Lo mira a los ojos, le sonríe, él le devuelve una sonrisa y así pueden pasar horas. Hace cuatro meses que Ignacio llegó a este mundo para cambiarle la vida a sus papás, Andrea y Fernando. Sin embargo, recién pudieron conocer a su primer hijo cuando cumplió un mes y medio de vida.
Este domingo, no solo es una fecha especial para ambos, ya que Ignacio esta a punto de cumplir cinco meses, sino que es el primer Día de la Madre para Andrea. “A veces por la noche lo pongo en la cama y lo contempló mientras duermo, y no puedo creer que finalmente tenga un hijo”, le cuenta a Infobae.
El recorrido de Andrea y Fernando fue agotador y frustrante. Nueve años en los que hubieron 12 tratamientos de fertilidad, 6 embarazos que no prosperaron, técnicas de ahorro de todo tipo para soñar con encontrar el tratamiento que sí funcionará, intentos de adopción en el país y fuera del país.
La manera en que Andrea Diez (48) y Fernando Montero (48) lograron tener un hijo fue a través de la subrogación de vientre en una clínica privada. “Cuando la médica me dijo que tenia que evaluar otra vía fue un shock. Juntos investigamos todo tipo de alternativas, desde la adopción hasta el alquiler de vientres en Estados Unidos. Aunque finalmente nos volcamos por BioTexCom en Ucrania. Nos pareció la mejor opción porque no solo era más accesible económicamente, sino que tienen un lema que es ‘Bebe Seguro’”, recuerda. Ellos le garantizaban la llegada de un hijo sin importar cuántos intentos hubiera que llevar a cabo.
Y así fue, tras el tercer intento, les confirmaron que el bebé estaba en camino. Tuvieron que seguir su desarrollo a distancia, a través de ecografías, y estudios médicos. “Tenia fecha de parto para los primeros días de mayo y se adelantó”, dice.
Pero también llegó la pandemia. Los vuelos al exterior se prohibieron y el pasaje de Andrea y Fernando se canceló. El embarazo obviamente siguió su curso y el 29 de abril a las 18:56 (12:56 de Argentina) Ignacio llegó a este extraño mundo. Pesó 2.240 kg y midió 48 centímetros. Su madre y su padre no pudieron estar ahí.
Se conocieron por videollamada, y fotos. “Verlo a través de la pantalla a miles de kilómetros era emocionante y la vez muy duro. Solo quería tenerlo en brazos”. Nacho estaba solo, junto a otros 69 bebés recién nacidos, sin una mamá que lo tuviera en brazos
La clínica no estaba preparada para albergar tantos chicos, porque el proceso normal es que nacen, se encuentran con sus padres y regresan a sus hogares. Había recién nacidos de China, Francia, España, Italia, México, Argentina y muchos otros países.
Los días se hicieron insoportables. Andrea trataba de sortear la distancia mientras se movía junto a otras 17 familias cielo y tierra para poder viajar. “Hubo que hacer mucho contacto con la embajada, Cancillería y Aerolíneas para concretar el vuelo”.
El 28 de mayo “se alinearon los planetas”, y gracias a la generosidad de un argentino residente en Kiev que donó un vuelo charter de Ucrania a Madrid, lograron llegar a ese país junto a otras 8 familias argentinas. Allí hicieron cuarentena, y el 10 de junio recibieron la noticia más esperada. El encuentro se concretaría
Amor a primera vista
“Lo cargué y lo miré a los ojos, fue una conexión instantánea, un enamoramiento que nunca sentí. Me lo puse en el pecho, y se me caían las lágrimas de la emoción… No sé si a todas las madres les pasa lo mismo, pero ese instante fue mucho más fuerte de lo que había soñado durante toda mi vida”, rememora Andrea.
En Kiev, la pareja quiso conocer a la madre subrogante. “Es opcional así que opte por ir a agradecerle. Es una mujer joven conductora de tranvía, casada y con un hijo de dos años, que necesitaba el dinero para acceder a una casa y criar a su hijo. Nos cambió la vida a las dos”.
Desde 2015 Kiev se convirtió en la capital de los vientres subrogados. Parejas del mundo entero acuden allí para cumplir su sueño de ser padres. El alquiler de vientre es una práctica que abre el debate en el seno del feminismo. Por un lado, hay quienes sostienen que es una de las formas de la explotación del cuerpo de las mujeres, dado a que hay que pagar a la gestante. Por el otro, hay quienes la defienden sosteniendo que la decisión reafirma la autonomía del cuerpo de cada mujer.
La vida en Buenos Aires
Volvieron los tres a su departamento de Belgrano el 10 de agosto. Una vez en Buenos Aires, la travesía no concluyó, debieron permanecer casi 14 días de cuarentena aislados.
En esos días tuvieron tiempo para acomodarse al hogar con su cuarto, su cuna, sus juguetes y todos los presentes que le había hecho la familia.
Hasta que finalmente los primeros días de agosto. “Vino a mi mamá a conocerlo a distancia. Mi papá todavía no lo pudo visitar, ni tampoco mis amigos. Es así...estamos en una pandemia”.
En su trabajo -es freelance en el área de marketing- recibió todo el apoyo. “Soy madre primeriza y estoy aprendiendo todo. En las reuniones les explico que tengo que dar la mamadera, o cambiar los pañales, a veces pongo en silencio el micrófono para que no se lo escuche tanto a Nacho, porque es muy charlatán…”.
Se detiene a mirarlo otra vez, “El día que la enfermera lo trajo de la nursery, mucho antes de que me lo entregará en brazos, lo vi a lo lejos y supe que ese era mi hijo”.
Hubo lágrimas, dolor, desilusión, dinero invertido, distancias inalcanzables, y planes frustrados. “Una odisea”, resume Andrea, “tal vez este era el camino para que yo pueda ser mamá y la verdad es que superó mis deseos”.
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