“La atención en sedes comunales está suspendida hasta que finalice el período de aislamiento. Se realizan excepciones de los matrimonios que se deban celebrar por razones de urgencia y/o fuerza mayor”, informa la web oficial del Registro Civil de la Ciudad de Buenos Aires. Los únicos casamientos que se realizan de manera excepcional son los in extremis, aquellos que tienen lugar en caso de peligro o de muerte inminente de uno de los cónyuges. Por lo general, se trata de uniones legales que las parejas concretan para asegurarle al otro el cobro de la pensión. Otra de las excepciones es en el caso de que uno de los novios tenga un contrato laboral en el exterior, ya que en algunos países el no estar casado dificulta la permanencia de la pareja.
En algunos distritos y provincias del país, están permitidos los casamientos civiles únicamente con la presencia de los novios y los testigos, sin público, pero la situación va variando debido a las contingencias. En este contexto de incertidumbre, ¿volverán los casamientos a distancia, como hacían un siglo atrás los inmigrantes? El casamiento por poder fue un acontecimiento social propio de una época, tan común que llegó a las pantallas del cine. Así ocurre en el famoso film italiano dirigido por Luigi Zampa y protagonizado por los actores consagrados Alberto Sordi y Claudia Cardinale: ‘Bello, honesto, emigrado a Australia quiere casarse con una chica intocada’.
¿Por qué el anillo es el símbolo del matrimonio?
Durante el Imperio Romano, los anillos no se usaban como alhajas, sino para sellar las cartas, los instrumentos y otros elementos personales. Era un objeto muy práctico, ya que siempre lo tenían en la mano. El esposo le daba el anillo a su mujer para sellar los utensilios, las cajas y los contenedores de los comestibles de las despensas, para evitar así los robos de los esclavos. Originalmente, las alianzas eran de hierro, hasta que Constantino permitió la práctica de la religión cristiana, y las alianzas comenzaron a fundirse en oro.
También proviene de los romanos la tradición de usar el anillo de matrimonio en el dedo anular, debido a la creencia de que la vena amoris (la vena del amor) unía el dedo anular con el corazón. Por otra parte, según la tradición china, cada dedo de la mano se corresponde con un miembro de la familia: el anular representa a la pareja; el pulgar, a los padres; el índice simboliza a los hermanos; el dedo medio, a uno mismo, y el meñique, a los hijos.
A pesar de que aún no hay certezas sobre cuándo se reanudarán las ceremonias matrimoniales, igualmente las parejas apuestan al amor y se van asegurando las alianzas, antes que los vaivenes del dólar les dificulten adquirirlas. En este sentido, un joyero porteño de la calle Libertad le explicó a Infobae que, si bien la demanda está por debajo de la del año pasado, los enamorados siguen comprando las alianzas, aún en tiempos de pandemia. Mayormente, eligen el estilo “media italiana” de oro rosado o rojo, de entre tres y cinco gramos el par, mientras que las parejas que tienen un presupuesto reducido optan por alianzas de plata y oro. El comerciante contó que, debido a la incertidumbre actual, no se realiza el clásico grabado de la fecha de la boda. Por eso, algunos solo colocan sus nombres y otros prefieren esperar directamente a que les asignen una fecha. Una tendencia de los últimos tiempos, destacó el joyero, es que el grupo de amigos le regale los anillos a la pareja.
Ofrendar huevos y repartir confites
“¿Y para cuándo los confites?”. Con esta expresión que remite a una antigua tradición italiana, a menudo se manifiesta la curiosidad –y a veces también la ansiedad– de saber cuándo una pareja se va a casar. Desde mucho tiempo atrás, las abuelas italianas, al enterarse de que se avecinaba un casamiento, llenaban los cajones donde se guarda la ropa, los estantes de los placares y otros espacios de la casa de los futuros esposos con confites, para desearles abundancia, bienestar y prosperidad. En Italia, también por tradición, los recién casados reparten cinco confites en pequeñas bolsitas, llamadas bomboniere, a todos los amigos y parientes.
Otra de las costumbres en torno a las bodas es la de llevar huevos a las monjas clarisas. Aunque esta tradición, vinculada en principio con la meteorología, ha quedado prácticamente relegada, muchas abuelas aún siguen manteniendo vivo el recuerdo de ella. Según la leyenda, la novia debía llevar como mínimo una docena de huevos a un convento de las monjas de Santa Clara de Asís para pedir que las religiosas rezaran con el fin de que no lloviera el día de la boda. Por entonces, los casamientos se celebraban en el atrio, fuera de la iglesia, de ahí la necesidad de que no lloviese. Por otro lado, la gente solía vincular las tormentas y las inclemencias del tiempo con los malos augurios. Por ejemplo, se creía que la lluvia anunciaba lágrimas, y también que la mujer iba a ser derrochadora del dinero, ociosa y mala esposa.
Con el paso del tiempo, la tradición se fue modificando. En el presente, algunas parejas todavía llevan huevos u otras ofrendas a los conventos de las monjas clarisas, junto con un papel en el que indican el día y la hora de la boda. La entrega se hace de manera anónima, a través del torno del monasterio, para que las religiosas eleven sus oraciones a su patrona pidiendo que el buen clima acompañe la ceremonia.
Pañuelos blancos en la rejas del templo
En Buenos Aires, también circulan leyendas y mitos de amores que han derivado en bodas o que, por el contrario, se han visto interrumpidos por alguna razón. Algo así ocurre con la historia de Felicitas Guerrero, en la que se cruzan la historia y el misterio. Felicitas, nacida en el año 1846, en el seno de una importante familia porteña, fue considerada en su momento la mujer más linda de la ciudad. Tras rechazar a Enrique Ocampo, tío abuelo de Victoria y Silvina Ocampo, que pretendía casarse con ella, fue víctima de un femicidio. El 30 de enero de 1872, este amante despechado la mató de un tiro en la espalda al no soportar que Felicitas eligiera como esposo al joven estanciero Samuel Sáenz Valiente. Tras el asesinato, Enrique Ocampo se suicidó.
Siete años después de este violento episodio, los padres de Felicitas erigieron una iglesia en su honor, en el lugar donde fue asesinada. El complejo histórico llamado Santa Felicitas está compuesto por la iglesia, un espacio de educación para los niños y un museo, que en sus orígenes funcionó como comedor para los obreros. El templo tiene características muy especiales, ya que no se celebran matrimonios ni bautismos. Los vecinos afirman que escuchan y ven deambular por allí el fantasma de Felicitas. Según la leyenda urbana, aquellas mujeres que deseen casarse deben atar un pañuelo blanco en las rejas de la iglesia. Si al amanecer el pañuelo se encuentra mojado, se lo atribuye al llanto de Felicitas, que aún llora por amor y que, a través de sus lágrimas, augura felicidad a los enamorados.
Candados para un amor eterno
Desde 2006, en las ciudades más emblemáticas del mundo, se instaló como tendencia que las parejas coloquen candados intervenidos con sus iniciales en puentes o muros icónicos para sellar su amor. Quizás el lugar más conocido sea el Pont des Arts, en París, donde los enamorados han atiborrado sus rejas con los candados del amor. Pero también sucede algo semejante en Roma, Praga, Nueva York, Montevideo, y hasta en Buenos Aires, donde esta nueva costumbre parece haber prendido bastante.
Si bien nadie conoce a ciencia cierta el origen de este ritual amoroso, se sabe que comenzó a trascender y a expandirse en 2006, tras el lanzamiento de ‘Tengo ganas de ti’, del escritor italiano Federico Moccia. Los personajes de esta novela arrojan una llave al emblemático río Tíber para perpetuar su amor. Esta historia dio origen a una película con el mismo título, a partir de la cual se popularizó aún más esta moda. En Buenos Aires, la organizadora de eventos Bárbara Diez habilitó el portón de su oficina del barrio de Recoleta, ubicada en Agüero 2391, para que las parejas prendan allí un candado, como símbolo del deseo de que el amor dure para siempre.
Hasta nuevo aviso, dependiendo de lo que resuelvan las autoridades en relación con la pandemia, los enamorados que quieran convertirse en esposos deberán tener paciencia y conformarse, por ahora, con soñar realizar en el futuro alguna de estas viejas tradiciones que suelen acompañar la libreta de matrimonio.