“Cada vez que cumplo años pienso cómo va a ser. ¿Llego a los 35 y me muero, o qué? Tampoco quiero vivir en la clandestinidad y en la noche. Estoy acá para cambiar todo eso”. “Yo siempre pensé que si llegaba a los 40 ya estaba más que suficiente. Ahora en cambio quiero llegar a los 200 años”.
Micaela Herrera y Allison Gebel llevan pocas semanas como empleadas en el Hospital Nacional en Red Licenciada Laura Bonaparte, especializado en salud mental y consumos problemáticos. Lorena Sánchez y David Gael Nelson también ingresaron para poner el cuerpo y llenar de contenido la decisión histórica de garantizar el uno por ciento de representación trans en el sector público nacional. Un decreto que permite que por primera vez muchas personas trans, travesti y transgénero puedan dejar de imaginarse muertas.
“Tomé este ofrecimiento como la oportunidad de un cambio de vida. Porque merezco una vida, merezco envejecer, y con un trabajo y un salario digno. No puede ser que nuestro destino solo sea la calle y la marginalidad”. Lorena estudia Trabajo Social en la universidad y se incorporó al departamento de Redes del hospital, una propuesta que tiene la tarea de acercar un equipo interdisciplinario de atención primaria de la salud a barrios vulnerables de José León Suárez, San Martín, Matanza, Ciudad Evita y Villa Zabaleta.
Para Lorena se trata de un nuevo regresar: “Fui paciente de este hospital. Acá me salvaron la vida. Por eso, entrar a trabajar en el Laura Bonaparte tiene para mí un enorme valor sentimental y sentido de pertenencia. Ir a los territorios pero ahora con un ambo es un cachetazo a la psiquis”.
Identidades de segunda
“Somos la nena o el nene de mamá y papá hasta el momento de develar el deseo de mismidad y de construirnos allí y no en el mandato de los otros”, escribió sobre el desarraigo familiar Marlene Wayar, importante activista y teórica del movimiento trans. Es que una característica que diferencia a esta comunidad de otros grupos oprimidos son las tantas veces que sus propias familias no respetan sus identidades.
La escuela suele ser otro ambiente de violencias que expulsa, de manera explícita o implícita, a niñas y niños travestis, transexuales y transgéneros. Así lo reveló la investigación “Ley de Identidad de Género y acceso al cuidado de la salud de las personas trans en Argentina”, realizada en 2014 por la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de Argentina (ATTTA) y la Fundación Huésped: entre la población trans mayor de 18 años, 6 de cada 10 mujeres y 7 de cada 10 hombres abandonaron el nivel secundario. La discriminación y la falta de dinero aparecen entre las principales causas de la deserción escolar en masa. Existe asimismo una clara relación entre el nivel educativo alcanzado y la edad en que comienza a manifestarse públicamente la identidad.
“Soy de Santiago del Estero. Hace tres años que empecé mi transición y solo tuve trabajos de servicio sexual. Las veces que intenté tener otro tipo de empleos terminaban siendo favores turbios. Pero por suerte a la semana de que se aprobó el cupo me llamaron del hospital. Entré en la gestión de pacientes: administro las carpetas, las historias clínicas de los pacientes, ordeno los turnos. Me siento emocionada, no sé bien todavía hacia dónde voy pero tengo ganas de aprender mucho más y de formar parte de un equipo que avanza hacia el mismo lugar. Estoy pensando en estudiar Psicología el año que viene”, cuenta Micaela.
Las primeras tareas fueron bien recibidas y valoradas entre sus compañeras. “Estoy con gente muy copada, que me enseñan todo el tiempo. La vez que hice el horario completo en la oficina me ocupé de organizar los archivos, y al otro día me felicitaron. Puede ser muy simple, pero a las médicas les soluciono un poco el trabajo. La doctora me dijo que necesitaba lo que yo hacía y me hizo sentir importante”.
El trabajo formal no se reduce a un recibo de sueldo. La formalidad amplía horizontes, facilita proyecciones y es también el tobogán de acceso a otros derechos.
Gael ingresó al área de Sistemas del Laura Bonaparte en los primeros días de primavera, y ya se piensa nuevamente en la universidad: “Estoy como asistente. Hacemos soporte técnico, chequeo de las redes de internet, nos ocupamos de las credenciales, de problemas que surgen con el mail institucional por ejemplo, y estamos terminando de armar la sala de servidores. Estudié Programación en un instituto pago y siempre fui muy autodidacta con la tecnología porque me gusta. Pero venía de estudiar Psicología y quisiera retomar apenas me acomode”.
Gael carga con su propio derrotero de obstáculos: “Vivo en Buenos Aires desde 2010, cuando vine de Santiago del Estero. Siempre trabajé de lo que pude. Mi primer laburo fue como call center. Algunas veces estuve en lugares medio cuevas, ilegales. Siempre lo mismo. Por más que tuviera cursos en Sistemas nunca cumplía con las expectativas de las empresas. Entrar al hospital es un alivio muy grande después de haberla pasado mal. Pero además me permite pensar en volver a estudiar. En mi cabeza nunca podía estar estudiar porque tenía que encontrar un laburo para pagar el alquiler, las deudas. Nunca tenía estabilidad por eso nunca pensé que iba a poder volver a estudiar”.
Para Edith Benedetti, interventora del Hospital Nacional Laura Bonaparte, el decreto de cupo atiende las específicas problemáticas del colectivo: “Me parece que lo virtuoso del decreto es que habilita contratar a alguien sin la secundaria y terminar estando empleado en el Estado. Alguien que tiene un empleo legítimo, que sabe que va a cobrar un sueldo, que cuenta con el aporte jubilatorio y la obra social va a tener más posibilidades de terminar la escolaridad y de poder pensarse en un futuro. Es muy difícil pensar qué quiero ser, de qué me gustaría trabajar cuando se cierran todas las puertas. Porque una cosa es que una persona elija ser trabajadora sexual y la otra es que sea lo único que te quede”.
Edith asumió su cargo el pasado 10 de marzo y enseguida empezó a darle forma al ingreso de personas travesti-trans bajo la decisión política institucional de garantizar derechos: “Estamos convencidos de la necesidad de que el Estado sea ejemplo en garantizar derechos. Desde este hospital, garantizar el derecho a la salud y al trabajo legítimo. Hoy, el cupo es el piso. En la medida en que necesitemos trabajadores no nos importa particularmente su elección de género, pero entendemos que si priorizamos en función de esta posibilidad estamos generando un acceso que, de otra manera, se dificulta”.
El cupo, el piso
Alba Rueda, subsecretaria de Políticas de Diversidad de la Nación, en diálogo con Infobae comparte los primeros balances del decreto 721/2020 firmado por el presidente Alberto Fernández, el jefe de Gabinete Santiago Cafiero, y la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta. “El balance en este primer mes es absolutamente positivo. Hubo mucha adherencia de parte de todos los sectores sociales y políticos. También, mucha expectativa y alegría en el movimiento y en la comunidad travesti-trans por este enorme logro político”.
Lorena, Allison, Gael y Micaela coinciden en que el cumplimiento del cupo laboral trans en el sector público nacional es el piso. Un paso más en la lucha por una sociedad más igualitaria que no necesite de cuotas asignadas.
“La mañana en que se publicó el decreto lloré como una condenada, porque no me olvido de con quiénes me hubiese gustado compartirlo. Pensé en todas las vidas que se perdieron en el camino”. Lorena habla fuerte y claro. Puede adivinarse que su voz se fue templando con las experiencias. Esas que la llenan de recuerdos y de seres queridos que ya no están. Entonces se quiebra, y pide disculpas por su emoción.
La misma emoción con la que redobla la apuesta: “No queremos que el cupo sea el techo sino el piso, porque el 1% sigue siendo un chiste. Hace falta que seamos cada vez más y conseguir que el cupo se aplique en el ámbito privado. Como decía la finada Lohana Berkins: cuando una travesti entra a la universidad pública le cambia la vida a esa travesti; pero cuando muchas travestis entren a la universidad le cambiará la vida a la sociedad. Y así debe suceder en todos los espacios”.
En línea reflexiona Allison: “Cada vez que una de nosotras entra a un sitio es una educadora social. Porque hay ideas equivocadas que se generaron en la sociedad sobre las travestis: que somos todas vagas, barderas, drogadictas. Existe un estereotipo instalado que no tiene nada que ver sobre nuestro colectivo. A veces los medios difunden mal la información sobre nosotras. Por eso tenemos que ser un poco maestras y educar sobre nuestras vidas”.
Educar y seguir batallando. Festejar el logro, sin perder de vista el horizonte. Estar alertas, porque los derechos de las mujeres y de las diversidades nunca se dan por adquiridos. Como dijo Simone de Beauvoir: “…debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.
Por eso, Allison, Gael y Lorena se afiliaron a la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) del Hospital Nacional Laura Bonaparte.
“Más allá del decreto, es importante estar sindicalizada porque puede pasar que volvamos a tener otro gobierno pésimo y habrá que defender este cupo. Y qué mejor que hacerlo desde un sindicato, desde la lucha colectiva”, explica Lorena.
Gael, además, apuesta a barajar y dar de nuevo desde adentro: “Haber conseguido una oportunidad de estar en un organismo estatal y sindicalizarnos también tiene que ver con poder luchar en el interior del sistema para poder cambiarlo y evolucionar. Desde afuera es solo confrontativo”.
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