“No estoy contento por estar acá, pero no es el infierno”: el diario que Carlos Carrascosa escribió en la cárcel

Desde su celda en el penal de Campana, donde estuvo detenido acusado de haber asesinado a su mujer, María Marta Garía Belsunce, el viudo se dedicó a escribir. “Diario de un inocente” (Ediciones B) se publicará en octubre. En esta nota, un adelanto

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Carlos Carrascosa (NA)
Carlos Carrascosa (NA)

16 de septiembre de 2009

En estos últimos días se fueron dos presos del pabellón en libertad. No se imaginan la alegría que eso genera acá adentro.

Cuando un preso se va, los que se quedan le hacen un cordón por donde pasa hacia la salida y cada uno de ellos le va tocando el culo, porque dicen que eso trae buena suerte. Ninguno de los que se fueron tenía la sentencia cumplida, sino que salieron por distintos beneficios. Los más comunes son la libertad condicional o la libertad laboral. Se van a la calle y tienen que cumplir los requisitos que les imponga el tribunal. Esto ocurre generalmente después de hacerles una pericia psicológica, del informe de conducta que da el penal y una vez cumplida gran parte de la pena. Para eso traen a la familia, que tiene que explicar dónde van a vivir, en qué van a trabajar y quién va a garantizar todas esas condiciones. Son requisitos indispensables para que les otorguen el beneficio. Si no se cumplen, no se pueden ir.

Además de las salidas pude observar que otros movimientos que se producen son los traslados; eso varía de acuerdo con la conducta del preso y el tiempo de la pena que le falta cumplir.

Uno de los destinos más pedido es el penal de Baradero, porque es un lugar con un régimen más abierto. La explicación más clara y popular de esa preferencia es que se trata de un penal donde hay alambre en lugar de muros. Hace un par de semanas a un compañero de celda lo llevaron para allá. Es el primer paso a la libertad. Estaba feliz, saltaba como un chico. A otros, en cambio, los trasladaron a un destino peor por alguna falta grave en su comportamiento. No pregunté cuál.

Mis compañeros de celda ahora son Carlitos, Sergio, Roberto, Gerardo y Luis. Por respeto a ellos, no voy a explicar las razones por las que cada uno está acá, ni tampoco quiero dar sus nombres completos. Detrás de cada uno hay una vida y situaciones muy delicadas.

La socióloga fue hallada en
La socióloga fue hallada en la bañadera de su casa.

Acá adentro todos estamos en el mismo barco. Comparo esto con un viaje a la Antártida en un rompehielos, donde nosotros somos la tripulación que debe convivir con respeto y con un objetivo común. Todos unidos en la lucha contra el medio. No importa quién es el otro, todos nos necesitamos, y así hay que seguir adelante. La falta de libertad es el elemento de unión y contra eso tenemos que luchar. Del mismo modo que en un barco todos tienen que enfrentar al enemigo común que es el mar.

Pero en este viaje, como en otros, tenemos subidas y bajadas. Los aspectos buenos y malos afloran en esta convivencia, y la base fundamental para poder convivir es respetar al otro. Es cierto, muchas veces se necesita tener cintura, lo reconozco, pero hay que hacer el esfuerzo para salir adelante.

El día más importante para quienes estamos acá es el de visita. Todo preso necesita mostrarle a su familia que está bien. El lugar donde se recibe a los familiares es un salón muy grande con mesas y bancos, donde nos sentamos con ellos como si estuviéramos en un bar. Normalmente tenemos tres o cuatro horas para la visita.

Lo que impresiona es que todos llevamos un mantel para poner en la mesa, y además llevamos vasos, cubiertos, la matera, algún postre que hacemos acá, y dentro de los elementos que cada uno tiene llevamos café, té, azúcar, etcétera. En fin, todo para convidar. Nos ponemos la mejor pilcha, vamos bien bañados, afeitados, con lo mejor que tenemos.

Les cuento que en realidad yo soy un poco una excepción, porque todo eso se lo pido a los que vienen a visitarme. Solo pongo el mantel y llevo la matera, bien de fiaca. Toda la vida fui un malcriado, ¿por qué voy a cambiar?

García Belsunce y Carrascosa
García Belsunce y Carrascosa

Organizar las visitas de los sábados es una de mis ocupaciones principales. Me permiten seis personas por cada visita y siempre quieren venir más a verme, así que tengo que ir eligiendo. Por un lado, tratar de poner juntos a los familiares (ver que vengan de la misma zona, Pilar, Capital o San Isidro) y, por otro, armar grupos de amigos para que las mesas sean de afinidad entre ellos.

Lo más difícil es invitar a los que sabés que son depresivos. Es lo que menos querés en esos momentos de encuentro. Cuando la visita se va, te baja la adrenalina y quedás de cama. Pasás del mejor momento de la semana al vacío total. Por lo general volvés a la celda y dormís una siesta padre. Te diría que te despertás, comés algo y seguís hasta la mañana siguiente.

Otro día que tengo visita es el jueves, pero normalmente lo uso para que venga algún amigo con el que hablamos de cosas que necesito que se hagan afuera. Trámites y asuntos personales.

La visita del jueves te la dan si trabajás en algo, y a mí me la dieron por la limpieza del patio. Por suerte está lloviendo bastante y el flaco desde arriba me baldea. Otro que me malcría.

El diario de Carlos Carrascosa,
El diario de Carlos Carrascosa, publicado por Ediciones B

1 de noviembre de 2011

Pasaron los meses y se acerca la fecha para la sentencia de la causa por encubrimiento de mis parientes. Los informes que tenemos son muy dispares y llega de todo a nuestros oídos: desde la absolución hasta lo peor, la cárcel para todos. Fui siguiendo el proceso desde acá y es un poco increíble lo que está pasando.

A ellos los veo muy deprimidos, como si de todo lo que circula en su entorno tomaran solo lo malo. No sé si será una forma de defensa para estar preparados para lo peor. Lo que pasa es que en este momento hay como dos mundos: uno, el que estoy viviendo yo, con todo el apoyo que me dan los Ángeles de Charlie y que me provoca una gran alegría y fuerza; otro, el que están viviendo ellos, donde reina la incertidumbre y no se sabe lo que va a pasar. Eso es algo que yo ya viví, y los entiendo. Ellos tienen el miedo a lo desconocido y para mí, que ya llevo más de dos años acá, esto ya es mi forma de vida. Salí hace tiempo de la incertidumbre.

Quiero aclarar que no estoy contento por estar acá, pero no es el infierno. El trabajo fundamental está en la mente, solo el cuerpo está preso. La mente está más libre que nunca, esa es la base de cómo tenés que sobrellevar la vida acá. Espero que si a mis parientes les toca, ellos lo puedan hacer. Seguimos esperando, pongamos todo para que los absuelvan, pronto será el día de la verdad. Espero que la Justicia se haga presente.

El jueves pasado fue 27 de octubre, nueve años de la muerte de María. Fue uno de esos días en que tenés ganas de seguir durmiendo y no levantarte. Había ido a trabajar como siempre a la radio y al ratito, en el medio del programa, me fui. No tenía ganas de hablar de nada, estaba más allá de los temas políticos, económicos, deportivos... nada me interesaba. Solo encerrarme dentro de mí y compartir con mis afectos lo que fue nuestra vida. Ese día se hizo una misa por María en la catedral de San Isidro. Es la tercera vez que no puedo ir a la misa por estar encerrado aquí. Rezaron por ella y por mi libertad.

Como todos los jueves fui a la visita. Vinieron Michael, Miki, Luis... Recordamos tantas cosas, tantos momentos juntos de aquellas épocas en que compartimos alegrías y tristezas. Son amigos de verdad y son solo una muestra, porque a ellos les tocó venir ese día. Es algo maravilloso todo lo que recibo de mis amigos.

En verdad, me considero un elegido, porque además de los amigos que tenía de toda la vida, desde que estoy acá sumé algunos nuevos. En particular un grupo de mujeres que se acercaron hasta mí después de ver tanta injusticia en este caso. En ellas se despertó un sentimiento intenso de querer saber más y contribuir a que se descubra la verdad. Fue María seguramente la que me las envió. Ella era un adalid de la justicia y los Ángeles de Charlie son sus representantes.

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