La primera muerte de Alejandro “Polaco” Penczarski ocurrió el 20 de julio de 1997.
Los policías de la comisaría 44 lo rodearon y acertaron siete balazos en su cuerpo. Dos balas le quedaron alojadas en las piernas. Las otras lo atravesaron. Una le entró por la nuca y salió después de destrozarle la nariz.
Lo trasladaron con su cuerpo cubierto por un plástico. Uno de los policías informó a su superior, por radio, que habían abatido a un peligroso delincuente.
La noticia salió en los noticieros.
En la morgue, los forenses ya estaban preparados para hacerle la autopsia. Pero mientras lo manguereaban para limpiarle la sangre, el “Polaco” se inclinó abruptamente hacia adelante y quedó sentado, como quien despierta de una pesadilla.
O si saliera de una piscina llena.
Los tanatólogos retrocedieron como si estuvieran ante un resucitado.
-Estaba muerto -dijo uno de ellos.
-No -lo interrumpió su compañero- ¿no ves que está vivo?
De la camilla donde lo iban a diseccionar -como un entomólogo hace con un insecto-, lo llevaron a la camilla de un hospital.
Lo operaron, le reconstruyeron la cara y cuando se recuperó, terminó en una celda.
Mientras ocurría esta especie de resurrección, su hija Nicole -de tres años- jugaba con las muñecas que su padre le había regalado.
Ese día, el del tiroteo con la Policía, su padre había robado un blindado. Los tiros lo derrumbaron y quedó desmayado.
Ella lo esperaba en la puerta, como cada vez que él salía y volvía a la hora de siempre. Lo primero que veía eran sus zapatos y una riñonera marrón que él llevaba siempre.
Cuando vio que su padre no aparecía, fue al living de su casa. En la televisión había un hombre ensangrentado, tirado en el piso. La noticia era que había caído una banda de ladrones peligrosos. Ella vio en que ese hombre llevana una riñonera como la de su padre.
Sólo alcanzó a decir:
-Papá.
Su madre se acercó, la encerró en su pieza y Nicole la escuchó llorar.
La niña se enteró tiempo después a qué se dedicaba su padre. Era uno de los baluartes de la superbanda que en los años ochenta y noventa robaba bancos y blindados. Formaba parte de una raza de pistoleros que está en extinción: algunos murieron (por balas policiales o por problemas de salud) y los que quedaron vivos afrontan el ingreso a la vejez como si atravesaran un portal sin sus armas, sin toda la fuerza que tenían para cometer grandes golpes.
Con el tiempo le contaron que su padre asistió a su nacimiento armado.
-Tenía un piloto lleno de armas -le contó Nicole a Infobae.
-¿Por qué fue armado al parto?
-Porque tenía miedo que me robaran. Además estaba prófugo. También me contaron que él a veces guardaba sus armas o su fusil debajo de mi cuna. Y que fui concebida por mis padres cuando él estaba prófugo en Paraguay.
-¿Qué extrañas de él?
-Los abrazos, reírme con él porque hacía chistes todo el tiempo, las cenas y nuestro momento del día en el que charlábamos para ver cómo nos había ido con nuestras cosas.
-¿Cuando te enteraste que se dedicaba a robar cuál fue tu reacción?
-Cuando era chiquita y vi su riñonera en la tele no entendí mucho. Pero cuando aprendí a leer vi que en unos papeles que había arriba de la mesa, que eran expedientes judiciales, decía su nombre y la carátula “robo de banco”. Después tenía que hacer una tarea sobre el origen de mi apellido, lo googleé y salieron muchas cosas de mi papá. No me gustó nada. Pasé muchos años visitándolo en un penal, haciéndome amiga de los hijos de agunos de sus compañeros. Pero le dije, ya de más grande, que si volvía a robar no me iba a ver más.
-¿Y cumplió?
-Sí, salvo que hay hecho algo a escondidas. Trabajó como repartidor de panificados en los mercados. Pero hubo un tiempo feo. Amenazaron con secuestrarme o matarme. El se puso muy mal. Era muy reservado con su lado delincuente. Siempre hablaba bien del Gordo Valor.
-Sobre tu padre hay muchos mitos.
-Si, pero son falsos. Uno de ellos es que se hizo pasar por muerto y que está viviendo en Corrientes. Mi papá murió hace ocho años por culpa del cigarrillo. No pudo superar una neumonía. Y tenía EPOC.
Desde hace unos meses, Nicole decidió abrir cajas llenas de fotos y de recortes de diarios. Y se puso a escribir la historia de su padre. Mejor dicho: la historia de ella y de su padre.
Siente que escribir es como convocarlo. Una manera de interrumpir su ausencia.
Nicole no siguió el camino de muchos hijos de ladrones, que siguen esa especie de mandato delincuencial y terminan siguiendo los pasos de su padre. Como si el delito fuese un oficio que se pasa de generación en generación, como ocurre con las familias de circo.
-Igual yo cometí un delito -dice Nicole, de 26 años, enigmática.
-¿Cuál?
-En mi casa había una máquina que falsificaba monedas de 50 centavos. Yo tenía cuatro años, iba al jardín. Y vi las monedas y las robé. Eran como 150 pesos, que en ese momento era plata. Fuimos con mi salita a una excursión al Planetario y la quise pagar yo. La directora llamó a mi mamá, que le dijo que eran ahorros. La cuestión es que mi mamá terminó por pagar la excursión y mi papá la retó por ser descuidada porque yo no tendría que haber visto esa máquina.
-¿Eso lo vas a escribir en el libro?
-Si. La idea no es publicar un libro sobre mi papá. Sino sobre los dos. La relación que nos unía. Igual me gustaría hablar con un par de compañeros para descubrir más cosas. Hay mucho por contar que no cabe en una nota. Y hechos que no los vi ni siquiera en una película.
Una productora mostró interés por el material de Nicole, pero aún no terminó el libro.
Escribirlo, para ella, es una manera de reencontrarse con él. De sentir su aroma, sus abrazos y la mirada de ojos celestes que la conmovían. Como si no lo estuviera escribiendo sola.
-Hacer rato no lo sueño, pero siento que me envía señales. No me gusta que mi papá haya dedicado y perdido su vida por robar. Ni lo que generó a las personas que asaltó, aunque él siempre iba contra los blindados y los bancos. Yo tomé por el buen camino. Hasta trabajé en una empresa de seguridad. Pero tengo algo de él. Mi papá me pasó eso de ser observadora siempre todo el tiempo yo miro a un lado pero se lo que pasa a los costados atras adelante el era así".
Un mito del hampa
A diferencia de otros delincuentes de la superbanda, como el Gordo Valor y La Garza Sosa, Penczarski siempre mantuvo un perfil bajo. Aun cuando su nombre apareció en las páginas policiales de los diarios.
Había empezado a robar a los 21 años. Sus abuelos llegaron de Polonia en el container de un barco, escapando de la Segunda Guerra Mundial.
El tuvo otro tipo de huidas.
El 15 de agosto de 1990 se fugó de los Tribunales de la calle Talcahuano.
Según refiere un artículo de Virginia Messi, al otro día Clarín tituló: “Se escondió toda la noche en Tribunales y escapó al otro día”. La aventura duró dos semanas. El mismo diario, cuando “El Polaco” fue recapturado, tituló: “Cayó por una mujer el preso escapado de Tribunales”.
Lo detuvieron en una casa de té mientras tomaba whisky con una mujer. En su auto encontraron un revólver Magnum 357, 19 balas, un chaleco antibalas, dos balizas y una sirena similar a la que usa la Policia.
El método de disfrazarse de policía para cometer un asalto ya se empleaba por entonces. La de Tribunales no fue su única fuga: en 1993 se escapó de la cárcel de Caseros vestido de guardia penitenciario.
“Los mismos guardias me hacían salir para que robaran para ellos. Debía volver a los dos días, pero no volví más”, declaró en ese momento.
Esos hechos derivaron en una historia que podría ser la trama de una película: “El Polaco” declaró que los mismos guardias del Servicio Penitenciario Federal le habían pedido, a cambio de dinero, que matara al juez Alberto Baños, quien los investigaba porque usaban a los presos para cometer delitos.
El juez había recibido una amenaza: un pequeño ataúd con una bala adentro
Hasta el mismo “Polaco” tenía un sicario. Pero los planes criminales quedaron desactivados gracias a su denuncia.
-Yo creo que escapó porque mi abuela se estaba muriendo en el hospital. Entró a despedirse de ella disfrazado de médico- dice Nicole.
-¿Cómo fue como padre?
-Conmigo, mi papá fue el mejor. Se puso a estudiar el secundario y yo le ayudaba a hacer las tareas. Siempre me cuidó. Mi papá tuvo problemas de salud y él se ocupaba de mí. No quería perder la libertad porque era perder a su familia. Yo lo acompañaba a veces a hacer los repartos. Teníamos nuestra canción: “La flor más bella”, de Memphis. También mirábamos Los Simpsons, me hacía mirar El padrino y la que nos encantaba era la serie de Sherlock Holmes.
-¿Qué te decía tu papá en las charlas?
-Hablabamos de la vida, escuchábamos música. Recuerdo una de sus frases: “En tu casa tenés todos los ejemplos que no debés seguir”. Lo decía por él, por la adicción de mi mama y porque mi abuela materna y mi abuelo paterno fueron alcohólicos. Otra cosa que decía era: “Yo soy amigo de todos pero no todos son mis amigos , y vos también tenés que ser así , ser amiga de todos pero saber bien a quién llamar amigo”. Y después si aprobaba todo en el colegio me dejaba salir y me decía: “Ojo adónde vas o con quién te juntás”.
Nicole recuerda que poco antes de que su padre muriera hicieron un viaje a Pinamar. Antes fueron a Termas de Río Hondo. A él se lo ve con una expresión melancólica, distinta a la foto de prontuario que aparecían en los medios: la de un hampón con mirada dura y gestos secos.
Nicole mira las fotos de su infancia, la de esos viajes y se emociona.
En una imagen se los ve caminando de la mano hacia el mar.
-Fue como si se estuviese despidiendo. Cada cosa que hacía o decía eran como quizá su manera de decirme adiós.
-¿Cuándo te enteraste que tu padre fue dado por muerto en aquel tiroteo?
-Cuando pasó yo era una nena. Pero una vez, ya de grande, mientras estábamos de merienda, en la tele vimos una nota en la que hablaban del mito de las personas que habían sido enterradas con vida. Y hablaron de un caso en el que abrieron el cajón y estaba todo arañado y golpeado. Y yo dije: “Eso no puede ser”. Y ahí mi papá me dijo: “¿Sabés lo que me pasó a mí? ¿Te acordás cuando eras chiquita y me viste tirado en la tele? Ese día me dieron por muerto. En realidad me balearon y me hice el muerto para que dejaran de disparar, pero después me desmayé por la sangre que perdí. Me desperté en la morgue”.
Esa fue su primera muerte.
Su segunda muerte, la definitiva, fue el 12 de julio de 2012.
Tenía 46 años.
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