Ariel Pompiani tiene 33 años y lleva 10 en una silla de ruedas, sin poder moverse ni comunicarse. Tenía sólo 23 años cuando chocó con su auto en Corrientes, donde vive. Las consecuencias de ese accidente fueron gravísimas: quedó cuadripléjico, tuvieron que practicarle una traqueotomía, ponerle un botón gástrico y nunca más pudo hablar o comunicarse de otra manera.
La vida de Ariel era dinámica y feliz: disfrutaba de bailar en las comparsas de su provincia y estaba a punto de recibirse de licenciado en marketing, solo le quedaba rendir la tesis. Pero el accidente le quitó esa posibilidad y, de todos modos, la universidad le otorgó el título: Ariel se adjudicó el mejor promedio de su promoción. Su plan era recibirse e instalarse en Buenos Aires para iniciar su carrera profesional. Un sueño que nunca pudo cumplir.
Desde que sufrió el accidente, Ariel vive con sus padres en Corrientes. Ambos lo cuidan las 24 horas y, aún más, desde que se inició la cuarentena, ya que le cancelaron el tratamiento de rehabilitación que le efectuaban a diario en Chaco.
Sus hermanas menores, Ximena (29) y Romina (31), viven en Buenos Aires, pero todos los días se comunican con él a través de videollamadas para fomentar su estimulación. Ellas, junto a Cecilia Kugler -una amiga de su madre que vive en Australia- están a la cabeza de la iniciativa para que Ariel consiga el dispositivo que tanto necesita para poder volver a comunicarse. Un aparato llamado Neuro Node, que se vende en Australia, y cuesta 30 mil dólares. Con las campañas virtuales en las redes sociales y las donaciones que recibieron, ya recaudaron más de 15 mil dólares, pero no piensan parar hasta conseguir ese aparato que permitirá que Ariel vuelva a poder interactuar con sus seres queridos.
En una entrevista con Infobae, su hermana Ximena contó la difícil situación que vive Ariel y cómo transcurrieron sus últimos 10 años. “El 9 de julio de 2010 sufrió un accidente automovilístico en Corrientes. El fuerte golpe en la cabeza le generó un hematoma, que le provocó una cuadriplejia. Tuvo varias complicaciones médicas, algunas pudieron mejorarse con la rehabilitación, pero su comunicación es casi nula. Estuvo internado durante dos años y medio en Buenos Aires, pero después nos recomendaron que continuara con la rehabilitación en Chaco. Nosotros vivimos en Corrientes, pero lo llevábamos todos los días, hasta que en marzo empezó la cuarentena y no pudimos entrar más a Chaco”, explica.
“Hace dos años y medio, Cecilia -la amiga de mamá-, averiguó por un dispositivo que se llama Neuro Node, con el cual Ariel podría volver a comunicarse. Desde entonces, todos empezamos a hacer diferentes acciones para poder traer ese aparato a la Argentina, pero desgraciadamente siempre se trunca. El dispositivo cuesta 30 mil dólares, así que intentamos pedir subsidios y ayudas, pero todavía no pudimos conseguirlo”, afirma Ximena.
Como se cumplieron 10 años del accidente de Ariel, la amiga de su madre le volvió a dar impulso a la campaña, apelando a la solidaridad de la gente. “Reflotó la que ya había comenzado a través de Go Fund Me y, a través de las donaciones que recibimos, conseguimos la mitad del dinero. Mi hermano no puede esperar más, no puede moverse y ni siquiera puede comunicarse. Algunos famosos nos ayudaron a viralizar nuestro pedido, como Javier “Pupi” Zanetti, María Valenzuela, Nancy Dupláa, Mario Kempes, Fabián Gianola y muchos jugadores de Vélez, en la cuenta ‘Ari Vamos Juntos Podemos’, en Instagram y Facebook”.
La salud de Ariel se vio seriamente comprometida tras el accidente y, a pesar de que logró sobrevivir al brutal impacto, las graves secuelas son permanentes: “Sus movimientos no son voluntarios, por eso, el dispositivo es de suma importancia ya que funciona a través de neurotransmisores. De ese modo, se podrá comunicar. Incluso, nos dijeron que con una buena rehabilitación podría llegar a hablar. Ni siquiera puede comunicarse a través de sus ojos, expresando “sí” o “no”: su respuesta no es clara y sólo puede sonreír. Mis padres, mi hermana y yo lo estimulamos muchísimo todo el tiempo. Ahora, nosotras vivimos en Buenos Aires, pero lo llamamos a diario y hasta le ponemos la música que le gusta. Mi familia lo llevaba a reuniones sociales para que se integre, hasta que empezó la cuarentena. Mi mamá está todo el tiempo con él, le cambia los pañales y lo estimula muchísimo. Antes, Ariel apenas podía sonreír, y ahora se ríe con ganas y nos muestra todos los dientes”, dice Ximena emocionada.
El dispositivo que Ariel necesita no existe en la Argentina, sólo se consigue en Australia. Este pequeño aparato le permitiría comunicarse captando las transmisiones de las células y, a través de una aplicación, su familia podría saber qué es lo que está pensando y qué es lo que quiere decir. “Nos dijeron que pueden mandarlo y que hacen una capacitación virtual para los médicos de acá que lo vayan a tratar. Por suerte, no hace falta que viaje, ya que eso se puede hacer de modo virtual”, agrega su hermana.
Durante 10 años, la familia de Ariel intentó conseguir ayuda de parte del Gobierno. Iniciaron expedientes, acompañaron la documentación que les pidieron, pero nunca pudieron obtener nada. “Cuando Mauricio Macri era presidente, le llevamos la carpeta con el problema de mi hermano. Fuimos dos veces y, después, Desarrollo Social se comunicó con nosotros. También, en ese momento nos llamaron del ministerio de Salud, pero siempre nuestro pedido quedó trunco. El expediente terminó encarpetado y no avanzó. Lo mismo pasó con algunas ONGs, así que tampoco lo pudimos conseguir por ese lado. Probamos también con el Gobierno actual. Llamé a unos teléfonos que nos dieron para que nos ayuden, pero no respondieron mis mensajes, ni me devolvieron las llamadas”, dice apenada.
Ximena cuenta que ya no saben qué mas hacer para ver mejor a su hermano. Toda su familia se encuentra unida y enfocada en que pueda conseguir este aparato. Dice que lo llama a diario, que le habla y hasta le pone música, pero que la invade una gran sensación de impotencia por no poder ayudarlo.
“Se me parte el alma, porque a mi hermano se le truncaron todos sus sueños. Ariel quería ser el rey del Carnaval y quería ir a bailar a Buenos Aires. Terminó su carrera de marketing y nunca pudo ejercerla. En estos 10 años, aprendí muchas cosas de él: que hay que jugarse por los sueños y por la vida... Que hay que hacer las cosas cuando uno las siente y que no hay que posponer nada, porque la vida puede cambiar en un segundo. Se me estruja el corazón cuando me mira tan fuerte. Siento que con su mirada dice muchas cosas. Me parte el alma, porque no puedo entender por qué no puede estar un poco mejor y ese aparato le cambiaría la vida. Ariel necesita que su familia esté fuerte y nos da ánimo para todo”, asegura.
Cuando ocurrió el accidente, su madre tuvo que dejar de trabajar para poder cuidarlo. Ahora es una docente jubilada, mientras que su marido tiene un local de instrumentos científicos. “Mis padres se ocupan todo el tiempo de Ariel, aún más ahora que estamos en pandemia porque no está recibiendo ningún tratamiento desde que se declaró la cuarentena. Los dos se ocupan de todo, le ponen el cuerpo y el alma”, afirma.
Pero llegó la cuarentena y los efectos de la cuarentena también llegaron hasta esta familia correntina. Ariel ya no pudo viajar a diario hacia Chaco, provincia en la que recibe su tratamiento de rehabilitación. La pandemia también lo ubicó dentro del grupo de riesgo de COVID-19, ya que Ariel tiene una traqueotomía y un botón gástrico. Incluso, se acabaron los paseos por la calle en su silla de ruedas.
“Antes de la pandemia, lo llevaban desde Corrientes a Chaco, donde está el instituto de rehabilitación. En Corrientes, no hay ese tipo de institutos, y por eso había que trasladarlo a diario. Era una lucha para que la ambulancia lo fuera a buscar todos los días. En ese instituto hacía kinesiología, fonoaudiología, terapia ocupacional, psicología, estimulación, etc. Ahora no lo pueden llevar porque la provincia de Chaco está cerrada por la gran cantidad de casos de coronavirus. Además, mi hermano está dentro del grupo de riesgo”, dice Ximena.
Por la cuarentena, hace 6 meses que la madre de Ariel se transformó en la kinesióloga de su hijo, ya que a diario se ocupa de que haga los ejercicios de rehabilitación, lo masajea y hace que se mueva para que no involucione. “Se le dificulta la parte kinesiológica, porque hace 10 años que está todo el día sentado en una silla de ruedas. Si nos duele la espalda por estar sentados unas horas frente a la computadora, imaginate lo que le pasa a él, que está todo el tiempo sentado en la silla de ruedas. Si no se mueve, se le atrofian los músculos. Mi mamá le mueve las piernas y los brazos, le hace hacer los ejercicios y lo acuesta a la hora de la siesta, para que no esté sentado todo el día. Se ocupa mucho de la estimulación: mi madre es el ángel de mi hermano”, asegura.
“Con esto de que estamos juntando fondos para que él tenga su aparato, lo llamamos todos los días y les pedimos a nuestros amigos que también lo hagan. Parece que Ariel se diera cuenta de algo, de que estamos todos detrás del aparato, porque está muy sonriente y más conectado que antes, revela.
Ximena cuenta conmovida la repercusión que tiene la campaña solidaria y cómo muchas personas -que no conocen- comenzaron a generar diferentes iniciativas para ayudarlo. “Se me sale el corazón de la emoción que me da, cuando veo todo lo que están haciendo por mi hermano. Desde compartir la causa en las redes sociales, sus videos, sus fotos, las publicaciones... hasta colaborar económicamente. Hay mucha gente de otras partes del mundo que también colaboran muchísimo. El fin de semana, se vendieron más de 600 porciones de arroz con pollo para ayudarnos. Justamente, fue organizado por personas de otros países y, encima, pidieron que esas porciones vayan a un comedor”, afirma.
“A raíz de lo de Ariel, se provocan otros gestos de amor. Hay gente que colabora con los ingredientes para hacer el arroz con pollo. Otras personas, que aportan lana para hacer bufandas y donan los ingresos. Hacen todo en nombre de mi hermano: no me alcanza el corazón para darles las gracias a todos los que nos ayudan”.
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