Las vengadoras: los culebrones tienen su propio Me Too contra la violencia machista

En La Venganza de Analía, La Reina del Flow, La Reina del Sur e Ingobernables las figuras femeninas son fuertes, poderosas y resentidas. No dejan de encontrar amor, pero no es lo que más les importa. Sufrieron violencia machista y perdieron mucho por violaciones, femicidios y detenciones injustas. Las novelas escriben su propia historia contra el machismo en América Latina

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En "La Venganza de Analía", igual que en otras novelas latinoamericanas, la venganza contra el femicidio y la violación es el motor de las historias.
En "La Venganza de Analía", igual que en otras novelas latinoamericanas, la venganza contra el femicidio y la violación es el motor de las historias.

Analía vio como un concejal atropellaba a su mamá en Colombia. La quisieron matar a ella. Se salvó y se convirtió en asesora electoral en México. Y vuelve para vengarse. Yeimy fue usada como mula para traficar y que quede presa en Estados Unidos porque identificó al integrante de una banda narco. La mandaron a matar. Y vuelve para vengarse.

Teresa fue violada por un criminal que mató a su novio y la quiere asesinar a ella. Se convierte en una capa narco y quiere venganza. Emilia era primera dama hasta que le disparan a su marido y descubre que el magnicidio fue para encubrir violaciones a los derechos humanos en México. Se esconde para vengarse y desbaratar el poder real, no solo el poder político, ni el militar, ni el marginal, sino el empresario. Las novelas dan en el corazón del poder. Sí, el amor y la economía.

No son historias reales. O sí. No son historias políticas. O sí. No son historias de violencia de género. O sí. No son historias de amor. O sí. No son relatos de heroínas o de villanas. O sí. No son tramas que muestran a víctimas. O sí. Son culebrones. Y eso, sí, que son palabras mayores.

La venganza de Analia

La conjunción de denuncia de los femicidios, la violencia sexual, la corrupción política y policial, el crimen organizado y la realidad latinoamericana con el género que despierta gritos, suspiros, tensiones y pasiones es una bomba de atracción que merece renombrase como mucho más que novelas para pasar la tarde y culebras, sí, pero para ya nunca más callarse ni volver a meter la lengua frente a los atropellos del machismo.

Las actrices que protagonizan el fenómeno son Carolina Ramírez (La Reina del Flow), Carolina Gómez (La venganza de Analía) y Kate del Castillo (La reina del sur e Ingobernable). En su vida real, tanto Carolina Ramírez como Kate del Castillo realizaron campañas, durante la cuarentena, por la pandemia del Covid - 19, contra la violencia de género en sus redes sociales.

La liberación de la palabra que, a partir de Ni Una Menos, el 3 de junio del 2015, impulsa un movimiento que alza la voz contra el machismo tiene su epicentro en América Latina. Pero recibe todos los focos, a partir del 2017, con el movimiento Me Too, en Estados Unidos que cuestiona directamente el acoso como modus operandi en Hollywood.

Una estatua de un beso de Hollywood es intervenida con la consigna Me Too para que la producción audiovisual no legitime la violencia ni la sumisión. (@Hoot_Soot)
Una estatua de un beso de Hollywood es intervenida con la consigna Me Too para que la producción audiovisual no legitime la violencia ni la sumisión. (@Hoot_Soot)

En Argentina la denuncia de Thelma Fardin por violación con el hashtag #MiraComoNosPonemos también cuestiona la industria audiovisual argentina. Pero por casa andamos mal. La televisión parece retroceder, la producción de contenidos autóctonos está en crisis y no anota cambios, ni registra autocrítica.

En la pantalla grande y la producción masiva, la deuda es un escándalo y atrasa. ¿Acá no ha pasado nada? Si ha pasado pero no se quiere mostrar en pantalla. Mientras dan vueltas en libros y redes sociales.

En Estados Unidos, las series The Moorning Show, Mrs América, El Escándalo, Inconcebible, entre otras, generan una historia del feminismo y revisan prácticas de violación, abuso sexual, acoso, intimidación y desnudan el encubrimiento corporativo de los hombres de la televisión norteamericana.

En la serie "Inconcebible" se muestra como la policía no le cree a una víctima de violación y la justicia la juzga a ella más que al culpable.
En la serie "Inconcebible" se muestra como la policía no le cree a una víctima de violación y la justicia la juzga a ella más que al culpable.

En México y en Colombia, mientras tanto, los culebrones toman la palabra post Me Too. No se trata de discursos homogéneos, ni sin fisuras, errores y aspectos cuestionables. No se trata de rotular de feministas a todas las novelas con buen tino porque el feminismo no es un ISO 9000 que garantiza un discurso de manual. Pero sí se puede decir que el feminismo abrió la puerta a novelas de nueva generación.

Por ejemplo, en La venganza de Analía el papel de Carolina que denuncia falsamente a su ex marido y daña a su hija es un rol forzado (y falso) para decir que los varones hoy sufren escraches injustificados y que hay una teoría de los dos demonios de malos y buenos de los dos bandos. Es tan forzado el discurso de pobres varones víctimas de denuncias falsas que da ganas de abandonar (o adelantar) la serie.

Las novelas que avanzan siempre se asustan de los pasos que dan. Y se les nota el miedo. Entonces aparece el discurso justificado en el argumento perezoso que dice que “ni feminismo ni machismo”. En realidad, eso solo es un paso para atrás de los avances. Pero no es necesario equilibrar con machismo el feminismo porque frente a la violación y el femicidio no se pueda ser neutral entre asesinos y asesinadas y violadas y violadores.

En "La venganza de Analía" se muestran muchos matices y el machismo muestra la hilacha. Pero la historia devela los efectos de la violencia de género y el encubrimiento político y judicial.
En "La venganza de Analía" se muestran muchos matices y el machismo muestra la hilacha. Pero la historia devela los efectos de la violencia de género y el encubrimiento político y judicial.

Por supuesto, también se aliviana mucha de la carga de asesinos, autores intelectuales de femicidios y otros delitos con la necesidad de generar empatía con los muchachos que representan esos papeles (y que, en muchos casos, son los famosos chicos malos enfocados como seductores malvados).

También se puede leer una bajada de línea que no quiere juzgar a todos los machistas, sino a algunos en sociedades como la mexicana y la colombiana donde el crimen organizado tiene a gran parte de la población sometida. Tal vez por eso, el mensaje de La venganza de Analía es castigar a los jerarcas machistas pero con contemplación para los ejecutores en una especie de ley simbólica de obediencia debida y punto final para los ejecutores de la violencia machista.

Aunque también (en un giro interesante que casi le gana a los diarios en actualidad) en La venganza de Analía muestran como la política ya usa la agenda de la lucha contra la violencia de género y la inclusión LGTTB para llevar votos o poder a quienes ejercen esa violencia. O sea, pink washing o lavado de cara solo para los votos y no para cambios reales.

La actríz Ana Wills encarna a Alejandra una pintora lesbiana que es buscada por su padre para limpiar sus dichos homofóbicos y sumarla a su campaña(@_miss_wills_)
La actríz Ana Wills encarna a Alejandra una pintora lesbiana que es buscada por su padre para limpiar sus dichos homofóbicos y sumarla a su campaña(@_miss_wills_)

La actriz Ana Willis hace el personaje de Alejandra, la hija de Guillermo León Mejía. El político conservador aspira a la presidencia y una frase suya homofóbica le juega una mala pasada en un debate frente a estudiantes. Por eso, manda a buscar a su hija lesbiana (a quien echó de su casa) para levantar su imagen.

Ana Willis cree que el éxito de La venganza de Analía (que se puede ver en Netflix) se debe a que “es una historia actual, real, habla de partidos políticos, de la lucha por el poder, de la corrupción que hay en Colombia. Más que una novela, es una ventana de nuestra realidad. También habla del maltrato intrafamiliar, que se ve en todos los estratos y de lo que debe enfrentar Alejandra en una sociedad conservadora mientras ella defiende los derechos LGBTI”.

La Venganza de Analia

En La Reina del Sur también estaba el delicioso personaje bisexual de Patricia O' Farrell que arrebata a la protagonista dando un beso en una cárcel. Y que tiene a infiltradas de la CIA entre la cama, el trabajo y las aventuras lésbicas. Pero no toda diversidad es apertura.

Los estereotipos explícitos son una advertencia. En La Reina del Sur el amigo ruso de Teresa Mendoza, Oleg Yasikov, le dice a la mexicana que tiene cabeza de hombre pero corazón de mujer (la emoción es femenina y la razón es masculina por si los estereotipos encima merecen explicación). Por su puesto que la advertencia iba porque ellas se equivocan en los negocios cuando se ponen muy emocionales, se enamoran o vibran muy intensas.

Kate del Castillo protagonizó "La reina del sur" en un personaje fuera de manual aunque con guiños machistas.  (Foto: Telemundo)
Kate del Castillo protagonizó "La reina del sur" en un personaje fuera de manual aunque con guiños machistas. (Foto: Telemundo)

Otra lección machista es que si intentan tener familia sus seres cercanos sufren por culpa de los peligros a los que las exponen. Y si se convierten en madres la maternidad no las afloja, sino que las vuelve más aguerridas y dispuestas a todo por sus hijas. El problema es que cuando sus hijas descubren quienes son las odian.

Habría que pedir que llegue la revolución de las hijas a las novelas porque guay que la maternidad no sea tradicional. Y en La Reina del Sur e Ingobernable las herederas son capaces de escaparse de ellas o, mucho peor, traicionarlas. El lugar común de la competencia madre e hija no se baja, sino que se vuelve más descarnado frente a mujeres con más poder o ideales.

No se trata de hacer un altar de la estética, la letra o la postura de las novelas que ponen otras mujeres al frente. Pero, sin idealizar, igual, seducen y generan un fervor que solo es posible con el desgarro de los boleros de Chavela Vargas y de un entusiasmo levantado cono el perreo del reaggeton (que se luce especialmente en La Reina del Flow).

En "La Reina del Sur" Teresa Mendoza tiene una hija llamada Sofía, pero los vinculos entre mujeres con poder y sus hijas se muestran conflictivos. (Instagram reinadelsurtv)
En "La Reina del Sur" Teresa Mendoza tiene una hija llamada Sofía, pero los vinculos entre mujeres con poder y sus hijas se muestran conflictivos. (Instagram reinadelsurtv)

La culebronmanía es una estética con devotas y detractoras, a contrapelo de refinamientos y sutilezas, a fuerza de impulso y acaloradas sensaciones. No soy neutral. Me declaro fiel adoradora de la magia de las novelas. Y me rindo en el altar de las sensaciones y viajes que me hacen traspasar en gritos, suspiros, miedos y alegrías.

Le rezo a la magia de las heroínas morochas, aguerridas para hablar, firmes para decidir, apasionadas para recostarse con el fondo verde de Medellin, México DF, Sinaloa o Bogotá, para que haya más temporadas que me hagan bajar las cortinas e hinchar por ellas como si se tratara de un mundial en donde la victoria y el amor son posibles si ellas logran sobrevivir.

Amo a Yeimi, Teresa, Emilia y Analía. No son un fervor inconfesable. Ni una distracción de pandemia. Son un sentimiento. Una sensación compartida con mi hija de la mano, un encontronazo que no puede reemplazar ninguna producción mejor, ni con más dinero, ni más sublime artísticamente.

La "Reina del Flow" se filmó en la Comuna 13 de Medellin y rescata, a través de la música, la pelea de una mujer que fue a la cárcel por venganza de un grupo narco.
La "Reina del Flow" se filmó en la Comuna 13 de Medellin y rescata, a través de la música, la pelea de una mujer que fue a la cárcel por venganza de un grupo narco.

Hay un efecto 3D que solo puede medirse en un realismo mágico, diría Gabo y renombraríamos, culebronismo mágico que te hace llorar por ellas, temblar por sus vidas, festejar sus hazañas, aplaudir sus revolcadas y subir los puños por sus jugadas. Que digan lo que quieran. Pero in love a las novelas.

Incluso, más allá de gustos, disgustos y críticas, hay un fenómeno a la vista: la chica pobre con el chico rico no es más una fórmula matemática que da amor imposible e iguala a las clases sociales en una pasión con obstáculos que termina en un beso angelical, con alguna lisiada falsa y suegra malvada de mirada retorcida.

Ahora ellas no son angelitas, sino chicas rudas y empoderadas, con rabia y rencor por una historia que las hizo exiliadas de sus existencias, les quito a sus seres queridos y ultrajo su cuerpo sin razón, ni permiso.

No son un ejemplo inspirador, a modo de sueño americano renombrado en femenino, para que la historia solo impulse la lección del “tu puedes si quieres”. Ellas quieren, pueden y no se detienen. De este lado de Tijuana las cosas no son fáciles. Y ellas no tienen méritos, sino resiliencia latina. Son huérfanas, pero tienen amigas y amigos del barrio que las vio nacer y que ahora las contemplan renacer.

A su modo Teresa y Analía le dicen a las víctimas de violación que el lugar de víctimas no es para quedarse a dormir entre pesadillas, aunque te despierten sudada. Pero no se mojan las sábanas para llorar, sino para gozar y tener un plan. Siempre hay plan.

Las novelas de empoderamiento culebronero las despierta sin olvidarse las heridas, pero las vuelve panteras entre la jungla latina, donde no hay justicia, ni mérito que alcance. Y la fortaleza se vuelve una forma de supervivencia. Para las que vienen de barrios en los que nunca se camina sin saber quién viene dando otros pasos.

Mabel Moreno es Gema en "La reina del Flow". El papel de esposa convencional da un giro en la novea igual que en "La venganza de Analía".
Mabel Moreno es Gema en "La reina del Flow". El papel de esposa convencional da un giro en la novea igual que en "La venganza de Analía".

Ellas son rabiosas y poderosas. Tan temibles como inteligentes y, casi siempre, estratégicas y calculadoras. Hay amor (bendito amor) pero su objetivo central en la vida no es ser deseadas ni queridas. Lo que ellas quieren es venganza.

Pueden tener amantes y novios, pero no pierden la cabeza por ellos, ni se salen de su objetivo. Aunque hay algo del enamoramiento que las hace ceder o sedar a último momento (para que el odio no les gane la partida) de ajedrecistas de sus propias vidas.

Las series post Me Too son una erupción del volcán de la violencia hacia las mujeres que encuentra en la telenovela –un género latino- una manera de cuadrar (como dicen con una lengua tan bella como respetada sin ninguna política de neutralizar la raíz local) en la poética cotidiana de Colombia.

Las víctimas de violencia machista buscan venganza en la mayoría de las novelas latinas.
Las víctimas de violencia machista buscan venganza en la mayoría de las novelas latinas.

La pimienta latina condimenta al feminismo de un picante que no se consigue del otro lado del muro de Donald Trump. Y para más datos fue mucho mejor el debate presidencial de La venganza de Analía que el ya aburrido machismo prepotente, interrumpido, blanco, sonrojado y mal teñido de Donald Trump y Joen Biden.

Si la política ya parece una parodia la novela, en cambio, con la política crece. No es solo un juego bonito que deshoja la margarita, sino que –tal vez- es el mejor género para desvelar al poder y al no poder (porque ahí es donde dan tan profundo) que tiene la democracia latinoamericana hoy en día.

La palabra culebrón parece despectiva, pero igual que putita golosa o que cabecitas negras en un giro de lenguaje que da vuelta la humillación por el orgullo. Porque si los culebrones son tildados de exagerados, gritones, apabullantes y predecibles acá estamos para decir que la vida a veces es un guión sin sutilezas y que no vamos a ser más refinadas ni modocitas.

En cambio, preferimos agitarnos en la noche como si los cuerpos brincaran por nuestras heroínas favoritas. Y suplicaran para que la muerte no llegue cuando se atreven a enfrentar a los que no quieren que ellas sean las dueñas de sus vidas.

El tráiler de la segunda temporada de la “La Reina del Sur” rompió un récord

Ya sabemos el ABC de las novelas: nos quieren hacer tragar el sapo del amor romántico para que lo único que nos importe sea ser besadas y que el beso actúe como una venda que nos calle (o nos deje muteadas en épocas de zoom) y solo reparta el rol de musas o actrices secundarios frente a los protagonistas clásicos: los galanes.

Ahora entonces podemos tomar los culebrones con orgullo para decir que la pasión no la regalamos en la pelea por la autonomía. Y que no nos callamos que nos gustan, de igual manera que ellas no se callan, frente a ellos, ni frente a nadie.

Igual que el cucharón de mi abuela con el que hago la sopa y reivindico la cocina –sin aceptar la prisión de las hornallas como encierro doméstico- me rindo al fervor del amor encendido y latino como un ritual reinventado en el que no vale todo, pero vale la apuesta novelera.

Me gustan las chicas poderosas, no las desinfladas revestidas de honradas o niñas buenas. Pero prefiero los gritos, cantos, colores, lentejuelas y entusiasmos que las series norteamericanas en la que hay que apostar si atrás de las pupilas de las nuevas villanas hay sensaciones y sentimientos.

En ese camino de sacar a la tele del closet no digo novelas, sino culebrones. Pero por la misma operación de orgullo que no se oculta lo que se ama, sino que se pelea para amar sin escondidas.

En un texto precioso la escritora Cecilia Absatz, describe en el capítulo Sobre la palabra culebrón en su libro Las mil y una telenovelas, cómo se cuentan las buenas historias en la ficción y en la vida, editado por Planeta en mayo del 2015: “En una heladería es fácil saber a quién le encantan los helados y quién es un visitante eventual que se está permitiendo una aventura. El turista es el que pide un helado de malbec con frutos rojos o cheescake con maracuyá, gustos que ningún goloso verdadero elegiría”.

La escritora Cecilia Absatz define la palabra culebrón en el libro "Las mil y una telenovelas" (Thomás Khazki)
La escritora Cecilia Absatz define la palabra culebrón en el libro "Las mil y una telenovelas" (Thomás Khazki)

Como golosa verdadera le doy la razón a Cecilia y hundo mis pasiones en un cucurucho de dulce de leche. Pero ella va de la heladería a la televisión y acierta: “La lista de sabores en una heladería es un lenguaje como cualquier otro, y hay algo en el lenguaje que señala con rapidez al extranjero, al que aprendió a manejar de grande, al que lo tiene como segundo idioma. Las novelas también tienen un lenguaje propio y uno ajeno”.

Y Cecilia apunta: "La palabra culebrón es claramente ajena. Ninguna madre llama a la hija y le dice: “¿Viste hoy el culebrón?”. Y acá es donde está el acierto que cambia de bandera. Yo con mi hija veo culebrones y nos llamamos las culebroneras.

Es cierto que mi madre me los prohibía y que nosotras nos comentamos indignadas ante cada letra de machismo y que no tragamos que se diga busconas a las deseantes, vulgares a las pulposas ni que el galán la rete a la protagonista porque no puede mostrar las piernas.

También sabemos que a veces para mostrarnos la violencia se muestra demasiada tortura –ya entendimos- y que exhiben el precio de las que llegan al poder con la muerte de sus seres queridos. Para que la moraleja no sea que rebelarse es gratis, sino que se paga y no solo lo pagan ellas.

Trailer oficial de La Reina del Flow

Es cierto, entonces, que no es nuestra patria la novela, sino un lugar nuevo, al que llegamos en una mixtura en donde no tenemos moldes ni sueños atados a un hombre, pero donde suspiramos como una reconquista o una pancarta que no dejamos tirada por luchar contra la violencia y a favor de la autonomía.

En ese arrumaco de cuarentena construimos entonces un espacio nuevo con heroínas fuertes y resentidas –quien no acumula odio después de sufrir tantos maltratos- y que encuentran el amor (aunque no sea lo único, ni lo más importante) y que en ese ritual culebronero armamos algo que no es lo de siempre, sino un viaje nuevo.

“Culebrón se usa en las reseñas periodísticas como un sinónimo de telenovela y el vocablo no puede evitar cierta carga burlona que asocia al género con las vueltas y sinuosidades de un reptil. Y también con su inabarcable extensión”, explica Cecilia Absatz.

Entonces, igual que con tantos desprecios culturales, nos volvemos culebras y adoramos a los culebrones, en contra de las subestimaciones y hacemos lo que hacen ellas, sacamos la lengua y adoramos a las vengadoras que tienen veneno por el machismo que le quito a la madre, la libertad o la vida. Si, también es cierto que somos sensibles, cíclicas, vuelteras y largueras, como las novelas, como las culebras, como las que no solo queremos llegar, sino ver como se llega.

Y no vamos a pasar a la síntesis, la frialdad o la apatía. Ser culebronera es una forma apasionada de defender un amor no sumiso que hacen que la soledad –en este mundo congelado ahora en el destierro del confinamiento- duela menos.

No tenemos miedo, tenemos a nuestras culebras.

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