“Dejo todo y viajo”, se planteó durante casi dos años Delfina Seoane, licenciada en Ciencias de la Comunicación de 30 años de edad. En la teoría suena sencillo, en la práctica es un paso difícil de dar. Podrá ser la renombrada zona de confort, las convenciones impuestas, los miedos. El deseo estaba latente y la perturbaba. Meses antes de la irrupción de la pandemia, decidió emprender su aventura y materializar sus sueños.
Delfina es porteña, se define como autoexigente, ordenada y algo estructurada. Siempre imaginó que antes de cumplir 30 años emprendería un viaje totalmente incierto. “Era una buena alumna, me recibí en la facultad a tiempo, a los 19 años empecé a trabajar en los medios de comunicación y no paré de crecer en la industria. Para mí era inadmisible renunciar a todo para salir a explorar”, le cuenta a Infobae desde Egipto, donde se encuentra “varada” con su novio Salvador Luca de 34 años.
En 2017 esta idea no paró de darle vueltas en la cabeza, tal es así que lo abordó en sus sesiones de terapia conductual. “Tenía ganas de no tener solo 15 días de vacaciones pero a la vez me daba miedo soltar todo. Lo primero que hice fue irme sola unas semanas a México”, relata. Fue el inicio del cambio. Visitó las playas de Tulum, Playa del Carmen y la Ciudad de México: “Fue una experiencia reveladora. Cuando volví a Buenos Aires, dije ‘renuncio y me voy’.
Estaba a punto de embarcar en su nuevo proyecto viajero, pero el destino le tenía preparado otro plan. “Un día mi padre me sugiere anotarme en los créditos UVA del Banco Nación para comprar un departamento. No lo pensé demasiado y me metí en ese lío. Eso hizo que tuviera que postergar mi sueño. Pagué hasta la última cuota, y dije, ‘ahora sí me voy’”.
A finales de 2018 conoció a Salvador, su novio, que también estudió Ciencias de la Comunicación. “Lo primero que le comenté es que una vez que terminara de saldar el crédito quería un cambio de rutina. Por suerte, él quería lo mismo”.
Listos para partir
El destino elegido fue Australia por la calidad de vida, las posibilidades laborales y de viaje. Aplicaron a la visa Work & Holiday y la obtuvieron. “Había una necesidad de experimentar un mundo nuevo, cambio de trabajo, rutina, experiencias...”.
Trabajó, juntó muchos ahorros. “Llegué a tener cuatro actividades para generar ingresos rápido”, explicó. A ese ritmo, Delfina logró acumular aproximadamente 8.000 dólares, suficiente dinero para establecerse unos meses en el exterior. “Estaba agotada”, relató.
En septiembre de 2019 avisó en su trabajo que iba a partir. Lo mismo hizo con sus amigos y con su familia. La reacción no fue para nada positiva. La cuestionaron: “¿Estás loca? ¿vas a dejar todo? ¿y cuándo vuelvas qué?”. No los escuchó y se fue.
Unos días de vacaciones
Partieron hacia Australia del aeropuerto de Ezeiza el 16 de enero de 2020, sin previsiones de que estallara una pandemia en el mundo. Antes de recalar en el destino decidieron hacer una parada turística en el Sudeste Asiático. El primer mes estuvieron en Filipinas, luego pasaron tres días en Malasia y finalmente se trasladaron a la isla tailandesa Koh Tao, donde los atrapó la cuarentena. El coronavirus transformó sus vacaciones en una estadía distinta y larga en el sudeste de Asia. “Los veinte días de descanso y turismo se convirtieron en cuatro meses de miedo e incertidumbre muy lejos de casa”, recuerda.
La pareja estuvo viviendo -varada- en esta paradisíaca isla del golfo de Tailandia con apenas dos mil habitantes. “Nos empezamos a quedar sin ahorros, sumado a la incertidumbre por situación sanitaria. Muchas veces dudamos en volver, pero a la vez queríamos llegar a Australia. Además, en Argentina no teníamos trabajo, ni casa. No tenía mucho sentido pegar la vuelta”.
A la vez, la playa fue su refugio, el patio de su casa alquilada. Se iba a dormir con el sonido de las olas del mar. “Tuvimos un momento de lucidez y con Salvador nos planteamos emprender en el mundo digital para poder solventar la estadía incierta”. Autodidactas y complementando sus habilidades, crearon Tao Marketing, una agencia de marketing simple.
-Varios países tienen sus fronteras cerradas al turismo, ¿quién los recibió?
-Hace dos semanas estuvimos en Egipto porque sabíamos que estaba abierto, pero ese es todo un desafío en plena pandemia. Acá nos aceptan un mes, en quince días tenés que pensar adónde ir. Entendemos que somos afortunados de poder viajar en este contexto.
-¿Qué aprendieron durante estos nueve meses ?
-Tenés que ir todo el tiempo amoldándote al contexto. Nada se programa, hay que estructurar el día a día.
-¿Cuál fue el destino que más los marcó?
-Nos falta mucho por conocer, queremos ir a Indonesia. El Sudeste Asiático es increíble por el clima, su gente, comida, buena energía y lo barato que es vivir.
-¿Qué es lo que más costó a la hora de acostumbrarte?
-Vivir con tan poco. Hace nueve meses que solo tengo una mochila de nueve kilos. Me asombra hoy día no tener objetos, no compro nada material, solo me aferro a lugares y vivencias.
-¿Qué dejaron atrás?
-La comida de nuestro país, eso no se reemplaza. La familia, los amigos, el ritual del asado, eso que no se encuentra en otro lado. Son las cosas por las que querríamos volver.
-A pesar de los contratiempos, ¿recomendarías la experiencia?
-Sí o sí. Fueron meses costosos. Hubo altibajos, angustias, miedos varios. Sin embargo, es lo que más voy a recordar, lo más valioso que hice en mi vida.
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