Hace seis años, Bárbara Singer dejó su trabajo en el campo legal porque la llegada de segundo hijo la hizo querer estar más tiempo con sus pequeños. La oriunda del partido de Almirante Brown, trabajaba en la ciudad de Buenos Aires y eso, sentía, le restaba momentos para compartir con sus hijos.
“Decidí dejar la abogacía porque quería pasar más horas con ellos, compré el fondo de comercio de un salón de fiestas que en poco tiempo creció aún más y aunque estaba a 15 cuadras de casa, seguía trabajando mucho afuera, pero podía llevar a los nenes conmigo y así disfrutar del tiempo juntos”, le cuenta Bárbara a Infobae sobre aquellos años prometedores en el nuevo rubro.
Las localidades elegidas para sus salones fueron Adrogué y Longchamps. Uno de ellos acaba de cerrar. “Teníamos los fondos de comercio de dos salones, uno para fiestas de 15, casamientos y aniversarios, y el otro es un pelotero. Estábamos alquilando y los gastos se hicieron impagables así que luego de devolver las señas de las 40 fiestas que estaban reservadas sacamos todos los muebles del salón que cerré en Adrogué porque el presente y el futuro de la actividad son inciertos, como para todo el mundo, imagino... ¡Y lo cerré!", resume apenada sobre la decisión que debió tomar aquejada por los gastos y las deudas.
“Pese a haber devuelto todas las señas, ahora estamos afrontando el pago del crédito que otorgó Nación y como ya pasaron los seis meses, significan $ 25 mil por mes con ingresos cero”, dice resignada.
La abogada dice que debido a que paga un monotributo elevado “no nos corresponde ni el pago del IFE ni subsidios por la categoría que tenemos. Sacamos un crédito a tasa cero, que lo usamos para devolver las señas del salón que cerramos hace unos días, y ahora tenemos que devolver ese crédito. ¡Es una rueda que no acaba de girar nunca!”, lamenta.
En ese mismo tono, asegura: “Más allá de que soy la dueña del salón, hay un montón de gente atrás de cada evento y que ahora también lo está padeciendo. En el caso de mis salones son los maquilladores, fotógrafos, animadores, las camareras, los cocineros”.
A la lista que menciona de los afectados junto al rubro de fiestas y eventos son las actividades subcontratadas (en algunos casos son empleados o con contrato con el salón): equipos de sonido e iluminación, sonidistas, DJ’s, musicalizadores, decoradores, enteladores, empresas de catering, reposteros, proveedoras de bebidas y barras de tragos, alquiler de vajilla y mantelería, alquiler de carpas y pisos flotantes, shows artísticos, presentadores, animadores, peloteros móviles, make up, estilistas y empresas de alta costura, entre otras.
En el pasado mes de julio, todas esas actividades emitieron un comunicado conjunto con los salones de fiestas, eventos y convenciones, peloteros y salones infantiles, en la que pidiendo “la pronta aprobación de un Ley de Emergencia para el sector que les genere un alivio luego de los meses de una facturación nula”.
Bárbara señala que, en su caso particular, la situación es doblemente grave: “Mi marido tiene un gimnasio y una pileta dentro de un club y no los abre desde el 12 de marzo... Se nos acabaron los ahorros y ahora, literalmente, estamos viviendo gracias a la ayuda de nuestras familias”.
Especulando sobre el futuro la abogada que quiso dedicarse a la organización de fiestas para ser parte de la felicidad de las personas dice: “No estamos esperando que los salones abran mañana, pero sí que alguien nos diga algo. Hasta el momento no se habló del protocolo porque, según supe, hasta que no haya clases no habrá fiestas”, asevera y cuenta que a modo de reinvención, en estos meses comenzó a preparar desayunos y meriendas para regalar, como nuevo emprendimiento mientras espera ansiosa poder volver a las leyes.
“Estamos viviendo en una completa incertidumbre, estamos sin ahorros y creo hablar por todos los del rubro. En nuestro caso, tenemos al suerte de ser ayudados por nuestros familiares, pero la situación es difícil”.
La falta de ingresos, el pago de las cuotas escolares y la prepaga son los gastos que intenta cubrir con el poco dinero que ingresa por el nuevo emprendimiento y la ayuda familiar.
“Yo trabajaba en la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, que pertenece al Estado y entiendo que este tampoco es el momento de volver porque no están tomando personal y trabajar en forma independiente es complejo. Por el momento seguiremos con las party box, que son desayunos y meriendas”.
La falta de certeza sobre el futuro de los salones hace que Bárbara no se comprometa a vender fiestas a futuro, una de las propuestas que se le había hecho al sector cuando propietarios de salones y fondos de comercio de eventos de Quilmes pidieron ser exceptuados del pago de impuestos para sobrevivir a la cuarentena.
Desalentada por el porvenir, con pena dice: “Yo no le veo un panorama favorable a esta situación. Si ni siquiera vuelven las clases, imagínate qué pasará con un salón de eventos donde todo es contacto físico: bailar, festejar, comer. Hace 6 años compré el fondo de comercio de un salón que ya existía, Quimey- Ko, un salón que se hizo muy grande y después abrimos una sucursal y ahora estamos todos desempleados. Creo que hablo por todos los que estamos en la misma situación en Adrogué donde en la zona más comercial acaba de cerrar hace unas horas uno de los lugares más emblemáticos que estaban en el centro. Y así van cayendo todos...”, dice apenada.
“No quiero cerrar el salón que me queda, porque cuando lo hicimos con el otro me encontré con muchos mensajes de personas que nos motivan a seguir y eso da ganas de continuar poniendo lo mejor de nosotros... En este momento lo que más deseo es poder retomar abogacía y, una vez más, volver a empezar”.
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