A la izquierda el Mar Argentino y la herradura del Golfo San Jorge. A la derecha la inmensidad de la Patagonia. Enfrente un cartel que dice “atención: residuos a 200 metros”. A 200 metros, también, está la provincia de Santa Cruz y el control policial de la comisaría Ramón Santos. Por ahí, por la Ruta Nacional número 3, a las nueve y media de la mañana la policía caminera detuvo el ingreso de un vehículo. Viajaba una familia: madre, padre y una hija de 19 años. Tenían el permiso nacional de circulación en ruta pero les faltaba la autorización provincial que acredite el ingreso al territorio santacruceño y que es emitido por cada comité de emergencia jurisdiccional.
No eran las diez de la mañana del viernes 13 de noviembre. En la dependencia del límite provincial iban a asesorar a la familia para obtener el salvoconducto correspondiente. El plan era regresar a Las Heras, donde residen. Bajó la adolescente y se acercó a la guardia de prevención donde personal policial la instruiría en la gestión del trámite. Antes de comenzar la diligencia, ocurrió lo inesperado. Lo inesperado lo cuenta el Comisario Inspector Adolfo Fernández, jefe de la Unidad Operativa Ramón Santos: “Se quedó mirando el folleto que tienen todas las camineras y las policías provinciales donde está toda la información de la búsqueda. Miró a la pared donde está su cara y preguntó ‘¿qué le pasó a esa nena?’”.
El agente le respondió que esa chica había sido secuestrada y que hace doce años la están buscando. El comisario contó que la joven quedó inerte, en pausa, asustada, como si se le hubiese transformado la cara, como si no pudiera aceptarlo. “Yo la conozco a esa nena”, dijo. “Empezó a relatar que la conoce de cuando vivía en Sarmiento, Chubut, que eran vecinas, que se juntaban a jugar en un terreno baldío, que era amiga de sus hermanos, que también recuerda haberla visto en la escuela”, narró el comisario.
Automáticamente se activó el protocolo. La adolescente había aportado información vital en una causa nacional de desaparición de personas: un hecho policial que doce años después aún conmueve a la opinión pública. La nena que dice conocer es Sofía Herrera, desaparecida desde las once de la mañana del domingo 28 de septiembre de 2008 en el camping John Goodall, 60 kilómetros al sur de la ciudad de Río Grande, Tierra del Fuego. Asegura haberla visto asiduamente en Sarmiento, una ciudad anclada en la meseta patagónica de la provincia de Chubut, entre los lagos Musters y Colhue Huapi, a 73 kilómetros de la Ruta 40 y a 156 kilómetros de Comodoro Rivadavia. De Sarmiento a Río Grande, del rastro a su casa, hay una Patagonia, 1.276 kilómetros de distancia y 16 horas de viaje en auto.
La joven de 19 años adujo que perdió contacto hace cinco años cuando se mudó con su familia a una zona de chacra de la estepa chubutense. Y dijo que la conocía como Yasmín, el segundo nombre de Sofía. Antes de que comenzara a pronunciar el relato, desde la dependencia se contactaron con María Elena Delgado, madre de la niña desaparecida. Ella se comunicó con la sección Delitos Complejos de la Direcciones Departamentales de Investigaciones (DDI) de Río Grande, encargada de conducir las actuaciones de la causa. Cuando personal policial del distrito llamó a la comisaría Ramón Santos aún le estaban tomando declaración testimonial. Concluida la entrevista, le enviaron la transcripción por mail para que puedan darle participación a la policía de Chubut, responsable de las nuevas diligencias.
Infobae se contactó con María Elena. Su posición fue, en principio, de mesura: “Es un dato más que recién se está empezando a trabajar”, dijo ayer en horas de la tarde. Por la noche, confirmó desde sus redes sociales que la pista quedó oficialmente descartada: “No se trataba de mi hija. Era una chica adolescente dos años más grande que Sofi. Es otra vez no y estamos tan cansados de tantos no”. Un comunicado firmado por el subcomisario Emanuel Morales, jefe de la División Policial de Investigaciones de Sarmiento, sostuvo lo mismo: “Me encuentro en la posición de descartar que (la chica investigada) sea Sofía Yasmín Herrera. Estamos ante alguien que es mayor de edad y que posee un nombre similar (Jasmín) pero con la documentación aportada se estableció que es dos años mayor a la edad actual de Sofía Hererra”.
En Sarmiento, Chubut, había nacido María Elena y ahí aún vive su hermana, quien curiosamente fue maestra de la adolescente que la joven de 19 años confundió con la niña desaparecida. La madre agradeció su denuncia y su voluntad por colaborar y lamentó que la esperanza se diluyera tan rápido: “Son demasiados años de angustia y de sufrimiento. Estamos muy cansados ya”.
El rastro de Sarmiento se esfumó en un pocas horas. La esperanza se aferra ahora a otras líneas de investigación en proceso de esclarecimiento. “Desde septiembre se está trabajando en un dato que llegó a Missing Children de un camionero que dijo conocer a otro camionero que, a raíz de sus comentarios, sería quien se llevó a Sofi. Se está descartando esa línea porque tal vez no sean reales los datos que dio el hombre. Hay una señora en Cañuelas que dice saber dónde está mi hija, en Buenos Aires hay otro dato que se está trabajando, hay otra señora que dice que a Sofi la llevaron a Chile”, enumeró la madre.
“Durante estos años han habido cientos de mensajes similares a estos que no terminaron en nada. A veces pasa que se agotan las líneas de investigación: se llega a la chiquita, no se trata de Sofi y se descarta”. Le dijeron que puede estar en las afueras de Punta Arenas, el conglomerado urbano austral chileno, dispersa por los campos fueguinos o vaya a saber dónde. Ensayó el desglose de las huellas más sólidas para dimensionar la densidad de la información, explicar su emoción anestesiada y no consagrar los testimonios de una joven que dijo haber conocido a su hija en un paraje chubutense, un dato fugaz y errado.
Hace unos años viajó a Mendoza arrastrada por la esperanza y la contundencia de un rastro. Las autoridades de un colegio primario sospecharon del entorno de una alumna que hacía escuela domiciliaria. Era idéntica y, según su documento, había nacido tres meses antes de Sofía. Los padres de los alumnos decían que la tenían escondida: sospechaban. María Elena y Fabián Herrera se acercaron con discreción al establecimiento. Los padres de la presunta Sofía se enteraron y les ofrecieron encontrarse en una estación de servicio para zanjar la incertidumbre. “El parecido era impresionante. No podía dejar de mirarla”, recordó su madre. No era Sofía: lo ratificaron las huellas dactilares.
La ilusión es mucha, pero la desilusión es siempre más grande. “Cuanto más alto subís más duro es el golpe de la caída”, razonó. Esos reencuentros frustrados fueron construyendo en María Elena una coraza, un filtro: le curtieron la piel. La experiencia le enseñó a domar su expectativa. “Ahora reacciono más tranquila, ya no me ilusiono de la misma manera, pero mi marido es diferente. Él se muere cada vez que aparece una pista nueva, no lo puede controlar”. Lo que niega a perder es la fe. “La esperanza la tengo intacta. Nunca voy a dejar de creer que está viva. En cada dato que llega sé que puede ser el que me lleve a mi hija. Sé que en el momento menos esperado puede tratarse de Sofi”.
En los últimos meses la causa por la desaparición de Sofía Herrera estuvo en movimiento. Habló Néstor, el último que la vio con vida. Estaba en el mismo camping de donde se la llevaron: es hijo de un matrimonio amigo de la familia. Tenía seis años y la doblaba en edad. Estaba juntando leña bajo el mismo árbol que ella cuando “un hombre feo la agarró y la cargó en un auto VW gol gris de tres puertas donde había un perro boxer y otra persona”, según apuntaron los investigadores a raíz de las declaraciones del hoy joven de 18 años. Su testimonio tomó contextura con los años. “El nene nunca mintió. Dijo lo mismo el primer día y doce años después”, acreditó una de las fuentes consultadas.
Ese “hombre feo” se llama José Dagoberto Díaz Águila, ciudadano chileno nacido en Chileó en 1969, de profesión changarín, de espíritu nómada. Las tres veces que Néstor tuvo que describir su fisonomía, a los seis, a los 16 y a los 18 años, reportó los mismos rasgos. “Nunca voy a olvidar su cara”, expresó. El identikit se cotejó con una foto del acusado que estaba anexada a un expediente de 2016 sobre una tentativa de homicidio en Río Grande. Envejecieron el dibujo y la fotografía y descubrieron una coincidencia del 75 por ciento.
Francisco Ibarra, el abogado de la familia Herrera, contó que un policía levantó en la ruta a Díaz Águila en 2015. Él sospechoso le habló de Sofía Herrera, le dijo que sabía lo que había pasado con la niña: “Un amigo mío la encontró llorando en una trampa para zorros, le pegó y la mató”. El chileno, dueño de un nutrido prontuario con antecedentes por hurtos y por haberse subido a una antena con la amenaza de suicidarse si no recibía asistencia de techo y trabajo, ya declaró como testigo en la causa. Se comprobó que al momento de la desaparición se encontraba en Río Grande: en uno de los lugares donde vivió encontraron un sachet de leche con fecha de vencimiento en 2008.
El juez Daniel Cesari Hernández, titular del Juzgado de Instrucción N° 1 Zona Norte del Poder Judicial de Tierra del Fuego, tomó el caso en 2017. En julio de este año ordenó la actualización del perfil forense del rostro de la menor y solicitó la captura nacional e internacional de José Dagoberto Díaz Águila, también conocido con el apodo de “espanta la virgen”. La ficha de Interpol describe al chileno de 51 años con DNI argentino con “cabello oscuro ondeado; cejas muy pobladas y arqueadas; ojos almendrados, saltones y oscuros; pómulos salientes; nariz aquileña base mediana; surco marcado; boca mediana; labios gruesos; rostro alargado”.
María Elena, de 50 años, continúa viviendo con su esposo Fabián y su hija Guiliana -nació cuatro meses después del secuestro de su hermana- en la misma casa de siempre. Antes trabajaba en un supermercado y también era extraccionista de sangre. Desde la mañana en que se llevaron a Sofía dedica su vida a encontrarla. Persiguió rastros en Argentina y en países limítrofes. Tiene kilómetros de investigación. Fabián, de 54 años, trabaja aún en Obras Sanitarias. Giuliana ya empezó el secundario. La vida siguió. La búsqueda también.
Para cualquier dato relativo al paradero de Sofía Herrera comunicarse con María Elena Delgado (mamá de Sofi Herrera) en Facebook, María Elena Delgado buscamos a Sofía en Instagram o en la web de Sofía Herrera.
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