A orillas del Nilo, el viento Khamsin sopla permanentemente. Pero parece hacerse más fuerte en un estrecho pasillo, que separa la carpa del Circo Mundial de la fila de viviendas de los artistas:
-Son como casas rodantes, pero sin las ruedas. Las llamamos caravanas…
La tonada cordobesa de Ariel Heredia está intacta, pese a que desde la adolescencia ha viajado por todo el mundo.
Mientras él describe su casilla, el cronista evoca en su memoria los clásicos carromatos de otros circos.
Aquellos que se instalaban en su propio barrio natal. Que no llegaron a despertar similares ilusiones de fuga, pero que alimentaron dulces fantasías ante la actuación de la frágil trapecista. Era una época en la que un pibe sólo podía apreciar la silueta femenina en una función de circo.
La chica actuaba junto a un atlético volatinero, de físico de superhéroe y asombrosa pericia. Había un tercero, que era desmañado, mal entrazado y que siempre parecía estar a punto de caerse.
Con el tiempo aprendimos que ése era el que más sabía. Desde entonces, nunca olvidamos que una fingida torpeza es mejor que un alarde prepotente.
Aquellos espectáculos circenses incluían la presencia de las fieras amaestradas.
Entre una actuación y otra, los payasos hacían una rutina que daba tiempo al armado de una enorme jaula circular. Luego, dentro de ella, rugían los tigres y leones. Y el domador, con un látigo en la mano, los hacía parar en grandes plataformas, para luego saltar atravesando el hueco de un aro de fuego.
Algo que hoy está prohibido en muchos lugares del mundo, como consecuencia de la presión social y de un cambio de valores que hace sentir cada vez más interés por el bienestar animal.
Pero desde El Cairo, Ariel nos sorprende con un dato inesperado:
-Julio, aquí el circo tiene animales… Hay leones y tigres… Y esto es normal en los todos los circos de África.
Pero no es la única sorpresa que nos llega por el zoom:
-A diferencia de lo que pasa en la Argentina, aquí los circos están trabajando. Nosotros en este momento tenemos dos funciones por día. con público. Aquí en Egipto el tema de la pandemia se manejó muy distinto que en otras partes. Y las estadísticas demuestran que eso dio resultado.
El viento del Nilo se mete en el micrófono. Hay que cambiar la posición, antes de empezar a grabar.
Los interrogantes se amontonan. ¿Animales en el circo? ¿Funciones con público, en plena pandemia universal?
La actualidad marca el rumbo de la entrevista y vamos a hablar de eso, cuando encendamos la cámara.
Los 11.805 kilómetros que separan a El Cario de Buenos Aires se desvanecen. Hacemos click y aparece el mago cordobés Ariel Leguiza en su caravana:
-Estás en El Cairo y detrás tuyo veo una ropa que parece ser de actuación artística, con colores, con strass. ¿Esa es ropa de trabajo para las funciones?
-Es la ropa de trabajo nuestra para las funciones. Todo lo hace mi señora.
-O sea, vos sos artista de circo, tu esposa también...¿Qué haces vos, qué hace ella?
-En este caso estamos haciendo un acto juntos. Es un acto de quick change, que es cambio rápido de vestuario. Es un número de magia en el que hacemos catorce cambios de vestuario en dos minutos. Ella trabaja conmigo desde hace 7 años. Y hace 8 años que estamos juntos como pareja.
-¿Y vos sos de circo de toda la vida, empezaste en el circo en Argentina? ¿Cuál es tu historia?
-No, no. Yo vengo de una familia tradicional cordobesa pero mi viejo era fanático del circo y siempre me hablaba y me contaba historias de cuando él era chico y trabajaba en el Circo del Tony Tachuela en Córdoba, que es de la familia Muñoz, y yo crecí mamando esas historias. Entonces, cada vez que venía un circo a Córdoba yo salía corriendo a pedir trabajo para vender, para hacer lo que fuera con tal de estar, mirar la función... Y bueno, llegó a tanto mi amor que yo me escapé de mi casa a los 13 años con un circo. Obviamente mis viejos me fueron a buscar de los pelos y me trajeron de una oreja de vuelta a la casa. Me escapé tres veces más hasta que entendieron que yo amaba esa vida, que me gustaba mucho el circo. Así, con el permiso de mis viejos y la anuencia del dueño de ese circo, porque yo era menor, me fui con la caravana. Empecé a trabajar como peón, armando, desarmando, ayudando a los artistas en la pista, hasta que Cotito -que es uno de los mejores payasos argentinos, de la familia Segura- me dio la oportunidad... En ese caso la oportunidad fue por Luis Segura, Cotito era su suegro. que era el jefe de payasos, y me dio la oportunidad de trabajar con él de payaso. Esa fue mi primera actuación en un circo.
-¿Viajabas con el circo a todos lados?
-Viajamos por toda Argentina. Después regresé a Córdoba, me volví a ir con otro circo. Estuve con muchos como empleado, después fui al Rodas en su época dorada, pero siempre queriendo aprender. Más adelante me apasionó la magia y empecé a prepararme para ser mago. Empecé a fabricar mis propios aparatos ya que es muy cara la magia Me transformé en un autodidacta. Y trabajé muchos años como mago en diferentes espectáculos de circo en Argentina.
-¿Ustedes habitualmente viven en la Argentina?
-Sí. Somos muy nómades. Nosotros, por ejemplo, ahora estamos en El Cairo. El año pasado estuvimos dos años en Argentina. Anteriormente estuvimos un año en Centroamérica. Hace 6 años cuando nació mi hija estuvimos también un año en Centroamérica. Yo estuve 12 años trabajando por todo el mundo, porque trabajaba en cruceros. Siempre he viajado. He sido muy afortunado. Y siempre haciendo lo que me gusta ¿no? Que es la magia. Trabajaba con el muñeco, yo soy ventrílocuo. Se llama Benito.
-En Argentina ¿dónde está tu casa? ¿de dónde son tu esposa y tu hija?
-En Catamarca, es la casa de mi vieja. Está en el barrio Altos de Choya. Mi esposa, Crisitina Ponce, nació en Tucumán, pero es afianzada y criada en Catamarca. Mi nena nació en Guatemala. Y cuando ya tenía 2 años la nacionalizamos argentina.
-¿Cómo llegó la familia a El Cairo?
-Nosotros habíamos terminado de trabajar con la familia Yovanovich, la dueña del Circo Mundial, que es uno de los circos más importantes de Argentina como Servian, como Rodas. Y nos habíamos quedado en Catamarca. Yo estaba haciendo un trabajo -fabrico aparatos de magia para vender para afuera- y me llama Ibrahim que es nuestro representante. Me ofrece venir a trabajar a El Cairo. Fue muy raro, porque al principio yo dije “sí, está bueno, vamos a ver las pirámides”, y después se nos vino el miedo.
-Claro.
-Es cuando uno dice “no che, pero los países árabes, Egipto, ¿no será peligroso?”. Y veníamos así hasta que llegamos. Pero después de varios días pudimos comprobar que hay una falsa propaganda con respecto a lo que es El Cairo, a lo que es Egipto y a lo que es la gente. Vos acá podés andar en la calle. Para que vos tengas una idea: en medio del mercado donde prácticamente caminas como en un hormiguero, podés ir con un iPhone de última generación en un palo de selfie, grabando y contando dólares en la otra mano. y no te pasa nada. Hay mucha seguridad. La gente, el egipcio es muy amable. Son muy simpáticos. Como público son excelentes. Nos sorprendimos gratamente porque obviamente veníamos con ese miedo, con que muchos compañeros me decían “vos estás loco, ¿te vas a ir a El Cairo? Ahí enseguida te ponen una bomba”... Nada que ver. Nada está más lejos de la realidad que lo que por ahí se dice.
-Llegaste al Ciro Mundial de Italia antes de la crisis del coronavirus ¿Qué pasó cuando empezó la pandemia?
-Nosotros llegamos en noviembre del año pasado y terminábamos nuestro contrato ahora el 10 de noviembre de este año. La empresa nos ha pedido que, si queremos, nos quedemos un año más. Y hemos dicho que sí porque estamos tranquilos, seguros. Nos tratan muy bien.
-Pero Ariel, ¿cuánto hace que no trabajan? Con el tema de la pandemia no estará nada fácil.
-Nosotros hace cuatro meses que estamos trabajando, que estamos en actividad.
-¡Ah, volvieron a trabajar!
-Sí, hace cuatro meses que el circo abrió sus puertas de nuevo. Acá fue algo muy raro... Al principio, cuando vimos cómo manejaban la pandemia, teníamos miedo porque solamente cerraron circos, los shoppings, los cines, cositas muy puntuales, Y lo demás siguió la vida normal. Y, obviamente, cuando veíamos toda la publicidad del Covid y todo lo que pasaba teníamos mucho miedo. Pero después empezamos a darnos cuenta que no era tan así, que el mismo gobierno le recomendaba a la gente que salgan a la calle, que tomen aire, que hagan ejercicio. Para que tengas una idea Egipto tiene 130 millones de habitantes y solo tuvo 100.000 contagios y 98.000 recuperados. Y hace dos días leí una noticia que decía que Egipto estaba libre de Covid.
-¿Pero por la calle usan el barbijo?
-No.
-¿Cuando van al circo?
-En el circo se exige entrar con barbijo igual que en los shoppings. Para entrar en lugares cerrados te exigen el barbijo. Lo que pasa acá es que la gente entra con el barbijo y se lo saca. En la función está todo el mundo sin barbijo. Ayer hicimos una función para la petrolera donde había 1.200 personas, una al lado de la otra sin barbijo. Encima trajeron un cantante, una suerte de Chayanne de Egipto, y todo era una locura. La gente no tomó tan a la tremenda la pandemia, porque hubo mucha información fehaciente por parte del gobierno, hicieron las cosas bien. No sé hizo… Yo esto lo digo y te juro por Dios que si hay algo que no me meto nunca ni hablo nunca es de política. Pero a nosotros que estamos de este lado nos da mucha pena, mucha lástima lo qué está pasando en Argentina... sobre todo con la gente del circo. Los circos están cerrados hace 7 meses. Y el circo vive de la gente, vive del espectáculo, no es que los circos son multimillonarios y pueden soportar una temporada sin trabajar. Y lo que están haciendo de no dejar abrir es complicado cuando por ahí ves a los políticos comiendo un asado, abrazándose o haciendo cosas que uno dice “pero por qué no permiten”. Ahora van a habilitar los teatros pero con muchos protocolos. Y está bueno, pero que también dejen abrir los circos. ¡Por favor dejen abrir los circos!
-Así que en El Cairo la gente sale...
-Los shoppings están abiertos. El zoológico está abierto. Los cines. Pero desde hace cuatro meses. Al principio se hizo un protocolo en el que se permitía nada más que el 25% de la capacidad, durante un mes. Y pasados esos 30 días el gobierno autorizó el 50%. Pasó creo que una semana y ya autorizaron el 100%.
-Decime, ¿el Circo Mundial tiene animales?
-Sí. Sí, tiene tigres blancos y leones. Y tiene un terreno inmenso, que queda a 80 kilómetros de El Cairo, donde tiene una especie de reserva con unos espacios pero muy, muy, muy grandes, con piletas, donde están los tigres prácticamente en libertad. Y lo que hacen es que los tigres trabajan 6 meses y 6 meses quedan en la reserva. Y ahora han nacido tigres blancos y tigres dorados.
-Ariel, ¿no hay polémica, no hay resistencia? Porque en otros lugares del mundo es exactamente a la inversa, está prohibido.
-Pero en Europa en muchos países está permitido el trabajo con animales. Solo en América se prohibió. Por ejemplo, en toda África está permitido. En Italia también. En Francia, en España también. Creo que la mayoría de los países europeos permiten trabajar con animales sin ningún problema.
-Vos sos un trotamundos, estás acostumbrado a los cambios. Pero de todas maneras creo que lo más distinto a lo que ha sido tu vida y tu crianza es África, es El Cairo en este caso. No solamente vos, tu familia. ¿Cómo se arreglan con el tema de la relación con los demás, el idioma, la comida?
-Bueno, en el caso de la comida nosotros comemos a lo argentino, o sea milanesas, empanadas. Los compañeros colombianos comen comida colombiana... Todos tenemos nuestras propias cocinas así que cocinamos comida nuestra. Sí probamos mucha comida egipcia. Con el idioma el dueño del Circo y su mujer son árabes pero hablan italiano, porque vivieron muchos años en Italia. Y después tenemos la suerte que donde estamos nosotros, que es New Cairo, la parte rica de El Cairo, todos hablan inglés. Entonces a mí me ayudó el haber trabajado en los barcos para defenderme un poco con el inglés. Mi hija por ejemplo en la escuela habla árabe e inglés, y nosotros también le tenemos acá armada una pequeña escuelita de inglés para que ella siga practicando durante el día y va aprendiendo.
-¿Cuál es el plan de la familia ahora: quedarse, viajar?
-Quedarnos un año más aquí en El Cairo. Tenemos la suerte de poder estar trabajando y cobrando un sueldo que nos ayuda a seguir con nuestra meta que es la casa, nuestro motorhome que lo dejamos allá en Argentina y ahora tuvimos la oportunidad de arreglarlo, mandarlo a pintar y de hacer muchas cosas que por ahí estando allá por más bien que uno gane no alcanza.
-Donde ahora estás, ¿es una casa, un departamento?
-Es una caravana. Es un container preparado para vivir. Tiene todas las comodidades: camas, un baño, cocina...
-Como eran las casas rodantes de los circos tradicionales, los carromatos.
-Claro, un carromato pero que en este caso no tiene ruedas. Éste circo tiene una particularidad muy interesante, que solo hace dos plazas por año: hace 6 meses en El Cairo y 6 meses Alejandría. Entonces solo hace un cambio de plaza en el año. Traen camiones, suben los containers con las grúas, viajan hasta Alejandría, bajan las casillas, viene el personal y te conecta la luz, las cloacas. Uno no tiene que hacer nada. Es más, si se rompe algo en la casilla ellos la arreglan. La heladera se rompió una vez y automáticamente la cambiaron.
-Para finalizar y mientras nos mostrás el circo con tu cámara, ¿cómo te querés despedir?
-Quiero despedirme con un saludo para toda la comunidad circense de Argentina y ojalá Dios nos ayude y pronto puedan abrir sus puertas y volver a trabajar que es lo que quiere toda la gente de corazón.
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