Pocas cosas hay en esta vida tan indispensables como el inodoro. Un invento nacido en el siglo XIX, que atravesó el siglo XX e ingresó en el XXI sin modificaciones en su diseño básico. Sin embargo, aún en el 2020, en la Argentina, 6 millones de personas no tienen acceso a un baño digno.
La importancia histórica del inodoro -más allá de su funcionalidad- fue clave para combatir y erradicar enfermedades de las grandes ciudades. En la Edad Media, un tercio de la población mundial murió víctima de las pestes y epidemias. Y aunque se desconoce el origen exacto de todas ellas, la principal sospecha recayó siempre en las heces humanas que se arrojaban a la calle.
Los romanos fueron los primeros en acercarse a la idea del inodoro actual, tal como los conocemos, a través de su sistema de letrinas públicas con agua corriente. Sin embargo, este sistema dejó de usarse para pasar a las bacinillas, que se vaciaban por las ventanas de las casas medievales al grito de ‘¡Agua va!’.
Fue recién en 1596 que sir John Harrington, ahijado de la reina Isabel I, logró crear un retrete conectado a un depósito de agua que arrastraba los desechos al ser descargado. Pudo instalarlo en el Palacio de Buckingham, pero el objeto no se popularizó.
Tuvieron que pasar casi dos siglos para que otro inglés, el relojero Alexander Cummings, retomara la idea y diera vida al primer inodoro moderno, bastante similar al conocido actualmente.
Este lo patentó en 1775, y lo mejoró agregando un desagüe a través de un sifón, una tubería en forma de “S” que permite mantener el nivel de líquido en la taza, creando una barrera de agua limpia que impide que los malos olores vuelvan hacia el sanitario.
En 1849, otro inglés, Thomas Twyford fabricó los primeros inodoros de cerámica con algunos dibujos llamativos conocidos como patterns. Muchos de ellos se exhiben en la actualidad en el Palacio de las Aguas Corrientes, en el centro porteño.
El hecho que marco un antes y un después sobre la popularidad del artefacto fue la ley del Parlamento británico de 1848, que obligó a instalar inodoros en todas las viviendas, lo que llevo al progreso social.
La llegada al país
Luego de la devastadora epidemia de fiebre amarilla y cólera, que causó la muerte del 10 por ciento de la población de la ciudad de Buenos Aires, el presidente Domingo Faustino Sarmiento impulsó las obras de la red de agua. Nuestra Capital fue una de las pioneras a nivel mundial en tener este avance. A partir de la inauguración del edificio del Palacio de Aguas Corrientes en 1894, Argentina empezó a construir un sistema de red cloacal antes que ciudades como Nueva York o Chicago.
En el primer piso del Palacio aún se pueden ver varios modelos de porcelana procedentes de Gran Bretaña y los Estados Unidos con diseños y colores característicos . Antes del uso de los botones o push, la cadena del inodoro “se tiraba”. De ahí que aún se siga usando esa expresión.
De hecho hay un arquitecto argentino, Carlos Libedinsky, que cuenta que cuenta con una curiosa colección: tiene alrededor de 200 piezas.
Recién a finales de 1930 se empezaron a fabricar a nivel nacional, cuando un grupo de familias fundó Capea, que incursionó en la manufacturación de elementos de cuarto de baño.
El gran poeta Enrique Santos Discépolo en su tango Cambalache, de 1935, hace referencia a este hábito que sucedía en las casas porteñas populares: “Y herida por un sable sin remache, vi llorar la Biblia junto al calefón”. El autor daba testimonio de la costumbre de colgar las hojas de las biblias en los ganchos que solían estar en el baño junto al inodoro o la letrina. Solo las familias acomodadas contaban de papel higiénico, por lo que muchos utilizaban las finas hojas del libro sagrado -que repartía la Sociedad Bíblica casa por casa- para higienizarse.
Una evolución extraordinaria
El tiempo pasó y llegamos a nuestro siglo. Y a las excentricidades que esta sociedad. Hoy, el inodoro más lujoso del mundo se diseñó en China con más de 40.00 diamantes, un total de 334,68 quilates de esta piedra preciosa. Este producto está valuado en 1.180.000 de euros. Además está hecho de oro y es, vaya uno a saber porqué, a prueba de balas.
Japón -líder en el rubro- ofrece este objeto con una gran variedad de funciones que, según el modelo, pueden alcanzar los USD 3.000. Algunos de sus beneficios son: calefacción, chorros de agua templada: con temperatura y presión ajustables en ocasiones, secado con aire templado, sistema de eliminación de olores con un ventilador y un conversor catalítico, luz LED nocturno, lavado masculino/femenino, etcétera...
Pero el más caro de todos, sin dudas, es el que este año lanzó la NASA: un inodoro espacial. Llamado Universal Waste Management System (UWMS), se destinó a la Estación Espacial Internacional, con un costo de fabricación de 23 millones de dólares.
El diseño avanzado del inodoro espacial incluye un embudo de orina y un asiento que está creado para mayor comodidad de las mujeres miembros de la tripulación. También cuenta con un separador de doble ventilador de titanio impreso en 3D.
Deuda pendiente: los que aún no tiene acceso
Una vivienda sin saneamiento no es una vivienda digna. Cerca de 4500 millones de personas en todo el planeta no cuentan con un inodoro en sus casas. Uno de los planes del magnate Bill Gates es trabajar con su Fundación en la proliferación de este sistema de saneamiento alrededor del mundo, con inodoros de bajo costo y sin tener que recurrir a costosas plantas de tratamiento. En esa misma línea, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), apuntan a llegar al saneamiento total para 2030.
No hace falta ir muy lejos, en Argentina -según la ONG Módulo Sanitario- hay seis millones de personas que no tienen un baño, el 15% de la población. Esto representa: dos veces la ciudad de Buenos Aires, dos veces la población de Uruguay, más de la población total en Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda, Croacia, 85 canchas de River llenas y 2.400 Teatros Colón con sold out.
Vivir en condiciones sanitarias extremadamente precarias no sólo aumenta exponencialmente el riesgo de contraer enfermedades; también disminuye drásticamente las oportunidades de desarrollo y progreso.
En busca de la transformación
Desde el 2015, la ONG Módulo Sanitario tiene como objetivo a construir baños y cocinas para familias en barrios vulnerables que no cuentan con estos espacios fundamentales.
Además, brinda talleres de hábitos de higiene para que las familias puedan incorporar el hábito de lavarse las manos, los dientes, bañarse y mantener limpio el módulo construido.
El trabajo se realiza gracias a la colaboración de una gran red de voluntarios que participa no sólo de la construcción de los módulos sino de todo el proceso previo: selección de familias beneficiarias, pre-armado y descarga de materiales que se requiere para llevar adelante el objetivo final que es la construcción de los dispositivos sanitarios.
Durante la cuarentena pudieron transformar la vida de a más 16.500 familias y construyeron 550 espacios. Se entregaron más a 74.000 personas kits de higiene y limpieza, fundamentales para la mitigar la propagación del coronavirus.
La fecha estipulada por la ONU como Día del Inodoro -declarado el 24 de julio de 2013 por la Resolución 67/291 de la Asamblea General- sirve cada año a la organización para llamar la atención sobre la importancia de que todo el mundo tenga acceso a un baño digno.
Se puede colaborar con Modulo Sanitario visitando su web https://modulosanitario.org/dia-inodoro-2020/ o a través de sus redes sociales @modulosanitario.
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