaba medias, tampoco llevaba guantes, algo que el protocolo británico exigía y que ella rompía con naturalidad para escándalo de los conservadores.
Lady Di fue recibida por el entonces presidente Carlos Menem en la residencia de Olivos. El Presidente estaba con su hija Zulemita, quien rememoró ese momento con Infobae. “Compartimos un almuerzo con ella, yo era chica. Se notaba que tenía muchísima personalidad pero emanaba una profunda tristeza. Me llamó la atención su altura, su elegancia pero a su vez transmitía algo muy angelical”.
La hija del ex presidente recuerda una anécdota tan humana como impactante: “En un momento vio una foto de mi hermano Carlitos. Cuando supo su historia le dijo a mi papá: ‘Debe haber sido una buena persona. Dios siempre se lleva a los buenos antes’”.
Hace una pausa y sigue: “Dos años después murió ella y no pude menos que recordar su frase. Dios siempre se lleva a los buenos antes”.
Después del almuerzo en Olivos, a las tres de la tarde se subió al Tren de la Costa para visitar el Hospital Municipal de San Isidro. En la estación San Isidro fue recibida por el intendente Melchor Posse. El viaje fue en un servicio especial y la princesa viajó acompañada por el empresario Santiago Soldati, propietario de la compañía que controlaba el servicio inaugurado hacía poco más de seis meses. Aparentemente el viaje no fue del agrado de la princesa que sintió que la usaban como propaganda.
A la noche se realizó otra elegante cena a beneficio de ALPI, en el Palacio de Correos. Compartió momentos con Teresa Calandra y Susana Durañona de Vila Echagüe, presidenta de la asociación. Según las crónicas comió poco, pero elogió el show que brindó la Orquesta Sinfónica de Ciegos. “Gracias por tocar para mí”, les dijo.
El sábado 25 a las 10.30 am se subió al Tango 03 que la transportó a Puerto Madryn, en Chubut. Allí se subió a la lancha “Berretín” para realizar el avistaje de ballenas. La embarcación previamente había sido desarmada por el servicio secreto para cerciorarse de que no hubiera explosivos ni pirotecnia. Las crónicas de época aseguran que las ballenas que suelen ser bastante reacias a brindar espectáculos turísticos, ese día dieron un increíble show. Una se acercó tanto a la embarcación que pareció que la princesa la tocó, lo que provocó un mini escándalo entre los defensores del medio ambiente y las correspondientes desmentidas.
Otra de las actividades de la princesa fue su visita a la ciudad de Gaiman, donde se encuentra gran parte de la comunidad galesa. Le organizaron un extraordinario té en un local tradicional. La princesa apenas bebió té con leche pero no probó ninguna de las 26 tortas distintas que le habían preparado. Cuando terminó de tomar el té conversó con la gente del lugar y luego paseó por el jardín. El personal de seguridad había prohibido regalarle flores con espinas pero ella se acercó a uno de los tantos rosales que perfuman y decoran las tres hectáreas de espacio verde en la finca y sacó una rosa roja. También visitó la escuela de música e incluso cantó un carnavalito, además de conversar con los chicos en inglés. Hasta el día de hoy los propietarios conservan en una vitrina la vajilla que usó Diana. Cada 31 de agosto, fecha en la que la princesa murió, depositan un ramo de rosas en su homenaje.
A la salida del local, el periodista Alejandro Sangeris y Lady Di tuvieron un breve diálogo ante el asombro de la custodia británica. Diana expresó el cariño especial que sentía por la Argentina y le estrechó la mano, algo totalmente fuera de protocolo. ¿Por qué tuvo ese gesto? Para Sangeris el secreto fue que “se sentía en un paraíso, eso bajó sus defensas y la alejó de las formalidades”. Es que una regla de los royals dice que no se les puede hablar sino hablan primero. Sangeris no la respetó y Diana tampoco.
Después de cuatro días de actividades solidarias, protocolares y algún momento recreativo, Lady Di regresó a su país. Allí la esperaban sus hijos, William y Harry. En sus días en el país los llamó a cada instante. Seguramente les contó historias de ese lejano pero cercano país tan europeo y a su vez tan latino.
Para algunos su visita a nuestro país fue un hecho histórico, para otros solo un hecho protocolar, para ella seguramente fue un pedacito de cielo en medio de su propio infierno. El infierno que vivía la mujer con los ojos más tristes del mundo.
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