El retorno de Perón: los documentos militares secretos, las reuniones confidenciales de Cafiero y las dos ametralladoras que apuntaron al general

El 17 de noviembre de 1972 el general volvió al país luego de 17 años de exilio. El plan orquestado desde Madrid. El temor de Lanusse. Los cables cifrados de la Embajada de los Estados Unidos que dudaban del regreso, Las reuniones de los políticos con la cúpula del ejército. Las temerarias declaraciones de Galimberti. Y los escritos que contemplaban un acuerdo político nacional

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Juan Domingo Perón y José
Juan Domingo Perón y José López Rega en Puerta de Hierro, Madrid

En la primera semana de noviembre de 1972, los militares todavía pensaban que Juan Domingo Perón no volvía y que todo era un gran bluff. Para confirmarlo, Alejandro Agustín Lanusse invitó secretamente a conversar a Olivos al dirigente peronista Antonio Cafiero y, a pesar de la advertencia de Madrid sobre que no hablara con militares porque para eso estaba Perón, el empresario entró en la residencia presidencial el domingo 5 de noviembre de 1972. Conversaron sobre el eventual retorno y el dueño de casa no respetó el acuerdo de palabra: el sábado 11 de noviembre, durante una exposición ante los mandos, contó que ni Cafiero estaba “seguro” de la vuelta de Juan Domingo Perón a la Argentina. Además, el comandante en Jefe también tuvo que reconocer que “como no se ha acordado previamente a que viene Perón, el gobierno aplicará sus facultades y obligaciones para asegurar paz y tranquilidad y garantizar la vida de Perón, del mismo modo que lo hará con la de todos los habitantes.”

Cafiero no había dicho nada nuevo y, para redondear su final como posible candidato presidencial, en la contratapa de La Opinión del 14 de noviembre se publicó el Informe Rockefeller, un resumen de las entrevistas privadas entre el poderoso banquero estadounidense David Rockefeller con políticos argentinos. El presidente del Chase Manhattan Bank había llegado el 4 de noviembre por cuarta vez a Buenos Aires, para considerar sus inversiones en la Argentina (era uno de los dueños del Banco Argentino de Comercio). En ese informe se dice que Cafiero afirmó, entre otros puntos: que el peronismo no se abstendría; que Perón no sería candidato; la fórmula presidencial será de raíz partidaria; y que “Perón vendrá a la Argentina aunque no cree que su arribo sea inminente. Nadie en el fondo sabe lo qué piensa el ex presidente; el justicialismo es el único partido político que puede garantizar la neutralización del comunismo, restándole influencia a su poder de penetración.”

El mismo domingo 5, por la tarde, Héctor Cámpora volvió de Madrid tras unos pocos días de consultas con Perón, en compañía de su hijo Carlos. Traía las últimas directivas para el retorno. Entre otras, la lista de los que viajarían en el charter; una agenda tentativa de actividades en la Argentina y el lapso de tiempo que permanecería. Sin embargo, los diplomáticos extranjeros acreditados en Buenos Aires, como muchos jefes militares, seguían sin estar convencidos del retorno de Perón. El 7 de noviembre de 1972, la embajada de EEUU en la Argentina envió el cable cifrado N° 787 para el Secretario de Estado en Washington DC, con retransmisión a las embajadas de los EEUU en Asunción, Lima, Madrid, Montevideo, Roma.

"Objeto: Nuevos informes relacionados al regreso de Perón el 17 de noviembre.

“Resumen: Los peronistas locales están anunciando el retorno del líder para el 17 de noviembre. No estamos convencidos de que todo NO SEA una treta. Seguimos creyendo que Perón regresaría solamente si se concretara un acuerdo con los militares. Sin embargo algunos creen que ello ya ha sido logrado o está muy próximo a lograrse.”

Acta de la Junta Militar
Acta de la Junta Militar de noviembre de 1972 conteniendo las “Bases de coincidencia programática para una política nacional” que debía tratarse con Perón y otras fuerzas políticas

El cable “confidencial” de la embajada estadounidense entre otros detalles informaba: “Un contacto peronista mostró anoche una carta de López Rega, fechada el 28 de octubre, en que le confirmaba que Perón había decidido volver en la fecha acordada, y que (según el contacto) Cámpora le había dicho que la fecha era el 17 de noviembre. En la carta también decía que el retorno significaría una solución pacífica no confrontativa”.

“La misma fuente dijo que un confidente del Ministerio del Interior le había dicho que tenían 200.000 carteles (o afiches) mostrando a Perón y Lanusse dándose la mano bajo el mensaje Soluciones y Paz. Esta embajada no pudo confirmar la versión de ‘tercera mano’ pero si fuese cierta nos sugiere que en círculos oficiales hay considerable optimismo sobre el resultado de las negociaciones.”

La Embajada marchaba a destiempo porque esa noche del 7 de noviembre, a las 22.30, Lanusse habló por televisión para confirmar la fecha del 17 de noviembre: “Estoy seguro que en el pueblo surgen en estos momentos sentimientos contradictorios. Digámoslo sin eufemismos. Hay temor. Hay entusiasmo. Hay espíritu de revancha. Hay planes de todo tipo (…) Que nadie se llame a engaño: nada alterará la vida nacional. Ni un millón de partidarios, ni un millón de enemigos trastornará la actividad productiva, la paz de nuestros hogares…”.

El sábado 11 de noviembre de 1973, el gobierno todavía seguía imaginando un gran acuerdo político con la llegada de Perón e hizo trascender en La Opinión un largo documento de la Comisión Coordinadora del Plan Político, con las consideraciones elevadas por los partidos para ser sintetizadas por el Ministerio del Interior. Una suma de generalidades. En otro lugar de Buenos Aires, el gobierno reclamaba por segunda vez conocer los detalles del arribo del ex presidente para, de esa manera, ajustar los planes de seguridad. En la primera ocasión, Cámpora había solicitado una reunión con la Junta de Comandantes y había sido rechazada. Intentaban coordinar un plan con Perón y al mismo tiempo no dialogaban con su Delegado.

Cafiero y Perón (Gentileza del
Cafiero y Perón (Gentileza del Instituto Nacional Juan Domingo Perón)

Horas antes, en un acto en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Rodolfo Galimberti presidió un acto y habló: “No sabemos si la burocracia sindical repetirá la traición de Vandor y Alonso en 1964, cuando no lanzaron el anunciado paro general, durante el primer operativo retorno”. Después de ponderar a las “formaciones especiales”-se leyeron dos mensajes de adhesión- gritó: “El que tenga piedras, que lleve piedras, el que tenga algo más, que lleve algo más.” Más tarde, Juan Manuel Abal Medina intentó bajar la tensión declarando que “El Loco” había hablado a “título personal”.

En esas horas (13 de noviembre) el embajador John David Lodge enviaba a Washington otro telegrama Confidencial 810 en el que resumía:

1- "Cámpora ha informado al gobierno argentino que la duración de la estadía de Perón en el país es un tema que él mismo decidirá. Los peronistas más responsables están tratando de encontrar medidas para que sea mínima la multitud que lo reciba. Lanusse reiteró una vez más que las FFAA mantendrán el orden pase lo que pase”.

2- "Al mismo tiempo, el 7 de noviembre Cámpora anunció a la prensa la fecha de llegada de Perón y pidió una audiencia a la Junta Militar para informarles sobre el retorno del líder. La Junta (que, como se dijo anteriormente no quiere tener nada que ver con Cámpora) le respondió que era innecesaria una audiencia para informar sobre algo ya conocido por la prensa. A pesar de ello pidió a Cámpora que informara sobre los detalles específicos de las actividades planeadas y por cuánto tiempo”.

3- "En todo caso, el 10 nov. 72 el jefe de la Casa Militar envió a Cámpora una nota reiterando el pedido original y recordándole que la respuesta debía ser entregada antes del 12/11/72.- La prensa de hoy dice que Cámpora había informado: a) Que Perón iba a decidir cuánto tiempo permanecería en el país. b) Que a su llegada saludaría a quiénes fueran a recibirlo. Que daría una conferencia de prensa y saludaría a líderes políticos.

4- “Además, Cámpora agregó que Perón se alojaría en el hotel de Ezeiza el menor tiempo posible, para luego mudarse a su residencia en Vicente López (la casa que se compró para él). Faltaba saber si el gobierno argentino consideraría aceptable la respuesta”.

5- “Mientras tanto, los líderes justicialistas responsables (del retorno) seguían preocupados por el tema de la seguridad, en caso de una concentración masiva en el aeropuerto cuando llegara. Además, esos mismos dirigentes tenían la preocupación de que el gobierno desviara el avión hacia una ciudad del interior, si la multitud fuese muy grande o de algún modo amenazante”.

Todos peleaban por subir al Giuseppe Verdi. Algunos con grandes pergaminos tuvieron el camino abierto, muchos otros por sus cualidades intelectuales y deportivas fueron incluidos, en un total de 154. En Roma también se acoplaron al vuelo los italianos Giancarlo Elía Valori y el Honorable Licio Gelli, jefe de la logia Propaganda Due.

El martes 14, Perón y su reducida comitiva volaron de Madrid a Roma en un avión privado, propiedad del dueño de la FIAT, Giovanni Agnelli, y la multitudinaria y heterogénea delegación argentina que lo iba a buscar salió de Buenos Aires hacia Roma a las 16.07, tras ser despedida por unas dos mil personas, como relató la escritora Marta Lynch.

En Roma, Perón se alojó en el Palazzo San Giorgio en Velabro. Luego, marchó a Piazza Montecitorio donde lo esperaba el primer ministro Giulio Andreotti. Al día siguiente, se entrevisto con el Secretario de Estado Vaticano, cardenal Agostino Casaroli y tras otras actividades, por la tarde fue al Grand Hotel para saludar a la delegación que había viajado para acompañarlo en su regreso. Tras cartón, se traslado a un pequeño salón donde leyó un mensaje expresando al pueblo argentino: “Sin distinción de matices y categorías políticas, que sepan interpretar mi viaje como una empresa de paz y pacificación, que haga posible en el más breve plazo la institucionalización que el país ha perdido desde hace 18 años (…) Asimismo, tomo yo las palabras del gobierno argentino, que no solamente me ha invitado a regresar al país sino que hace poco tiempo he leído aquí, en los diarios de Italia, que quiere establecer un diálogo conmigo, para lo cual no tengo ni necesidad de pedir audiencia sino de concurrir a los lugares que se ha determinado para establecer ése diálogo entre el gobierno y mi persona, que en este sentido no es sino un agente de la paz que anhelamos alcanzar en nuestro país.”

En la Argentina todo era tensa espera. El gobierno había declarado el 17 día no laborable, prohibió las concentraciones y solo se podía acceder al aeropuerto de Ezeiza con un pase de “invitado especial”. Mientras tanto, las rencillas dentro del peronismo no cejaban porque en Córdoba, las 62 Organizaciones exigieron la expulsión de Rodolfo Galimberti por su discurso en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo.

Uno de los tantos borradores
Uno de los tantos borradores de actividades que la Junta Militar tenía para la estadía de Perón en la Argentina y que no fue tenido en cuenta. Entre esas actividades se contemplaba analizar las “bases de coincidencias”

Eran las once y ocho minutos de la mañana del lluvioso viernes 17 de noviembre de 1972, cuando el avión de Alitalia paró sus turbinas y comenzó el momento del desembarque. El vuelo Roma-Dakar- Buenos Aires se había desarrollado sin inconvenientes, y no hizo falta echar mano a los planes alternativos: A) descender en Asunción y B) Montevideo. La Opinión, en su contratapa, anunciaba que el brigadier Ezequiel Martínez, por decisión de la Junta de Comandantes, se entrevistaría con Perón. Una cosa es lo que la Junta imaginaba y otra el deseo del General.

Antes de pisar tierra argentina, Perón conversó con Santos y Jaime sus custodios españoles, como bien recordó Norma López Rega al autor. No había armas arriba del avión porque Perón dijo que iba como “prenda de paz” y antes de decolar de Fiumicino se hizo revisar los bolsos de viaje.

El vicecomodoro Salas subió al avión por la escalerilla de la Primera Clase y pidió hablar con el recién llegado. Antes de ordenar requisar todo, le dijo que las instrucciones que él tenía eran que bajara acompañado por no más de cinco personas, que no podía acercarse a los invitados especiales, ni a los periodistas, y que serían trasladados al Hotel Internacional de Ezeiza. Así se hizo, aunque se sumaron los dos españoles. Perón bajó primero y atrás lo siguieron Isabel, Cámpora y José López Rega. Al pie de la escalera lo aguardaba una caravana de automóviles que encabezaba un Ford Fairlane, color claro. A partir de ese momento Perón estaba bajo el cuidado especial del comisario Díaz, quien en algún momento, para darle más gravedad a lo que se vivía, o para ejercer algún tipo de presión –me relató Norma López Rega- “llegó a apuntarlo al General, con un revólver en la espalda (cuando amago con abandonar el hotel)… y los restantes íbamos detenidos, todos cagados en las patas, y cuando llegamos al cuarto del hotel el General se sentó en la cama y dijo: ‘Que bueno, al fin me puedo sacar los botines’, y nos hizo aflojar la tensión a todos.”

Todo era seguido en directo por la televisión. A los pocos minutos, el automóvil que lo conducía se detuvo y el general Perón se bajó para saludar con su característico dos brazos en alto a los invitados especiales. La imagen congelada, simbólica, de ese día, retrató a Perón con su traje azul oscuro. A su derecha López Rega; Jorge Osinde que había corrido a su encuentro; Isabel con su tapado sobre los hombros y el Delegado observando el momento. A su izquierda, José Ignacio Rucci cubriéndolo de la llovizna con un paraguas y Juan Manuel Abal Medina imperturbable, viviendo el momento, con el dedo índice de su mano derecha tocando su mandíbula. La sonrisa de Perón no pudo tapar la tensión del momento argentino que se vivía detrás de las cámaras. El ex presidente Arturo Frondizi –que horas antes había opinado que no se debía realizar el viaje– apareció, así dicen algunos, con un impermeable beige que camuflaba la ametralladora que portaba. Soldados por todas partes.

Secuencia de imágenes del regreso,
Secuencia de imágenes del regreso, luego de 18 años de exilio, de Domingo Perón a Argentina en el que José Ignacio Rucci sostiene el paraguas para protegerlo de la lluvia. También se distinguen José López Rega e Isabel (Foto: Domingo Zenteno)

En las horas posteriores y mientras Perón se encontraba en el Hotel Internacional de Ezeiza, llegó el Secretario de la Junta de Comandantes en Jefe, brigadier Ezequiel Martínez, con la intención de dialogar con el ex presidente.

Nunca se contó: Ezequiel Martínez llevaba consigo una guía “estrictamente secreta y confidencial, ejemplar único, entrevista Secretario JCJ-JDP.” En la misma, el jefe aeronáutico debía transmitir a Perón que “el contacto lo hacía en nombre de la Junta de Comandantes en Jefe” y debía hablarle de “la importancia de su regreso” y “la esperanza de cristalizar una conciliación”. Seguidamente, la Junta expresaba que el mensaje de “paz” que había transmitido Perón se debería conciliar con “hechos concretos” y que el triunvirato militar estaba dispuesto a “adoptar todas las medidas que sean menester para facilitar el logro de la misión de paz.”

El siguiente punto de “la guía” expresaba que “era necesario conocer detalladamente” (de Perón), “cómo ha planeado Usted la concreción de sus objetivos y actividades que consecuentemente desea realizar como aporte a la pacificación. Desplazamientos previstos y tiempo de permanencia, etc.”.

Tras otros puntos no relevantes la guía cierra: “Secretario de la JCJ escucha a Juan Domingo Perón.”

Según contó el brigadier Martínez años más tarde, cuando llegó al Hotel Internacional fue rodeado por media docena de dirigentes con los que mantuvo un exasperante diálogo:

Martínez: -Yo quiero hablar con Perón.

Abal Medina: -Imposible que Usted hable con Perón.

Martínez: -No, yo quiero la respuesta de Perón no la respuesta de Ustedes.

Abal Medina: -Bueno, la vamos a buscar.

Al poco rato llega Abal Medina y dice: -Perón se niega.

Mientras dialogaban, un oficial le dice a Martínez que la caravana de automóviles con Perón se estaba movilizando. “¿Qué hacemos señor?”. La respuesta del brigadier fue: “Simplemente de acá no sale, Usted sabe lo que tiene que hacer”. En instantes se instalaron dos ametralladoras que apuntaron a los autos y se bajaron las valijas.

Perón y Balbín en la
Perón y Balbín en la residencia de Gaspar Campos 1065

Hasta la mañana siguiente, dentro del Hotel Internacional de Ezeiza y sus calles adyacentes, se suscitaron una serie de hechos que manifestaban la fragilidad institucional del momento y la violencia contenida. El principal personaje apuntado con una pistola; otro ex presidente constitucional de la Nación con una ametralladora; conscriptos camuflados; Perón impedido de dirigirse a su casa en Vicente López, con dos ametralladoras antiaéreas 767 apuntando a las puertas del hotel; el secretario de la Junta de Comandantes, brigadier Ezequiel Martínez a la intemperie; unos pocos miles de adherentes que habían intentado acercarse desoyendo la prohibición del Estado de Sitio; una sublevación en la Escuela de Mecánica de la Armada y la población en sus casas observaba lo que le mostraban los canales oficiales. El recién llegado en son de paz estaba recluido en su habitación por “razones de seguridad”. La mayoría de la gente entendió que estaba “preso”. Una radiografía de la impotencia y el desencuentro. Una imagen lamentable.

Ante la posibilidad de que se desatara lo impredecible, a la mañana siguiente, Perón y sus acompañantes fueron autorizados a salir de Ezeiza y viajaron a la casa de la calle Gaspar Campos 1065. A partir de ese momento, la gente y la dirigencia tomarían a ese lugar como un obligado punto de referencia. Solo en ese primer día, Perón debió salir siete veces a una ventana para saludar a una muchedumbre que lo vitoreaba, principalmente plagada de jóvenes que no habían vivido su primera etapa de gobierno (1946-1955). El domingo 19 se vio obligado a asomarse 25 veces a partir de las 6.55 de la mañana. A las 9.55 tuvo que pronunciar un discurso, en especial, sobre el papel de la juventud en el escenario político. En esa jornada, recibió a los dirigentes del Encuentro Nacional de los Argentinos y La Hora del Pueblo.

Perón y el líder radical Ricardo Balbín se vieron cara a cara en Gaspar Campos el 19 de noviembre de 1972. Por algunas razones difíciles de entender el jefe radical llegó tarde a la cita, cuando los socios de la coalición partidaria ya se encontraban reunidos y no pudo hablar a solas con el dueño de casa. Fue el día en que Balbín debió saltar una cerca para ingresar por atrás a la casa de Perón y también fue el día en que escucho de su viejo adversario: “Usted, doctor Balbín, y yo, representamos el 80 por ciento del país”. Esa frase era coherente con la carta que Perón le había dirigido en 1970.

Como no se pudo realizar el diálogo a solas, el radical Enrique Vanoli habló con Jorge Osinde y el 21 de noviembre, a las nueve de la noche, los dos se encontraron nuevamente en Gaspar Campos. Balbín quería explicarle que las elecciones tenían que ser limpias y sin combinaciones extrañas porque en medios radicales se sospechaba que López Rega intentaba confundir a Perón deslizándole que Balbín podría estar complicado en alguna maniobra con el ministro, y su correligionario, Arturo Mor Roig. Según Vanoli “esa reunión fue trascendente, los dos se encerraron en una habitación y creo que la charla duro una hora”, Balbín expresó que “el general me dijo que ya estaba amortizado y que quería dedicar sus últimos años a trabajar para el reencuentro de los argentinos.”

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