“Gracias a la Argentina muchos extranjeros podemos estudiar, tener un título profesional y mejorar nuestras condiciones de vida empezando prácticamente de cero. No necesitamos un apellido o un conocido para poder vivir y trabajar de lo que nos gusta; en definitiva podemos desarrollar nuestro plan de vida con mucha tranquilidad y muy pocas trabas aunque con sacrificios”, le cuenta a Infobae Diego Rodas (28).
Diego nació en La Paz, Bolivia. En un viaje escolar, antes de cumplir 17 años, viajó por primera vez a Buenos Aires. “Vine en un plan estudiantil, recorrí unos días la ciudad, y quedé impactado con la monstruosidad y desarrollo de esta capital. Imaginate que anduve en subte por primera vez, algo que en mi país no había”, cuenta.
De vuelta en su casa, junto a su padre -empleado del turismo-, y su madre -trabajadora de una fundación de mujeres en desarrollo-, esperó a terminar el colegio secundario. No bien se recibió se propuso salir de Bolivia en busca de una formación académica de excelencia.
Un año de preparación
La decisión de dejar su hogar para volar 2634 kilómetros no fue de un día para el otro. Hubo todo un trabajo de investigación previa, como el costo de vida, el mercado laboral y la aceptación de los inmigrantes. “Tenía como idea México, Estados Unidos y la Argentina. Terminé convencido por mi primera opción, que era Buenos Aires. Varios amigos ya estaban instalados viviendo bien y me aventuré. Hay que animarse porque si bien todo lo que me contaban de positivo es real, también es verdad que uno deja atrás la familia, los contactos y el lugar donde se crió”, relata.
La llegada a la gran ciudad
En 2010 aterrizó en la Capital, se instaló en una residencia estudiantil y se anotó en la universidad privada Austral para comenzar a diseñar su futuro. “Elegí estudiar abogacía. Los primeros años no me alcanzaba ni para comer una milanesa en un restaurante o irme de vacaciones, mi madre destinaba gran parte de su sueldo a mi formación académica de excelencia por mucho menos de lo que hubiera pagado en México o los Estados Unidos, recuerda”.
El esfuerzo valió la pena. En seis años, Diego obtuvo su título universitario, y poco antes de obtener la matrícula logró insertarse en el mercado laboral. En plena pandemia cambió de empresa, hace cuatro meses se desarrolla en una compañía Fintech.
-La inseguridad, la inestabilidad económica son temas que preocupan a los residentes de la Argentina, ¿en tu caso no?
-Soy consciente de lo que sucede, lo veo a diario, e incluso fui protagonista... pero en Bolivia es aún peor, sumado a una burocracia interminable. Siento que aquí, aunque sea, inicias un trámite y a pesar de sus falencias se resuelve, en mi país eso casi no existe. Los argentinos piensan que acá funciona todo mal y no es tan así, tienen que salir y comparar.
-Al revés que hiciste vos, ahora son muchos los argentinos que se quieren ir del país…
-Los entiendo, porque si te dicen que vas a ganar en euros, que vas a poder ahorrar y que no hay inflación, la propuesta es seductora, pero no son los únicos factores a tener en cuenta. Cuando uno deja un país pierde. Lo ven como una solución solo económica sin evaluar el todo. Me parece que en el contexto actual del país es importante salir un poco de la mirada pesimista y trágica que se tiene, y entender que las crisis argentinas existen hace por lo menos 50 años, y que pese a ello se ha logrado salir adelante.
-¿Alguna vez te sentiste discriminado?
-Presencié varios hechos de discriminación hacia otros, no hacia mí personalmente. Hoy, frente a esos comentarios, me paro a responder y explicarles por qué estamos donde estamos.
-¿A qué te costó acostumbrarte?
-Al clima. Pero a la gente te aseguro que no. Tampoco al paisaje, la oferta cultural y la comida, aunque me falta el picante, por eso de vez en cuando voy a Liniers a saborear algún plato típico. Estoy en contacto diario con mi país, porque tengo mi familia allá, sé todo lo que sucede.
-¿Traerías a tu familia a vivir a la Argentina?
-Sí, aunque creo que no se adaptarían, porque el ritmo de vida en La Paz es otro, más tranquilo, desacelerado, son apenas un millón de habitantes.
-¿Qué aprendiste de esta experiencia?
-Que emigrar no es para cualquiera, es un gran sacrificio. Tiene su lado bueno, y su lado malo. Uno está solo, nadie te regala nada. Sin embargo es posible estudiar, trabajar y sin tener contactos salir adelante. Eso en Bolivia es imposible. Las posibilidades son menos.
-¿Soñás con volver a tu casa?
-Por el momento no. Aquí tengo a mi novia que también es boliviana, mi departamento en Balvanera y mi trabajo. Estoy muy bien.
- ¿Qué destacás del argentino?
-La resiliencia ante la adversidad y la capacidad de reinventarse.
-¿Y lo que no?
-El pesimismo desmedido en algunas situaciones.
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