
Incendios en América Latina y en Estados Unidos de una magnitud que no tiene registro; huracanes que atraviesan el Atlántico y tienen en vilo a millones de personas; récords de temperatura en el hemisferio Norte en uno de los veranos más calurosos que se recuerden y una pandemia que amenaza con una segunda ola y deja a su paso una letalidad temible. Es hora de la reflexión.
Así lo consideró la Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA), que dedicó su evento anual, llamado Yurumí, a repensar la relación de la humanidad con el planeta. “El futuro ya llegó, dice una canción del grupo argentino Los Redondos de Ricota. Y aquí estamos para poder debatir sobre lo que está ocurriendo en América Latina y en el mundo”. Esta fue la bienvenida del director ejecutivo de la FVSA a los invitados de la primera jornada de debate que se centró en el origen de la pandemia y su relación con la naturaleza y los desafíos de la región frente a los problemas ambientales que registra.
Precisamente, el reporte Planeta Vivo que se conoció la semana pasada que realiza la WWF –la FVSA es su capítulo local– muestra que en menos de medio siglo, las poblaciones mundiales de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces sufrieron una disminución promedio del 68% debido a la destrucción ambiental por las actividades humanas. En América Latina el resultado es aún más impactante: la reducción, en promedio, fue del 94% y las principales amenazas son la alteración de bosques, humedales, pastizales y sabanas, la sobreexplotación de especies, el cambio climático y la introducción de especies exóticas.
Roberto Troya, director general de WWF para Latinoamérica y el Caribe, se refirió a esos hallazgos: “En América Latina tenemos un montón de factores, la pérdida de bosques y la expansión de la frontera agrícola. La construcción de infraestructura afecta a especies migratorias de peces. las grandes hidroeléctricas por ejemplo. La pesca es clave para la seguridad alimentaria en lugares como Amazonia”.
Troya no sólo se refirió a las pérdidas en torno a la biodiversidad sino a la presión que esta falta tiene sobre muchas personas: “Pensemos en las poblaciones más sensibles; hay gente que está sufriendo mucho. Tenemos que expresarnos. Sentarnos a dialogar es la forma de construir una nueva cultura”.

Uno de los puntos de inflexión que plantearon los oradores es la pandemia que atraviesa el planeta y que obligó a que el encuentro de la ONG fuera virtual y estuviera dividido en dos jornadas. Marcela Uhart, directora del Programa Latinoamericano del Instituto Una Salud y la Universidad de California fue muy clara: “En la naturaleza hay 1,7 millones de virus que aún no conocemos; los que hay en la naturaleza son variantes de los virus que después pasan a las personas. Esta pandemia se generó producto de una zoonosis, pero dejó de serlo. Ahora es una enfermedad humana. Es un problema que sostenemos entre nosotros por la falta de inmunidad ante este patógeno”.
“La pregunta no es si vamos a tener enfermedades emergentes o pandemias sino cuándo vamos a tenerlas, si seguimos así”, asegura Uhart. “Lo que nos toca es trabajar muy fuerte en la prevención; si hay muchas enfermedades relacionadas a nuestra alimentación hay que cambiar nuestros hábitos de consumo. Pensar el nuevo vínculo con la naturaleza, Un planeta sano es fundamental también para nuestra salud”, agregó.
Los hábitos y modelos de consumo son precisamente los que están en la picota. En este punto los oradores señalaron los sinsentidos de algunas cosas que nos pasan: “Unas 650.000 ha por año se habilitaron en la Argentina para cultivos, pero lo peor es que 450.000 se abandonaron. Si somos conscientes de que debemos producir alimentos para cada vez más personas no podemos seguir convirtiendo ambientes naturales para luego abandonarlos. Si los cambiamos debemos utilizarlos con las mejores prácticas agrícolas y ganaderas disponibles, pero no abandonarlos”, explicó Jaramillo.
En ese sentido Troya señaló: “Sin olvidar que un tercio de los alimentos que se producen en el mundo se desperdician”.
Yolanda Kakabadse, presidenta del Consejo Asesor de WWF Latinoamérica, también hizo su aporte: “Esta pandemia nos hizo caer en cuenta de cuántas cosas son realmente necesarias. No necesitamos ni una décima parte de lo que tenemos en el vestidor”.

De acuerdo con el Informe Planeta Vivo de este año, en América Latina y el Caribe la pérdida de biodiversidad se debe en un 51,2% a los cambios de uso de suelo, incluyendo la pérdida de hábitat y la degradación de los suelos. Esto implica la modificación del medio ambiente donde vive una especie, por remoción completa, fragmentación o reducción de la calidad del hábitat clave. Los cambios más frecuentes son causados por la agricultura insostenible, la infraestructura, el crecimiento urbano, la producción de energía y la minería. Para los hábitats de agua dulce, la fragmentación de ríos y arroyos y la extracción de agua son amenazas comunes.
En este sentido, también destaca la relevancia del suelo como un componente crucial del entorno natural, cuyo papel vital para la biodiversidad y los servicios ecosistémicos de los que dependemos suele subestimarse. Se advierte que sin la biodiversidad del suelo los ecosistemas terrestres pueden colapsar, pues hasta el 90% de los organismos vivos de estos sistemas, incluidos algunos polinizadores, pasan parte de su ciclo de vida en el suelo. La variedad de sus componentes, llenos de aire y agua, crea una increíble diversidad de hábitats que sustentan nuestra vida en el planeta.
El reporte previene que la pérdida de biodiversidad amenaza también la seguridad alimentaria por lo que urgen acciones para transformar nuestro sistema alimentario mundial. Y el gran desafío consiste en modificar las prácticas agrícolas y pesqueras -que en su mayoría resultan insostenibles- en unas que produzcan la comida que requerimos, pero que también protejan y conserven la biodiversidad. Para el caso de la agricultura, esto significa la aplicación de prácticas agroecológicas, reducir el uso de químicos, fertilizantes y pesticidas, así como proteger nuestros ambientes naturales, suelos y polinizadores.
Para Kakabadse, es central que los ciudadanos puedan expresarse y exigir que se cumpla con los compromisos ambientales que asume cada país: “Hay un déficit que debemos trabajar en América Latina; la debilidad del voto. No les pedimos cuentas, no exigimos que cumpla con lo que permitió, hay un corte entre el votante y el candidato que debe ser reducido”.
Jaramillo remarcó que el futuro es hoy y pidió terminar con la falsa dicotomía entre protección ambiental versus desarrollo: “Es mentira que el modelo de pérdida de diversidad genera desarrollo. Si no tenemos en cuenta el componente social y ambiental, el desarrollo no existe”.
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