En su libro “Recuerdos de una vida”, Beatriz Haedo de Llambí, la recordada esposa de Benito, el último Ministro del Interior de Juan Domingo Perón, relata varios pasajes de la intimidad del ex presidente en la casa de Gaspar Campos y la residencia presidencial de Olivos. “Entre los más preciosos recuerdos que conservo de aquellos días está la expresión de alegría de Perón cuando le trajeron su uniforme de Teniente General. Era su última y fundamental reivindicación, luego de casi veinte años de exilio, proscripción, procesos y campañas de todo tipo en su contra. Nunca le vi una cara de mayor felicidad. Lo recuerdo claramente, con el uniforme recién puesto, que se presentó ante los que allí estábamos, con una extraordinaria satisfacción, preguntando cómo se veía.” La escena que comenta la hija del ex mandatario uruguayo Eduardo Víctor Haedo se concretó en la residencia de Gaspar Campos 1065, en la localidad bonaerense de Vicente López, pocas horas antes del 12 de octubre de 1973, cuando Perón se preparaba para asumir por tercera vez la primera magistratura argentina. No lo dice pero lo deja entrever, en ese momento se ponía fin a un largo proceso que había comenzado en septiembre de 1955.
¿Desde cuando Perón no usaba su uniforme militar? Las crónicas de la época dicen que el lunes 19 de septiembre, cerca de las 6 de la mañana, Juan Domingo Perón visitó el Ministerio de Ejército, en compañía del gobernador bonaerense Carlos Aloé. Tras escuchar el cuadro de situación de parte del Ministro de Guerra y otros oficiales, pidió hablar a solas con el general Franklin Lucero en presencia de Aloé. En esos momentos de diálogo le comunicó a su fiel general que si era necesario para la paz de la República estaría dispuesto a presentar su renuncia. En esas horas la Armada bombardeaba la destilería de Mar del Plata y luego intimó al gobierno a rendirse bajo la amenaza de bombardear la destilería de La Plata y objetivos militares de la Capital Federal.
Como lo hemos comentado anteriormente, un par de horas más tarde, el presidente constitucional le hizo llegar a Lucero un texto manuscrito que a las 13 horas, el Ministro de Guerra, leyó por radio instando al Ejército a considerar una tregua para poner fin a las hostilidades: “El Ejército puede hacerse cargo de la situación, del orden, del gobierno, para buscar la pacificación de los argentinos antes que sea demasiado tarde, empleando para ello la forma más adecuada y ecuánime.” La nota presidencial era ambigua, confusa, y no estaba claro que constituía una renuncia (que debería haber sido presentada al Congreso de la Nación). “Se acepta por mayoría, la renuncia, interpretan que es un acto político más”, escribirá el general Raúl Tanco en sus inéditos apuntes. Acto seguido, el general Franklin Lucero constituyó una Junta Militar, integrada por catorce generales, bajo la presidencia de José Domingo Molina, para entenderse con los rebeldes, encabezados por el contralmirante Isaac F. Rojas. “Cuando regresan ya han tratado, pactado y firmado, yo expreso que no tenían plenipotencia para eso, pero se acepta por mayoría y todavía se los felicita (Forcher y Sampayo eran artilleros y Manni y Sacheri contras reconocidos)” apuntó Tanco.
Desde Córdoba, Lonardi le escribió a Lucero: “En nombre de los Jefes de las Fuerzas Armadas de la revolución triunfante comunico al Señor Ministro que es condición previa para aceptar (una) tregua la inmediata renuncia de su cargo del Señor Presidente de la Nación.”
Tras varias horas de conversaciones y negociaciones, el martes 20 los diarios anunciaban que Perón había renunciado. El mismo día por la noche, Lonardi, urgido por la situación, decretó que asumía “el Gobierno Provisional de la República con las facultades establecidas en la Constitución vigente y con el título de Presidente Provisional de la Nación”. En esas horas del colapso de su gobierno, Perón iniciaba su partida al exterior y finalmente, el domingo 2 de octubre, un hidroavión bimotor “Catalina”PBY-T29, manejado por Leo Nowak, el piloto personal del mandatario paraguayo, Alfredo Stroessner, lo transportó a Asunción del Paraguay.
Tras el derrocamiento de Perón, el 14 de octubre de 1955 el Ejército constituyo un Tribunal Superior de Honor, integrado por los generales Carlos Von Der Becke, Juan Carlos Bassi, Juan Carlos Sanguinetti, Víctor Jaime Majo y Basilio Pertiné para considerar la conducta de Perón en sus distintas facetas. Públicas y privadas.
El 27 de octubre de 1955, a las 13 horas, el alto tribunal militar que juzgo al ex presidente lo encontró pasible de “descalificación por falta gravísima quedando por consiguiente prohibido al causante ostentar el título del grado y uso del uniforme, por la indignidad que con su inconducta ha puesto de manifiesto”.
La rápida sentencia se logró cuando Perón aún estaba en el país vecino porque, tras serias presiones del gobierno argentino, el exiliado recién abandonaría Paraguay, el 2 de noviembre de 1955, rumbo a Panamá.
La resolución del tribunal castrense no apaciguó las grandes diferencias que se anidaban dentro de las fuerzas de la revolución libertadora. Descontentos con el trato general que se le daba al peronismo, a las 10 de la mañana del domingo 13 de noviembre de 1955, los ministros militares llegaron a la residencia presidencial de Olivos y el general Arturo Osorio Arana, su compañero en la Escuela de Artillería de Córdoba, le exigió su dimisión: “Señor General: debo manifestarle, en nombre de las Fuerzas Armadas, que ha perdido su confianza y exigen su renuncia. Otorgan solo cinco minutos para presentarla.” Tras la remoción del jefe revolucionario asumió el general Pedro Eugenio Aramburu y durante su gestión, a través del Decreto Ley 4161/56 se prohibió nombrar a Perón, su ex esposa Eva Duarte, su partido (Decreto Ley 3855 que lo disolvió) y todo aquello que significara su reconocimiento. Los fríos textos de los decretos no lograrían resolver las diferentes crisis que el país sufrió entre 1956 y 1971. Siete presidentes en catorce años; un partido político que no existía en los papeles pero que esperaba la decisión de su “jefe” para votar en una u otra dirección y un “general” que no figuraba en los papeles oficiales pero que la mayoría de la gente lo trataba, sin nombrarlo, de “general”.
Así llegamos al 26 de marzo de 1971 día en que juro el teniente general Alejandro Agustín Lanusse, como último presidente de facto de la Revolución Argentina que había inaugurado Juan Carlos Onganía. En el plano político se tomaron una serie de decisiones que manifestaron el devenir de un tiempo distinto. En el plano interno se descongeló la actividad política, se reconoció al Partido Justicialista y se comenzó a hablar de elecciones y nuevos padrones. El 13 de abril de 1971, Jorge Daniel Paladino, el delegado del “general”, llegó a Madrid para mantener conversaciones en la “Quinta 17 de Octubre” de Navalmanzano 6, en Puerta de Hierro, y la tapa del matutino ABC lo muestra, poco después de haber descendido del Súper DC 9 de Aerolíneas Argentinas, con su elegante sobretodo de piel de camello color tabaco claro, en el aeropuerto de Barajas, siendo recibido por María Estela Martínez de Perón y José López Rega. Minutos más tarde, habló con la prensa. “Lo que estamos pasando es un auténtico caos (y) el gobierno se encuentra en un callejón sin salida”, alcanzó a decir. Entre tantas idas y vueltas de y hacia la quinta “17 de Octubre”, una visita ingresó de manera desapercibida para el periodismo. El jueves 22 de abril entro un enviado de Lanusse, el coronel Francisco Cornicelli. Fueron tres horas de conversación, con la presencia de Paladino y López Rega –grabadas y más tarde reproducidas en la prensa—en donde, primeramente, el dueño de casa se explayó sobre su obra de gobierno y la actualidad nacional e internacional. Luego, fuera de toda grabación, el enviado de Lanusse entregó dos páginas con un Aide Memoire que llevaba como título “TRATATIVAS” y contenía diez puntos. Eran las condiciones y a estos puntos responderá Paladino en la cumbre con Alejandro Agustín Lanusse, el 25 de mayo de 1971. Algunos de los puntos del Memo aseguraban:
“1º) Los restos de la señora María Eva Duarte de Perón serán entregados a su esposo, en Madrid. Quedará entendido que toda modificación sobre el particular será previamente conocida por el Gobierno de la República Argentina.
2º) Le será concedido el pasaporte argentino. A tal efecto el nuevo Embajador, con intervención del Consulado Argentino en Madrid acordará las gestiones del caso.
3º) Le será concedida la pensión correspondiente a ex Presidente.
4º) Oportunamente le serán devueltos o reconocidos en su valor actual los bienes que tenía al asumir el 1º de Mayo de 1946 la Presidencia de la Nación.
5º) Los procesos penales incoados quedarán cerrados con la resolución judicial que recaiga sobre los mismos.
6º) La rehabilitación cívica del ex Presidente de la Nación importará el reconocimiento de su carácter de tal.
7º) El Movimiento Nacional Justicialista podrá organizarse como partido político a los fines de las futuras convocatorias electorales a fin de participar libremente en las mismas”.
En el último tramo del gobierno militar de Lanusse la condición del “general” Perón no fue rehabilitada. Tras la victoria del Frente Justicialista de Liberación, el 11 de marzo de 1973, en los archivos castrenses se observa un movimiento en esa dirección. Así, el 23 de marzo de 1973, en una nota dirigida al Presidente del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas el Jefe del Estado Mayor del Ejército (general Alcides López Aufranc) solicitó “la remisión a este Comando Superior, ´ad effectum videndi´, del expediente que el Tribunal Superior de Honor del Ejército instruyera en 1955 a Juan Domingo Perón y que se encuentra archivado en ese alto tribunal.”
Perón volvió definitivamente a su país el 20 de junio de 1973. El martes 10 de julio, a las 17.50, en la casona de Gaspar Campos, Perón se encontró a solas con el teniente general Jorge Raúl Carcagno, el comandante en Jefe del Ejército. El encuentro había sido largamente buscado por el jefe militar. Se habían conocido el 20 de junio, en Morón, pero entró en Gaspar Campos de la mano del jefe de la custodia Juan Esquer o de José Ignacio Rucci (en eso difieren las crónicas de la época). Algunos sostienen –sin respaldo documental-- que durante el diálogo, el general Raúl Carcagno recibió una primicia de parte del dueño de casa: “Voy a hacerme cargo del gobierno y quiero que el Ejército lo sepa antes que nadie.” Era toda una señal. Hablaron de cuestiones personales como la restitución del grado militar porque el jefe militar portó una carpeta sobre esta cuestión que se hallaba demorada. Jorge R. Carcagno llegó acompañado por su asesor el coronel Jaime Cesio. Conversaron durante un poco más de una hora y se dio una situación poco usual, sorpresiva. Carcagno leyó -siete carillas- al ex presidente lo que deseaba comunicarle. Así consta en su archivo. Tras una muy corta y respetuosa introducción, el núcleo central de su alocución fue el siguiente:
-"Entiendo que el Ejército debe colocarse sin más dilaciones al servicio de los verdaderos intereses de nuestro país. Prefiero abstenerme de volver al pasado, especialmente al pasado inmediato, porque Usted lo conoce bien y además porque no resulta constructivo. Pero es ineludible mencionar que esta vocación de servicio con su marco de referencia nacional, hace tiempo que no existe o por lo menos que no se la advierte con claridad."
-[…]" Es indispensable obtener una verdadera comunión espiritual entre Pueblo y Ejército, tarea nada fácil porque en este momento, ahora, carece el Ejército de una verdadera conciencia nacional. El formarla demandará tiempo y esfuerzos considerables, pero lo esencial es que se comience."
-"En el convencimiento de que la lucha contra la violencia debe llevarse a cabo erradicando las causas, de la que aquella no es más que un efecto, el Ejército debe comprometerse contra ella en medida inversa a la desaparición de las causas. Dicho en otros términos, se estima que el nuevo Gobierno frenará a la violencia al interpretar debidamente el sentir y las necesidades populares. Sin embargo siempre han de subsistir los sectores ultrarradicalizados o neo-nihilistas y el triunfo contra ellos, que no será a corto plazo, será obtenido cuando se concrete esta real unión de Pueblo y Ejército."
Al observar el texto leído a Perón (y antes a Héctor J. Cámpora) parecería que el que habla no es Carcagno. Es Cesio, de quien ya se decía que era un “marxistoide”. Si es así el comandante en Jefe se perjudicó porque el Perón que llega a la Argentina lo hace para “limpiar”, adecentar, al peronismo de la infiltración marxista, con el apoyo de la ortodoxia.
Al día siguiente del encuentro el Poder Ejecutivo, con las firmas de Héctor Cámpora y Ángel Federico Robledo, “visto lo propuesto por el señor Comandante en Jefe del Ejército y lo informado por el Ministro Secretario de Estado en el departamento de Defensa” decreta “extinguida de pleno derecho a la resolución del Tribunal Superior de Honor del 27 de octubre de 1955”.
El 12 de octubre de 1973, luciendo su uniforme militar, Juan Domingo Perón juró por tercera vez “respetar y hacer respetar” la Constitución Nacional. Tras la ceremonia en el Congreso de la Nación presidió un acto en la Plaza de Mayo. A diferencia de las veces anteriores, salió al balcón para saludar a la multitud detrás de un vidrio blindado por cuestiones de seguridad. En la mitad de la plaza se observaba un gran cartel de la organización “Montoneros”, a quien expulsaría del Movimiento el 1° de Mayo de 1974.
Diez días más tarde, 22 de octubre de 1973, Perón y Carcagno volvieron a encontrarse, esta vez para hablar de general a general. Como en la oportunidad anterior, el jefe militar leyó: “Deseo que usted sepa, por mí, taxativamente y en esta forma, que el Ejército apoyará decididamente y sin ningún tipo de retaceos su acción de gobierno. La circunstancia histórica no admite hesitaciones o tibiezas. Usted ha abierto una honda expectativa y una profunda esperanza. Para satisfacerla es indispensable la más franca y abierta colaboración y usted contará con ella en lo que el Ejército concierne. La afirmación que acabo de hacerle pareciera innecesaria, porque procediendo en la forma que le señalo el Ejército no hace otra cosa que cumplir con sus deberes y con las obligaciones que la hora le impone.”
-"Al cabo de cinco meses de ejercer la función de Comandante General, me reafirmo más en mi idea de que el Ejército debe acompañar la perspectiva que se abrió el 11 de marzo. No debe encerrarse en los cuarteles y debe en cambio comprometerse en la consecución de los grandes objetivos nacionales. Por tal razón es que he colocado a la fuerza en apoyo del Pueblo y del Gobierno. Me reafirmo también en mi objetivo esencial de lograr que el Ejército se integre debidamente con la comunidad de la que forma parte y que lo nutre."
-"Lo que acabo de expresarle, tuve oportunidad de señalárselo en la primera entrevista que tuvimos. En esa ocasión le hice presente también que el Ejército carecía de una adecuada conciencia nacional. Lo actuado hasta ahora confirma lo que entonces tenía carácter de presunción. Me resulta muy difícil romper una inercia de muchos años, aunque tengo la firme convicción de que el éxito habrá de acompañarme. A un pequeñísimo grupo de colaboradores directos (Coronel Dalla Tea y Coronel Cesio), se le suman ya algunas decenas que están comprendiendo los imperativos de la hora. No dudo que en un año habré obtenido una verdadera cohesión doctrinaria."
-"La empresa de formar una real conciencia nacional es resistida por una amplia gama de sectores. Menudean los ataques de todo tipo, contra mi directamente y contra mis colaboradores más inmediatos; los Coroneles de quienes le he hablado, mi Jefe de Estado Mayor, el General Betti y varios generales y coroneles que ocupan cargos de importancia." Sin decirlo, los más virulentos ataques iban dirigidos al coronel Jaime Cesio a quien se acusaba de estar muy cercano a Montoneros. Fue la última vez que se vieron. Al parecer, el documento que leyó no cuajaba con la sintonía del presidente y en diciembre Carcagno dejaba su cargo en manos de Leandro Anaya.
Tras el golpe militar del 24 de marzo de 1976, Jorge Raúl Carcagno, en razón a una fuerte campaña periodística, se vio en la necesidad de explicar a las autoridades del Ejército la decisión que lo llevó a la “devolución del grado y el uso del uniforme de Teniente General a Juan Domingo Perón”.
El 24 de julio de 1979, a las 17.30 hs, entregó al coronel Peña, un allegado de Roberto Eduardo Viola, un documento en el que sostenía que Perón no había sido dado de “baja” y se tenía en cuenta “por Decreto N° 504 del 11 de julio de 1973 (la) Resolución del Tribunal Superior de Honor se encontraba comprendida en los términos de la Ley 20.508, Ley de Amnistía, se consideró extinguida de pleno derecho.” “De todo lo expuesto, surge con claridad que el suscripto adoptó en todo de acuerdo con lo que prescribía la Legislación vigente y los Reglamentos Militares.” La referida Ley 20.508, promulgada el 27 de mayo de 1973, fue la que dejó sin efecto los delitos (crímenes, secuestros, atentados, etc.) cometidos por las organizaciones terroristas hasta el 25 de mayo de 1973.
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