La increíble leyenda del “Rey de los boqueteros”: perfil bajo, torturas y la inspiración para el Robo del Siglo

Claudio Silva Silva fue uno de los ladrones que en 1976 robó millones del Banco de Galicia. Tenía 25 años. Su retiro del delito y por qué decidió no dar entrevistas

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Silva Silva, en una imagen
Silva Silva, en una imagen de tevé

Le decían El Topo o el Rey de los boqueteros. Su apodo estaba bien ganado: en plena dictadura militar robó con su banda el banco Galicia y se fue en subte, con dos bolsas llenas de dólares, como si nada. Un policía se le acercó a pedirle fuego. “No fumo”, le dijo Claudio Silva Silva, uruguayo, leyenda del hampa muy a su pesar.

Intenté entrevistarlo varias veces. Conocí su casa, donde convidaba un aperitivo con picada, y el taller mecánico de Saavedra donde iba a tomar mate y hablar de fútbol. Sobre su vida delincuencial hablaba en cuentagotas y cuando trataba de convencerlo para que cuente su historia, decía:

-Cuando no se sepa nada más de mí o cuando muera, que escriban lo que quieran. Pero ahora no. Vos sabrás entender.

Pasaron 12 años de esos encuentros. Desde entonces lo busqué y no supe nada más de él. En su casa no atendía nadie, nunca tuvo redes sociales y tampoco aparecía por el taller mecánico. Dos opciones: o se sumergió a la capa más profunda del anonimato (ese borrarse del mapa que buscaba) o quizá llegó su final. “Me avisaron que murió hace unos años”, dice un miembro del robo del siglo al Banco Río que trató con él en Devoto y también fuera de la cárcel.

Es probable que Silva Silva nunca supiera que su obra criminal fue una especie de inspiración para los ladrones del robo del siglo. El ideólogo del asalto, Fernando Araujo, antes de idear el plan investigó sobre robos históricos. Quería que el suyo no se pareciera a ninguno. Aspiraba a que fuese único e irrepetible. A la hora de analizar los robos que quedaron en la historia policial argentina, se detuvo en dos grandes golpes.

Uno de ellos había sido ejecutado por Silva Silva, “el rey de los boqueteros”, que rompió un viejo axioma según el cual sólo un delincuente experto puede cometer un robo genial. Era un novato de 25 años cuando en 1976, en plena dictadura militar, decidió dar el zarpazo. El comienzo de la historia fue un domingo cualquiera al mediodía, mientras almorzaban con su madre y su prima. La chica, empleada de limpieza del banco Galicia de Marcelo T. de Alvear 670, hizo al pasar un comentario que llamó la atención de Silva Silva y su hermano José. “En el banco hicieron un simulacro de alarmas. Dice el gerente que es imposible de robar”. La frase, lejos de desalentar a los hermanos, los impulsó a planear lo que ellos consideraban una aventura.

Un día, su prima pidió licencia porque tuvo un ataque de asma. Fue la oportunidad deseada por los Silva Silva. José se postuló como reemplazante de su prima y el banco lo aceptó. No sólo eso: con el tiempo se ganó la confianza de sus jefes y le dieron una llave para que entrara todas las mañanas. Antes del golpe, los hermanos pasaron un sábado en el banco para estudiar el panorama. El fin de semana del 7 y el 8 de agosto de 1976 se encerraron en la sucursal para concretar el robo. Fueron acompañados por dos cómplices: el Negro, y el Loco, un técnico electrónico que desactivó las alarmas. Estaban tan confiados que antes de empezar a hacer el boquete hacia la bóveda de las cajas se pusieron a comer unos sándwiches.

El agujero fue hecho en una pared oculta entre un viejo techo y un nuevo cielorraso más bajo. Pasaron por el boquete y entraron en la bóveda por un conducto de la luz. José quedó afuera porque era el único que podía justificar su presencia en el lugar. Los ladrones se encontraron con 1.976 cajas de seguridad. Se llevaron dólares, francos suizos, libras esterlinas, barras de oro, alhajas y objetos insólitos, como una dentadura, pestañas postizas, cocaína y un envase de antisudoral. Se llevaron un botín de cinco millones de dólares y 50 kilos de joyas.

El Rey de los Boqueteros,
El Rey de los Boqueteros, cuando fue detenido. Lo torturaron

Hubo damnificados famosos: el ex vicepresidente Vicente Solano Lima, la actriz Mona Maris, el gremialista Casildo Herrera y el dinero de la sucesión de Aníbal Troilo.

La huida fue simple. En la estación de subte, Silva Silva vivió dos momentos que nunca pudo olvidar. El primero: un policía no le sacaba la mirada de encima. Silva Silva pensó que todo estaba perdido: el uniformado lo palparía, le revisaría la bolsa y era probable que antes de llevarlo al calabozo le diera una paliza. Pero no, el policía se acercó sólo para pedirle un cigarrillo. Silva Silva respiró aliviado. El segundo: cuando fue a comprar el boleto, el vendedor, al verlo con las bolsas, le hizo una pregunta ingenua que ahora cobra otro sentido: ¿Va a laburar o de picnic? Silva le respondió: “A laburar, querido. A laburar”. Subió al vagón y mientras se alejaba de la estación supo que el plan marchaba como había planeado. Habían escondido parte del botín debajo de las tejas, en pozos y en los jardines de sus casas.

“Soy el rey de los boqueteros, si a mí me das un rato entro en el Banco Nación haciendo un boquete con forma de corazón”, declaró Silva Silva en 1994 al diario Popular.

El otro gran robo boquetero que inspiró a los ladrones del siglo ocurrió entre el 4 y el 6 de enero de 1997, la época del uno a uno, cuando un grupo de ladrones audaces robó 20 millones de dólares de 164 cajas de seguridad de la sucursal de Recoleta (Las Heras y Callao) del Banco Crédito Argentino.

“El ladrón de la película Rififí es un poroto al lado nuestro”, llegó a decir uno de los asaltantes. La banda construyó un túnel durante siete meses, a pocos metros de la comisaría 17° de la Policía Federal.

Interpol buscó a los Silva Silva, a partir de un pedido judicial, pero no hubo pruebas para vincularlos. Cuatro de los ladrones fueron detenidos y condenados. Uno de ellos era un ex espía y el otro un policía retirado. Además de las escuchas telefónicas, un testigo insólito ayudó a esclarecer el increíble robo: un mendigo rengo que solía dormir en la esquina de la farmacia Colón, frente al banco, declaró ante la Justicia que los días previos al robo un grupo de hombres entraba y salía del local de Callao 1519 -que los ladrones alquilaron el 24 de junio de 1996 para comenzar a cavar el túnel- para hablar por el teléfono público ubicado en la puerta de la farmacia.

“La sociedad piensa que los boqueteros son unos ídolos”, dijo uno de los condenados cuando le dieron la libertad condicional.

Entre los damnificados de ese asalto estuvieron Mauro Viale, Mirtha Legrand, Hugo Sofovich, Antonio Cafiero y el ministro de la Corte Suprema, Carlos Fayt. A uno de los clientes le robaron un sable de 150 años que había heredado de su tatarabuelo. Como su valor era incalculable, le pagaron 100 mil dólares pesos por daño moral y psicológico.

Araujo elegía estos dos robos como referentes porque en ninguno de ellos se usaron armas. No hubo lastimados, más allá del daño moral o psicológico a los damnificados, de lo que debe hacerse cargo el banco.

Siempre quedó la sospecha de que Silva Silva había tenido que ver en este segundo robo. De hecho, su nombre apareció entre los sospechosos. Y fue pronunciado por Mauro Viale en su programa en vivo, hasta que en un momento de la emisión apareció Silvia Silva detrás de cámara, con su abogado, pidiéndole al conductor y al periodista que se retractara, que él no había robado ese banco y que no iba a devolver nada porque era inocente.

A Silva nunca le gustaron las cámaras, pero ese día sintió que debía aparecer para calmar las aguas. “Yo sigo pensando que estuvo”, dice un viejo hampón que lo conoció en el penal de Devoto.

Las pocas notas que dio Silva Silva son breves, casi como al pasar. Una de ellas se la hizo Facundo Pastor, publicada en la revista Hombre, en el taller mecánico donde iba el ex ladrón. “Quiero aclarar que nunca lastimé a nadie, nunca lo haría. Sería incapaz ponerle una mano encima a alguien. Soy un tipo de códigos, a mí en la calle me conocía todo el mundo. Hasta la policía me respetaba. Ellos sabían que yo no me mandaba ninguna macana grande”.

-Pero lo del banco fue una macana grande.

-Sí pero no tocamos a nadie. Utilizamos la inteligencia.

-¿Cómo se te ocurrió la idea del golpe?

-Es una historia larga y no te voy a contar todo. Pero se necesita usar la cabeza y no la violencia.

-¿Cómo es eso?

-Claro, yo laburaba de verdad. Hacíamos las cosas bien.

-Eran profesionales…

-(Se ríe a carcajadas) ¿Profesionales de qué? Ahora cuando veo en televisión que hablan de que los que robaron el banco Río son profesionales yo me cago de risa porque nosotros no éramos profesionales y fijate lo que hicimos.

-¿Cuánta plata te llevaste del banco?

-Me llevé cinco millones de dólares en dos bolsas grandes. Me escapé en subte. El de la ventanilla me vio bajar con las dos bolsas cargadas y todo transpirado y me dijo: ‘Mucho trabajo maestro’. ‘Si trabajé toda la noche, pero la verdad fue muy provechoso’, le contesté".(risas)

-¿Después que pasó?

-Cometimos errores y todo terminó, pero quiero aclararte que nunca más volvería a robar un banco en la Capital Federal. Yo cuando lo hice era un pendejo inconsciente. Ahora tengo mi familia, amo a mis dos hijas. Son lo más grande que pasó en la vida y por ellas no me volvería a meter en otro quilombo.

-¿Cómo se hace un boquete?, ¿Cuál es la fórmula perfecta?

-La única fórmula es tener tiempo y la mejor aliada del tiempo es la paciencia. Del robo aprendí que en la vida no hay que hacer nada rápido. Ahora tengo más paciencia que antes.

El Banco de Galicia que
El Banco de Galicia que robó Silva Silva

Después del 13 de enero de 2006, el día que se consumó el robo del siglo al banco Río de Acassuso, otra vez apareció el nombre de Silva Silva dando vueltas.

Fue en ese momento que lo contacté. Fueron varios encuentros. Era cordial, amigable, hablaba de fútbol, de autos (sobre todo del Turismo Carreteta y del TC 2000) y juraba estar retirado del delito.

-No robo más.

-¿Nunca lo tentaron?

-Si, pero no vi a nadie más de ese rubro. Yo fui ladrón de milagro. Debuté en un Mundial y lo gané. Ni las inferiores hice.

-¿Ahora de qué vive?

-Coloco pisos. Me ofrecieron escribir libros, hacer un documental, una película, pagarme por una exclusiva en la tele, pero no puedo dar la cara. Fui ladrón y eso no se muestra como si fuera un oficio o una profesión. Y no me presto al circo.

-¿Volvería a delinquir?

-Ni por toda la guita del mundo. Mirá, en cana me torturaron los milicos. La pasé muy mal.

Silva Silva no mentia. Cuando la banda cayó presa, fueron torturados. En prisión, el uruguayo conoció a Mariano Narciso Castex, el prestigioso psiquiatra forense. A él le contó sobre las torturas y la historia del robo. Es más, le dijo por qué no escribía un libro. Y Castex lo escribió: se llama “Los violadores del Retiro” y está por reeditarse. Ese golpe es uno de los más grandes de la historia, pero nunca fue llevado al cine.

La última vez que vi a Silva Silva, picada y cerveza de por medio, me contó el motivo por el que no daba notas.

-Por un lado, un ladrón no es una persona pública. Debe vivir en las sombras. Y por el otro lado no quiero joderles la vida a mis hijas. Ellas son decentes. Y una de ellas quiere hacer carrera en un banco. Con mis antecedentes, la van a volver loca.

-¿Le quedó nostalgia de el gran robo que cometió?

-Puede ser. La adrenalina. Eso que te hace sentir vivo y a la vez en peligro. Todo se te puede ir de las manos. ¿Y sabés de lo que no me olvido? Del olor de la guita nueva. Más que de la cantidad, por que eso va y viene y no me quedó nada, ese aroma me quedó en la cabeza. Mientras los tuve, olía los billetes como si fuera el cuello de una mujer perfumada.

Eso dijo Silva Silva, y luego tomó un sorbo de cerveza.

Nunca más volví a verlo.

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