“Mamá te busco”: una partida de nacimiento falsa, un llamado inesperado y pacto de silencio que se rompió después de 42 años

En noviembre de 2019, Alejandro Gastón Yañez se enteró que su partida de nacimiento estaba adulterada y que, quienes decían ser sus padres, se habían apropiado de él de manera ilegal. Tras confirmar, ADN mediante, que no es hijo de padres desaparecidos durante la Dictadura Militar, encabeza un campaña para encontrar a su madre

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Alejandro Gastón Yañez tiene 42
Alejandro Gastón Yañez tiene 42 años. En noviembre de 2019 se enteró que su partida de nacimiento era falsa y que, quienes decían ser sus padres, se habían apropiado de él de manera ilegal.

Alejandro Gastón Yañez llega a la nota con Infobae puntual. Es un miércoles gris de octubre y trae en sus manos una bolsa de tela con varios álbumes de fotos, que luego desplegará sobre la mesa. “Pocho”, como lo llaman cariñosamente amigos y familiares, es hijo único y tiene 42 años. Casado con Analía desde hace casi dos décadas, es emprendedor y, también, papá de dos adolescentes: Melina (16) y Agustina (12).

Nació a mediados de 1978: “En pleno Mundial y en plena Dictadura”, dice. Hasta el año pasado creyó que su cumpleaños era el 14 de julio, como indicaba su partida de nacimiento. “Ahora son todas suposiciones”, dice.

Todo comenzó un viernes de noviembre de 2019, cuando recibió un llamado de la Unidad Especializada para Casos de Apropiación de Niños durante el Terrorismo de Estado (N. de la R.: a cargo del Dr. Pablo Parenti y las doctoras María Laura Ramírez y Mariana Inés Cahn). “Me convocan para ir a una audiencia el martes a las 10 de la mañana. Pregunté de qué se trataba y me contestaron que era confidencial. Me pidieron que por favor no faltara. Yo no entendía nada”, recuerda.

Algunas de las imágenes de
Algunas de las imágenes de los álbumes de fotos que Gastón compartió con Infobae. "Supuestamente nací el 14 de julio de 1978. Digo supuestamente porque puede haber un margen de error de una semana. No fue una adopción legal, a mí me apropiaron", dice.

Ese fin de semana, dice, se la pasó navegando en Internet. “Empecé a maquinar mal. Miraba videos de la época del Proceso. Fue terrible. Terrible”. A pesar del cimbronazo se contuvo de encarar a sus “padres”. Todavía le cuesta referirse a ellos con el término que en realidad los describe. “Sé que son mis apropiadores, lo tengo bien claro. Lo mío no fue una adopción legal. Ellos sabían muy bien lo que estaban haciendo”, sostiene Gastón y dice que, a pesar de todo, no los quiere exponer. Por eso pide no publicar sus nombres y tampoco accede a compartir sus imágenes. “No me gustaría que les pase nada. Son gente grande, ella tiene 76, él 70, y no quiero que la pasen mal en esta última etapa de su vida”.

Gastón dice que tuvo una
Gastón dice que tuvo una infancia "buena". "Me dieron todo. Nunca me hicieron faltar nada", dice acerca de sus apropiadores.

Algunas pistas

Según Gastón, nunca en 42 años tuvo la sensación de ser sapo de otro pozo. “Hasta el día de hoy encuentro cierto parecido físico entre mi mamá y yo. Jamás tuve motivos para sospechar que fui apropiado. Siempre creí en mis padres. Ahora, con el diario del lunes, me doy cuenta de que en realidad hubo un par de situaciones que fueron sospechosas”, admite y enumera tres episodios puntuales.

Del primero no puede precisar fecha. Era adolescente, quizá un poco más grande. “Tuve que hacer una trámites y noté que en mi partida de nacimiento decía que yo había nacido en La Plata. Mis viejos eran de San Martín: algo no me cerraba. El cuento que me hicieron fue que el médico de mi mamá estaba en La Plata y, como ella quería tener el bebé con él, entonces viajaron para allá”.

El segundo fue en 2001. Después de casarse, Pocho y su mujer se fueron a vivir un tiempo en la casa de la abuela de él. Una noche, cuenta, mientras miraban algunas fotos que la mujer tenía en el living, él comentó que no había imágenes de su mamá embarazada. “En joda le dije: ‘¿No seré adoptado, abuela?’. Ella estaba en la cocina y se quedó callada. Yo la miré a mi mujer, estábamos sentados en la mesa, y volví a insistir: ‘¿No seré adoptado?’. Ahí ella me contestó: ‘Yo a La Plata no fui. Preguntale a tu mamá’. Pero sonó a chiste. Nos reímos y pasó”.

El tercero episodio fue hace aproximadamente diez años. “En una discusión familiar uno de mis tíos dijo algo así como: ‘Hay que averiguar los orígenes’. En ese momento lo encaré a mi viejo y le pregunté porqué había dicho eso. ‘Lo dice para que nos peleemos entre nosotros. No le des bola’, me contestó. Ahora digo: ‘Qué tonto fui’”.

La partida de nacimiento falsificada
La partida de nacimiento falsificada de Gastón. Documento clave que dio pie a la investigación de oficio de la Unidad Especializada para Casos de Apropiación de Niños durante el Terrorismo de Estado.

El día “D”

Ese martes de noviembre de 2019, Pocho se presentó en la fiscalía ubicada en el segundo piso de la calle Perú 545. “Entré y estaba mi partida de nacimiento sobre la mesa. Cuando la vi dije: ‘De esto se trataba’. Entonces me explicaron que me habían citado porque el documento estaba adulterado y porque el nombre de la partera, María Alessio De Napolitano, figuraba en algunas causas, aunque no por tráfico de niños sino por abortos clandestinos”, repasa.

En ese mismo momento, cuenta, le preguntaron si se quería realizar un ADN para ver si era hijo de desaparecidos. Dijo que ‘Sí’. "Quería saber. Esperé media hora y vino una chica del Banco Nacional de Datos Genéticos”.

La situación lo dejó abatido. “Siempre me consideré una persona fuerte. Hasta ese momento era un tipo que no lloraba por nada. A partir de esto, me pasé dos meses llorando sin parar. Me pegó muy fuerte”, cuenta Pocho.

Gastón (a la izquierda) el
Gastón (a la izquierda) el día de su graduación, junto a sus compañeros del Instituto Tomás Devoto del barrio porteño de Villa Urquiza. "Muchos conocían a mis viejos y cuando les conté todo esto no lo podían creer", cuenta.

A sus apropiadores lo enfrentó un mes después. “Fue justo antes de las fiestas. Quería esperar el resultado del ADN. Me habían dicho que tardaba tres meses, pero demoró un poco más. El 10 de marzo de este año me dieron el resultado: negativo. No aguanté y los encaré los primeros días de diciembre. Al principio me lo negaron. ‘¿Quién te dijo eso?’, me decían. ‘Por favor no me mientan mas’, les dije. Mi mamá quiso empezar a hablar, pero se quebró. Entonces mi viejo tomó la posta. Lo primero que me dijo fue: ‘No somos unos hijos de pu..’. Después me explicaron que no podían tener bebés y, como la adopción legal era muy difícil, una vecina amiga de mi mamá les pasó el contacto de esta partera de La Plata”.

De acuerdo al relato que le hicieron, una semana o quince días antes de su nacimiento (en julio de 1978) el apropiador de Gastón viajó a La Plata a la casa de la partera María Alessio De Napolitano, ubicada en la calle 62 Nº 893, a una cuadra del Parque Saavedra, a unas dos cuadras de la Clínica del Niño (11 y 63) y a tres del Hospital del Niños (14 y 65) “Sor María Ludovica”.

“Él me cuenta que vio al marido de la partera y que el tipo le explicó que los bebés eran de chicas jóvenes, estudiantes, que no querían tenerlos. También dice que justo pasó una chica embarazada y le dijo que ella era mi madre y que era de Carlos Casares. Unos días después los llamaron para avisarles que nací y me fueron a buscar”.

"Si tuviste un bebé en
"Si tuviste un bebé en la casa de la partera María Alessio De Napolitano, ubicada en la calle 62 Nº 893, Mamá te busco. No te juzgo, quiero encontrarte, mirarte a los ojos y contarte que estoy bien. Me gustaría saber de vos y de mis orígenes biológicos. Por favor no me prives de conocer mi identidad", dice Gastón. Su pedido es casi una súplica.

El pacto de silencio

Durante la conversación, dice Gastón, sus apropiadores le admitieron que jamás le iban a revelar la verdad. “No te lo íbamos a contar porque para nosotros eras nuestro hijo. Era un secreto que nos íbamos a llevar a la tumba”, le dijeron.

"Están convencidos de que hicieron una obra de bien. Que, de no ser por ellos, yo iba a quedar abandonado. Mamá, incluso, me cuestiona: ‘Yo soy tu mamá ¿Por qué la buscás?’, me dice. Está en esa postura de: ‘Te di todo. No seas desagradecido’. Pero bueno, tiene que entender que lo que hago no es en contra de ella sino por mí, para encontrar mi identidad. Papá, por suerte, es un poco más comprensivo”.

-¿Pensaste en no verlos más?

-Y… te pasa de todo por la cabeza. Bronca, impotencia pero, sobre todo, una sensación de ahogo. Es muy fuerte enterarse de que las personas que llamabas mamá, papá, tío, primo, abuela, en realidad no lo eran. Quisiera perdonarlos, pero todavía no pude porque el dolor de la mentira sigue ahí y es terrible. El tiempo ayudó a apaciguar las aguas y también me sirvió mucho hablar: con mi mujer, mis hijas y mis amigos. Me hace bien. Mi idea, si encuentro a mi familia, es unirlos a todos. Esto tiene que ser reparador.

Me dijeron que mi mamá
Me dijeron que mi mamá era de Carlos Casares. No sé si es cierto pero es una pista. "Me ilusiona pensar que puede estar viva y que puedo tener hermanos y un papá", dice Gastón.

-Me dijiste que el 10 de marzo de 2020 te confirmaron que no eras hijo de desaparecidos. ¿Qué te pasó en ese momento?

-Fue terrible. En la página de Abuelas de Plaza de Mayo hay fotos de las madres desaparecidas con la posible fecha de nacimiento de los bebés. Busqué por años y mes y encontré tres opciones. Había una que para mí era mi mamá. La veía y decía: “Esta es mi mamá”. Por eso, cuando el ADN me dio negativo fue una desilusión. Por otro lado me puse contento, porque pienso que mi mamá puede estar viva y que puedo tener un papá y hermanos.

-¿Eso te impulsó a arrancar con la campaña de búsqueda en redes sociales?

-Un poco sí. Mi idea es ir a Carlos Casares. Es una pista, pero bueno, en este momento cualquier dato es útil. Por otro lado, también me sumé a una petición en Change.org para que se abra un Banco Nacional de Datos Genéticos Universal para los que están en una situación similar. Porque seamos sinceros: ¿qué hace la gente como yo? Esos que no somos hijos de desaparecidos, pero que fuimos apropiados y no sabemos quiénes son nuestros padres. El Estado tendría que estar presente.

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