Día tras día, el COVID-19 se cobra miles de vidas en el mundo. Familias enteras quedan destrozadas por la pérdida irreparable de uno, dos o más de sus integrantes. Una enfermedad tan cruel como traicionera, que no sólo impide que la persona esté acompañada por todos sus seres queridos en sus últimos instantes de vida, sino que hasta restringe los tradicionales rituales funerarios, limitando las despedidas en el cementerio.
María del Carmen Quaranta (74) y de Horacio Pérsico (76) se conocían desde la adolescencia y, desde entonces, se volvieron inseparables. Se habían casado hace 50 años, vivían en un edificio de Almagro y tenían tres hijos -Leticia (49), Hernán (46) y Julieta (36)-, quienes les dieron aún más felicidad a sus vidas con la llegada de todos sus nietos.
Cuando en marzo empezó la cuarentena, el matrimonio dejó de salir de su casa y eran sus hijos quienes se encargaban de hacer las compras y de proveerles todo lo que necesitaban. Muy a su pesar, Horacio dejó de trabajar. Ambos extrañaban el contacto con sus hijos y sus nietos, pero al menos a diario podían verlos a través de una videollamada.
En abril, se había cumplido medio siglo de su casamiento, una fecha que solo pudieron compartir juntos por el aislamiento y sin la compañía de toda su familia, con quienes les hubiera gustado celebrar. Al menos, los entusiasmaba el viaje que tenían programado para septiembre y, que con mucho esfuerzo, sus tres hijos quisieron regalarles: por primera vez iban a conocer Europa, poniéndole así un gran broche de oro a sus cinco décadas de amor.
Pero, desgraciadamente, el destino tenía otros planes para ellos. Sin imaginarlo, se dieron el último beso en el hall de entrada del edificio en el que vivían, cuando la misma ambulancia que trasladó a uno, se llevó al otro de urgencia al hospital. Allí, pasaron sus últimos días, separados apenas por una pared. Fueron intubados y, por esas cosas del destino -ya que Horacio falleció primero- ambos estuvieron en internados en la habitación 1211. Con 7 días de diferencia, murieron en la misma cama. Horacio murió el 24 de septiembre y María del Carmen el 1 de octubre.
En una entrevista con Infobae, Julieta Pérsico -la hija menor del matrimonio- quiso compartir la gran historia de amor de sus padres pero también revivió el calvario que pasaron a partir de que el 8 de septiembre su padre dio positivo de COVID-19.
-¿Cuándo empezaron sus padres con síntomas de COVID-19?
-Mi papá tenía fiebre y un poco de tos. El 8 de septiembre le hicieron la PCR y dio positivo. En el Hospital Italiano, le practicaron todos los estudios correspondientes y lo llevaron de vuelta a su casa, donde estaba mi mamá que tenía antecedentes de asma. Por su edad, mis padres estaban dentro del grupo de riesgo y no tenían espacio en su casa para hacer el aislamiento. Era imposible que se quedaran solos en ese estado. Cuando planteamos la situación en el Hospital, decidieron dejar a mi papá en su casa y llevarse a mi mamá para internarla. A ella, se la llevaron al mediodía y a la noche el resultado de la PCR dio positivo. Quedó internada porque la placa de tórax no estaba bien, a pesar de que no tenía síntomas.
-¿Cómo fue el profeso de la enfermedad?
-El 12 de septiembre le dieron el alta, pero le dijeron que le harían el seguimiento desde su casa. Me puse feliz con la noticia, así que lo llamé a mi papá, que seguía aislado y solo en el departamento. Pero me dijo que no se sentía bien: le faltaba el oxígeno y tenía fiebre. Volvimos a llamar y, la ambulancia que dejó a mi mamá en su casa fue la misma que se llevó a mi papá para el Hospital.
-¿Esa fue la última vez que estuvieron juntos?
-La última vez que se vieron fue en la entrada del edificio: mi mamá me contó que le pudo dar un beso antes de que se lo llevaran y ella se quedara sola, cumpliendo la cuarentena. Ese fue el último beso y la última vez que se vieron antes de morir.
- Luego, su padre empeoró...
-Sí, lo internaron el 12 de septiembre. Ese fin de semana no nos dieron noticias de su estado de salud, mientras mi mamá seguía sola en la casa. El lunes nos llamaron del Hospital y nos dijeron que la tomografía no estaba bien: mi papá tenía coágulos en los pulmones. Parecía el estudio de otro paciente ya que, la que le habían hecho la primera vez que lo internaron, no mostraba nada preocupante. Le hicieron un eco doppler y le diagnosticaron una trombosis pulmonar. El 15 de septiembre me llamaron de urgencia a las 3 y media de la mañana para avisarme que lo tenían que intubar. Fue raro para nosotros, porque habíamos hablado con él a través de una videollamada y no estaba tan mal. Guardo una captura de pantalla de esa conversación.
-¿Cómo siguió su madre aislada, enferma y sola en su casa? ¿Cuándo se enteró que su marido estaba grave?
-Mi mamá seguía sola y estaba desesperada por mi papá. Mi cuñada María, que es médica, tomó todos los recaudos y fue a su casa a contarle lo que estaba pasando. Fue terrible, me llamó llorando y me dijo que no quería vivir sin mi papá. Eran inseparables y estaban muy enamorados... ¡Muy enamorados!
-¿Ustedes pudieron ver a su padre en algún momento?
-El miércoles 17 de septiembre fui con mis dos hermanos al Hospital, pero no entramos porque nos dijeron que era muy arriesgado. Mi marido está dentro del grupo de riesgo, mi hermano se estaba por operar y los hijos de mi hermana le pidieron que no entrara porque estaban muy asustados. Ninguno entró pero nos quedamos un rato, al menos para sentirnos más cerca suyo. A partir de ahí, todos los días recibíamos malas noticias del estado de papá y todo se empezó a complicar.
- Fue entonces cuando su madre se empezó a sentir muy mal...
-Mi mamá no podía soportar la situación de mi papá y se empezó a sentir cada vez peor. Tuvimos que pedirle a sus vecinos del edificio, que también tenían COVID-19, que fueran a ayudarla mientras llegaba la ambulancia. Pero no se la quisieron llevar, a pesar de que tenía falta de oxígeno. Finalmente, después de pedir que por favor se la llevaran urgente a hacerle una placa, conseguimos que la trasladaran. El 22 de septiembre, la tuvieron que intubar. Pero los días antes que estuvo internada, primero con bigotera y después con mascarilla de oxígeno, nunca nos preguntó por mi papá. Llamaba a las enfermeras para que lo fueran a ver y a saludar. Les pedía que le dejaran un beso de su parte, pero a nosotros tres nunca nos preguntó por él.
-¿Le llamó la atención que su madre solo les preguntara a las enfermeras por su padre?
-Creo que fue porque quería estar cerca de mi papá y ya lo había conseguido. Estaban en el Hospital y solo los separaba una pared. Mamá no sabía que papá estaba intubado, no se lo queríamos decir para que no se pusiera peor. Finalmente, cuando ella también tuvo que ser intubada, la pared lindera dejó de separarlos y los pusieron muy cerca. Ambos intubados pero juntos, como siempre querían estar.
-¿Cuándo le avisaron que su papá había muerto?
-El 24 de septiembre papá ya estaba muy mal. Primero le empezó a fallar el riñón, luego el pulmón y, finalmente, tuvo una falla multiorgánica. Era fanático de Queen: yo estaba en mi casa escuchando Spread your wings (en español, Abre tus alas), cuando sonó el teléfono y me dijeron que había muerto. Fuimos al cementerio, nos dejaron hacer la ceremonia desde el auto fúnebre y alcancé a ponerle en el ataúd una fotografía en la que estaban juntos.
-¿Qué pasó con la salud de su madre?
-Desde el día en que mi papá murió, la salud de mamá empezó a empeorar. El 29 de septiembre nos llamaron para avisarnos que la pasaban a la zona común, que ya no estaba con COVID-19, así que podíamos ir a verla. El médico nos dijo que no lo tomáramos como una mejoría: estaba libre de COVID-19, pero su cuadro seguía siendo muy grave. Al otro día, fuimos todos a recibir el parte médico pero las noticias eran malas. Sus pulmones casi no funcionaban y ahora había una falla cardíaca. Ese día dudamos en entrar: estaba con mi hermano y pensábamos en qué imagen nos iba a quedar de nuestra mamá. No sabíamos qué hacer y, al final, nos fuimos sin verla.
-¿Pudo despedirse de ella?
-El 1 de octubre, mi hermano me dijo que había tomado la decisión de ir a verla a la tarde. Me acosté a dormir la siesta con uno de mis dos hijos y cuando me desperté vi en la aplicación del Hospital que la presión de mi mamá estaba en 80/50 mmHg. Me vestí corriendo, estaba temblando y llegué a la puerta del Hospital. Mi hermano me estaba esperando. Entré con mi cuñada y me di cuenta que mi mamá estaba en la misma cama en la que había muerto mi papá. En la habitación 1211.
-Pudo decirle adiós a su mamá...
-No sabía qué hacer hasta que se me acercó una médica y me dijo que entrara, que mi mamá me estaba esperando. Ella entró conmigo y me abrazó. Me dijo que le hablara, que mi mamá me estaba escuchando... Le tomé la mano, le acaricié las uñas, que siempre las tenía impecables porque le encantaba ir a la peluquería y era súper coqueta... Le dije: “Mami, ya está. Andá con papá, si es lo que vos querés. No sufras más, esto se acabó. Nosotros vamos a estar bien. Vos andá con papá, él te está esperando porque tampoco puede vivir sin vos”. Le puse una estampita, le acaricié las manos y las piernas. Me fui.
-¿Cuándo le avisaron que había muerto?
-A los pocos minutos, apenas terminé de cruzar la calle y sonó el celular. Mamá había muerto. Mi papá la había venido a buscar. Me fui con una sonrisa en el rostro, pensando que ella solo estaba esperando que fuéramos a despedirla para poder irse en paz con mi papá. Siento que hasta esperó a que yo saliera de la habitación para que su corazón no dejara de latir delante mío.
-Murieron con apenas una semana de diferencia...
-Sí. Apenas una semana después de que habíamos llevado a mi papá a la Chacarita, tuvimos que volver a dejar a mi mamá. Los dos fueron cremados y el 22 de octubre y vamos a llevarlos al Cenizario de la Iglesia de Guadalupe, donde se casaron y nos bautizaron a los tres. En abril, habían cumplido 50 años de casados. En enero, habían sacado los pasaportes para ir a Europa en septiembre de viaje de aniversario. Ya habíamos programado todo lo que iban a hacer. Pero en septiembre, murió papá y, el primer día de octubre, mi mamá.
-¿Cómo pudieron haberse contagiado?
-No tenemos idea, porque se cuidaban y los cuidábamos mucho. Hoy estuve en su casa y vi todos los barbijos, todos los guantes descartables... Yo les hacía las compras... No sabemos dónde se contagiaron. Unos días antes de que todo esto empezara llevé a mi papá al Hospital para que le dieran una inyección por la maculopatía que padecía. Tenía que haberse dado varias más antes, pero tenía miedo de contagiarse. Tal vez, se lo agarró ahí o en su edificio, porque hubo varios casos en los que los vecinos no avisaron al administrador. Nosotros sí.
-¿Cómo llevaron sus padres la cuarentena, ya que su madre debía cuidarse aún más por ser asmática y su padre tuvo que dejar de trabajar?
-La cumplían a rajatabla, a pesar de que se desesperaban por no querían ver a sus tres hijos, extrañaban a sus nietos y solo podían comunicarse por videollamada. Por suerte, mi mamá se daba mucha maña con la tecnología y nos veíamos a diario. Ella pasó su cumpleaños con mi papá y todos nosotros hicimos una videollamada para poder festejarlo en familia. Mi papá era muy activo y había tenido que dejar de trabajar por la pandemia. A mi marido le dijo que se estaba muriendo en vida teniendo que estar encerrado en la casa, sin poder ver a sus nietos, sin ir a trabajar, sin poder estar con su familia...
-En alguna oportunidad, ¿habló con sus padres sobre la muerte?
-Justo antes de que mi papá empezara a sentirse mal, estuve en la casa y me quedé bastante tiempo con ellos. Estuvimos sentados en la mesa unas tres horas y no paramos de hablar. En algún momento de la conversación, mi papá me dijo que ellos no eran eternos, que en algún momento se iban a morir y que me quería dejar algo... pero nunca entendí qué era. Ellos estaban asustados y tenían miedo de contagiarse. Guardo hasta un mensaje de WhatsApp de mi mamá donde me decía que tenía miedo y que por eso iba a posponer un estudio médico.
-¿Se imaginó alguna vez que el COVID-19 podría golpear a su familia de una manera tan brutal?
-¡Jamás! Lo que pasamos con mis hermanos no se lo deseo a nadie: en 23 días el COVID-19 nos arrancó a mis viejos. Me cambió la vida, ya no soy la misma que era antes. Mis papás siempre fueron mi sostén, para las decisiones más simples y para las más complejas. Yo les consultaba todo... Eran dos eternos enamorados. Ahora, están juntos para siempre. Y ese, es el único consuelo que me queda.
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