“Antes de empezar a hablar, yo quesería decir unas palabras…”
Con esta frase y acodado en el mostrador, el candoroso gallego personificado por Alberto Irízar prologaba su intervención en “Polémica en el bar”.
Igual que él, y a punto de presentarles a la protagonista de hoy de #Argentinosporelmundo quiero recordar que esta serie simplemente se propone contar historias. Espontáneas, entretenidas, a veces sorprendentes.
Por eso aquí vemos y escuchamos a los argentinos que relatan sus aventuras de vida, desde distintos lugares del mundo.
Sin editorializar ni hacer juicios de valor.
El inmigrante siempre tuvo un motivo para irse. Así fue invariablemente, en todo el mundo. Hoy también.
Por eso -déjenme reiterar algo que ya dije aquí- así como muchos argentinos se fueron, también hay miles de extranjeros que eligen vivir en la Argentina.
Un inolvidable oyente que se llamaba Antonio Cosentino me llevó una tarde a Radio Continental su “Mapa de la Esperanza Argentina”, donde demostraba que en nuestro territorio cabe la población de diez países europeos. Una idea geopolítica que no envejeció.
Con espacio territorial, alimentos y agua, creo que Argentina sigue teniendo chances imbatibles. Pese a todo, pese a nosotros.
Pero eso lo hemos contado en otra crónica.
Ahora los invito a viajar al norte de Italia, a Bolzano. Una zona famosa por el turismo y los deportes de alta montaña
Allí, en un pueblo que se llama La Villa y al que los austríacos denominan Stern, en la región de La Alta Badia, nos encontramos con Silvina Begleiter.
Está en la cocina de su casa, junto a una puerta que da al valle. Ya la saludo:
—¡Hola Silvina!... El ambiente parece ser... hay una alacena ahí detrás, veo unos platos. ¿Estás en la cocina?
—Estoy en la cocina. Que no es el lugar de la casa que más produce pero sí es el lugar que más usamos.
—Hola Silvina, ¿cómo estás?
—Hola Julio, que alegría escuchar tu voz, que yo la escuchaba tanto en Buenos Aires hace tantos años.
—Bueno, aquí estamos. Nosotros seguimos por aquí, vos estás en Bolzano.
— Yo estoy en la provincia de Bolzano pero no estoy en la ciudad de Bolzano, yo vivo a dos horas de la ciudad de Bolzano y vivo en un pueblito de montaña a casi 1.100 metros de altura.
—Ah bueno. ¿Y ese pueblito ahí en Bolzano cómo se llama?
—Yo vivo en un pueblo que se llama La Villa, y está compuesto de cuatro, son cinco pueblitos. Toda la zona se llama La Alta Abadía. Y es un centro internacional de ski en invierno y zona muy turística, vivimos del turismo.
—Bueno. Silvina... ¿Begleiter se pronuncia tu apellido?
—Exacto. Mi nono no era italiano, había nacido en Varsovia porque el apellido es una palabra alemana, en familia nunca lo supimos.
—Y bueno, ¿cómo llega esta Silvina con un nono con ese apellido ahí a la provincia de Bolzano en Italia? ¿Cómo es la historia?
—Bueno, la historia empezó en noviembre del 2003. Yo estaba en Buenos Aires y recibí un mail que me mandó una amiga mía sobre otra conocida de ella, argentina, que vivía acá en la zona que estaba buscando una au pair por diez meses para su chiquita de 2 años. Era una familia ítalo argentina. Yo tenía ya mi pasaporte italiano, porque mi nona paterna era italiana, su apellido sí era italiano, ella era Pinkerly. Y dije me parece una buena experiencia para mí, yo tenía 34 años en ese momento, tampoco era una pendex, así que también hacer un break.
—¿Qué hacías, cómo era tu vida en Argentina?
—En ese momento yo estudiaba psicomotricidad y trabajaba igualmente con chiquitos.
—Muy bien. Entonces te fuiste para Italia.
—Me vine diez meses a trabajar con una chiquita amorosa de 2 años. No vivían exactamente aquí, vivían en provincia de Belluno pero es a menos de una hora de aquí. Estuve esos diez meses trabajando con esta familia, todo muy bien.
—¿En qué consistía tu trabajo?
—Yo era la baby sitter de la niña y me tenía que ocupar de ella todo el día porque los padres trabajaban mucho en la montaña. El padre de esta chiquita trabaja en la montaña guiando a sus clientes, ya sea con ski o haciendo cosas de montaña en verano.
—Sí.
— Y la madre organizaba esas excursiones digamos.
—Y cuando terminó ese período de, ¿diez meses me dijiste?
—De diez meses. Yo terminaba en diciembre del 2004, un poco antes de navidad, estaba libre y me podía volver.
—¿Y no te volviste?
—No me volví porque conocí ésta zona donde estoy ahora y dije puedo trabajar todavía en invierno. Pruebo a ver cómo es trabajar acá. Incluso de baby sitter.
—De baby sitter.
—Con turistas, sí. Y vuelvo en abril o mayo a Argentina.
—Claro.
—Entonces hice eso, me quedé todavía en invierno trabajando acá.
—Pero decime, vos te fuiste a una edad en la que las chicas lindas como vos además tienen algún compromiso sentimental en Buenos Aires.
—No tenía nada en Buenos Aires, estaba muy libre.
—Ajá. Ajá.
—Así que eso también ayudó. Mi tío paterno, hijo también de una italiana, me ayudó, me empujó y me dijo ‘Silvi, buscate algo para hacer allá. Porque tal vez vas a estar mejor allá'. Yo no vine con esa idea, yo vine a conocer y a hacer una buena experiencia, nada más.
—Claro. Además tenias la ventaja de que un poco dominabas el idioma.
—En realidad yo entendía todo pero no lo hablaba, entonces durante ese año yo miré tele y leí libros, novelas románticas, muy fácil de leer, en italiano, cosa de empezar también a hacerme el vocabulario.
—Claro, claro.
—Entonces me quedé ese invierno todavía trabajando aquí. El hecho también de hablar inglés, que no soy bilingüe con el inglés pero hablo inglés, y hablar español, me ayudó también a trabajar de baby sitter acá con turismo ¿no?
—Claro.
—Y la verdad es que volví a fin de abril a Buenos Aires a decirle a mi familia ‘encontré un lugar para vivir’. Agarré dos valijas más y me volví. Eso ya era 2005, acá empezaba el verano, no conseguí trabajo, con niños en verano hay un poco menos de demanda de trabajo de baby sitter, pero trabajé en un supermercado. Corté fiambres, lo que nunca había hecho en mi vida. Me divertí.
—¿A mano o con la máquina?
—Con la máquina.
—Es más fácil (risas).
—Sí. Lo que no me animé después fue a limpiarla eh. Al final del día le pedía a mi compañera que lo hiciera ella porque tenía pánico de limpiar, en italiano se llama affettatrice, dije no, limpiarla no (risas).
—Ahora, hablando de eso, de la máquina de cortar fiambres, qué sé yo, ¿podemos mirar un poquito tu cocina?
—Te dije que no está muy ordenadita.
—Ninguna cocina está ordenada. Ahí está, una cocina en actividad.
—Yo te había mandado esta foto para que veas que tengo la yerba argentina.
—Sí, ahí como da el contraluz mucho no se ve pero hay de todo ahí. Ahí hay aceite, vinagre, bueno.
—Bueno, estamos en Italia, así que el óleo de oliva no puede faltar nunca.
—Seguro, seguro. Bueno, y sigamos con la historia de Silvina Begleiter que está allí, hablando en Bolzano. Qué pasó, te quedaste y...
—Entonces me quedé. Ese verano trabajé en un supermercado.
—Sí.
—Al invierno siguiente yo volví a trabajar de baby sitter, que era lo que tenía más trabajo. En invierno trabajé muchísimo. Esto ya era diciembre del 2005.
—Sí, sí.
—Y a fin de octubre la noche de Halloween salí con un grupo de amigas no tan amigas y me encontré con un señor en un bar, que en realidad yo ya lo había conocido porque éste señor tiene un refugio restaurante en la montaña y cocina la carne a la parrilla espectacular. Hay una cosa que yo extrañé el primer año que estuve acá en Italia que fue la carne.
—Claro.
—Entonces me fui a comer carne.
—Sí seguro.
—Fui dos veces en ese invierno, comí bárbaro. Y en octubre del 2005 me encuentro otra vez con este señor.
—El día que fuiste con las amigas.
— Con las amigas que era la noche de Halloween.
—Claro.
—Este señor después terminó siendo mi marido, el padre de mi hijo.
—Ahí está. Tu marido cómo se llama.
—Él tiene un nombre alemán, él se llama Wilhelm, entonces lo llaman Wigli, no Willy, aunque se escribe igual.
—Bueno. Vos tenés un hijo me dijiste que cómo se llama.
—Tenemos un hijo que se llama Milton. Milton José.
—¿Milton es el pibe que yo vi en una foto que vos me mandaste con la camiseta de Boca?
—Ese es mi hijo.
—Ah. ¿Y qué edad tiene?
—Tiene 8 años y medio y este verano ya integra el equipo de fútbol de esta zona. Así que está muy contento. Ahora el próximo sábado tiene el primer partido con los equipos de los otros pueblos. Ya empezamos con estas actividades de niños un poco más grandes, no es más bebé.
—No claro, claro. Pero por lo que me contás la pandemia, que sigue asustándonos en todos lados, ahí ofrece alguna posibilidad de que los chicos por lo menos salgan a jugar a la pelota.
—Nosotros no estamos más en pandemia. Nosotros estamos en situación de no alerta máxima, alerta baja, nosotros estuvimos dos meses y medio sí en lock down. Acá el lock down empezó el 10 de marzo y se cerró todo. Todo. Se terminaron, no funcionaron más los medios de elevación. Mi marido cerró su restaurante de un día para el otro. Porque nosotros todavía teníamos un mes más de trabajo y trabajo muy bueno y este año teníamos muy buena nieve. Se cerraron las escuelas, que ya habían estado cerradas primero unas dos semanas, después se re abrieron, y después se cerró todo. Estuvimos así hasta el 3 de junio. El primer período fue más fuerte, que casi no podíamos salir de casa. Teníamos que ir una vez por semana a hacer las compras. Una vez por semana a la farmacia y nada más. Pero no es ciudad y no vivimos en un departamento, así que no la pasamos tan mal.
—Silvina, Silvina que tiene un hijo que es hincha de Boca.
—Sí.
—Me imagino por ahí no demasiados hinchas de Boca. ¿O sí?
—Tenemos en zona un grupete de argentinos bastante grande, bastante estable, que vive todo el año, que somos amigos. Y entonces sí, hay hinchas de Boca también eh.
—Y Wilhelm de qué equipo es.
—Willy tifa al Inter.
—Ah, “tifa”, estás bien italiana para hablar.
—Aunque aquí, aquí no se habla solo italiano Julio.
—No, claro.
—Conocés un poco esta zona y acá se parecen un poco a la onda del País Vasco. Aquí son…
—Además tienen una característica, es un lugar de Italia donde la gente mueve poco los brazos para hablar (risas).
—(Risas). En realidad acá no se consideran italianos. La gente de la zona de montaña, que nació en los valles de la montaña, ellos te dicen que sí, tal vez de nacionalidad son italianos, pero de raza ellos son ladinos, raza ladina.
—Sí, sí, sí.
—Acá se habla el ladino que es un idioma, no es un dialecto.
—Claro, claro. El asunto es que en ese lugar con esas características cae una chica argentina. Cómo fue la adaptación. Cómo te sentiste vos y cómo se sintieron ellos ante la presencia de una argentina.
—Mira, en un primer momento a mí me maravilló la natura. Yo no estaba acostumbrada a estar en tanto contacto con las montañas. Yo vivía además en el centro de Buenos Aires, muy cerca de lo que era la agencia Ratto, así que te imaginas un poco lo que era el barrio, y salí de ahí y me trasplantaron acá, a un pueblito en el medio de la montaña. Pero tiene otro atractivo, y además yo no era tan chica, yo ya era más grande, con lo cual empecé a ver lo que era la calidad de vida aquí.
—Claro.
—Y el trabajo aquí es bueno. Si uno tiene ganas de trabajar tiene trabajo y se trabaja.
—Seguro. Seguro.
—Entonces ese fue el primer impacto. Después aquí la gente, como buen pueblo chico, no es sumamente abierta y espontánea como somos los sudamericanos, así que ahí tuve que ir con pie de plomo, más despacio.
—Incluso siendo, pese a los detalles que señalaste, Italia. Pese a ser Italia había ahí una cierta distancia.
—Sí, y sigue existiendo esa distancia. Y además estamos muy cerca del límite con Austria, más cerca de Alemania, con lo cual hay más relación con esa parte de Europa que con Italia en sí.
—Claro. Bueno, ¿y alguna vez volviste a la Argentina?
— Sí, he vuelto varias veces. Antes de nacer Milton creo que fui solo dos o tres veces. Después estuve unos cinco, seis años sin ir, porque bueno, trabajamos, empezamos a armar este departamento para vivir juntos con Willy. Y después nació Milton. Milton nació en febrero del 2012, que vino mi mamá por suerte. Y después sí, con Milton en general empezamos a viajar una vez por año porque él tiene su familia, su parte de familia en Argentina, yo tengo muchos primos por parte de mi mamá. Entonces también era bueno que él tuviera contacto con ellos y que los vea.
—Y cómo es la imagen que Milton, ese pibe italiano, hincha de Boca, que vive en la montaña, ¿cómo es la imagen que él tiene de la Argentina de su mamá?
—Bueno, él cada tanto me pregunta por Buenos Aires. Se acuerda del helado de dulce de leche de la vuelta de mi casa. Se acuerda de las navidades que pasamos en la casa de mis primas donde llega Papá Noel, porque acá no llega Papá Noel, acá llega el piccolo bambino. O sea cada zona tiene un poco su tradición ¿no?
—Claro, claro.
—Y el haber visto además Papá Noel llegar con la bolsa de los regalos, lo vio dos veces eso en Argentina y eso fue muy mágico para él.
—Seguro.
—O sea que él tiene un poco de todas las culturas. Mi marido es muy abierto también a ese tipo de cosas, le gusta mucho Sudamérica. Él ya conocía mucho Brasil, Argentina no conocía, él la conoció conmigo. Y conoció solo Buenos Aires pero bueno, pero igualmente esa parte le gusta mucho. Él va a encantado a Buenos Aires para comer buena carne también.
—Así que tu marido es parrillero.
—Mi marido es cocinero, cocina todo muy bien. Fundamentalmente la carne.
—¿Y ahí qué carne comen?
—Bueno, Willy particularmente, como a él le gusta la carne, en su restaurante tiene bastantes tipos de carne. En Buenos Aires cuando fue la primera vez conmigo él vio cómo en Argentina hacemos la carne bien alta, entonces él empezó a hacerla así también. Suele comprar si está buena y a buen precio picaña de la Argentina.
—¿Ah sí?
—Sí. Después tiene un corte americano que se llama Nebraska que es muy bueno también, muy sabroso. La típica fiorentina, esa es italiana obviamente. También la tiene. Y después tiene un par de cortes de carne de cerdo que también sale bastante. O sea él tiene bastante variedad. Tiene carne de Australia también eh.
—De Australia. Así que tiene carne de Australia, de Italia lógicamente, de Argentina dijiste, y de Estados Unidos.
—Sí. Sí.
—Mira, mira vos. ¿Y el público nota las diferencias o come carne y ya está?
—Bueno, depende del cliente. El cliente alemán por ejemplo, no come mucha carne. Come más sopas, un poco de pasta, porque obviamente la dieta es diferente, los alemanes hacen un desayuno muy fuerte, muy importante, y muchas veces después del mediodía suelen comer una porción de strudel y un té caliente o una sopa. Strudel también es un postre, una torta, bastante típica de esta zona que yo te mandé unas fotos.
—Sí, sí, sí. Ah, las fotos son buenísimas porque el paisaje... yo no sé si hay alguna ventana que nos permita ver.
—A ver si logramos mirar.
—La voy a hacer trabajar de camarógrafa. Ahí está. Silvina Begleiter, está en Bolzano.
—Abrimos un poco una puerta.
—Abre una puerta, entra la luz de afuera, el reflejo de los árboles. Ah, y salimos y vemos la montaña, el valle, las casas. Ay que lindo. Empalizada de madera. Allá abajo un auto estacionado.
—Ese es mi autito.
—Ese es tu autito. Ah, pero que lindo es eso.
—¿A ver si se ve de ahí?
—Además hay muy buena señal de wi-fi ahí, podés quedarte un rato ahí.
—Estoy en la puerta de la cocina, así que espero que no se corte (risas).
—No, no se corta. Así que vos salís de la cocina y ves eso.
—Sí. En invierno tengo el jardincito ahí lleno de nieve (risas).
—La nieve que ya llegará y ahora disfrutamos de ese solcito en el Norte de Italia. ¿Qué extrañas de Argentina? Si es que extrañas algo.
—Mira, la verdad es que yo casi todo el año acá estoy bien. Me siento bien. Yo extraño el 24 y el 25 de diciembre.
—Claro.
—Extraño a mi familia y pasar la navidad con ellos, que no es tanto una cuestión religiosa, es estar con la familia. Acá además en ese período trabajamos muchísimo, es cuando tenemos más trabajo, entonces se hace una cena con la familia de mi marido pero no es lo mismo.
—Claro.
—Eso sí extraño.
—Lo que te quiero decir es que estamos deslumbrados con el paisaje, es bellísimo eso.
—Sí, es maravilloso. Maravilloso. Abrir la puerta, caminar, como yo te mandé también en unas fotos, hago unos pasos, menos de cinco minutos, y yo tengo un rio ahí abajo. Que eso también es divino. Y eso nos ayudó mucho durante el lock down de la pandemia. Esto te estaba diciendo, nosotros no vivimos en ciudad, no vivimos en un departamento, tengo un bosque muy cerquita, mi hijo y el papá bajaban justamente aquí donde tengo estacionado el auto y podían jugar un poco a la pelota. No es lo mismo que el departamento. Nosotros en ese sentido estuvimos mejor, la pasamos mejor.
—¿Y cuando tu marido y tu hijo juegan a la pelota es el Inter contra Boca o el nene ya es hincha de algún equipo italiano?
—No, es la Juve (risas).
—Ah claro, bueno, porque está Cristiano Ronaldo, está Dybala, es un equipazo.
—Es su ídolo Ronaldo. A veces tenemos que hacer los cortes de pelo como Cristiano Ronaldo.
—(Risas). Silvina, yo te agradezco muchísimo este rato, esta conversación. Ya ves, hicimos click y nos encontramos otra vez. Muchas gracias y mucha suerte ahí en Bolzano.
—Gracias Julio. Gracias, te mando un beso enorme.
—Hasta muy pronto.
—Y salúdame a Renata, mandale un beso.
—Gracias por todo. Adiós, adiós.
—Chau, chau.
Aquí, la entrevista completa: