San Pío, que podía leer los corazones y manifestarse en más de un lugar al mismo tiempo, fue un sacerdote exorcista, acechado por el demonio y perseguido por la Iglesia, que llegó a acusarlo hasta de fraude. En la actualidad, por los milagros que se le atribuyen, es el santo italiano que convoca a más devotos en el mundo. En distintos puntos de la Argentina, su imagen se vuelve cada vez más presente, gracias a los miles de fieles que lo veneran a través de 135 grupos de oración muy activos.
Francisco Forgione, más conocido como San Pío o Padre Pío, nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, en la provincia italiana de Benevento, cerca de Nápoles. Su madre, muy devota de San Francisco de Asís, el patrono de Italia, lo bautizó con el nombre de este santo. Fue un niño muy introvertido, pasaba las horas rezando frente al altar de la iglesia de Santa Ana.
Su vocación se manifestó a partir de los 8 años. Cuando inició su formación religiosa con los frailes capuchinos, Grazio, su padre, emigró a la Argentina para poder pagar sus estudios. A los 15 años, Francisco Forgione comenzó a vestir la túnica franciscana y tomó el nombre de Fray Pío de Pietrelcina. El 10 de agosto de 1910 fue ordenado sacerdote en Benevento.
Aunque en 1916 se instaló en San Giovanni Rotondo, donde viviría hasta su muerte, debido a la fragilidad de su salud regresaba con frecuencia a su pueblito natal. Dos años después, en 1918, contrajo la gripe española, una pandemia que se cobró millones de vidas. Pero él se salvó.
En plena Segunda Guerra Mundial, el Padre Pío inició su obra más grande: el hospital Casa de Alivio del Sufrimiento, en San Giovanni Rotondo. Cuando hablaba de este proyecto con sus hermanos sacerdotes, ellos expresaban que sería imposible concretarlo en medio de la guerra. Sin embargo, gracias a la generosidad de millones de devotos, pudo construirlo. Inaugurado el 24 de julio de 1954, llegó a ser uno de los hospitales más importantes de Italia.
La lucha contra el diablo
En una carta del 18 de enero de 1912, dirigida al padre Agostino, el Padre Pío se expresaba con estas palabras sobre Satanás: “Él ha venido a mi casi asumiendo todas las formas. Desde varios días acá, me viene a visitar, junto con otros de sus espíritus infernales armados de bastones y piedras. Lo que es peor es que ellos vienen con sus semblantes. Tal vez cuántas veces me ha sacado de la cama y me ha arrastrado por la habitación”.
El Padre Pío se convirtió en exorcista. Siguiendo la metodología de exorcismos de Jesús, decía en tono firme y marcado: “¡Cállate! ¡Basta! ¡Márchate!”. Después de estas palabras, el poseído conseguía la calma. En una única oportunidad, antes de la liberación, el maligno habría gritado: “Padre Pío, nos molestas más tú que San Miguel”. Otro cura exorcista, el padre Tarcisio da Cervinara, que presenció ese hecho, le preguntó al Padre Pío si había escuchado las palabras del Diablo y el santo le respondió: “Satanás me tiene miedo”.
El misterio de los estigmas
En su biografía oficial, se relata que el 5 y el 7 de agosto de 1918 fue “traspasado el corazón por un misterioso personaje celestial, armado de una lanza; el corazón se parte, las vísceras están estiradas”, y “él pierde sangre por todas partes, saliéndole parte por la boca, parte por abajo”. El 20 de septiembre de ese año recibió los estigmas. Al principio fueron solo pequeñas heridas, pero unos meses después se agrandaron. Si bien los estigmas eran un hecho extraordinario que convocaba a millones de fieles, no tardaron en llegar las calumnias y la difamación que, por otra parte, lo hicieron blanco de sucesivas inspecciones canónicas y del estudio de un gran número de médicos. El Padre Pío resistió con gran paciencia cada una de esas afrentas.
Una enorme feligresía se abarrotaba para oír sus largas homilías y observar sus estigmas, que el sacerdote ocultaba con mitones. El Padre Pío dedicaba hasta 18 horas diarias al sacramento de la confesión. Pero las autoridades eclesiásticas de la época dudaron de él y le prohibieron por varios años salir de su celda, celebrar misa, contestar cartas y escuchar confesiones. De acuerdo con lo expresado en sus datos biográficos, sin explicación racional alguna, los estigmas del Padre Pío permanecieron abiertos por 50 años. Tras su muerte, ocurrida el 23 de septiembre de 1968, desaparecieron sin dejar ninguna señal.
El científico Pietro Gerardo Violi, médico de la Casa de Alivio del Sufrimiento, dio su opinión científica sobre los estigmas del Padre Pío en una entrevista concedida al diario italiano Avvenire: “Como hombre de ciencia y de fe, puedo decir que me encontré algo extraordinario. Hay preguntas que la ciencia y la medicina no pueden explicar. Donde no llega la ciencia entra la fe”.
Además, dijo el doctor Violi en esa oportunidad: “Esas heridas tienen características inexplicables. Por 50 años nunca se modificaron, permanecieron siempre iguales, en tamaño, forma y actividad. Un hecho raro, ya que todavía no existían los antibióticos, porque en Italia se empezaron a usar en 1948. El médico se pregunta por qué nunca se infectaron. Si fueran lesiones humanas, se agrandarían. Mientras que una persona con una mínima lesión en el pie, en el talón, no se mueve, él caminaba sobre sus llagas, hacía sus actividades diarias. Además usaba las manos normalmente. Como se ve en las fotos de su última misa, Padre Pío tenía los estigmas, que después de pocas horas, cuando murió, habían desaparecido completamente, sin dejar cicatriz. Desafío a cualquier científico a darme una explicación”.
Otros religiosos como San Francisco de Asís, Santa Catalina de Siena, Santa Rita de Casia, Santa Madgalena de la Cruz, la Beata Ana Catalina Emerich y Teresa Neumann también portaron en su cuerpo las llagas de Jesucristo. Pero los estigmas del Padre Pío fueron quizás los más estudiados del mundo. A causa de estas heridas sangrantes, sufrió terribles dolores a lo largo de su vida y llegó a perder hasta 100 gramos de sangre arterial diaria.
Un profundo lazo con la Argentina
En Mar del Plata, a siete cuadras del faro, se construyó la primera iglesia, fuera de Italia, consagrada al santo de los estigmas. La piedra fundamental de la capilla se puso cuando el Padre Pío aún estaba vivo, y luego se transformó en iglesia consagrada al santo. La iniciativa nació tras una promesa de un ingeniero de Mar del Plata cuya esposa tuvo un problema de salud y, por intercesión del Padre Pío, se sanó.
Tanta es la devoción en la Argentina que en 2010, con motivo de los 100 años de la aparición de los estigmas del Padre Pío, desde el Santuario de San Giovanni Rotondo viajó una importante reliquia, su corazón, que al igual que su cuerpo se mantiene incorrupto casi en su totalidad. La reliquia es una parte del miocardio en la que se dio el fenómeno místico de la transverberación que recibió San Pío en 1918. Fue venerada en la Catedral de Buenos Aires, en la Basílica de Luján, en la Basílica de la Piedad, en el Santuario de Pompeya y en el Hospital Garrahan. Durante la veneración de esta reliquia, el fervor de la gente fue sorprendente. Tal como solía celebrarse en la antigüedad, el receptáculo que contenía el corazón del santo era una casita de vidrio y plata. Esta reliquia también recorrió otros lugares emblemáticos del mundo.
“Karol, tú serás Papa”
En 1947, cuando Karol Wojtyla era apenas un joven sacerdote, fue a San Giovanni Rotondo y se confesó con el fraile capuchino. Dejando en evidencia su don de profecía, el Padre Pío le advirtió que un día sería Papa. En el centenario del nacimiento de Francisco Forgione, ya convertido en el Papa Juan Pablo II, fue a arrodillarse en la tumba del fraile de los estigmas y le dijo a los capuchinos: “Hagan que camine este hermano vuestro. Dense prisa. Este es un santo que tengo que hacer yo”. Finalmente, el 16 de junio de 2002, fue canonizado por el Papa polaco y consagrado como San Pío de Pietrelcina.
Cada 23 de septiembre, cuando se cumple un nuevo aniversario de su desaparición física, tiene lugar la fiesta litúrgica de San Pío de Pietrelcina. Este año se conmemoran 52 años de su muerte.
“Reza, ten fe, y no te preocupes”, la frase más conocida de este santo en todo el mundo, está más vigente que nunca en estos días. Hoy sus palabras resuenan de manera especial en nuestra sociedad.
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