Les voy a contar como conocí a Nito Mestre. Adoraba a Nito desde mi más tierna preadolescencia, de escuchar Sui Generis... obvio.
No tanto por mí, pero a las chicas del colegio de monjas de mi barrio les gustaba Sui Generis, y a mí no me molestó nunca ninguna música, así que algunos días decidía dejar mis discos de Led Zeppelin o Pappo’s Blues en el desván y salía a la tarde con Vida o Confesiones de Invierno abajo del brazo, para caerle bien a las chicas. Una gran motivación a esa edad para acercarme a la música de Sui Generis.
Verdaderamente le había tomado un gran cariño al dúo, y un día conocí a Nito Mestre, uno de los tipos más divertidos, humildes y graciosos que crucé en mi existencia...
Pero ese encuentro lo dejo para otra oportunidad.
Hoy quisiera contar una de las tantas historias que me compartió Nito -un gran narrador- que tiene que ver con una de sus mas bellas canciones y que había generado una leyenda a su alrededor que, más allá de necrofílica y oscura, era creíble.
Estoy hablando de Rasguña las piedras, que empieza diciendo: “Detrás de las paredes que ayer te han levantado, te ruego que respires todavía...”.
No sé de dónde había salido, pero a mí también me llegó en esos días la versión de que se la habían escrito a una novia de Nito que era cataléptica y que parecía que había sido enterrada aún viva, hasta que alguien se avivó y volvieron por ella... pero ya era tarde. Como bien diría Pappo, y bueh. No entraré en escabrosos detalles, pero se imaginarán como terminaban los cuentos de la época al respecto.
Si bien no había creído jamás del todo esa leyenda, siempre me quedó el ligero espanto que me generaba la canción cada vez que la escuchaba. Así que evitaba ponerla en la radio o en los lugares donde trabajaba de disc jockey.
Cuando estaba a Nito evitaba hablarle del tema, por una especie de pudor tutelar o quizás simplemente por miedo a que confirmara alguna veracidad al terrible relato, que si bien nunca supe de donde salió sí pude confirmar que había corrido como un senderito de pólvora en un patio de casa suburbana.
Todos habían escuchado la leyenda de la novia muerta y enterrada viva.
Lo que más llamaba mi atención era lo siguiente: ¿cómo una historia tan asquerosamente acabada terminaría generando una canción tan bella y esplendorosa?.
Un día, después de mucho tiempo, no aguanté más y le pregunté -girando la cabeza para el otro lado par ano mirarlo a los ojos- a Nito
- Nito, perdoná que te pregunte esto... pero, bueno, la verdad es que en mi barrio se decía...
Me sorprendió que Nito me dijera que también le había llegado la versión. Que conocía esa leyenda. Y quitándole morbosidad al asunto dijo que no era cierto lo de la novia. Y restándole importancia, por si hiciera falta, se rió un poco y me contó que la habían compuesto con Charly no me acuerdo con qué sentido, pero mirando la pared del fondo de la casa de García, que era la misma pared que aparecía atrás de ellos en la tapa de su primer disco, Vida. Era una de las fotos que había sacado mi adorado Dani García Moreno, a la sazón hermano menor de Charly y primer biógrafo audiovisual del grupo. Otra historia que también merecería ser contada la de Dani...
Ok, hasta aquí los hechos.
Muchos años después, y otra vez sentados en un bar de Palermo, alguien en la mesa trajo la leyenda de nuevo y ahí Nito nos contó la increíble anécdota del botones de un hotel en Lima y una “historia falsa oficial” que desde algún lado estará desparramándose con fundamentos de realidad por Perú.
Sui Generis estaba técnicamente separado, habían pasado los shows de despedida del Luna Park, y ya encaraban para La Máquina de Hacer Pájaros y para Los Desconocidos de Siempre, sus siguientes bandas. Habían quedado pendientes unos shows en Perú, que en virtud a la amistad que tenían no hubo problema en hacerlos, así que para allá se fueron.
Ni bien llegados al hotel de Lima -nos contaba Nito a los parroquianos que lo rodeábamos en ese bar de Palermo y que servirán de testigos dea lo que voy a contar yo- aparece de la nada un botones del hotel, muy jovencito y amable, que al ver a Sui Generis nada menos en el hall del hotel, se les tiró encima emocionado y les demostró su fanatismo por la música del dúo ofreciéndose a estar siempre listo para lo que necesitaran.
Así fue que Charly y Nito se encantaron con ese servicial empleado que tenían a disposición, y el botones limeño estaba encantado de servirlos en su estadía. Bingo, cartón lleno. Pocas cosas mejores podían ocurrir para estar unos días bien atendidos en Perú mientras daban fin a una historia de música, discos y shows que se harían inolvidables para todos.
Pero, como pasa siempre en el rock, esta secuencia lógica y tranquilamente normal en algún instante se desmorona y la circunstancia se transforma en otra cadena que cualquiera podría comparar con el derrotero de un barrilete sin cola, con el descarrilamiento de un tren del circo, esos trenes que llevaban unos cuantos vagones jaulas con animales y otros vagones de escenografías semiarmadas... Solo vi los trenes del circo en un documental de History Channel pero siempre guardé la imagen de uno que había descarrilado. Imaginen ustedes el desmadre de ese tren volcado al costado de las vías....
Bueno, algunas giras de bandas de rock a veces se convierten en eso, y nadie sabe dónde o cuándo se salió todo de eje, pero la historia está llena de estas giras espeluznantemente mágicas y misteriosas. Como esa que se supo de Alice Cooper cuándo perdieron la boa constrictor que usaban en el show adentro de un hotel en Los Ángeles y la encontraron después, solo Dios sabe cómo, en el hueco de un ascensor.
Bueno, la de Sui iba muy bien y la relación del dúo principal con el botones limeño estaba ya aceitada, ya casi el joven peruano era parte de la crew del grupo, así que la interacción Sui Generis/Botones crecía y el diálogo fluía amistosamente entre todos.
Hasta que, como siempre pasa en las historias, la secuencia deja de ser lógica.
Estamos en la penúltima noche en el hotel de Lima. Ya habían pasado los shows y las ruedas de prensa y sesiones fotográficas, en fin, había llegado el momento de relajar un poco y Botones lo sabía. La confianza ya se había extremado entre nuestros héroes y el joven limeño, hasta que esa noche el peruano los alcanza en el ascensor. Botones iba para otra habitación, pero merced a la casi amistad que él sentía que Sui Generis le profesaba, mirándolos insistentemente en el corto viaje les lanza la pregunta del millón.
Como ya usted querido lector habrá adivinado, Botones miró a los muchachos y les preguntó:
– ¿Es verdad la historia de Rasguña las pie...?
Y antes de que pudiera terminar la frase, estos dos, que estaban en tren de joda (solo imaginarlos subidos a ese tren en esos años inevitablemente me hace sonreír), se miraron entre ellos y...
Nito le dice a Botones: -Es verdad, fue terrible...
Charly suma lo suyo: -Espantoso, no sabíamos nosotros que estaba vida y además...
Botones a esta altura ya no quería mirarlos mucho y casi saltó del ascensor en cuanto paró. Mientras Charly y Nito siguieron hablando de lo suyo hasta despedirse y entrar cada cual a su habitación.
Fin de la historia.
Pero después nos quedamos pensando en que ese joven serio y prolijo, más de una vez debió contar la historia a sus amigos, de esos días con Sui Generis en el hotel y su estremecedor relato de que Rasguña las piedras se la escribieron a una novia cataléptica de Nito Mestre. Alguien seguramente le preguntará a Botones si esa historia será cierta y el hoy viejo Botones dirá con autentico fundamento:
-Me lo dijeron ellos mismos....
Y ahí ya nada se discute... Digamos.
La letra de Rasguña las piedras
Detrás de las paredes
que ayer te han levantado
te ruego que respires todavía.
Apoyo mis espaldas y espero que me abraces
atravesando el muro de mis días.
Y rasguña las piedras,
y rasguña las piedras.
y rasguña las piedras hasta mí.
Apenas perceptibles, escucho tus palabras
se acercan las bandas de rock and roll
y sacuden un poco, las paredes gastadas
y siento las preguntas de tu voz.
Y rasguña las piedras,
y rasguña las piedras.
y rasguña las piedras hasta mí.
Y si estoy cansado de gritarte
es que sólo quiero despertarte.
Y por fin veo tus ojos
que lloran desde el fondo
y empiezo a amarte con toda mi piel.
Y escarbo hasta abrazarte
y me sangran las manos
pero qué libres vamos a crecer.
Y rasguña las piedras,
y rasguña las piedras.
y rasguña las piedras hasta mí.
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