La cuarentena la dejó varada en Pinamar, pero se reencontró con su novio de la adolescencia después de 30 años y se quedó a vivir

Estaba de vacaciones cuando se decretaron las medidas de aislamiento. Obligada a permanecer en la ciudad balnearia, volvió a ver a su primer amor y ya no quiso retornar a San Telmo. “Pude acomodar mi trabajo y opté por instalarme junto a mi novio de los 13 años, que vivía aquí”

Desde los 19 años que Marcela visita Pinamar cada verano. Este 2020 llegó para quedarse

Los mejores recuerdos de su adolescencia están en los frondosos bosques de Pinamar, escuchando las olas del mar, y el movimiento de las ramas de los árboles. “La primera vez que fui a esta ciudad tenía 19 años. Primero en familia, después con amigos, y finalmente con mis tres hijos”, cuenta Marcela. Este verano 2020 no fue igual a otros, todo cambió.

Como solía hacer durante décadas, Marcela D' Ambrosio (47), emprendedora y creadora de Live Work & Joy, programa que diseñó con base en Mindfulness, neurociencias y coach ontológico, visitó la ciudad balnearia para pasar otras vacaciones soñadas. “Llegué a finales de febrero para aprovechar el fin de la temporada. Pero así, de sorpresa, se declaró la cuarentena obligatoria a raíz de la pandemia”, le relata a Infobae. Con la circulación restringida, no pudo volver a su casa en San Telmo.

Pero esa no fue la única sorpresa. Durante sus días de descanso en la Costa Atlántica, Marcela -que lleva años separada del padre de sus tres hijos-, se reencontró con su primer amor: Federico. “La última vez que lo vi tenía 13 años, pasaron casi tres décadas. En el 2006 él se mudó a Pinamar, volver a vernos fue mágico".

Se reencontraron después de casi treinta años: "nos abrazamos y no nos volvimos a separar"

Allá por 1993, Marcela y Federico salieron durante casi un año, pero apenas iniciaban la adolescencia. Se separaron, y cada uno formó su familia. En enero de este año una amiga en común ofició de celestina. “Se lo cruzó en el balneario y le comentó que me vería esa noche. Él le pidió mi teléfono, y me invitó a una cerveza. Nos reconocimos, y nos dimos un abrazo eterno, desde ese día no nos volvimos a separar”.

Con la llegada de la pandemia, Marcela no pudo volver a capital, pero a esa altura, tampoco quería, “ni por el asfalto ni por mi amor, solo por mis hijos. La idea de quedarme cada vez sonaba más fuerte. ¿Por qué no? Se lo planteé a mis tres hijos, que son mayores de edad, y decidí quedarme”.

De turista a residente

Para esta emprendedora, lo más difícil de la mudanza fue la distancia. “Los extraño bastante, pero una vez que se levanten las restricciones pensamos un esquema de visitas porque son apenas algunos kilómetros”, dice.

En familia y amigos en Pinamar

Federico trabaja como gerente comercial en una concesionaria, y vive en un dúplex a tres cuadras del mar. Allí se instaló Marcela, que pudo adaptar su trabajo a la era virtual . “Veo los pinos, los árboles, el silencio... todo eso es lo que amo. Ese silencio que habla de la naturaleza, oigo las ramas de los árboles, escucho las olas del mar... no necesito nada más”, destaca.

Según confirmó Infobae, la pandemia despertó en muchos la fantasía de un cambio de estilo de vida. Con ganas de concretarlo, se activaron las consultas para mudarse a zonas tranquilas como Pinamar y Cariló.

Conscientes de esta tendencia, desde la intendencia lanzaron este lunes Respira Pinamar, con el propósito de mostrar los beneficios que ofrece este balneario. En apenas 24 horas tuvieron por lo menos 5.000 visitas con preguntas específicas sobre las chances de radicarse allí. En los últimos 12 años el partido de Pinamar fue el municipio de la provincia de Buenos Aires con el mayor crecimiento demográfico: 84%.

Los días tienen otro ritmo

Un antes y después

En Pinamar, Marcela cuenta que tiene todo lo que siempre soñó y más. “No tenía una mala vida en San Telmo, para nada. Siempre tenía algo lindo para disfrutar. Pero es increíble el cambio de contexto”. Ahora repite una y otra vez: “Siento una calma enorme. Tengo otros tiempos, otra conexión conmigo misma. Y eso se traduce en mejor calidad de vida”, completa.

Ninguno de sus días son iguales. No tiene rutinas ni hace planes a largo plazo. “Los lunes los uso para ordenar y coordinar las reuniones de la semana, y después voy improvisando y haciendo lo que siento. Salgo a correr por la arena, y luego medito un rato largo en la orilla".

A su nueva vida solo trajo una valija, la misma con la que llegó en marzo de vacaciones. Su departamento de tres ambientes en San Telmo quedó armado para sus tres hijos. “Ese es otro aprendizaje, estar liviano y despojado de lo material. Cuando estás bien no precisás más que tu estado interno”, resalta.

En el subte porteño

La seguridad no es un tema menor. “En una ciudad como Buenos Aires hace rato que dejé de caminar de noche sola por las calles, me había olvidado lo que se siente... es algo increíble”.

El frío y la tranquilidad del invierno, comparado al movimiento de la Capital, tampoco fue algo que padeció. “Me dijeron que sentiría mucho las bajas temperaturas, es un mito”.

El costo de vida también es otro beneficio. “Una casita de dos cuartos, con dos baños completos, toilette, calefacción, parrilla y patio se alquila por 20.000 pesos mensuales". Las compras del supermercado y las salidas también son más económicas en comparación a la ciudad.

Efecto contagio

Feliz con la mudanza, Marcela convenció a su hermana para que la siga. El 20 de septiembre desembarcó en Pinamar con su marido y sus dos hijos. “Ya los anotaron en el colegio, y alquilaron casa... ahora voy por mis amigas”, dice.

Y sigue: “Fue un cambio de paradigma... vivir más livianos, estar más conectado con uno mismo. Es todo positivo. El amor y una nueva forma de vida en la naturaleza, en el lugar que siempre soñé, me animaron a arriesgarme, a lanzarme y seguir mi corazón. Lo recomiendo”.

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