El 26 de septiembre de 2010, la calma de Villa Guillermina, un pueblo que no alcanza los cinco mil habitantes al noreste de Santa Fe, fue sacudida por un impacto que silenció sus calles para siempre.
Aquella noche, un grupo de danzas folclóricas regresaba desde Villa Ocampo luego de participar en en el concurso Flor de Irupé. A las 23.30, el chofer de la Renault Master que transportaba a 19 personas, ingresó a la Ruta Nacional N° 11 por la Avenida San Martín, cargó nafta en una YPF y emprendió el retorno al pueblo. En el kilómetro 786, un camión Ford 7000 con acoplado, cargado con caña de azúcar, se cruzó en el camino.
Las consecuencias del choque fueron dramáticas: 14 personas murieron, de las cuales cuatro eran menores de edad. Otras cinco resultaron heridas, conmocionando a una localidad que sufrió por sus seres queridos, incluyo por aquellos que a veces sólo se los conoce de vista.
Rocío Duarte es una de las personas que viajaba en esa camioneta, acompañada por su mamá, Laura Catalina Gómez, y sus dos hermanos. Eric, de 9, murió junto a su madre. Rocío tenía 11 y salió del vehículo inconsciente. Cuando se produjo el impacto dormía.
“Desperté entubada. Fui la que más grave estuvo de todos los que logró salir con vida aquella noche. El 7 de octubre me dieron el alta. Mi otro hermanito también la pasó mal, pero lo más doloroso fue perder a la mitad de mi familia. Recuerdo que durante la internación preguntaba por mi mamá. Quería saber cómo estaba y nadie me decía nada. Hasta unos días antes de volver, que mi papá me dijo la verdad. Pero no le creía”, recordó Rocío, en diálogo con Infobae.
La joven, que actualmente tiene 21 años, regresó a su casa sin creer la historia que le había contado su papá. “Primero no lo aceptaba, estaba mal, no podía entender que haya perdido a mi mamá. Cuando fui creciendo me di cuenta de que pasó porque tenía que pasó. Lo fui asimilando. Pero a ella no la recuerdo, únicamente si veo fotos, pero en persona no. Sí en su cumpleaños, o cuando llega el Día de la Madre o celebramos Navidad”, explicó.
Rocío rememoró que aquella tarde de domingo salieron desde Villa Guillermina contemplando el horario en el que les tocaba bailar. Al igual que el resto, pertenecía al grupo Retoños de mi Pueblo, con quien ya había viajado en otras oportunidades a diversos festivales.
“Un festival de folclore. Durante la ida no pasó nada, todo estuvo bien. El chofer se había ido a la tarde a llevar a otro grupo desde Villa Ocampo y retornó por la noche para buscarnos al resto”, indicó.
Aroldo Vázquez era quien conducía la camioneta. Tenía 63 años y trabajaba para la comuna transportando vehículos con pasajeros. Aquella noche se encontró con un camión manejado por Dante Sosa, de 23 años, quien ingresó a la ruta por un camino vecinal sin respetar el paso de la combi. La camioneta chocó contra el lateral del acoplado y su parte frontal se convirtió en un laberinto de hierros y chapas retorcidas. Vázquez, a diferencia de los 19 pasajeros, salió ileso.
“El recuerdo que tengo es que habíamos ido para acompañar a mi novia al festival de folclore. Y no mucho más, porque en mi cabeza sólo tengo medio día. Cuando volvíamos paramos en la estación de servicio a cargar combustible. Fue un día normal, de mucho calor, en donde vi a mi novia bailar. Disfrutamos mucho”, relató a este medio Sebastián Blanco, otro de los cinco sobrevivientes.
En 2010, Sebastián tenía 15 años y Micaela, su novia, 14. La joven debió viajar en su regazo ya que la camioneta tenía capacidad para 14 personas y en ella se transportaban 19. Entre los pasajeros estaban su padres: Norberto Maidana y Alicia Romero.
Sebastián fue testigo del siniestro pero no recuerda los minutos previos a la colisión. Despertó a los pocos días sin reconocer a ninguno de los seres queridos que se acercaban a verlo. Recién recuperó la memoria el 28 de octubre, cuando el hermano de Micaela llegó hasta el hospital para ver su estado de salud.
“Ese día desperté y no creía lo que me contaban. Pensé que era una joda, porque mi cabeza recordaba que habíamos ingresado a la ruta y nada más. Cuando supe quiénes eran los que me rodeaban, reconocí a mi cuñado. Me contó que Mica y sus papás habían muerto. Quedé shockeado, no supe qué decirle. Él lloraba y yo no entendía por qué me estaba diciendo eso”, dijo Sebastián.
Luego del trágico episodio las culpas recayeron sobre las autoridades locales y provinciales. El presidente de la comuna, Eduardo Scarpín, fue quien entregó la camioneta para que la escuela de baile pudiera viajar hasta Villa Ocampo. El 27 de septiembre de aquel año declaró tres días de duelo y acompañó a los familiares hasta cementerio. Esta semana, ante el llamado de Infobae, prefirió no hablar de lo que pasó esa noche.
“Nunca vi algo así. Con más de treinta años de médico nunca antes había vivido algo parecido. Más allá de todo lo que se pueda decir, calificarlo de dantesco le queda chico”, afirmó aquel día el por entonces ministro de Salud de Santa Fe, Miguel Angel Cappiello.
“Los hombres cometemos errores muy importantes y esos errores cuestan muchas vidas. Mas allá de lo que digamos de la educación vial, de que las rutas no están adecuadas, de que hay que hacer mejoras o hacer autovías, se pueden poner todos los calificativos que quieran, pero hubo hechos que no se justifican, irresponsables que causaron este accidente”, agregó.
“Perdí la estabilidad de una pierna y la movilidad del brazo izquierdo. En la mano izquierda no tengo fuerza y la pierna derecha a veces se me afloja. Juego al fútbol y por ahí me caigo, Pero es un juego, todo sigue, normal. Nadie se me acercó a preguntarme si necesitaba algo. Sí familiares, amigos y vecinos. Pero ningún funcionario lo hizo”, contó Sebastián.
Rocío debió ser operada por una laceración en el hígado. “Si fuera por mi hubiese ayudado a todos. Porque fue una tragedia muy grande. A mi papá lo ayudaron en su trabajo, le dieron días de vacaciones para que pudiera estar con nosotros", manifestó.
Cuatro años antes, en la misma ruta pero 200 kilómetros más al norte, un micro que transportaba a un grupo de alumnos del Colegio Ecos desde El Impenetrable chaqueño hacia Buenos Aires, se topó con un camión zigzagueante que venía por el carril contario. Murieron 9 estudiantes y una maestra. También el chofer del camión y su acompañante.
En la tragedia de Villa Guillermina, Sebastián grafica el sentir de una comunidad en la que hasta hoy ningún otro grupo musical volvió a viajar para participar de festivales: “Todas las familias eran conocidas por todos, eran muy buena gente y no tenían problemas con nadie. Para mí cambió un montón. He viajado a otros parajes y había personas que me saludaban y yo no los recordaba”.
Y completó: “Siempre están los amigos, ellos siempre me cuidaban. Y de ahí te digo que se sale, pero que también quedan los recuerdos. Yo perdí tres personas grandiosas esa noche, pero los llevo en el corazón y de vez en cuando los visito. Lamentablemente tengo muchos recuerdos. Y muchos momentos tristes”.
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