Húngaro de nacimiento y nacionalizado argentino, Ladislao Biró lanzó al mundo en 1944 la famosa birome que es un invento por demás conocido. Pero existen muchos otros, algunos de ellos muy antiguos, como los equipos especiales ideados por fray Luis Beltrán para que las mulas pudieran transportar las piezas de artillería en el cruce de los Andes, fantástica empresa llevada adelante por José de San Martín. El cura, que además era matemático y químico, diseñó puentes colgantes e inventó aparatos para arrastrar pesadas cargas en cuestas empinadas.
Un abogado de Adrogué, Raúl Pateras de Pescara, fue el que en 1920 patentó el primer modelo de helicóptero con palas contrarrotativas. Si bien ya existían otros prototipos, éste permitía ser controlado en el vuelo. Pescara no se quedó quieto y ya, radicado en Europa, diseñó motores y compresores.
Hubo inventos geniales que causaron serios rechazos. El croata Iván Vucetic -que las autoridades argentinas, al momento de tomar la ciudadanía local, lo habían rebautizado como Juan Vucetich- no podía entender por qué su sistema de identificación de individuos por los dibujos de sus huellas dactilares que había tenido reconocimiento mundial en el país fue tomado como una intromisión en la vida privada de las personas y se le ordenó la destrucción de su valiosísimo archivo identificatorio. No alcanzó con que el método de este antropólogo que vivía en la ciudad de La Plata haya esclarecido en junio de 1892 el horrendo crimen de una madre que degolló a sus dos hijos en Necochea. La muerte lo encontró enfermo, deprimido y olvidado. Los reconocimientos serían todos póstumos.
A los norteamericanos les ganamos, por lo menos, en dos áreas: el 27 de agosto de 1920 un médico y tres estudiantes realizaron la primera transmisión de radio -en Estados Unidos se haría en noviembre- y le debemos al italiano naturalizado argentino Quirino Cristiani los dibujos animados. En 1917 realizó el primer largometraje de una hora llamado El apóstol, sobre Hipólito Yrigoyen y en 1931 haría el primero animado y sonoro, Peludópolis. En 1941 rechazó una oferta de Walt Disney de ir a trabajar con él a Estados Unidos. Y Fernando Crudo, en 1934 patentó el fotoliptófono, un dispositivo óptico capaz de registrar sonido en un soporte de papel.
Inventos para curar
En el ámbito de la medicina, el doctor Enrique Finochietto lleva la delantera. Se recibió de médico muy joven y se desempeñó en los hospitales de Clínicas y Rawson. En Europa se perfeccionó en diversas técnicas; fue condecorado por el gobierno francés por promover y dirigir la creación del Hospital Argentino en París, para asistir a heridos en la Primera Guerra Mundial. Su inquietud por inventar instrumental lo llevó a estudiar dibujo técnico. De su invención son, por ejemplo, la luz en la frente para operar, la mesa quirúrgica móvil, el empuje ligaduras, pinzas, separadores, valvas, aspirador quirúrgico, cánulas para transfusiones, entre otros tantos dispositivos que aún se aplican y que algunos llevan su nombre.
Y el que salvó millones de vidas durante la primera guerra mundial fue el invento de Luis Agote. Médico recibido en la Universidad de Buenos Aires, descubrió que si se almacenaba la sangre con citrato de sodio, se evitaba su coagulación. La primera prueba la realizó el 9 de noviembre de 1914 cuando transfundió sangre al portero del instituto donde llevaba adelante sus investigaciones. No quiso patentar su invento, sino que lo comunicó a revistas científicas y lo regaló a los países que en Europa, estaban involucrados en la conflagración mundial. También moriría olvidado en su casa de Turdera y hay que tener paciencia para encontrar su obituario en algunos diarios.
El entrerriano Domingo Liotta, junto con su colega norteamericano Denton Cooley, trasplantó un corazón artificial creado por él, en el Hospital de Texas. Fue en 1969 y estaba hecho de fibra de plástico y una especie de poliéster. Por su parte un médico platense, Julio Palmaz inventó el stent coronario y Juan Carlos Parodi ideó el stent para tratar la aneurisma de aorta abdominal. Por su parte, el cardiólogo René Favaloro fue el padre del by pass coronario.
Inventos sobre ruedas
Son invenciones nacionales los automóviles Siam Di Tella 1500, el IKA Renault Torino, el DKW Auto Unión 1000 y el diminuto Dinarg D-200. Y fue gracias a un grupo de taxistas, que en 1928 se quejaban por el poco trabajo que tenían, que casi sin querer inventaron el colectivo en una mesa del café La Montaña, de Rivadavia y Carrasco. De ahí salió la idea de adaptar sus coches taxímetros, esos Ford T, en un transporte de más de un pasajero. Lo llamaron el “auto-colectivo”. Adaptaron sus autos y el 24 de septiembre de ese año nacería este medio de transporte bien argentino.
Peligro de gol
En el Mundial de Fútbol de 1934 se usó un invento argentino: la pelota sin tiento, con costura invisible. Había sido creada en 1931 en Bell Ville por Romano Polo, Antonio Tossolini y Juan Valbanesi y en el país se pateó por primera vez en el partido entre Club Atlético Belgrano y Newell’s Old Boys.
El bastón blanco usado por los ciegos fue creado por José Mario Fallótico y el semáforo sonoro, también para no videntes, es una creación del argentino Mario Dávila.
Hubo también otros inventos, tristemente célebres, como la picana eléctrica, que Leopoldo Lugones hijo, como jefe de Orden Social de Uriburu, la aplicaba en los interrogatorios.
No sabemos a ciencia cierta si el joven científico Luis Federico Leloir patentó la salsa golf, cuando se cansó de comer camarones con mayonesa en el Golf Club de Mar del Plata, y lo mezcló con ketchup, gotitas de coñac y salsa tabasco. Si la milanesa napolitana nació realmente en un restorán porteño a comienzos del siglo veinte o si es cierto que el coronel Gramajo, ayudante del general Julio A. Roca ideó el revuelto que hoy lleva su nombre. Lo indiscutible es que cuando a los argentinos se nos prende la lamparita, hacemos historia.
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