Dejó su vida perfecta en Japón para vivir en Buenos Aires y aprender a cantar tango: “Amo el desorden argentino”

Kaori Orita tenía novio, casa y trabajo en Kagoshima. Era una vida feliz, pero en un viaje al país se enamoró del tango, y decidió emigrar por amor al tango. Los días en pandemia, y por qué siente que ya no volvería vivir a su tierra

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Viajó desde Japón durante un mes pero se quedó para cantar tango

“Esta ciudad está embrujada, sin saber… por el hechizo cautivante de volver./ No sé si para mi bien, no se si para mal”, dice la letra del tango de Eladia Blázquez.

Ese hechizo cautivante fue el que sintió Kaori Orita (40), japonesa, al poner los pies en Buenos Aires allá por 2015. Fue un sentimiento inexplicable que la llevó a dejar su casa, su novio, amigos y trabajo en busca de un futuro incierto. “Quería aprender a cantar tango, vine por un tiempo y ahora siento que ya no puedo volver a lo que un día fue mi casa”, le cuenta a Infobae.

La decisión de emigrar a la Argentina fue meditada, y muy organizada “como hacen los japoneses”, aclara y agrega: “Aprendí a ser creativa y espontánea con los argentinos”. Todo ocurrió en 2014 cuando una masajista de Kaori en plena sesión le comento que no la veía encaminada. “Es muy espiritual, y mientras hablábamos me dijo ‘estás perdida, no te veo feliz, tenés que buscar tu propósito’”. Esa idea quedó resonando en su cabeza por un largo tiempo.

El templo (santuario) de sintoísmo
El templo (santuario) de sintoísmo Fukuoka donde vivió antes de emigrar

Kaori proviene de una es de una familia humilde, sus padres fallecieron, y solo tiene un hermano que aun vive en Japón. Nació en Kagoshima, al sur de la isla, en una zona rural tranquila donde su familia podía criar animales. “Estudiamos mucho, nos esforzamos... todo es sacrificios y por eso el país funciona. Yo tenía todo lo que pensaba que conformaba una vida perfecta: casa, pareja, trabajo estable…”, reconoce. Aun así algo no terminaba de cerrar.

Despidiéndose de su tierra
Despidiéndose de su tierra

Esa loca idea de cantar tango estaba cada vez más presente. “En Japón es muy común escucharlo y ese sonido me fascinó”, recuerda.

Empezó a pensar seriamente qué rumbo le quería dar a su vida. “Pensé mucho y me tomé unas vacaciones de un mes por Buenos Aires, una decisión que para los japoneses es una locura... estar tantos días inactivos”.

Los días en la capital porteña fueron inolvidables: paseos, amigos, vino, helado y noches de milonga. “Hablaba solo portugués porque había estudiado en Osaka y eso me ayudó, pero las relaciones interpersonales me costaron mucho, el ritmo, el caos... el desorden”, desarrolla sobre su primera percepción.

“Al volver a casa ya no me sentía la misma. Fue raro, no me sentía japonesa, había descubierto otra manera de vivir la vida”. Entonces, le contó su aventura de emigrar a su madre. “Nunca quiso que abandonara la ciudad... pero ese día me dijo ‘tenés que hacer lo que amás’. Y tomé esas palabras. Meses después ella falleció”.

En seis meses Kaori deshizo su vida en Japón y se lanzó a lo desconocido: emigrar al otro lado del planeta. “Solo quería cantar tango”. Así fue como llegó al país, sin contactos ni referencias, ni formación musical y sin hablar español.

Una japonesa en Buenos Aires

Se instaló en Palermo con alguno de sus ahorros y el plan de aprender a cantar tango. “El dinero se termino rápido y tuve que buscar trabajo en un restaurante para sobrevivir. Fue duro, estaba en negro, limpiaba pisos y baños, algo que jamas había hecho... a veces no llegaba a fin de mes”, recuerda.

De paseo por el teatro
De paseo por el teatro Colón

Aun así, Kaori, no desistió de su sueño. Encontró en su profesora de tango no solo a una maestra sino a una hermana: “Una grosa”, aclara ya con un término muy porteño. Se trata de la reconocida Sandra Luna que le enseñó mucho más que tango.

Su profesora la preparó y la animó a presentarse en los circuitos de milonga. Tuvo que derribar varias barreras para concretarlo: primero ser extranjera y luego mujer. Con su vestido de estampa nipona y su rodete con palitos, le puso voz a su pasión. Jamás olvidará su primer show en el mítico Salón Canning. “Quise vomitar de los nervios. Me sentía insegura, pero cuando canto me olvido de todo, es mi refugio. La gente dice que lo hago bien, entonces me lo creo”.

“Mi tango está hecho en Buenos Aires”, aclara Kaori, porque si bien este género musical es muy popular del otro lado del planeta muchos artistas nipones cantan sin nunca haber pisado la tierra del tango. “Convivo con él, conozco su historia y sobre todo lo siento, sino no podría interpretarlo”, admite.

Ya la eligieron como una de los finalistas de “Canta en el festival 2020” que es parte del mundial de tango. “Llegué queriendo aprender tango y ahora estoy por lanzar mi disco”. También forma parte de Construir TV “Suelos del mundo”, una serie que retrata la vida de 6 personas de distintas latitudes del planeta que deciden mudarse a la Argentina. Bajo la dirección y producción de Andrés La Penna.

El choque cultural no solo se manifiesta en el estilo de vida, sino hasta en la manera de acentuar las palabras y expresar lo que desvela el alma. “En Japón tenemos que ocultar lo que sentimos y en el tango es todo lo contrario. Creo que es por eso que se enamoran del país”.

De Japón extraña la tranquilidad y el silencio. Pero no mucho nada más. Hubo un tiempo que probó volver a su país, y al mes regresó a la Argentina. “No puedo estar en una sociedad tan estructurada sin tanta libertad. Mi hermano está enojado por mi decisión de emigrar y mi manera de vivir... Para él soy una loca”.

Cómo cantar tango en pandemia

La milonga Palakultural, en el
La milonga Palakultural, en el Salón Canning es lugar mítico y sagrado para todos los tangueros del mundo.

Ahora viven en Villa Crespo, divide su tiempo entre sus trabajos de traducciones y la música. Sigue con sus tres clases semanales de canto. Durante la cuarentena, lanzo su canal de Youtube (Kaori Orito) donde hace de puente cultural entre ambas naciones. “Entrevisto a artistas locales y explico las letras de tango. En Japón hay mucha curiosidad por este género, y yo ya no puedo dejar de vivir sin este sonido tanguero, ni esta forma única de amar la vida”.

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