Alba Nidia Da Rin mira desde la frontera del futuro. Su sexto hisopado por COVID-19 desde agosto acaba de dar negativo. Alba se ufana un poco y se ríe con el archivo PDF del resultad en su celular, tras un test realizado en el Hospital Central Cosme Argerich. No sabe lo que tiene en la sangre, si lo que le dieron funciona o no, si es un placebo o si realmente es el freno médico a una pandemia que cambió radicalmente el ritmo de la vida humana en el planeta; Alba lo sabrá en diciembre, junto con el resto de los voluntarios. Pfizer anunció esta semana a nivel global que su vacuna es eficaz en un 90 por ciento, con los estudios conducidos a nivel local
“Lo vi en televisión a fines de julio y escribí, mandé un mail", dice, como si fuese el comienzo de una historia sencilla.
Fue el 2 de agosto de este año que recibió una respuesta. “Nuestro país ha sido seleccionado para ser parte de la Etapa 3 de un ensayo clínico cuyo objetivo principal es probar la eficacia de una vacuna desarrollada por BioNTech en colaboración con Pfizer en prevenir la enfermedad conocida como COVID-19. Para esto, la mitad de los participantes en el estudio recibirá la vacuna en desarrollo y la mitad recibirá placebo –en forma de inyección de solución fisiológica- y de esta manera podremos evaluar comparando los resultados en los dos grupos si la vacuna es eficaz para prevenir COVID-19. En caso de que usted quiera postularse como voluntario/a, le pedimos que por favor ingrese al formulario de postulación y complete sus datos para contactarnos con usted y aclarar sus dudas”, dijo la respuesta automática que recibió.
Alba escribió de vuelta y fue aceptada. Su marido, en cambio, no. Un mail automático le llegó con el tiempo, anónimo, con el contacto de una médica, su reclutadora. Un auto la llevaría al Hospital Militar y la traería de vuelta a su casa, una primera dosis el 27 de septiembre tras recibir el llamado inicial, una segunda el 15 de octubre. Pudo elegir en qué brazo recibiría la inyección en un box del hospital. No experimentó síntomas inusuales, nada fuera de lo común, como si recibiera una inyección cualquiera, solo que todo era poco más secreto, una en 4500 voluntarios en la Argentina.
Así, Alba siguió el proceso. A través de una app informó su estado de salud. Un médico está disponible 24 horas al día. “Mi muestra de sangre fue a Estados Unidos con mi autorización. Firmé una conformidad, la doctora y yo. Podía renunciar al experimento en cualquier momento”, dice Alba: “Y así dejé de ser Alba Da Rin, me convertí en un número, 4442176”.
Mientras tanto, en su casa de Caseros, entre la memorabilia de su vida, junto a su marido, Alba espera. Su espíritu está particularmente alto hoy, tiene un punch valiente en el habla y una energía que multiplica en otros, anti-negativa, que va. “Feliz de ser voluntaria, creeme", dice, con algo en qué creer. Su vida tal como la conocía cambió radicalmente también. Su mundo no es el mismo en más de un sentido. Se dedicó durante años a dirigir viajes por el mundo a destinos exóticos con su empresa de marketing turístico: India, Emiratos Árabes, Turquía. Sus viajes con su marido por el atlas del mundo están en su pared, enmarcados en vidrio.
Su hijo murió.
“Hace tres meses de hoy”, dice Alba bajo su parra el jueves por la tarde en su casa de Caseros. Recibió la confirmación de que sería parte del estudio un mes después de su muerte.
-¿Querés hablar de él?
-Se llamaba Edgardo, tenía 40 años. Falleció por un tumor cerebral. Estaba viviendo en México, llevaba la parte de sistemas de una empresa importante y lo contrataron en México. Se casó y murió allá. No fui. Prefiero tener la imagen de él acá en casa, no la de una persona postrada.
-¿Influyó lo que pasó con tu hijo en tu decisión de ser voluntaria?
-Mi hijo pasó dos años y ocho meses postrado. Me dije a mí misma: “Después de esto no me asusta nada”.
“Mi primera aplicación fue el 27 de septiembre, domingo, vos elegís el horario. Fui, aparte de una entrevista hay varios caminos que te hacen hacer, con una análisis de sangre, hisopado y después la primer vacuna. Te sentís rara, emocionada. Fue en el Hospital Militar, en el quinto piso", dice Alba.
-¿Quién te aplicó la inyección?
-Un médico con una vacunadora. Están ellos ahí, en boxes. Cada voluntario tiene diferentes vacunadores. No te duele. Si te dicen que no mires cuando te la aplican. Tenés treinta minutos de espera. Te explican todo, incluso lo que vas a sentir. Dije: “Ojalá sea la vacuna".
-No sabés lo que tenés.
-Me voy a enterar en diciembre.
-¿Fue parte del acuerdo?
-Si, apenas estén las normativas. Si me dieron el placebo, me van a dar la vacuna... Lo hago por ustedes, por la juventud, mis nietos. Mis nietos, hijos de mi hija, saben que estoy en el estudio.
-Cuando salís a la calle y ves gente sin barbijo que no respeta los cuidados, ¿qué pensás?
-Te duele. No estoy saliendo mucho, pero te duele. Ves que los chicos hacen fiestas clandestinas. Nuestras autoridades no se ponen barbijo, los que deberían dar el ejemplo no se lo ponen. Me hace sentir mucha tristeza. Damos un paso adelante para dar tres atrás por la inconsciencia de esta gente.
-Hay muchos que dicen que no van a aplicarse la vacuna si es que funciona. ¿Qué te hace sentir esa retórica?
-Lo mismo: mucha tristeza. Mucha impotencia. La gente tiene que tomar conciencia. Los que no van a darse la vacuna son un paso para atrás.
-¿Creés que hay una cuota de egoísmo en ese tipo de razonamientos?
-Totalmente. Cuando dije que era voluntaria me dijeron que estaba loca, que era un conejito de indias, pero nada que ver. Si sintieran un 1% de lo que sentí como voluntaria...
-¿Creés que la vacuna va a funcionar?
-Va a funcionar.
fotos: Franco Fafasuli
video: Lihuel Althabe
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