“Quiero que los norteamericanos se enamoren de nuestras empanadas”, dice Hernán Stutzer, que sueña con volver a la calma cordobesa de Villa General Belgrano. Por ahora vive en la isla Saint-Simons, frente a la costa del estado de Georgia. Es un lugar de ensueño y forma parte de las Sea Islands. Un lugar muy pequeño, que mide la cuarta parte de la extensión de la ciudad de Buenos Aires:
-Vinimos aquí hace seis años, luego de estar en Miami desde 1993.
Me lo cuenta este argentino de 45 años que está al frente del restaurante “Del Sur”, en ese pueblito de apenas 15.000 habitantes y famoso por sus campos de golf:
-Aquí se juegan varios torneos del circuito del PGA Tour... y golfistas famosos, como Davis Love III son clientes de mi restaurante... ¡A él le gustan mucho las empanadas!
Hernán creció en Villa Adelina, cerca de la Panamericana. Cuando tenía 17 años, su familia decidió radicarse en los Estados Unidos, en Miami. Los primeros tiempos no fueron fáciles y el propio Hernán empezó a trabajar de lavaplatos en una casa de comidas.
Atrás quedaba una infancia marcada por un recuerdo imborrable:
-La familia de mi papá vive en Villa General Belgrano, en Córdoba. Allí íbamos varias veces al año... Para mí Córdoba representa mi niñez, mi libertad... Nos divertíamos con mis primos, íbamos al Dique Los Molinos a tomar mate o al río Reartes a pasar el día... Me encantaba ese pueblo, esa vida, todo el mundo se conocía, con un sentido de comunidad muy arraigado...
La vida en Miami fue marcando su destino. Conoció a su esposa, se casó, tuvieron dos hijos. Y además se formó en el Cordon Bleu, donde aprendió todos los secretos del negocio gastronómico.
Hasta que tomó la decisión de buscar otro lugar para vivir:
-Miami es un lugar maravilloso, pero yo buscaba algo que me permitiera recuperar aquello que disfruté en Córdoba... Y quería que mis hijos se criaran en un ambiente natural, lejos de una ciudad.
Así fue que se instalaron en Saint-Simons, donde comenzó a concretar un sueño:
-Con mucho orgullo le muestro a la gente de acá nuestra hermosa cultura por medio de la cocina... Cocinamos empanadas, chorizo, provoleta y entraña entre otras cosas... Hemos logrado que la cultura de la empanada se instale en esta pequeña isla y por eso estamos muy contentos...
Tiene mucho para contar. Entre otras cosas, el raid que hizo desde Georgia hacia el oeste, llegando a California:
-Creo que la empanada puede ser un símbolo de integración... Llegamos a Los Ángeles y en el camino fuimos parando en todos los pueblitos, donde jamás habían visto una empanada... ¡Les enseñamos a hacerlas y les encantó!
Esta es la historia de otro argentino por el mundo.
Si haces click aquí, podés verlo y escucharlo:
Entrevista a Hernán Stutzer
— Ahí vemos un señor sonriente, con una barba muy prolija, y leo la palabra “Empanadas”. Hola Hernán, cómo estás.
— Que tal Julio, buenas tardes.
— Qué decís. Antes que antes nada, ¿eso es un equipo de fútbol, es una cábala? Qué significa “Empanadas” ahí en el pecho.
— Es un poco de las dos. Se puede decir que tenemos casi un equipo de fútbol acá en mi restaurante del Sur, en St. Simons Island, en Georgia, en Estados Unidos. Y cábala sí, porque se la hago usar, todos los empleados que trabajan en el restaurante usan esta remera.
— Vos dijiste Georgia, ayudame porque yo soy muy flojo en geografía, ¿es el Estado que está arriba de Florida?
— Sí, es el Estado que queda al norte de la Florida.
— Muy bien. Me parece muy bien que lo digas en castellano, porque en realidad fueron los españoles los que descubrieron ese lugar.
— Correcto.
— ¿Y en qué lugar de Georgia me dijiste que estás?
— Bueno, yo vivo hace 6 años en la costa de Georgia, en una isla muy chiquita que se llama Saint-Simons. Queda una hora al Norte de Jacksonville y una hora al sur de Savannah, en Georgia.
— Y vos dónde naciste Hernán.
— Nací en Buenos Aires, en Argentina.
— Y cuál era tu barrio.
— Villa Adelina. Con muchísimo orgullo.
— Villa Adelina, zona Norte del Gran Buenos Aires.
— Sí, sí, ahí pegadito, cerca de la Panamericana.
— Claro, claro. ¿Y fuiste al cole ahí en el barrio?
— Bueno, fui a la primaria al Centro Cultural Italiano de Villa Adelina y la secundaria la hice en el Centro Cultural Italiano pero el de Olivos, en la calle Roma.
— Italiano. Hernán, italiano, italiano, ¿tu apellido cuál es?
— Mi apellido es Stutzer, es alemán.
— Ah, nada que ver con lo italiano.
— No, pero por parte de mi mamá sí, mi nonno era siciliano.
— Ah.
— Entonces tengo la parte italiana por parte de mi mamá. Y por parte de mi papá yugoslavos, húngaros, y quién sabe para atrás ¿no?
— Una maravillosa mezcla propia de nosotros los argentinos.
— Yo creo que sí. Creo que sí.
— Hernán Stutzer, nacido en Villa Adelina. Fuiste al cole en Olivos me dijiste. ¿Y después qué pasó con vos?
— Bueno, a los 17 años mis padres me dijeron, a mí y a mi hermana, hora de levantar, vamos a ir a probar suerte a Estados Unidos. Yo había ido, me había ido hacía dos meses de viaje de egresados o sea que para mí me había ido a Bariloche con mis amigos, teníamos un grupo de amigos muy, muy grande en la secundaria. Para mí fue un golpe bastante fuerte ¿no? Que me digan que nos íbamos a otro país. Aparte yo no hablaba nada de inglés, nada de inglés. Entonces se me venía un poco la cosa complicada. Pero bueno, nada, era menor de edad y me vine con ellos y nos asentamos en Miami en el 93.
— ¿Y qué hicieron, a qué se dedicó la familia, papá, mamá? ¿Qué empezaron a hacer?
— Bueno, mi padre compraba casas, las refaccionaba y después las vendía. Y mi mamá empezó a trabajar también en un lugar argentino donde hacía empandas. Trabajaba un poco ahí en la barra ¿no? Era como una cafetería argentina. Y yo empecé trabajando en restaurantes. Arranqué, creo que al día siguiente de haber llegado empecé a lavar platos en un lugar argentino.
— ¿Y te acordás qué lugar era, en qué zona de Miami estaba?
— Sí, en Westchester, en la 40 calle la 92 avenida.
— ¿Era imprescindible que hablaras inglés o te podías rebuscar?
— No, no, ahí eran todos argentinos casi entonces…
— Claro, claro.
— Me arreglé muy bien. Me arreglé muy bien. Sin problemas. Así que por ese lado la llevé bastante bien. Igual hubiese venido bien llegar tal vez a un lugar donde se hablaba nada más que inglés para sentirme que tenía que aprender el idioma ¿no?
— Sí, sí. Hasta ahora hablaste de por un lado tu experiencia trabajando en lugares de comida, en restaurantes. Mencionaste la palabra empanadas, tu mamá que empezó a hacer empanadas. ¿Y cómo siguió la historia?
— Bueno, vivimos en Miami con mi familia desde el 93 hasta el 2014. Yo arranqué como te digo lavando platos en este restaurante. Después arranqué de ayudante de camarero. Después camarero. De gerente. Y bueno, nada, después llegó un punto en el que quería siempre tener mi propio restaurante ¿no? Quería tener mi propio lugar. Y bueno, la verdad que con muchísimo trabajo fui a una escuela de artes culinarias que se llama Le Cordon Bleu en Miami ¿sí? Entonces fui ahí a aprender un poco de lo que es la parte de lo que le llaman el back of the house ¿no? La parte de atrás de lo que es el restaurante, lo que es cocina. Yo tenía bastante claro el tema del frente, lo que es camarero, todo lo que es la parte de recibir a los clientes, pero la parte de atrás estaba un poco flojo. Entonces decidí ver. Ir al Cordon Bleu y ponerme más canchero con el tema de cocina ¿no?
— Hernán, y aquel pibe de Villa Adelina que estudió en Olivos, ¿alguna vez había tenido la ilusión, la vocación de tener un restaurante, de dedicarse a eso?
— No, para nada. Nada que ver. Yo en Argentina gracias a Dios nunca había trabajado así el día a día de tener que trabajar hasta los 17. Estudiaba, no era el mejor estudiante tampoco, pero bueno, hacía bastante deporte, hacía atletismo. Y no, en realidad nunca pensé en tener un restaurante ni nada, pero en cuanto empecé a ver todo lo que es el entorno de restaurantes, hay una cierta adrenalina que tenés cuando trabajas en restaurantes que no la he encontrado en otro tipo de negocios ¿no?
— Y cuando vos decís aprender lo que está detrás.
— Está lloviendo Julio.
— Entonces mira, como estamos en vivo si querés movilízate, move la cámara y de paso me vas contando. Éste lugar qué es, donde estamos.
— Bueno, ésta es mi casa.
— Ah muy bien.
— Ésta es mi casa acá en la isla. Es una isla que se caracteriza por estos árboles que acá les llaman oak, es roble. Y tienen lo que le llaman el musgo español ¿no? El spanish moss.
— Ahí pasó una señora, ¿quién es?
— La señora es mi mamá.
— Ah.
— Está visitando justamente de Miami, ella vive en Miami. Nunca se mudó. Ella se quedó allá. Y bueno, cada tanto viene y me ayuda en el restaurante a armar empanadas que, nada, cuando viene ella es como que llegó una eminencia ¿no?
— Ah claro. Bueno, donde quieras ahora ubicate y de paso nosotros vamos viendo todo ese lugar, que es muy bonito por cierto.
— Muchas gracias.
— Es muy bonito por cierto. Hernán, hablemos entonces de las empanadas que están allí como un símbolo en tu remera y me parece que tienen mucho que ver con toda tu actividad.
— Totalmente. Acá bueno, primero la población aquí en esta isla, en St. Simons, te diría que el 99% son estadounidenses los que viven aquí, no hay tantos latinos.
— Claro.
— Entonces me tomé como un desafío desde que nos mudamos aquí hace 6 años y abrí mi restaurante, me tomé como un desafío el que la gente se enamore de lo que es la empanada. Cada país tiene su versión de la empanada ¿no?
— Seguro.
— Todos los países, mi socio es colombiano, él tiene su versión de la empanada, Centroamérica tiene la suya, todos los países de Centroamérica. Y bueno, nada, hacemos la argentina, es con la que me crié, con la que siempre mi mamá cuando había algún cumpleaños o algo siempre hacía empanadas. Me acuerdo de verla en la cocina en Villa Adelina haciendo el repulgue ¿no?
— Claro.
— Siempre me llamaba la atención de chiquito los distintos tipos de cierre de empanadas y nada, eso sí como que de chico me llamó mucho la atención siempre.
— Ahora, nosotros acá me parece que nos metimos en un lío Hernán, porque la empanada, la empanada bueno, la empanada argentina, pero está la empanada salteña, la empanada mendocina. Cuál empanada, la que tiene papa, la que tiene pasas de uva. Cuál de todas ellas.
— No me la voy a jugar y no voy a quedar mal con nadie, ésta es la empanada argentina. No es la empanada salteña ni ninguna de todas esas eh. Son las empanadas de mi mamá.
— Ahí volviste, ¿qué me decías? Que esa es la empanada de tu mamá.
— Ésta es la de mi mamá, exactamente. No es salteña, no es la mendocina, las cuales me encantan. Pero ésta es la empanada que hace ella. Es con la que me crié y es la que le ofrecemos acá a nuestros comensales.
— ¿Y chorrea?
— Bastante. Acá es muy simpático porque cuando hacemos caterings, que vamos a las casas acá de los clientes nuestros que son divinos, y les explicamos cómo comer la empanada, porque siempre están parados ¿no? Lo hacemos tipo cocktail. Y les decimos que es empanada de pata abierta.
— Claro.
— Entonces tenés que verlos comiendo la empandada. Sí, sí, es muy lindo, es muy simpático. A mí me encanta traer la cultura de mi país, por más que hayan sido tantos años ¿no? De haberme ido. Me fui en el 93, o sea que ya van a ser 27 años que me fui de la Argentina. Pero para mí lo que es la cultura, la cocina de mi país, sigue muy, muy arraigada. O sea la milanesa, la empanada, el asado.
— ¿Tu restaurante cómo se llama me dijiste?
— Del Sur.
— O sea es una alusión también a una región gastronómica.
— Sí, es básicamente bueno, hablando del Sur, de lo que es Argentina estando en el Cono Sur pero también estamos acá en el Sur, estamos en lo que le llaman la parte sureña de Estados Unidos ¿no? Entonces como que es un juego de palabras entre ambos.
— Exacto. ¿Y hacés solamente empanadas?
— No, no, no, tenemos… O sea el menú nuestro va desde bife de chorizo, ojo de bife, parrillada. Tenemos un poco de cocina italiana, hacemos risotto, ravioles, provoleta, chorizo.
— Ah de todo.
— De todo. Sí, sí, sí, de todo. De todo. Y te digo más, cuando nos mudamos para acá tenía un poco de temor de abrir un restaurante argentino en una isla donde tal vez no se conocía tanto ¿no?
— Claro, claro.
— Es más, un par de personas me dijeron, creo que estás un poco loco de hacer eso que estás haciendo.
— (Risas).
— Pero yo me tenía fe y sinceramente los clientes de acá, la gente que vive acá, nos han recibido con brazos abiertos. Son gente muy, muy amable. Es más, muchísimos de ellos han viajado a la Argentina, han ido a Bariloche, han ido a pescar trucha, han ido a cazar a Córdoba. O sea, yo como que al mudarme de Argentina quise traer un pedazo de la cultura nuestra, me encanta comer, lo que es la comida no lo quise perder nunca, y creo que eso fue un poco el motor que me llevó a abrir un restaurante también ¿no?
— Hay una cosa muy interesante porque un colega tuyo hace empanadas en pleno New York y se ha hecho conocido porque incorporó algunos de los matices del gusto de los neoyorquinos.
— Estás hablando de Nucha me imagino.
— Sí señor. Sí señor.
— Conozco el lugar, claro.
— Y ese es otro enfoque. Digamos, es adecuar la empanada un poco al gusto de la población local. Vos en cambio tenés otro propósito.
— Yo quiero mostrarle un poco a la gente acá en Estados Unidos, o sea, siempre hay tiempo para después adaptar la empanada ¿no?
— Claro.
— Tiene esa versatilidad. O sea la empanada lo bueno es que tenés la masa y adentro le podés poner lo que quieras. Ojo, hemos hecho empanada de camarón, el camarón aquí en esta zona es lo que más a la gente le gusta. Hemos hecho empanada de salmón.
— Ahí apareció otra vez el congelamiento de la imagen mientras Hernán Stutzer en Georgia, en St. Simons, nos está contando cómo es que él decidió afincarse allí. Porque esto es lo que tenemos que preguntarte, por qué después de haber elegido Miami como lugar de residencia te fuiste a esa isla ahí en la costa en Georgia.
— Sí. Yo te digo, Miami para mí fue espectacular. Me mudé a los 17 años. He salido muchísimos años cuando era joven en Miami Beach, la pasé muy bien. Pero después conocí a mi esposa ¿no? Conocía Vicky, a mi mujer, en un restaurante en Coconut Grove. Y nos casamos a los pocos años y tuvimos a mis dos hijos, a Ema y a Maui que nacieron ambos en Miami. Para mí Miami tiene muy buenos recuerdos. Me ha tratado muy bien Miami. La playa me encanta, íbamos todos los fines de semana que podíamos. Pero yo estaba, o el niño interior mío estaba buscando un poco el volver un poco a la niñez. Y para mí mi niñez es Córdoba. Para mí Córdoba…
— Pero vos me dijiste que sos de Villa Adelina.
— Sí, soy nacido en Buenos Aires, nací en Hurlingham. Perdón, mi mamá me está diciendo que no, es verdad. Nací en Villa Ballester, perdón. Nací en Villa Ballester, nos mudamos a Villa Adelina cuando era chico y vivimos siempre ahí hasta que nos mudamos a Miami. Pero, pero, la familia por parte de papá viven en un pueblito que se llama Villa General Belgrano.
— Ah claro, eso tiene que ver con el apellido Stutzer.
— Correcto.
— Claro.
— Correcto. Mis primos, mis tías, mi madrina, viven todos en la Villa. Y me crié se puede decir, o sea estábamos muchísima parte del año íbamos para Córdoba, para Villa General Belgrano. Todo el verano, la fiesta de la masa, la fiesta del chocolate, la fiesta de la cerveza. Todas las fiestas las pasábamos allá.
— Sí, sí. Típico lugar de la colectividad alemana, que se ha convertido hace años ya en un centro turístico excepcional.
— Totalmente. Para mí Villa General Belgrano es de lo que más me tira. O sea de los recuerdos más lindos que tengo de Argentina son de Córdoba. O sea ahí no había necesidad cuando yo era chico de teléfono, de nada. Nos perdíamos, nos íbamos a la mañana con mis primos a la montaña y literalmente volvíamos a la noche embarrados, nos habíamos pasado todo el día en el arroyo. Impagable. Entonces como que ese niño interior mío quiso buscar un poco otra vez eso. Ya el tema de la comida lo había encontrado, o sea las raíces mías argentinas las había podido lograr con mi restaurante, pero estaba buscando un lugar que se acomode un poco a lo que a mí me hace sentir bien y me hace sentir a gusto. Y aquí en la isla, por más que me faltan las montañas, tengo el mar, encontré eso. O sea son 15.000 habitantes.
— ¿Cuántos?
— 15.000.
— Ah, es muy chiquito.
— Es una isla de 18 millas cuadradas, es una isla muy chiquita. 15.000 habitantes. Pero todo el mundo se conoce. Todo el mundo se conoce.
— Y tus clientes, ¿son todos de ahí? Cómo se llega a la isla St. Simons.
— La I-95, que es el corredor que va desde Miami básicamente hasta New York, más todavía, hasta Maine. Una hora al Norte de Jacksonville está la bajada, salida 29. Y tenés esta islita que es muy, muy, muy acogedora. Mucha arboleda, mucho golf. Conocida esta isla por la cantidad de jugadores profesionales de golf que viven acá.
— Claro, ¿ahí no se juega un campeonato muy importante?
— Sí, empieza en una semana el RSM que se juega a una cuadra de mi restaurante. Está pegado justo a la cancha de golf, queda ahí al lado de mi restaurante. Y bueno, Davis Love III, que es un jugador profesional de golf bastante conocido, vive aquí en la isla también. Ha ido a comer al restaurante.
— ¿Come empanadas?
— Come empanadas. Come empanadas, claro que sí. Come empanadas.
— Yo vi un video de tu restaurante que hay un grupo de comensales probando las empanadas y hay uno de ellos, no sé si eso es habitual o no, que claro, al morder, pega el mordisco, queda abierta la empanada, entonces le pone como un agregado, una salsa, va probando salsas que le van poniendo adentro de la empanada.
— Mira, acá la gente le encanta la empanada de carne con chimichurri.
— Extraordinario, claro.
— Les encanta. Les encanta. Hay cierta gente que le decís eso y es como sacrilegio ¿no? Pero acá a la gente le encanta la empanada con chimichurri.
— No, pero está muy bien pensado, porque nosotros le ponemos chimichurri a la carne, así que.
— A la carne.
— Por ahí anda la cosa.
— Exacto, exacto.
— Mira vos. Mira vos de qué manera en otro lugar una costumbre, casi un atavismo gastronómico nuestro, va cambiando un poquito con nuestras propias herramientas. Porque vos viviste muchos años en Miami. Miami tiene una característica, es como un laboratorio social, porque hay gente de todos lados. Hay comida de todos lados.
— De todos lados. Yo he probado casi todas las empanadas de Latinoamérica, son muy ricas. A mí porque yo me crié con la empanada nuestra de Argentina, la empanada de mi mamá, a mí me gusta la argentina tal vez más, pero no quita que la empanada colombiana o la empanada del Salvador o la de Guatemala no sean ricas, son muy, muy ricas también.
— Pero por supuesto. Mira Hernán, cuando uno va a ciertos supermercados en Miami, hay uno que es muy clásico, el President, que hay mercadería para las distintas colectividades, y hay una góndola, nosotros llamamos los chorizos ¿no?
— Sí.
— Hay una empresa que hace chorizo mexicano, brasileño, colombiano, argentino.
— Lo conozco.
— Todo con un muñequito distinto. Bueno, y son todos muy ricos.
— Totalmente. Es más, los he consumido bastante cuando vivía en Miami y la verdad que son muy buenos. Los conozco los que estás diciendo vos. Sí.
— Sí, sí, sí. Bueno, y cuál es tu proyecto, porque vos casi que la empanada la tomas como un símbolo de integración y has hecho algunas campañas de bien público a través de la empanada.
— Sí. Hace dos años atrás estuvimos, nos invitó una persona que conocimos en Charleston, una persona que es de los medios acá en Estados Unidos, que nos invitó a hacer un evento en California. Entonces viajamos a hacer un asado en California para juntar fondos para lo que le llaman el Food Bank de Los Ángeles donde recaudan comida para la gente que no tiene ¿no? Entonces viajamos con nuestros domos y nuestras parrillas, nos fuimos desde Georgia con mi esposa, mi dos hijos, cruzando Estado por Estado, tardamos casi cuatro días porque fuimos parando en casi todos los Estados. En algunos nos quedábamos más que en otros. Y bueno, llegamos a Los Ángeles hicimos el evento, nos fue muy bien.
— Es como una conquista, una conquista del Oeste con la empanada.
— Pensé que quería plantar bandera en el Sign de Hollywood. Es más, medio lo hicimos porque tengo fotos con la empanada, agarrando la empanada y teniendo el Hollywood Sign atrás. O sea que para nosotros sí, totalmente, fue como conquistar algo ¿no? Conquistar, por medio de la empanada conquistamos ese viaje. Y bueno, después de hacer este evento para otra causa que es el ALS, que es una enfermedad que lamentablemente conozco bastantes personas que sufren de esto, donde la gente pierde motricidad…
— Claro, es la debilidad muscular, sí.
— Sí. Bueno, hicimos lo que le llamamos el Empanada Crusade, donde con mi socio que nos encontró en Los Ángeles, porque yo hice el viaje con mi esposa y mis hijos, lo tomamos como una vacación, a la vuelta me vine con él y fuimos parando en algunos Estados enseñándole a la gente cómo hacer la empanada. Gente que tal vez nunca jamás…
— ¿Y tu socio también es argentino, sabe de empanadas?
— Mi socio es colombiano.
— Ah.
— Nos conocimos en el Cordon Bleu en Miami. Y él hace la empanada argentina espectacularmente bien. Hace la empanada colombiana espectacularmente bien. Me encanta también la colombiana. Y bueno, fuimos Estado por Estado enseñándole a la gente, ya habíamos hecho contactos de antemano por medio de Social Media. Y nada, les enseñábamos cómo hacer la empanada, cómo hace el repulgue, cómo hacer el relleno. Fue muy divertido. O sea, aparte nos metíamos por ejemplo en Texas, fuimos a pueblos, no, no fuimos a Dallas o a Houston, nos metíamos en pueblitos donde realmente tal vez nunca habían visto una empanada Julio. No habían visto una empanada, no sabían lo que era. Y era muy, muy confortante ver una vez que terminábamos de armar la empanada, les mostrábamos el repulgue, la cocinábamos, y cuando probaban eso estaban locos.
— Oíme, ¿y vos hacés la empanada frita o asada?
— A mí personalmente la de carne me gusta más bien frita, y si es cortada a cuchillo mejor.
— Claro, claro.
— Pero en el restaurante las vendemos cocinadas al horno, cocidas al horno.
— Muy bien. Hernán, ha sido un gusto enorme conocerte, hablar con vos. ¿Y no pensaste nunca en volver, no te digo a Villa Adelina, a Villa General Belgrano?
— Te digo, he hablado con mi mujer bastante de esto y tal vez en un futuro cuando ya mis hijos ya despeguen y tengan sus propias familias me encantaría. Lo tengo como dicen acá en la bucket list. Lo tengo como una de las cosas que quiero hacer antes de partir yo a otros rumbos. Quisiera tener una casa de vacaciones en la Villa, en General Belgrano.
— ¿Ella dónde se crió?
— Mi mujer nació en New York. Es hija de alemán, de padre alemán y madre portuguesa. Pero se crió en Puerto Rico. Vivió en Puerto Rico muchos años. Entonces habla castellano perfectamente. Ahora se le mejoró un poco después de estar conmigo y hablar el castellano nuestro.
— Hernán, muchas gracias y muchísima suerte. Hasta muy pronto.
— Muchas gracias Julio, hasta luego.
— Chau, adiós. Adiós.
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