La noticia llegó apenas horas antes de que se cumplieran 14 años de aquel fatídico día. Este miércoles, después de idas y vueltas procesales que pusieron la causa al borde de la nada, la Justicia de Santa Fe condenó a Oscar Eduardo Atamañuk, el chofer que sobrevivió a la tragedia de Ecos, a la pena de tres años de prisión en suspenso, como responsables de homicidio múltiple culposo. No irá a prisión, pero deberá hacer tareas comunitarias y tendrá prohibido conducir vehículos durante los próximos cinco años, según el fallo al que accedió Infobae.
Fue la Corte Suprema de Justicia de la Nación la que el año pasado ordenó reabrir la causa, tras una apelación del fiscal de Estado de Santa Fe. Si no, el caso hubiera quedado en la nada, porque los tribunales provinciales habían dictado la prescripción de la causa: el cierre por el paso del tiempo.
Ahora, el tribunal Pluripersonal del Colegio de Jueces de la Cámara de Apelación en lo Penal de la Cuarta Circunscripción de Vera, en nombre del Poder Judicial de la provincia de Santa Fe, firmó la condena de Atamañuk. En un fallo al que accedió Infobae, los jueces Eduardo Alberto Bernacchia, Carlos Damián Renna y Jorge Andrés entendieron que correspondía aplicar la figura de homicidio culposo. Para la Justicia, está claro que no buscó la muerte de nadie, pero tuvo una "conducta imprudente” y cometió “la infracción al deber de cuidado -al invadir el carril contrario”.
“Que haya un fallo después de 14 años es una sensación rara”, dijo a Infobae Diego Molina, ex esposo de la docente que acompañaba a los chicos y que falleció en el accidente. “Podemos decir que se cierra una etapa, pero ¿justicia? Cuando llega tarde, no es justicia”, acotó a este medio Carlos Ecker, papá de uno de los chicos.
Es que, según explicó, “nunca buscamos que este hombre fuera preso, pero sí queríamos desde el primer día que le sacaran el registro. En todos estos años, solo tuvimos absoluciones, condenas con olvidos y el sabor amargo de que la causa prescriba. Y a lo largo de todo este proceso ningún juez tuvo la hombría de sacarle el registro. Es decir: un asesino al volante estuvo manejando 14 años y tuvo una remisería”.
Por su parte, Sergio Kohen, también padre de una de las víctimas y una suerte de vocero del grupo, expresó ante Infobae que “más allá del timming” de la Justicia para este veredicto, el fallo “viene a echar una pizca de luz tras casi una década y media de trámite judicial sobre la cadena de negligencias que derivara en la tragedia”. Sostiene la figura de homicidio y sube de dos años y medio a tres la sentencia original. Pero además le prohíbe al acusado seguir al frente de un volante por cinco años. Aunque pareciera “inverosímil” y “sentido común”, el “corresponsable" de estas muertes seguía “alegremente manejando a gusto y piaccere por las calles y rutas de nuestro país”.
Tras resaltar que “la condena en suspenso a cárcel por 3 años, y la inhabilitación para conducir por 5 años son sólo un eslabón en la cadena de responsabilidades", Kohen afirmó: “La corrupción en el manejo de la infraestructura, la falta de controles preventivos sostenidos, la negligencia de quienes conducen, el uso del alcohol mientras se conduce, la ausencia de educación vial, y finalmente la pobre performance de la Justicia, que casi nunca sanciona a los responsables, y si lo hace se toma décadas en realizarlo, forman un cóctel que presagia la continuación de esta otra pandemia”.
Los padres de las víctimas creen que en la causa hubo responsabilidades que siguen impunes. “La Policía que dejó circular al camionero, la estación de servicio que le vendió el alcohol y lo dejó irse cuando estaba totalmente borracho, el del peaje que no avisó... Quisimos acusar al entonces secretario de Transporte Ricardo Jaime, a su segundo y al responsable de las concesiones viales, Claudio Uberti, que dijo como arrepentido (en la causa de los cuadernos) que recibía coimas de las concesionarias, pero nada de eso avanzó”, dijo Ecker.
El caso. El 8 de octubre de 2006, un grupo de chicos del colegio Ecos que viajaron a hacer tareas solidarias de El Impenetrable, Chaco, volvía hacia Buenos Aires. A unos 200 kilómetros de Santa Fe capital, en el kilómetro 689, en el departamento de Vera, el micro que los llevaba por la ruta 11 se topó con un camión zigzagueante que venía por el carril contrario. El chofer no solo no bajó la velocidad ni se detuvo en la banquina a esperar que el vehículo pasara. Hizo la peor maniobra que podía haber hecho: dio un volantazo que lo hizo chocar de frente.
Murieron nueve estudiantes y una maestra: Julieta Posilovich, Daniela Carla D’agostino, Julieta Giataganellis, Delfina Goldaracena, Julieta Hartman, Nicolás Kohen, Benjamin Bravo De La Sena, Lucas Ezequiel Levin, Federico Ecker y Mariana Boye. También perdieron la vida los ocupantes del camión: Hugo Fabian Albrecht y Angel Ernesto Soto. Precisamente Soto -chofer del camión- estaba cerca del coma alcohólico y había venido zigzagueando desde que puso en marcha su vehículo. Otras 38 personas resultaron heridas.
“Del examen de estos diez cuerpos de expediente, surge la gravísima responsabilidad de Oscar Eduardo Atamañuk, quien en horas de la noche del 08 de octubre de 2006 conducía un colectivo de la empresa Godoy interno N° 137, dominio FIK 440, haciéndolo a una velocidad que no le resultaba posible dominar dicho vehículo ante cualquier contingencia del tránsito y realizando maniobras imperitas, imprudentes, inadecuadas invadiendo el carril contrario a su sentido de circulación, actuando en dicha ocasión además en clara violación a las normas que regulan el tránsito”, sostuvo la acusación.
Los tres juicios. Atamañuk afrontó tres juicios. El primero fue en 2009 y fue absuelto por el juez Jorge Galbucera, pero el fiscal apeló y la sentencia fue anulada por la Cámara Penal de Apelaciones de Vera. El segundo llegó en 2011. El juez penal de Reconquista Virgilio Palud condenó al chofer a tres años de cárcel en suspenso por homicidio culposo. Pero la defensa apeló y el fallo fue anulado por la Cámara de Penal de Rafaela: el juez se había olvidado de tomarle la indagatoria al acusado. El tercer juicio tuvo lugar en 2013. El juez Jorge Oscar Fernández dictó la condena a dos años y medio de prisión por “homicidio culposo” y “lesiones culposas” y una inhabilitación para conducir por cinco años. Pero ya para ese entonces la defensa había iniciado un planteo de prescripción, que tuvo éxito en julio de 2014 en la Cámara Penal de Rafaela.
“Sé que no tuve la culpa”, dijo el chofer en 2016 ante una consulta periodística. Refugiado en Monte Caseros, provincia de Corrientes, Atamañuk afirmó que el “el camionero sabe lo que hizo”.
La Corte Suprema de Santa Fe confirmó la decisión el cierre por prescripción. Así, todo quedaba en la nada. Pero el fiscal general de Santa Fe Carlos Steigmayer planteó un recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia, que logró ser oído por la Corte Suprema de la Nación el año pasado: el máximo tribunal obligar a la justicia de Santa Fe a evaluar la responsabilidad del chofer.
Eso fue lo que ocurrió ahora. En ese contexto, la defensa insistió: “los elementos de convicción colectados a lo largo del proceso no son suficientes” para dictar una condena. “Quien originó el riesgo no permitido fue el camionero, y este actuar fue determinante para la producción del accidente con sus consecuencias”, se sostuvo.
Pero el Tribunal lo rechazó. Y si bien se consideró que estaba prescripto el delito de “lesiones culposas múltiples”, sí estaba en vigencia el análisis sobre el delito homicidio culposo múltiple. En su voto, el juez Eduardo Alberto Bernacchia escribió: “El obrar del justiciable Atamañuk fue tanto ‘imprudente’ por precipitado y peligroso como ‘negligente’ ya que lo hizo con descuido, desatención y falta de precaución”. La forma en la que manejó, además, “ha sido antirreglamentaria y ello está dado por el lugar de la colisión que es en el carril contrario por el cual debía circular”.
Según el fallo, “Oscar Eduardo Atamañuk no respetó el deber de cuidado, ya que, no disminuyó la velocidad del colectivo. Esta es la conducta primaria, lógica y principal que debió realizar y no lo hizo. Falta a la verdad cuando en su declaración indagatoria nos dice que levanta el pie del acelerador cuando advierte que el camión se desvía como para esquivar algo o cuando nos dice que desacelera y busca tirarse a la banquina previo al enfrentamiento”.
El informe de la dirección de Criminalística estableció que el ómnibus iba a 90 kilómetros por hora cuando hubo un “descenso brusco” y se produjo el choque. No hay dudas: el acusado pisó el freno y dejó un rastro de 17 metros de huellas de las ruedas traseras. “Es decir, en ningún momento previo al accidente disminuyó la velocidad, o si lo hizo, cuando la colisión era inevitable”, señalaron los jueces. Para esa altura, el chofer “debió advertir los dos zig zag que realizó Soto”.
Otro de los puntos que se consideró fue precisamente que Atamañuk no era “un simple conductor de un vehículo, sino que es un chofer profesional, que tenía en la ocasión a su mando un vehículo de importantes dimensiones y que transportaba una cantidad de 48 pasajeros”. Aunque en una instancia anterior se lo condenó a dos años y seis meses, el fallo subió la pena a tres años “teniendo en cuenta las especiales circunstancias del hecho investigado y el gran daño causado” por las “numerosas víctimas fatales”.
Cómo sigue el caso. Todavía falta saber si la defensa no apelará en los próximos días el fallo para saber si no se entra, otra vez, en los que los familiares describieron como “el tobogán de las secuencias pendulares". "Así nos sentimos -dijo Kohen a Infobae- Ambiguos, moviendo la ficha un casillero para adelante y aferrándonos para que no nos hagan ir 5 para atrás. Cruzando dedos. Esperando y esperando. Veremos en unos días si el telón de este primer acto por fin se baja o era sólo un intervalo para volver a salir a escena. En ese ánimo, y pensando en ellos, homenajearemos a nuestros hijos y su docente, en otra jornada de solidaridad, recuerdo y pedido de justicia”.
La muerte de los chicos tuvo otro correlato. Sus familiares armaron la ONG “Conduciendo a Conciencia” para concientizar el manejo responsable. Tuvieron un apoyo incondicional desde el primer momento: el del músico Luis Alberto Spinetta. Su hija, Vera, había sido alumna del colegio de Villa Crespo y amiga de los chicos que murieron. “Todos fuimos, todos somos, todos pudimos ser”, decía mientras grababa una canción homenaje junto a León Gieco.
Hoy, como todo los años, homenajearán a las víctimas con música. Por la pandemia, será un recital por streaming, en donde estarán Gieco, Teresa Parodi, Los Tipitos, Hilda Lizarazu, Baglietto-Vitale, Alejandro Lerner, Dante Spinetta, Los Auténticos Decadentes, Kevin Johansen, Leo García, Javier Malosetti o Agarra Catalina, entre otros artistas. Todo lo recaudado será destinado a la compra alimentos no perecederos y útiles escolares que llegarán a 18 escuelas rurales que integran 1800 alumnos y sus familias, y a 3 hospitales en 5 provincias del norte de nuestro país. De alguna manera, es continuar con la misión que habían ido a hacer los chicos que murieron. “Por la solidaridad de nuestros hijos”, resumió Ecker.