“Es el goce, señora presidenta”, dijo Fernando “Pino” Solanas. Y su frase paso a la historia. Hizo tanto en política como en el cine. Murió en París por efecto del COVID-19. Y fue saludado en las redes sociales, en ese duelo virtual, que no tiene llanto, pero si late, de forma masiva, con el discurso que dio, en el Senado de la Nación, en la votación sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).
“La intimidad es política” es el lema del feminismo. Y, si bien la clandestinidad del aborto perjudica más a las mujeres que a los varones, el 8 de agosto del 2018, Pino conto porqué la clandestinidad también perjudica a los varones. Y, muy especialmente, a los pibes. Y más todavía a los que quieren disfrutar del sexo, pero no terminan cuando terminan y si hay un atraso no se desenchufan del terror, sino que cargan, también, a su manera (y en otra dimensión) con el castigo sexual a las mujeres que da la prohibición al aborto.
En ese momento, Fernando “Pino” Solanas, era senador por la Ciudad de Buenos Aires, por UNEN, y relató que cuando tenía 16 años una novia se quedó embarazada y tuvo problemas de salud que le generaron pánico. De alguna manera puso el cuerpo por los hombres que se hacen cargo de donde pusieron el cuerpo y no que lo ponen para disfrutar y lo sacan para acompañar.
“A los 16 años me recibí de bachiller y me enamoré profundamente, ella también. Nos enamoramos tanto, con la oposición de su familia, que nos escapamos. Nos amamos y por supuesto ella quedó embarazada. Estaba tan perseguida por el miedo a la represión de sus padres y la represión social que terminó haciéndose un aborto clandestino. Hubo que internarla durante varias semanas porque casi se muere de la infección. Yo lo viví, viví el pánico de esa chica”, relató.
Se salió de la cofradía de los que tienen valor para hacerse los playboys pero hablan de valores cuando tienen que condenar al ostracismo a las mujeres que cargan con lo mismo que ellos buscan pero que para ellos es un trámite y para ellas un castigo. Ya lo dijo Sor Juana Inés de la Cruz, pero no puede dejar de decirse: todavía hoy los varones de la política castigan a las mujeres en las bancas por lo mismo que las buscan en la cama.
El martes Vilma Ibarra, la Secretaría Legal y Técnica, anunció que el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) se va a presentar en noviembre y se va a tratar en sesiones extraordinarias. No es un problema solo de las mujeres, es un problema que afecta más a las mujeres y a los cuerpos gestantes, pero que debe comprometer a los varones y no solo por solidaridad, sino también por su propio futuro y el de sus hijos.
En su discurso más recordado Pino dio un mensaje a las chicas. Tuvo valor hace dos años. Pero, ahora, queda como un legado y, además, ahora que la iniciativa ya tiene fecha para volver a y que él no va a estar, sus palabras cobran mayor dimensión. Pino dejo esta frase para el recuerdo: “Nadie podrá parar a la oleada de la nueva generación. Será ley, habrá ley, contra viento y marea”.
Pino también habló de la juventud maravillosa, una frase que tantas polémicas trajo en el peronismo pero que, más allá de las divisiones ideológicas, siempre compartió el machismo. La nueva juventud maravillosa lleva en su cabeza a las chicas, a las olvidadas, las calladas, las ninguneadas, las relegadas, las empoderadas: la revolución de las hijas.
“Hablo en nombre de otra Argentina que no quiere una juventud reprimida. Ahí está esa fabulosa y gloriosa juventud en las calles de Buenos Aires. Esta oleada verde de chicas, que está expresando una marcha que lleva años, de las mujeres, nada menos que por el reconocimiento igualitario de sus derechos”, expresó.
A la hora de hablar ya se conocían los votos, los intentos de una salida que habían fracasado y los que se habían lavado las manos para no quedar mal y seguir arrodillados frente a un poder que había hecho uso y abuso del lobby. Por eso, Pino arengó a no hundirse en el fracaso y seguir intentando: “Hoy no es una derrota, es un triunfo monumental. Ellas lograron introducir un debate fundamental. Ellas lo lograron. Años de movilizaciones. Que nadie se deje llevar por la cultura de la derrota”.
Y habló, como Salvador Allende, de las alamedas que, tarde o temprano se levantan para dar permiso al deseo: “A las millones de mujeres movilizadas: nadie podrá parar la oleada de las nuevas generaciones. Será hoy o mañana, pero será”. Y ese será toma impulso frente a un nuevo debate en este final iniciático del 2020 y el comienzo del 2021.
Pino habló del aborto legal como un derecho humano, como una cuestión de salud pública, como una deuda de la democracia, como una condición indispensable para la igualdad de género pero también como un hito fundamental: el derecho al goce.
“Esta oleada verde de chicas, que está expresando una marcha que lleva años, de las mujeres, nada menos que por el reconocimiento igualitario de sus derechos. No sólo el derecho a la vida de las mujeres, el derecho a poder decidir sobre su cuerpo. ¿Y por qué no? ¿Por qué tenemos miedo a decir que el derecho a gozar? ¡A gozar de la vida y a gozar de su cuerpo!”, reivindicó.
Si un varón y una mujer van a la cama el varón termina, se levanta y no piensa más. La mujer es la que toma las pastillas y la que cada mes relojea si su cuerpo se hincha, si tiene más hambre (entre otras cosas que cada una conoce como sus alarmas personales) y si le viene (o no le viene) para respirar de alivio (si no quiere quedarse embarazada) o llorar (si busca quedarse embarazada).
Los varones deben acompañar el proyecto de legalización porque no puede pedir placer y deshacerse de reclamar las garantías mínimas de salud y supervivencia para las personas con quienes disfrutan. Y también por su propio derecho a ser libres, a disfrutar de su cuerpo, su sexualidad y su paternidad. Las diferencias no pueden ser normativas y no pueden hacer del sexo -que es encuentro- un castigo que exacerba las desigualdades.
Muchas veces, muchos varones, me contaron la pesadilla de tener una compañera (pareja fija u ocasional) que tenía que abortar y me preguntaron con miedo como hacerlo, que les recomendaba y que le podía pasar a la mujer con quien habían sentido el cielo y ahora sentían que dejaban solas en el infierno. A todos ellos les deseo que no tengan que disfrutar del sexo con mujeres que saben que en la punta de las sábanas todavía acecha la clandestinidad. Porque el castigo es un fantasma que no permite disfrutar, al menos, no a pleno y no de manera igualitaria.
Pino es un signo de los varones que saben que la igualdad plena de derechos los hace mejores y les permite disfrutar más. Que las mujeres se saquen la sombra del miedo a la cárcel, a la infertilidad (que dejan muchas intervenciones ilegales), al dolor (en muchos hospitales no se les pone anestesia frente a un aborto espontáneo buscado o no como forma de castigo), a los traumas (la subjetividad de cada una y cada historia no puede universalizarse pero la trampa de la ilegalidad deja huellas profundas que no son comparables a un tratamiento seguro cuando el aborto es legal) y a la muerte. Y de la muerte solo hay dolor para velar.
Esta no es una época conservadora. La Iglesia ya se pronunció en contra de la presentación del aborto legal. Pero no son los principales voceros en las redes sociales y en los medios de comunicación. Y no es casualidad. No eran los varones con voto de celibato los que podían venir a decir qué hacer y qué no hacer. Pero, sobre todo, los que forman parte de una institución devaluada por los abusos sexuales sistemáticos y encubiertos (que llevaron a la mayor crisis de la Iglesia de todos los tiempos) los que pueden dar lecciones que no pudieron cumplir ni hacer respetar.
En la Argentina la Ley de Salud Sexual y Procreación Responsable se aprobó, en el 2002, después de la denuncia de abuso sexual contra el cura Julio César Grassi. Los curas corrieron por los pasillos por años a diputadas y senadoras para evitar que las mujeres pobres pudieran tomar pastillas, ponerse inyecciones y colocarse dispositivos intrauterinos sin tener que pagar.
Porque la diferencia siempre fue esa: tener o no tener plata. Nada se deja de hacer. El problema es quien paga. Quien paga con dinero y quien paga con la muerte.
Pero ahora no hay presidentes, artistas, periodistas que muestren familias de veinte hijos o una moral impoluta. Levantan el dedo pero no para vivir una vida sin sexo o con sexo solo en el matrimonio y tener los hijos que lleguen y usar solo los métodos que nombran naturales.
La diferencia está entre los varones que quieren gozar del sexo solo para ellos como un VIP en el que las mujeres no pueden entrar (aunque ellos les entren) y los que quieren democratizar el goce porque compartida la vida es mejor. Ya no vale reservarse el placer y delegar el miedo. Y, mejor, apostar por los hombres que valen.
La historia argentina está llena de contradicciones y es hora de avanzar hacia la coherencia. La ciudadanía plena no es solo votar, es dejar de pagar el precio por el cuerpo y de pagar el impuesto silencioso por el género que provoca la diferencia brutal de la clandestinidad.
¿Es igual para un hombre tener sexo y olvidar hasta el nombre de con quien estuvo que para una mujer ver en un test dos rayitas y no saber a quién pedirle ayuda para juntar la plata para abortar? ¿Es lo mismo saber que cada día cuenta y sangrar con un novio de la mano que en una camilla montada como un consultorio en donde no se puede decir ni denunciar nada porque todo el contexto es de espaldas a la ley y a la sociedad? ¿Los varones que no apoyan el aborto legal van a abstenerse de tener sexo casual o van a acompañar que las mujeres no paguen un precio más alto por lo mismo que ellos quieren disfrutar?
Los conservadores se opusieron siempre a la anticoncepción, la educación sexual y la anticoncepción de emergencia. En el fondo siempre quisieron lo mismo: que las mujeres y cuerpos gestantes sean vasijas que recepciones sus planes sobre ellas y que paguen por el castigo de portar su identidad, su placer o su sexualidad.
Siempre dicen que no es necesario el aborto porque hay otras formas de prevenir. Pero cada vez que se avanza buscan retroceder. Cuando la democracia avanza, las mujeres avanzan. Cuando la democracia retrocede, las mujeres retroceden.
El 28 de febrero de 1974, en el decreto Nº 659, firmado por Juan Perón y el ministro de Bienestar Social, José López Rega, se dispuso el control de la comercialización y la venta de productos anticonceptivos por medio de la presentación de una receta por triplicado y la prohibición de desarrollar actividades relacionadas con el control de la natalidad en los hospitales.
La prohibición está relatada en un libro indispensable: La revolución de la píldora, sexualidad y política en los sesenta, de Editorial Edhasa, escrito por la investigadora del Conicet e historiadora Karina Felitti. Ella cuenta un dato claro sobre la injusticia de las prohibiciones: la natalidad no subió y las señoras de clase media y alta no tuvieron más hijos. Pero la clandestinidad y la burocracia obligaron a las más pobres a bancarse maltratos, diferencias sociales y malabares para conseguir las pastillas o superar maternidades por decreto.
“Las píldoras seguían estando a la venta y muchas mujeres podían conseguirlas. En los hospitales públicos la situación era más compleja porque muchos médicos que venían trabajando en planificación familiar tenían miedo de estar haciendo algo en contra de la normativa en una época de violencia política en aumento”, enmarca Felitti.
Una perlita histórica que cuenta Felitti es que en un movimiento contrario a la revolución de las hijas la hija de “El Brujo”, Norma López Rega, tituló, en una publicación oficial del Movimiento Nacional Justicialista, Las Bases, dirigida por ella, en marzo de 1974: “Píldoras: contra la familia argentina. Siniestras organizaciones internacionales en descubierto”. Pero, además, se anunciaba una investigación que desenmascaraba “el decálogo de la castración argentina”.
La idea de castración es categórica: ser un hombre no es igual a ser un semental. Decidir ser padre, cuándo, cómo y con quien es optar por una paternidad siempre desafiante pero plena. ¿El uso de anticonceptivos castró a los varones? No. ¿El aborto legal es una castración? No. Muy por el contrario otorga la posibilidad del placer y la paternidad democráticos.
Ahora es la hora: es el goce, señor presidente.
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