Cuando coincidieron en un encuentro de combis en el Parque Roca, allá por 2014, María Belén Costa (35) y Roberto Torres (41) se dieron que cuenta de que tenían varias cosas en común. Además de su gusto por las camionetas antiguas, los dos vivían en Haedo (provincia de Buenos Aires) y fantaseaban con salir a recorrer el mundo.
Ella docente de nivel inicial y bibliotecaria escolar; él gestor cultural en un espacio llamado “Cultura Combi”: lo que empezó como amistad, desembocó en un noviazgo. “En ese momento yo tenía una combi que se llamaba ’Alondra’. Me la había comprado con la idea de viajar por América, pero también era el vehículo con el que me movía para, por ejemplo, ir a trabajar”, explica Belén.
La camioneta de Roberto, en cambio, apareció de casualidad. “Me la ofreció una vecina. La tenía abandonada, cubierta con una lona de pileta. Al final resultó ser una combi T1 del año 1959: un modelo super original, muy poco visto en Argentina”, detalla Roberto acerca de la reliquia alemana que, con ayuda de Belén, convirtió en un casa rodante.
El proceso de reciclado de la camioneta -cuentan en charla con Infobae- fue largo y costoso. Lo más difícil fue conseguir los repuestos porque muchos eran importados. Después, hubo que hacer un fuerte trabajo de chapa y pintura. De aggionar y amueblar el interior de la combi se ocupó Roberto. Una vez que el vehículo estaba en condiciones, la pareja arrancó con alguno viajes “piloto” por la provincia de Buenos Aires y el sur del país.
“Fuimos a Chascomús, a Epecuén y al Sur. A medida que se sumaban los viajes, también se sumaban comodidades a la camioneta”, repasa Belén. “El primer viaje lo hicimos sin muebles: llevamos un anafe y tiramos un colchón adentro de la camioneta. En el proceso nos fuimos dando cuenta de lo que necesitábamos”, dice Roberto.
Actualmente, la combi cuenta con una heladera, una cocina y un horno, un sillón que se hace cama, un placard, un tanque de agua de 50 litros y paneles solares para generar energía.
En 2018, mientras esperaban la llegada de su primera hija, Belén y Roberto comenzaron planear su tan anhelado viaje “sin tiempo” por América Latina. Además de pensar cómo iban a generar ingresos (porque los dos iban a dejar sus trabajos), se les ocurrió que podían proyectar películas vinculadas al cuidado del medio ambiente y generar espacios de debate en escuelas, bares y plazas.
“El cine era uno de los talleres que se daban en el espacio cultural que yo tenía en Haedo. De alguna manera, fue como llevarnos una parte de ese espacio a la ruta”, dice Roberto.
En abril de 2019 nació Pampa. Siete meses más tarde, en noviembre, los tres juntos emprendieron su aventura. Como la camioneta es antigua, explican, manejaban por tramos cortos de no más de 100 kilómetros por día.
Lo peor les pasó -coinciden- fue en diciembre de 2018, en uno de los viajes “piloto” que hicieron al Sur. “Se nos rompió el motor en el medio de la ruta. A esa altura del año, nos parecía que iba a ser imposible encontrar un mecánico. Pero, ¿sabés que? No solo apareció, sino que además era experto en combis y no nos quiso cobrar nada. Además le enseñó de todo a Rober”, cuenta Belén. A su lado Roberto asiente con la cabeza y agrega: “Hice un curso exprés de mecánica”.
Otra vez, recuerdan, los detuvo la policía para pedirles los papeles de la camioneta y la Verificación Técnica Vehicular (VTV). “Como estaba oscureciendo y no había ninguna estación de servicio cerca, les pedimos permiso a los oficiales para ver si podíamos dormir ahí. Terminamos cenando una polenta todos juntos”, cuenta Belén. Hace una pausa y agrega: “Aprendimos que todo lo que necesitamos va apareciendo en el camino. Las personas siempre están para ayudarte cuando vos también estás dispuesto a recibir ese cariño”.
–¿Cómo es la dinámica cuando llegan a una ciudad o a un pueblo?
Belén: Nos presentamos en la Municipalidad o, a veces, vamos directamente a las escuelas, hablamos con los directivos y les contamos acerca de nuestro proyecto. Después pedimos permiso para ver dónde podemos hacer cine y vender las combis de madera que hacemos de manera artesanal. Enseguida se genera lago muy lindo. Muchos vienen a charlar, nos ofrecen un mate o alojamiento en sus casas. No pueden creer que vivimos adentro de la combi.
–¿Cuántos colegios llegaron a recorrer antes de que los frenara la pandemia?
Roberto: Aproximadamente cinco escuelas. También proyectamos cortos en las plazas, en los campings y en algunos bares. Todos están relacionados con el cuidado del medioambiente y del agua. Aunque hay otros que son sobre el bullying. Después hacemos un taller para que, en el caso de los colegios, los chicos puedan dibujar y contarnos qué es lo que entendieron. En todos lados se genera un debate super interesante.
Belén: La idea es ir dejando un granito de arena. Si bien es muy triste todo lo que está pasando en nuestro planeta, con tantos incendios, pensamos que hay que concientizar. Uno de nuestros favoritos se llama “Abuela grillo”, es un corto animado sobre el cuidado del agua. “Teclópolis” es otro que nos gusta mucho: es un stop motion que habla del avance de la ciudad sobre la naturaleza.
–¿En qué momento deciden volver a Buenos Aires y por qué no lo hicieron en la combi?
Belén: Después de haber recorrido todo Uruguay por la costa, empezamos a escuchar rumores de que había un virus, el coronavirus, pero no nos pareció tan grave. Seguimos avanzando, llegamos al Chuy, que es la ciudad fronteriza entre Uruguay y Brasil y ahí ya se hablaba de que iban a cerrar las fronteras.
Roberto: Si bien en auto son pocos kilómetros, para nosotros volver con la combi era imposible porque no podemos exigirla. Así que sacamos unos pasajes y volvimos pensando que en quince días, íbamos a estar de vuelta en el Chuy. Por suerte la combi está bien cuidada: quedó en la casa de una familia que la pone en marcha cada tanto. Hay muchos viajeros que tuvieron que dejarlas en galpones sin que nadie se las cuide.
–¿Ahora están por estrenar un cortometraje?
Belén: Sí. La fecha de estreno será el domingo 13 de septiembre por YouTube. Lo vamos a anunciar por nuestra cuenta de Instagram @culturacombi. El corto se llama “El viaje de Pampa” y lo armamos en esta cuarentena, con el material que generamos durante el viaje por Uruguay. Es la historia de nuestra historia contada en primera persona por Pampa, con la voz en off de una nena de 5 años. Lo que queremos mostrar es que se puede vivir de otra manera y que hay que cumplir los sueños. Los miedos y las excusas van a estar siempre: solo hay que animarse.
Seguí leyendo