Hacía mucho tiempo que Andrea Bursten quería hacer algún emprendimiento relacionado con la moda y la decoración. Sin embargo, sus obligaciones como empresaria gastronómica no le daban respiro para poder ocuparse de ese proyecto.
Jamás hubiera pensado que una pandemia le daría el tiempo y la energía suficiente para asociarse con su pareja desde hace más de tres años, Damián Schuchner, y en pocos meses hacer realidad su sueño que hoy marcha sobre ruedas en medio del boom del e-commerce: Andrea Bursten Market Place.
-¿Cómo surgió este proyecto en plena cuarentena?
-Hace tiempo que tenía ganas de armar un proyecto propio, que tuviera que ver con moda y decoración: es decir, con todo lo que tiene el Market Place. Vengo dedicándome a la gastronomía desde hace varios años, pero con la situación de los centros comerciales -que están cerrados desde marzo- empecé a tener mucho tiempo libre. A la idea de lanzar algo nuevo ya la tenía en la cabeza, así que hablé con mi novio, Damián, y juntos le dimos forma. Me encargo de hacer la selección de los productos: es como una curaduría, ya que son productos que me gustan, que consumo y que elijo.
-¿Cuánto tiempo te llevó reinventarte?
-Estuvimos trabajando unos tres meses y, finalmente, inauguramos el 8 de agosto. Todo es de manera virtual y estamos muy contentos. Desarrollamos una línea de indumentaria, algo chico, pero con cosas que fuimos buscando personalmente y que está funcionando muy bien. Todo el tiempo estamos buscando productos para ir creciendo y poder ofrecer un buen servicio.
-¿Cómo es trabajar en pareja?
-Está muy bueno porque nos llevamos muy bien y cada uno aporta lo suyo. Damián se ocupa de la parte comercial, mientras que yo tengo el ojo puesto en la estética y en los productos. Lucila, una de sus hijas, trabaja con nosotros y es fotógrafa, así que también nos ayuda en la parte estética. Todo el tiempo estamos cambiando las imágenes de la página, para que sea dinámica y siempre esté en movimiento.
-¿Qué encuentra el consumidor en esta página?
-Ropa y nuestra marca de indumentaria que se llama Ribero, piezas de decoración y de bazar, cristalería, muebles, ropa de cama, velas, piezas de joyería -como las que realiza Dolores Trull- productos saludables de comida -como frutos secos, semillas y aceite de oliva- que son alimentos que yo misma consumo porque soy deportista. La idea es que la gente encuentre varios rubros en un solo lugar y que pueda resolver todas tus necesidades.
Hoy es primordial estar cómodo en el hogar e, incluso, se busca la comodidad en la ropa. Por eso, vendemos cosas lindas para la casa y desarrollamos indumentaria, que también se relaciona con la comodidad. Se trata de prendas simples, con buen calce, con lindos géneros... pero la comodidad estuvo presente en cada pieza que hicimos.
-¿La pandemia nos obliga a reinventarnos para adaptarnos a esta nueva normalidad?
-Sí, esta pandemia nos cambió la cabeza a todos. Creo que hay un antes y un después de todo esto. A veces, estoy haciendo cosas en la calle y me detengo a mirar que todos usamos barbijos, que nadie se quiere tocar con el otro... Y veo que hay gente que se quedó paralizada en el mismo lugar, sin poder realizar algo... pero hay otros que intentamos reinventarnos, desde esta situación rara y nueva. Me sumé al grupo de los que se reinventan.
-Buscaste reinventarte, además, con algo que tuviera que ver con tu propio mundo, el de la moda...
-Sí. Tenía un deseo muy fuerte y muchas ganas de tener algo propio, que tenga que ver con lo mío y con la imagen. Más allá de que sigo con los restaurantes, que son míos y los tengo, pero eso lo heredé: no lo elegí. Entonces, sentía que me había quedado con las ganas de hacer algo que tuviera que ver mucho más conmigo. Siento que ahora puedo plasmar todo eso y estoy muy entusiasmada: en este momento, tan extremo y raro, mantener el entusiasmo no es poco.
-¿Qué consejo le da aquellas personas que le temen al cambio y que no logran adaptarse a esta nueva realidad?
-Yo creo que hay que probar porque, lo máximo que puede pasar, es que no te salga o que a lo sumo te equivoques. Pero todo eso es también un aprendizaje. Soy lanzada y me gusta jugarme. Porque si no lo hacés, hay cosas que llevás adentro que te molestan y te empiezan a hacer ruido si no las plasmás en algún lugar. Hay que animarse, porque puede pasar que no funcione o, también, que la expectativa sea superada. Hay que poner energía en lo que uno elige hacer. Yo les digo que se animen, hagan, generen y saquen lo que tienen para mostrar
-¿Qué enseñanza dejará esta pandemia?
-La pandemia nos hace volver a los orígenes, a conectarnos con la familia y a pasar más tiempo con tus hijos. En mi caso, aprendí a conocerlos más, desde otro lugar y con lo que eso implica. Cosas buenas y malas, o cosas que no conocía, porque en la diaria cada uno tenía su vida, pero ahora compartimos mucho más tiempo. También, la pandemia nos hace dar cuenta de las cosas que son innecesarias y de las que uno puede prescindir, que claramente no son los afectos, sino cosas materiales. A mí me encanta viajar y ahora tengo cero ganas, solo quiero estar acá, cerca de mis hijos y mi pareja. Hoy elijo quedarme acá, trabajar y compartir la vida con los míos.
-¿Se puede ver algo positivo en todo este parate en que está gran parte del mundo?
-Trato de ver lo positivo, porque tengo 8 lugares cerrados que eran mi fuente de ingreso y vivo una situación muy compleja. Es muy tremendo lo que me pasa y los que nos pasa a todos: el rubro gastronómico está golpeadísimo. Tengo una preocupación enorme con ese tema. Siempre trato de sacarle algo positivo a las cosas malas, tal vez la experiencia me enseñó a tomarlo así: a pensar que lo malo tiene que dejar algo positivo. Pero a veces, es muy difícil encontrar ese lado positivo.
-Pero no te quedaste de brazos cruzados y generaste otra actividad
-Sí, por lo menos estoy haciendo el intento de generar algo que me entusiasma y me gusta. Ojalá que crezca, vaya bien y dure mucho tiempo. Abrimos una tienda en un contexto muy complicado, pero la respuesta está siendo buena. Creo que el e-commerce y la venta online llegaron para quedarse: desde tu casa podés abastecerte en todos los rubros. Mi pareja es mi proveedor de telas. Hace muchos años que es el dueño de Casa Roma -una importadora de telas- así que también aportó lo suyo al proyecto.
-¿Qué es lo que más extrañas de la vida pre-pandemia?
-La libertad de elegir lo que uno tiene ganas de hacer: algo que parecía tan normal, pero que hoy ya no lo tenemos. Extraño poder encontrarme con mis amigos, comer con ellos , ir al cine, salir a pasear con mis hijos, ver a mis padres... Hace mucho que no puedo verlos por la pandemia y aprendieron a usar Zoom para poder comunicarnos de manera virtual. Extraño todo lo que tenga que ver con lo afectivo y lo social. Estoy en contacto con mis amigos, con mis padres y con mi hermana pero no los veo físicamente. Espero que la vacuna llegue cuanto antes, porque asusta la cantidad de infectados.
-¿Cómo manejás el miedo al contagio de COVID-19?
-En un momento estaba obsesionada: iba mirando a diario cuántos casos había, las muertes, las edades... tenía mucho miedo por mis padres y por mis hijos... Ahora, trato de ver menos el noticiero porque me hace daño. Me cuido muchísimo. Llevo varios pares de barbijos en mi cartera, llevo alcohol en gel, me saco los zapatos apenas llego a casa, me lavo las manos, me saco la capa de ropa que tenía puesta arriba... Soy medio obse. Hoy trato de medirme un poco más en cuanto a la información, porque realmente me hace daño. Es fundamental tener todos los cuidados para evitar el contagio. Me siento bien, entreno en mi casa día por medio y me siento fuerte. Hay que cuidarse, porque hoy eso es lo más importante.
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