Su lugar en el mundo: cómo es el campo que tenía en Salta

En Joaquín V. González era propietario de 90 mil hectáreas y un frigorífico, en el que faenaba alrededor de 80 mil cabezas de ganado por año. Había comenzado en la actividad agropecuaria a comienzos de la década del ‘80. Solía sobrevolar su estancia en el helicóptero con que se accidentó

Jorge Brito en su campo salteño en 2017 (Gentileza Revista Gente)

En Joaquín V. González, a 260 kilómetros de Salta capital, Jorge Brito tenía una de sus grandes pasiones y negocios: el campo San Javier, un feedlot que pertenecía a su empresa Inversora Juramento. En 1992 había comenzado con ese emprendimiento, que en ese momento contaba con 45 mil hectáreas y había llegado a las 90 mil, donde tenía 86 mil animales. Allí Betino, uno de sus empleados, se encargaba de preparar el costillar sin los huesos, como a él le gustaba. Y Vilma y Peque, las que le hacían las empanadas salteñas. Allí amaba andar a caballo. Podía estar cinco horas montando mientras se ocupaba de ver los animales. Muy cerca de ese lugar murió hoy, al caer el helicóptero con el que solía sobrevolar su estancia.

Brito, nacido en Buenos Aires el 23 de julio de 1952, estaba casado con Marcela Carballo y era padre de seis hijos: Milagros, Jorge, Marcos, Constanza, Santiago y Mateo. A mediados de la década del 70 comenzó en la actividad financiera junto a su cuñado Delfín Carballo. El primer contacto con el campo lo tuvo poco después que su padre, Napoleón Brito, falleciera. Tenía 10 años y un compañero de colegio lo invitó al suyo. Quedó deslumbrado, confesaría años más tarde. Y juró que algún día tendría el propio.

(Gentileza Revista Gente)

El primer campo que compró fue en la provincia de Santa Fe a principio de los ’80. Según él, era sólo un pasatiempo para los fines de semana. Dos años más tarde se dio cuenta de que le gustaba la actividad agropecuaria. El razonamiento de Brito para arrancar a principio de los ’90 con un negocio en apariencia tan disímil al del banco era, según contó alguna vez a Gente: “Mi análisis fue que el 85% de la carne que se consume en el NOA se importaba de Buenos Aires y Córdoba. Me di cuenta que si armábamos un feedlot en la zona, íbamos a tener dos ventajas inmejorables. La primera, campos secos, sin inundaciones. La segunda, podríamos producir carne con un maíz 30% más barato, porque no teníamos gastos de flete. En mi casa de Buenos Aires comemos la carne que producimos acá, en Salta…”.

En Salta fue tapa de la revista Chacra en 1992 (Gentileza Revista Gente)

Cuando compró las primeras 45 mil hectáreas, la revista La Chacra le dedicó su tapa, donde explicó las bondades del feedlot. Para él, no falta poco para que toda la carne que se consuma en la Argentina provenga de esa modalidad. “Caminando, un animal necesita una hectárea. De esta manera podés tener cinco en cada una”, sostenía.

Con humor, recordaba que al principio lo miraban como a un “bicho raro” en ese negocio agropecuario “porque no se conocía el sistema de engorde a corral”. El sistema, reconocía, lo había aprendido en los Estados Unidos. Sumado a su estancia, en 1993 compró un frigorífico en la localidad de Pichanal, a 220 kilómetros de sus campos, al que bautizó Bermejo. El círculo lo cerró con sus carnicerías premium Cabaña Juramento, que están en Salta, Tucumán, San Isidro, Nordelta y Puerto Madero.

Junto a Luciano Rosasco y Benjamín Videla Dorna en su carnicería Cabaña Juramento de San Isidro (Gentileza Revista Gente)

En San Javier, Brito tenía su cabaña de las razas Brangus y Bradford. Contaba con alrededor de 20 mil vientres para el servicio. Poco a poco, además, comenzó a sembrar maíz, soja, alfalfa, sorgo y poroto. De las 90 mil hectáreas, 20 mil estaban intactas, reservadas como áreas protegidas. Del resto, poco más de 40 mil las dedicaba a la ganadería y unas 15 mil al agro.

En el mejor momento, llegaron a faenar 80 mil animales por año. Inversora Juramento tiene alrededor de 600 empleados directos, de los cuales 400 corresponden al frigorífico Pichanal.

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