"En el mar la vida es diferente. No está hecha de horas, sino de momentos. Se vive según las corrientes, las mareas, siguiendo el sol”, escribió la autora Sandy Gingras.
Eso mismo es lo que comprobaron la pareja de argentinos Agustina Basaldua (31) y Delfín Cambiasso (32). Ella psicóloga, él ingeniero industrial, se conocieron en tierra firme, en Barcelona, pero a poco de andar juntos se enamoraron de la vida en alta mar.
Hace ocho meses que viven a bordo de un velero de de 40 pies, llamado Ahora, en redes @ahora.sv. Un proceso de cambio de vida disruptivo, aunque fascinante. “Cuanto más lejos estamos de la tierra, más felices somos”, coinciden.
Delfín -que vivió toda su vida en Boulogne, provincia de Buenos Aires- estudió ingeniería industrial pero, enumera, “hice de todo: trabajé en el área comercial de una empresa, en logística e inclusive lancé una marca de mochilas”. Hace cinco años decidió dejar la Argentina en busca de nuevas oportunidades, y en plena exploración de una actividad en la que desarrollarse descubrió el mundo de la navegación. “Partí de las Islas Azores, en Portugal, en un plan de viaje de 20 días, y experimenté el estado pleno de felicidad, me enamoré de la simpleza”, completa
En cambio, Agustina no tenía planes de mudanza. Estaba de vacaciones en Europa, pasó por Barcelona y allí conoció a Delfin. El flechazo fue inmediato. Y al amor le siguió una invitación: él le propuso cruzar el Atlántico en un velero. “No muchas veces en la vida se te presenta semejante oportunidad, no lo dudé y nos embarcamos”, señala ella.
Nada fue fácil ni tan llevadero como el viento. “En el océano estás solo, no hay mecánicos, ni asistencia, nadie que te de una mano si surge un contratiempo. El cuerpo siempre está al límite, tenés que salir muy preparado, y saber hacer de todo: desde coser la vela hasta arreglar el motor. A la vez es fascinante, pasas a tener una forma de vida sencilla, liviana, llena de estímulos naturales, con una desconexión total del ruido molesto”, coinciden ambos luego de ese viaje -para ella un bautismo de alta mar- que duró un año y unió Europa con el continente americano.
En ese período, que se extendió casi dos años, estuvieron 25 días navegando sin parar para llegar al Caribe. En total visitaron 15 países, incontables ciudades y puertos y lugares recónditos a los que sólo se accede desde el mar. Lo mas inusual fue un encuentro cercano con orcas. “Es común verlas rodear, incluso chocar el velero... por suerte no paso nada”, contó Agustina.
Para Agustina, los mareos y el encierro -la habitación de su hogar flotante anterior era de 7 metros cuadrados- también fueron difíciles de sortear: “Es un sentimiento ambivalente, porque a la vez miras a tu alrededor y la inmensidad del agua te da una inigualable sensación de libertad”.
“Lo gratificante, además de la conexión directa con la naturaleza, fue conocer gente, lugares, paisajes y estar en sintonía directa con los pensamientos más profundos de uno”, completa Delfín.
Para solventar el viaje usaron sus ahorros. Por la embarcación pagaron alrededor de 10.000 euros, y el resto de los gastos fueron la comida y algún arreglo. “No hay mucho más, el mayor porcentaje de presupuesto se va en alimentarte. ¿Sabés cuánto gastamos de gasoil en ese tiempo de viaje? Unos 50 litros”.
Ahora
Una vez cumplido ese sueño de cruzar el Atlántico, la pareja decidió volver a Barcelona. Pronto llegó la pandemia, pero convencidos de este estilo de vida, se propusieron trabajar de lo que más aman. “Compramos un barco modelo 1987 de 40 pies, con dos habitaciones y dos baños al que llamamos Ahora”, detallo Delfin.
Esta vez, fue diferente, optaron por trabajar. “Ofrecemos servicios de travesías de una semana por las islas de España, Menorca, Mallorca, Ibiza. Las estadías tienen un precio de 600 euros la semana, con las tres comidas incluidas, actividades como kayak, kite surf, stand up paddle y snorkel. Vamos anclando en cada puerto y nos acercamos a la playa en bote”.
Argentinos que desean emigrar
Ellos son claros, no dejaron el país por su situación socio-económica, sino por este proyecto de vida. Sin embargo, son conscientes de la cantidad de amigos, conocidos y desconocidos que les pregunta cómo se vive en España. “hay un deseo creciente de venir a probar suerte. No digo que sea fácil pero si hay menos trabas. Un claro ejemplo es lo que hicimos nosotros, en Argentina tener un velero es solo para millonarios”.
Desde lejos reconocen “nos da lástima no haber podido armar nuestro proyecto de vida en la Argentina pero optamos por calidad de vida, y bienestar. No nos fuimos peleados con el país y no descartamos retornar.”
Por ahora, recién casados -lo hicieron en septiembre e invitaron a 20 amigos al velero- no tienen planes de regreso definitivo, aunque sí de venir de visita. “Si algún día dejamos de vivir en un barco, seguro lo haremos en alguna ciudad chiquita, rodeada de naturaleza”.
Durante estos meses de frío, Ahora está embarcado en el puerto de Barcelona. “Instalamos una salamandra para las bajas temperaturas”, explican. Por el momento, ella trabaja como psicóloga y él cumple con tareas de mantenimiento en los barcos. Pero siempre con el objetivo de navegar, preparando el velero para la temporada 2021.
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