A comienzos de esta semana, Fernanda Sánchez estaba preocupada, intranquila y ansiosa. Veía las noticias y temía –como ocurrió en otros casos que recientemente cobraron notoriedad– no poder despedirse con un beso y un abrazo de su abuelo, Luis Gómez, quien alejado a más de 1000 kilómetros, en su casa de la provincia de San Juan, atravesaba una enfermedad terminal.
Luis, de 79 años, se había accidentado en junio pasado, un hecho que le provocó algunas lesiones y que le reveló algo mucho peor. “Se cayó y abrió la cabeza. Le hicieron unos estudios y cuando salió el primer resultado, nos dijeron que podía ser cáncer”, contó la nieta en diálogo con Infobae. Con el correr de los días, los médicos les confirmaron el diagnóstico: cáncer de colon en estado IV.
Al enterarse, Fernanda y su familia, que viven en la ciudad de Buenos Aires, empezaron a averiguar la manera de tramitar un permiso para viajar hacia la provincia cuyana. Era la primer semana de julio.
Después de muchos llamados, mails y mensajes a varias direcciones, a la nieta le respondieron desde el Ministerio de Salud sanjuanino, aunque no sirvió mucho: “Me dijeron que no tenían injerencia en el tema”. La esperanza apareció unos días más tarde, el 18 de julio, cuando se comunicaron con ellos desde el Ministerio de Gobierno provincial. En un primer momento, les indicaron que podían ingresar pero debían hacer la cuarentena en un hotel, lo cual suponía un gasto económico que estaba fuera del alcance para Fernanda y su familia.
En medio de todo ello y mientras fueron pasando los días, la salud de Luis fue empeorando. La enfermedad ya había avanzado muy rápido y había hecho metástasis, afectando varios órganos. Él, de todos modos, se opuso a que lo internaran y prefirió quedarse junto a su esposa en su casa de la localidad de Marquesado. “No le gustaban los hospitales. Si lo internábamos se me iba a deprimir y se me iba a ir mucho mas rápido”, dice su nieta.
Fernanda insistió con su desesperado pedido y recién volvió a tener una contestación de parte de las autoridades el martes 18 de agosto. Ese día, “me pidieron que mandáramos una serie de requisitos: los datos de quienes viajaban, la historia clínica de mi abuelo, un PCR negativo de hasta 48 horas”. La joven envió todo eso dos días más tarde, el jueves 20, y le dijeron que le responderían “en los próximos cinco días hábiles”.
Enfadada por burocracia estatal, ella contó lo que venía transitando en Facebook. “Yo lo único que pido es que nos dejen entrar... un día al menos. Unas horas y volvernos. Con darle un beso y despedirnos estaría bien, aunque lo ideal sería estar con él hasta el último día. No quiero despedirme a través de una videollamada. Merecemos un abrazo, un beso, un mimo”.
Mientras aguardaban por la confirmación del permiso, Fernanda junto a su madre (hija de Luis), una tía y su hermano, programaron el viaje para salir el jueves pasado por la noche y llegar a San Juan al día siguiente.
Pero el martes pasado, una tía que vive en San Juan les envió un mensaje y les comentó que un médico había ido a ver a Luis porque estaba mal: les dijo que se fueran preparando “porque no iba a pasar de la medianoche”. De inmediato, la joven y su familia realizaron una videollamada y hablaron con Luis por última vez. A los cinco minutos de haber cortado esa comunicación, a la nieta la llamaron y le avisaron que su abuelo había fallecido.
“Él nos venía preguntando cuándo íbamos a verlo, pero no sabía que ya habíamos mandado los papeles y estábamos por viajar. Estuvo esperando hasta último momento. Su último deseo era ver reunida a la familia una vez más, a sus seis hijos juntos. Pero le fallamos, no pudimos hacerlo”, suelta con tristeza la joven. La última vez que estuvieron juntos fue en diciembre, para Navidad.
Ella cuenta que su abuelo era conocido y querido en todo el barrio. Lo recuerda como un hombre “amable, atento y muy valiente”. “Aguantó lo que padecía hasta lo último. Creo que no decía nada para no preocupar al resto. Solo él supo lo que sufrió con la enfermedad”, sostiene.
A Fernanda le pasó lo mismo que a Pablo Musse, a quien por las restricciones impuestas por la pandemia de coronavirus no dejaron pasar de Neuquén a Córdoba para darle el último adiós a su hija Solange, que falleció el viernes 21 sin poder darse el abrazo que ambos tanto anhelaban.
El caso también guarda similitudes con el de Martín Garay, el hombre que padecía un cáncer terminal y cuyas hijas, Victoria y Antonela, oriundas de Tierra del Fuego, tampoco pudieron despedir por la cuarentena, ya que el gobierno de San Luis les negó el ingreso a la provincia en reiteradas ocasiones.
Por eso, Fernanda pide a las autoridades que “revean la situación y creen protocolos” para encontrar la forma para que las personas puedan despedirse de sus seres queridos.
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