Las críticas de Frondizi y el pedido de renuncia que le hicieron los Comandantes en Jefe: cómo se gestó la caída de Onganía

El presidente de facto Juan Carlos Onganía detentó el poder durante cuatro años tras derrocar al gobierno constitucional de Arturo Illia. Pero la inestabilidad política que había en el país a principios de 1970 precipitó la llegada de Levingston al gobierno

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A simple vista, en abril de 1970, la superficie del panorama argentino parecía tranquilo, a pesar del Cordobazo del año anterior. Sin embargo, para aquella época, el ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, en abril de 1969, advirtió en el semanario Panorama: “El pueblo argentino aparece como desinteresado de la cosa pública. Esta actitud contrasta visiblemente con las tensiones y conflictos de años anteriores. Hoy, por lo menos aparentemente, un gran silencio ha sustituido a aquella vocinglería. Esta pasividad ha rematado en una franca ruptura entre quienes ejercen el gobierno y el pueblo gobernado. Cuando así ocurre se produce un vacío en la gestión de los intereses generales que no hallan representación en semejante gobierno. Este vacío es cubierto, quiérase o no, por una multitud de intereses particulares que no tienen por qué coincidir con el interés general del país”.

Las sutiles declaraciones de Aramburu de un año antes no fueron tomadas en cuenta, parecieron perderse en medio del fárrago de palabras que conlleva la ausencia de expresión de su clase dirigente. Para el historiador estadounidense Joseph Page, el mandatario de facto Juan Carlos Onganía “no era capaz de percibir otra realidad: que se encontraba sentado sobre un barril de pólvora y que bastaba una pequeña chispa para hacerlo estallar.”

Las declaraciones del ex presidente constitucional Arturo Frondizi y tres documentos secretos elaborados dentro del Ejército comenzaron a diseñar los últimos días de Onganía y un tiempo final de la declamada Revolución Argentina que puso fin al período del radical Arturo Umberto Íllia en junio de 1966.

Gran conocedor de los humores que subsisten en los entresijos de la sociedad, Arturo Frondizi afirmó el 22 de abril de 1970 que “la esperanza que el país depositó en el gobierno del teniente general Juan Carlos Onganía, mandatario de la Revolución, está agotada. En estos casi cuatro años, no se ha hecho la Revolución sino que el gobierno se ha entregado a la Contrarrevolución.” El ex mandatario constitucional advertía con preocupación que el gobierno había perdido el respaldo de importantes sectores “como no podía ser de otra manera, una tendencia al manejo despótico del poder” y criticaba severamente a la política económica. Casi en el mismo sentido de Aramburu observaba “el desinterés de la comunidad en la acción oficial, a la que interpreta como ajena.” En el plano político, Frondizi habló de “la más tremenda confusión respecto de los planes institucionales de la Revolución.”

El pronunciamiento de Frondizi no fue bien recibido en el Tercer piso del Edificio del Comando en Jefe del Ejército, en el que trabajaba el teniente general Alejandro Agustín Lanusse. El jefe militar “está indignado” comentó uno de sus asesores más cercanos. Para peor, en esas horas, le acercaron un proyecto de discurso que debía pronunciar en el Día de la Caballería el respetado general (retirado) Héctor Solanas Pacheco que en nada desmerecían los conceptos de Frondizi. Para el “asesor militar” de Lanusse el texto era “una bomba, ¿quién lo embaló?”. Lanusse se vio en la necesidad de que Solanas Pacheco no hablara y así se lo hizo saber, al escribirle que “cuando estime que el Ejército deba hacer o decir algo, procederé como lo he hecho siempre: dando la cara, asumiendo plenamente mi responsabilidad, ejerciendo la autoridad de mi cargo… debo expresarle que no autorizo a que pronuncie esta alocución.”

En otro momento del mismo día Lanusse recibió a dos personajes que solían frecuentar los pasillos oficiales y sin decir “agua va” le dijeron que “la etapa de Onganía estaba agotada. No puede ya ser el sucesor institucional de la Revolución. Si persiste la alternativa hará que se transforme en un dictador apoyado exclusivamente por el Ejército.” Los invitados señalaron que la figura de “relevo” era Lanusse. Así está anotado a mano en los apuntes del “asesor”. A continuación, los visitantes le dijeron al comandante en Jefe que se debía destituir a Onganía, “reasumir el poder revolucionario y designar a Lanusse.” Tras estas opiniones de un jurisconsulto y un periodista (más tarde asesinado en los setenta), el “asesor” se quedó a solas con su jefe.

La llegada de Onganía al
La llegada de Onganía al poder.

Ante tales afirmaciones el “asesor” escribió: “Evidentemente, están en pedo. Cómo pueden ser tan imbéciles, es algo que no comprendo. Lo grave es que individuos así tengan acceso al comandante en Jefe. A solas le di mi opinión y creo que coincide con ella”. El “asesor” observaba otra salida con una situación diferente. El consejo que le daban a Lanusse, anotó, “era la peor solución pues impide la institucionalización del poder.”

El mismo día que se conocieron las palabras de Frondizi y que el “asesor” hizo sus anotaciones, el teniente general Onganía pronunció unas palabras y le respondió al ex presidente durante un almuerzo con los miembros del Círculo de la Prensa. Dijo: “Hoy mismo la crónica registra el juicio aventurado y especulativo de aquellos que introdujeron la confusión en el país, con pactos y subterfugios llevando a la República a una bancarrota moral y material, cuya recuperación costó sangre y dolor a los argentinos y de la cual aún soportamos las consecuencias. Al país, que tiene buena memoria, no le preocupan la falacia y la especulación.” El “asesor” anotó en sus apuntes: “Onganía perdió la chaveta en el discurso pronunciado en la comida de la prensa. Por primera vez reaccionó violentamente contra una crítica. La víctima fue Frondizi. Va a dar que hablar”.

El 28 de abril de 1970 el general Onganía recibió a Lanusse en su despacho de la Casa de Gobierno, oportunidad en la que el comandante en Jefe le leyó y dejó un documento de análisis realizado por sus colaboradores. Tras la reunión Lanusse habló con su “asesor” y éste anotó: “Al parecer (Onganía) asumió el golpe aunque le costó tragar algunas cosas. Aprobó la idea de reunirse con los mandos… para los generales del Estado Mayor General el documento Situación no tiene desperdicio.”

En diez carillas y en forma muy meticulosa, con un afinado lenguaje, Lanusse le dice a Onganía que “en las últimas semanas se ha podido apreciar un recrudecimiento de la campaña desatada por distintos sectores contra el Gobierno y el Presidente de la República.” A las críticas “se agrega la divulgación de negociados reales o imaginarios (en los cuales se hallarían complicados hasta Ministros y Secretarios de Estado) con la intención manifiesta de crear la imagen de un gobierno corrompido al servicio de monopolios extranjeros y tendencias ajenas al sentir nacional.”

En el plano político se le informa a Onganía sobre “la incapacidad del Ministerio del Interior (en manos del general Francisco Imaz) para brindar una imagen del proceso revolucionario que concite el consenso de influyentes sectores de la ciudadanía (…) en este orden de ideas conviene destacar que si bien se anhela un plan político, en general no se pretende un calendario electoral pues existe conciencia de que en estos momentos ni constituye una exigencia mayoritaria ni resulta un curso de acción adecuado para la solución del problema nacional.”

Al tratar en pocas líneas las recientes declaraciones de Frondizi, se transmite la idea de algunos sectores en cuanto a la preparación de “un golpe de estado”. En el campo económico (el Ministro era José Dagnino Pastore), se hace ver el incierto futuro de los frigoríficos nacionales y “la influencia de intereses extranjeros en las decisiones económicas”, en medio de una campaña de rumores contra la empresa DELTEC, relacionada con el ex ministro Adalbert Krieger Vasena. En el cuadro de situación no quedan sin relatar los quebrantos comerciales del mes de marzo de este año y “una supuesta política tendiente a arruinar la pequeña y mediana empresa nacional en beneficio de las filiales de los grandes monopolios extranjeros.” Luego de mencionar el “incremento de los precios” y los rumores sobre “negociados” (casos DELTEC, licitación del complejo Zárate-Brazo Largo y la intervención de capitales japoneses para la modernización de los ferrocarriles), el documento entra en el ámbito castrense.

Párrafo del documento entregado a
Párrafo del documento entregado a Onganía el 28 de abril de 1970

Al analizar el Ejército y luego de considerar el humor castrense, sostiene que “permanecer indiferente podría traer como consecuencia un deterioro del Gobierno y de los Comandantes en Jefe…con tal motivo pareciera conveniente analizar cuidadosamente las críticas y organizar una exposición del Presidente para los Generales, Almirantes y Brigadieres similar a la que tuvo lugar en septiembre de 1969.”

Mientras los altos mandos y el presidente de facto analizaban o conversaban sobre los problemas que saltaban a las páginas de los diarios, en esos mismo días, en la penumbra, existían otros hechos y apellidos que pronto figurarían en los medios de comunicación. Eran los que preparaban para la etapa de “la guerra popular prolongada”. Salvo escasos y contados sectores militares, policiales y civiles la sociedad vivía en la ignorancia de lo que se avecinaba:

El 27 de abril de 1970, Montoneros-Descamisados copó el Destacamento de Policía en Quebradas de Las Rozas y robo uniformes y armamento. Habrían participado entre otros: Alberioni Elvio (NG -Nombre de Guerra- Gringo); Ignacio Nacho Vélez y tres guerrilleras.

El 28 de abril, Montoneros con Mercedes Inés Carazo NG Lucy, junto a su esposo Marcelo Kurlat NG Monra, tomaban parte en el asalto cometido al Banco Norte y Delta Argentino de Don Torcuato.

El 30 de abril, Montoneros-Comando Juan José Valle asaltan el destacamento policial de General Paz y Mosconi en la Capital Federal. Participan: Fernando Abal Medina NG Ricardo Roque Suarez; Norma Esther Arrostito NG Gaby o Flaca o La Viuda; Mario Eduardo Firmenich NG Pepe; Carlos Alberto Maguid y Carlos Ramus Iribarren.

El 7 de mayo de 1970, con la crisis que se avecinaba en el gobierno militar, Juan Domingo Perón le escribe a su Delegado en Montevideo Pablo Vicente: “Veo por sus informaciones y por las que recibo de los más variados conductos que en la Argentina las cosas van de mal en peor, aunque el ‘amigo’ Onganía todavía no se haya dado cuenta y se sienta en el mejor de los mundos por lo que se suele decir. Es que en estos casos, como en el de los maridos engañados, el culpable es el último que se entera.”

Al día siguiente, el teniente general Alejandro A. Lanusse recibió otro informe de Situación en la que se le comunicaba que el panorama presentado a fines de abril “se mantiene sin variantes” y “continúan los rumores sobre posibles cambios en el Gabinete Nacional”. En los trabajos de estos meses se trata por vez primera “el clima de intranquilidad reinante por los últimos asaltos no ha disminuido pese a los éxitos de las fuerzas del orden en algunos casos aislados”.

El informe militar sí le dedica un buen espacio a las próximas elecciones en el Círculo Militar, caja de resonancia de la Fuerza, e informa que el general (RE) Labanca, el Cnel Molina y el Tte Cnel Alsina, han promocionado una lista encabezada por el general (RE) Justo León Bengoa “con la evidente intención de aprovechar esa circunstancia para politizar un acto normalmente rutinario. A dicha lista se opondrá otra que propicia la candidatura del general (RE) Rosendo Fraga y que por la calidad y prestigio de sus integrantes, se aprecia triunfará sin mayores inconvenientes.”

En cuanto a la exposición que realizó el Ministro de Economía el 5 de mayo, el informe pone de manifiesto que “el saldo de la misma se considera positivo aunque personalmente el Comandante en Jefe no quedó satisfecho de la respuesta dada a su pregunta sobre las causas de la proliferación de entidades financieras extra bancarias y las medidas que se adoptarían para limitar su actividad.”

Así se llega a la convenida reunión del general Onganía con los altos mando del Ejército. Lanusse relató en su libro Mi testimonio que la cumbre se llevó a cabo en un salón cerrado cercano al chalet presidencial el 27 de mayo de 1970. “La exposición, dijo el jefe militar, fue lisa y llanamente una catástrofe nacional (…) Con la Nación a punto de estallar, el Jefe del Estado, calmosamente, se dedicó ese 27 de mayo a dibujar pirámides jerárquicas que indicarían nuevas ideas para lograr estructuras participacionistas. La filosofía era de un corporativismo literal, puro, en que intentaba embretarse la pasión política de los argentinos.” A medida que el Presidente iba exponiendo se notaba la sorpresa frente a la irrealidad y el desasosiego. El general Jorge Raúl Carcagno, luego de un tiempo prudencial, le preguntó a Onganía en cuánto apreciaba la duración de la etapa para concretar los objetivos que se exponían y el Presidente dijo: “Es un proceso muy largo. No se puede reestructurar la sociedad en diez o veinte años.” Ante otra pregunta –esta vez del general Alcides López Aufranc– Onganía señaló en un pizarrón unas pirámides, triángulos y círculos que manifestaban planes, ideas, estructuras sociales, y esquemas que nadie entendía, o querían entender. En esas horas el “asesor” describió en sus apuntes el clima general del Ejército tras el encuentro en Olivos:

Parte del resumen de la
Parte del resumen de la reunión entre Onganía y los altos mandos del Ejército, que sellaron su suerte

A la mañana siguiente el Ministro de Defensa, José Cáceres Monié, mantuvo un off the record con los periodistas acreditados ante su cartera. Conocía lo sucedido el día anterior, les advirtió: “En la práctica, el gobierno ya cayó.”

Así se llegó al viernes 29 de mayo de 1970 en que se celebró el Día del Ejército en el Colegio Militar de la Nación y se cumplía un año del cordobazo. Como era una costumbre, tras las palabras del comandante en Jefe se pasó a un salón para un brindis. En ese momento, un oficial se apersonó e informó que había sido secuestrado el teniente general Pedro Eugenio Aramburu. El lunes 1º de junio se realizó una primera reunión del Consejo Nacional de Seguridad. Al día siguiente se llevó a cabo la segunda, de manera desordenada, en la que el ministro Imaz puso de relieve la condena peronista al secuestro del ex presidente de facto. Lanusse completó el concepto diciendo que Paladino también culpaba al gobierno y propuso convocar a la dirigencia política. Una idea que fue considerada sacrílega por Onganía. El 30 de mayo, Perón dio una opinión de manera indirecta. No un comunicado firmado, asegurando que el hecho era contrario al espíritu del peronismo y dejando entender que los autores no eran justicialistas.

El 1º de junio de 1970, Perón le explica al Mayor Vicente que “lamentablemente he debido tomar la resolución que le adjunto por parte de Comando Superior Peronista porque ya no es posible seguir con la existencia de dos delegaciones dados los inconvenientes que está produciendo el enfrentamiento cada día más grave entre Usted y la Secretaría General del Movimiento, precisamente en los momentos que más necesario resulta la existencia de una conducción. Ya decía Napoleón: ‘es mejor un mal general que dos buenos’ ya que la dualidad de comando es el mejor camino para llegar a la anarquía y el desorden.” Le dice, además, que “desde Montevideo usted interfiere gravemente las cosas, especialmente con sus comunicados dados en mi nombre y sin consentimiento, lo que me echa encima a los dirigentes damnificados” y le agrega un anexo del 20 de mayo de 1970, afirmando que, “vistos los inconvenientes producidos por la existencia de dos Delegaciones del Comando Superior Peronista, una en Uruguay y otra en la Argentina”, Perón resuelve por escrito “dejar sin efecto la existencia de la Delegación del Comando Superior en la Ciudad de Montevideo (Uruguay) y en consecuencia hacer cesar en sus funciones al Delegado del Comando Superior Peronista en la misma Mayor Pablo Vicente.”

El lunes 8 de junio, el Comandante en Jefe del Ejército emitió un comunicado, a las 11.20 por Radio Rivadavia, informando que “la responsabilidad asumida por el Ejército, en la Revolución Argentina, es incompatible con la firma de un nuevo cheque en blanco al Excelentísimo señor Presidente de la Nación, para resolver por sí aspectos trascendentales para la marcha del proceso revolucionario y los destinos del país.” Tras este pronunciamiento se conocieron los de la Armada y la Fuerza Aérea.

A las 14.55, los tres Comandantes en Jefe dieron a conocer una declaración, informando que reasumía “de inmediato el poder político de la República”, e invitaba “al señor teniente general Onganía a presentar su renuncia al cargo que hasta la fecha ha desempeñado por mandato de esta Junta.”

El sábado 13 de junio, el general Roberto Marcelo Levingston –en ese momento Agregado Militar en Washington-- fue llamado por teléfono por Lanusse. Se encontraba en una reunión social y cuando se le ofreció el sillón de Rivadavia pidió unas horas para pensarlo. El jueves 18 de junio asumió la Presidencia de la Nación. No es el momento de relatarlo pero su período duró casi un suspiro. En marzo de 1971 abandonaba la Casa Rosada porque llegaba Alejandro Lanusse.

Aquella noche del viernes 2 de octubre de 1970 Arturo Frondizi se veía molesto, irritable. Intuía que el gobierno de Roberto Marcelo Levingston no lograba hacer pie. Por aquellos días el presidente de facto hablaba de un período de cuatro a cinco años más de gobierno militar. Lanusse por el momento, elípticamente, marcaba una distancia al decir que el plazo “no es arbitrario”. Ya se hablaba de diferencias entre el Comandante en Jefe del Ejército y el presidente Levingston.

Perón, desde España, influía en
Perón, desde España, influía en la política argentina

Buscando oxigenar su gestión, el presidente invitó a dialogar a la Casa Rosada a los ex presidentes. Arturo Frondizi y José María Guido aceptaron. Arturo Íllia desde Alta Gracia, con una misiva de por medio, le contestó que no.

La reunión entre Frondizi y nosotros se realizó en el departamento de la calle Seguí que ocupaba el escribano Alberto Hoeffner. El ex presidente constitucional fue llevado por mi hermano mayor Felipe Eugenio Yofre. En total no éramos más de media docena de personas. Como corresponde tomé apuntes. Con respecto a la entrevista que mantuvo con Levingston, Frondizi contó que “le recriminé con respecto a la compra de dirigentes que estaban realizando sus servicios, y le dije dígale a los jefes de sus servicios de informaciones que vengan y que lo nieguen delante de mí que no están comprando dirigentes y amparando los fraudes en las elecciones de los gremios”.

Se refirió con dureza al nuevo régimen de Levingston que “hasta se anima a desafiar a la Iglesia, dándole indicaciones sobre la postura que deben tomar”. También habló de los altos mandos militares: "En los altos mandos militares reina una inconciencia poco vista, no saben lo que hacen ni adónde están llevando a la Argentina, con sus reuniones privadas donde se analizan los problemas del país y donde los gráficos y datos que se presentan son todos falsos. “El que hasta hoy fue el apóstol de la paz – refiriéndose a sí mismo – va a ser el apóstol de la violencia”.

Alejandro Agustín Lanusse asumió la primera magistratura de facto el 21 de marzo de 1971. Otro tiempo comenzaba, llegaba la hora del final de la Revolución Argentina. El jueves 22 de abril, el “asesor”, coronel Francisco Cornicelli, entraba con su uniforme a la residencia “17 de Octubre” en el barrio de Puerta de Hierro, próximo a Madrid. No hay un documento sobre los entretelones del encuentro. Sí existe un relato en la voz de Jorge Daniel Paladino que me supo acercar un amigo de su extrema confianza. Paladino lo relató así: "Voy a Madrid y le digo al General por qué no conversa directamente con los militares. Puede ser un general o un coronel. Perón eligió a un coronel. Yo hablo con Enrique Vanoli (radical, hombre de extrema confianza de Ricardo Balbín) y éste habla con el Ministro del Interior Arturo Mor Roig. Cornicelli viaja con nombre supuesto a París. Yo lo espero en Madrid en el Hotel Montereal, lo inscribo con otro nombre. Le pedí a Cornicelli que vaya con uniforme y como llovía, yo estaba con el auto de Isabel, un Seat 125, nosotros queríamos eludir la guardia que tenía Perón en la puerta. Como el piloto del uniforme militar, es un piloto común, color caqui, se puso la gorra abajo. Cuento esto porque desde 1955, era la primera vez que un militar en actividad y de uniforme se presentaba ante Perón.

Llegamos hasta la escalinata de la entrada y así se produjo el histórico encuentro de Perón con Cornicelli. Este encuentro lo echó a perder porque quiso que se grabara la conversación… y esto a un hombre que iba a cumplir una misión que en ese momento era secreta no le podía gustar mucho. Después López Rega la da uso público a esa grabación y lo perjudica inútilmente a Cornicelli y le hace perder la carrera. La conversación, fue realmente de dos personas de bien. El único error que comete Carnicelli, según los militares, es que le dice a Perón Mi General. Y todavía para estos militares, Perón no era General, era General para nosotros."

El relato de Jorge Daniel Paladino continuará...

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