Hace apenas un año, en la localidad de Teniente Berdina, en Tucumán, el Ejército Argentino llevó adelante un homenaje y reconocimiento a los caídos en el combate conocido como Potrero Negro, ocurrido el 5 de septiembre de 1975, que enfrentó a tropas del Regimiento de Infantería del Monte N° 28 Juana Azurduy con asiento en Tartagal, Salta, y la guerrilla del ERP. Allí, los homenajeados fueron precisamente el Teniente Rodolfo Hernán Berdina -el pueblo fundado en 1977 lleva su nombre- y el cabo Ismael Maldonado, que también fue honrado llamando como él a una localidad del sur tucumano y una escuela de El Sauzal, en Salta. Ambos fueron ascendidos post mortem, después de la lucha donde cayeron acribillados.
La placa colocada en la plaza del pueblo reza: “1975 – 05 de septiembre de 2019. En un nuevo aniversario del Combate de Potrero Negro, el Ejército Argentino rinde homenaje a sus soldados y reafirma su compromiso con sus conciudadanos”.
Sólo un año más tarde de aquella jornada, el Ejército decidió publicar un tuit reseñando la fecha y honrando a los caídos. Poco después, fue borrado por disposición del ministerio de Defensa.
El teniente Berdina era un joven oficial al que sus superiores habían enviado a su primera misión en el marco del Operativo Independencia, ordenado durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón. Lo hizo el 5 de febrero de 1975 a través del decreto Nº 261, que decía, entre otras cosas: “El comando General del Ejército procederá a ejecutar las acciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”.
El destino de Berdina fue el norte del país, donde en la espesura del monte tucumano operaba la guerrilla del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que ya había llevado adelante distintas acciones militares. Formaría parte de los “Rodillas Negras”, tal el apelativo que recibían los integrantes del Regimiento de Infantería del Monte por las rodilleras de cuero que llevaban en su uniforme.
Oriundo de Puerto Belgrano, en la provincia de Buenos Aires, nació el 7 de noviembre de 1952. El 2 de marzo de 1970 entró en el Colegio Militar de la Nación, de donde egresó en la promoción n° 105 del Colegio Militar de la Nación el 6 de diciembre de 1974. Tenía 22 años cuando su destino de soldado lo ubicó en medio de la selva tucumana, y se encontraba a cargo de de la Segunda Sección de la Compañía B. Era, cuentan, un jefe enérgico y decidido. En un día caluroso, pesado, regresaban caminando hacia el lugar donde se debían encontrar para subir a los vehículos y regresar a la Base después de 40 horas de transitar por la zona y haber entablado algunas escaramuzas con la guerrilla. A pocos pasos de distancia lo seguía un joven salteño de 18 años: era el conscripto Ismael Maldonado.
Como medida de seguridad propia de la acción, Berdina había enviado una avanzada, con la que se comunicaba a través de una radio. De pronto se escucharon disparos. El joven subteniente comenzó a correr hacia el lugar desde donde provenían, pensando que la punta de su sección estaría siendo atacada por el ERP. Detrás suyo salió corriendo Maldonado, al tiempo que comenzaba a disparar con su FAL en dirección al monte.
Sorprendidos por la emboscada, ambos fueron alcanzados por los proyectiles. Maldonado murió en el acto. Berdina permaneció tirado, malherido.
El Cabo 1° Reynaldo Beltrán -a cargo de la avanzada- encaró a la zona de combate e hizo fuego con una ametralladora. Desde la oscuridad del monte recibió una andanada de balas que atravesaron su mochila. Mientras tanto, el subteniente Gastón Ventura Fermepin, jefe de la Primera Sección, que se había enterado del combate por la radio, arribó a bordo de un jeep y se colocó entre los atacantes y las víctimas. Después de un breve intercambio de disparos, la batalla concluyó con la huida de los guerrilleros.
Berdina fue evacuado de inmediato y llevado al Hospital Militar de Tucumán. Lo operaron de urgencia, pero murió en horas de la medianoche. Sus restos arribaron a Buenos Aires junto a los cuerpos de los seis gendarmes muertos por una bomba colocada por Montoneros días antes -el 28 de agosto- en un avión Hércules C-130 en la pista del aeropuerto Benjamín Matienzo de Tucumán.
La madre del Teniente escribió una sentida carta:
"Me dirijo a aquellos que troncharon la vida de mi hijo, a los que sin mostrarse a la luz pretenden destrozar los pilares indestructibles de nuestra Patria. Soy la madre del Subteniente Berdina, de ese subteniente con mayúsculas porque supo defender sus ideales de argentino y de militar, dando la cara, peleando de frente y de pie. Ni él, ni sus soldados necesitaron drogarse para ello. Porque el valor es así, consciente, claro, sin elixires que empañen su acción y sus ideas.
No los maldigo, les doy las gracias en nombre de él y de todos los héroes que dejaron su vida por amor a Dios, a la Patria y a la familia, porque todavía esa es la fe del soldado, esa es su meta.
Mi pérdida es irreparable, pero me siento henchida de orgullo porque sé que mi Rodolfo está en la gloria de Dios y en el corazón de todos los compañeros que lucharon o no a su lado. Gracias"
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