Una postal que se repite cada verano por el Mar Medierráneo: Lionel Messi junto a su familia en un yate de lujo. Algo similar hace Cristiano Ronaldo. O los miembros de la realeza. La propuesta es de por sí tentadora: pasar el día navegando, visitar paisajes inaccesibles y disfrutar del atardecer sobre el agua. Garantiza tranquilidad, privacidad y, ahora, un factor clave en tiempos de pandemia: el distanciamiento social.
El rubro de alquiler de barcos es un éxito en Estados Unidos, Europa y el Caribe. Pero desde la irrupción de la pandemia hubo un incremento en la demanda por este servicio que certifica unas vacaciones “seguras”. En Argentina también es posible hacerlo. Aunque suponga un desafío. Santiago Dasso y su socio Ignacio Peluffo, ambos de 35 años, crearon una plataforma de alquileres para romper con la idea que esta propuesta es solo para “ricos”.
El inicio de todo
Dasso estudió Ciencias Económicas y siguió su formación con un postgrado en negocios. “Me metí de lleno en el mundo de telecomunicaciones, trabajé, gané las herramientas y un día supe que ese no era mi camino”, le contó a Infobae. Dijo que quería tener un proyecto propio. Renunció a la estabilidad que había experimentado durante casi una década. “Puse punto final a esa etapa, y con ahorros decidí seguir mi intuición”, recordó.
En familia, este joven emprendedor, solía visitar lugares exóticos en catamaranes y veleros. “El turismo siempre me gustó y la vida en el agua aún más. Embarcados en familia por las bodas de oro en un viaje a las Islas Vírgenes, distinto a todo. Eso me quedó resonando en la cabeza. Sabía que tarde o temprano me decidiría por crear un proyecto relacionado a este universo”, relató.
Este año, en medio de la pandemia, dio un vuelco de vida. Luego de una década de investigación y profundo conocimiento de la industria, logró desarrollar, junto a su socio Ignacio, abogado de carrera, apasionado de la náutica y las nuevas tecnologías, una plataforma de alquiler de barcos que cuenta con más de 13.000 embarcaciones en línea: My Yatch Company.
Nada fue fácil para estos dos amigos. Primero la tarea de emprender, luego cambiar el mindset propio, pero también el de los clientes que asociaban la navegación con el lujo e inaccesible. “Deseaba que la gente pudiese disfrutar los destinos desde el mismo lugar que lo hacía la gente de mayores recursos. Durante mucho tiempo se creía solo para la realeza, jugadores de fútbol o superestrellas, es accesible para la gran mayoría de turistas que visitan año a año las playas de Europa y el Caribe”, reconoció. Lo describió como la oferta más grande de alquiler de barco para el mercado latinoamericano.
El primer viaje en alta mar
Si bien para Dasso la vida naviera tanto en el Caribe como Europa, era algo con lo que se sentía feliz, fue una experiencia a bordo junto a sus abuelos, primos y tíos que lo impulsó. Algo similar le sucedió a Ignacio. “En 2010 hicimos un viaje en catamarán con amigos a las Islas Vírgenes y quedé fascinado. En ese entonces todavía trabajaba como abogado, pero pocos años después, cuando me comentó del proyecto, no la dudé y dejé todo para acompañarlo”, narró Ignacio Peluffo a este medio.
El boom en pandemia
Si bien aún son pocos los destinos que ofrece, en Argentina se pueden hacer experiencias similares por la Patagonia. El público se está volcando cada vez más por este tipo de excursiones: quizás no en grandes yates de lujo pero sí en cómodos catamaranes que cumplen su función a la perfección. El alquiler de barcos permite visitar las playas más aisladas, las calas más lindas y las marinas más glamurosas: está listo para adaptarse a la “nueva normalidad”.
El concepto no es el de visitar un hotel, sino el de vivir la experiencia de navegar en el mar, disfrutar una noche a la luz de la luna, en una bahía idílica con la mejor compañía. Se pueden contratar actividades náuticas como el paddleboard, kayak, buceo o wakeboard para realizar con tu grupo en las mejores bahías, garantizando diversión y contacto con la naturaleza.
Una vacación en barco significa libertad para navegar, visitar islas, calas y playas de la región, elegir puntos sin turistas a la vista o disfrutar de las playas más top desde el confort de tu barco. Elegir la calidad de bebidas y comidas que desean al precio de la proveeduría local es otro de los beneficios de estas vacaciones. “En lugares como Mallorca podrán disfrutar del mejor vino español y un jamón ibérico de primera sentados en la proa de su barco al resguardo de una magnífica cala. En las Islas Vírgenes pueden hacer snorkel con la más amplia variedad de peces directo desde el barco sin turistas a la vista. Ya en Buenos Aires, salidas desde Tigre hasta Carmelo para disfrutar el contexto natural”, explicó.
Los socios dijeron que en la Patagonia está en pleno desarrollo, pero “es otro tipo de experiencias con de tipo estadías más cortas, con un eje en la reactivación del turismo interno”.
En el contexto de pandemia -donde el viajero prioriza el distanciamiento social-, Dasso destacó el crecimiento inusitado por este servicio: “Los clientes que consumen hoteles all inclusive y prefieren evitar multitudes van a optar por un barco que les ofrece ese servicio a un precio similar con la posibilidad de conocer más lugares en su estadía y evitar personas fuera de su grupo”.
Para Ignacio Peluffo es un estilo de vacaciones que llegó para quedarse, ya que se puede adaptar a la mayoría de los viajantes que veranean en el exterior y en el sur del país. “Se puede adaptar a diferentes presupuestos debido a la amplia oferta que hay en diferentes puntos del planeta”, agregó.
En la Argentina, se pueden encontrar servicios sin tripulación para los más náuticos o se puede optar por disfrutar al máximo las vacaciones con la ayuda de un capitán o una tripulación completa que se encargan de todo. Los precios son variados, hay opciones desde 20 dólares la noche por persona en un velero sin tripulación hasta 500 dólares la noche por persona en catamaranes de lujo en el caribe con tripulación completa y servicio all inclusive.
Tripulación argentina
Santiago y Lucia son una pareja de argentinos que aloja huéspedes en su embarcación Nemo. Un sueño impulsado por el viento que se gestó en plena pandemia. “¿Y si vamos a navegar por el mundo?”, se preguntaron. Sin perder el tiempo, a la semana ya tenían el plan: conseguir un catamarán y ser tripulación para con eso poder mantenerse, viajar y conocer combinado
El cambio de vida fue radical. Ella era agente de viajes, él trabajaba en una empresa de ingeniería de procesos y modernización de organizaciones. Las tareas diarias cambiaron completamente: de mails, excels y reuniones pasaron a mantener un barco. “Algo que no es fácil y requiere muchísimo tiempo”, revelaron, así como también ganaron en el goce de los atardeceres, largas navegaciones, snorkel y playa. “Día a día aprendemos algo nuevo, todos los días hay un desafío nuevo por delante y trabajar en equipo lo hace todo más fácil”, expresaron.
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