“Es interesante entrar en estas intimidades de los próceres, desmentir eso de las figuras impolutas. Ver que incurrían en los mismos pecados que una persona común. En muchos de estos casos, el tema no era banal, remite a ciertos aspectos sociales y politicos de esa época”, dice el escritor, historiador y médico especializado en psiquiatría y psicoanálisis Mario Pacho O’Donnell, dispuesto a bajarlos del bronce y traerlos al llano. Y eso los hace más extraordinarios aún. En estas viñetas, si las miramos con parámetros actuales, las historias podrían hacer cuestionar su vida privada e, incluso, algún caso nos provoque un fuerte rechazo.
Pero aunque la historia clásica no cuente estos pormenores, existieron. De eso hablará O’Donnell vía streaming el viernes 4 de septiembre a las 20 hs, con entradas que se pueden adquirir a través de www.plateanet.com. José de San Martín, Julio A. Roca, Domingo Faustino Sarmiento y Mariquita Sánchez de Thompson, entre otros, serán desnudados y sus secretos de alcoba, develados.
José de San Martín
Comencemos por el Padre de la Patria. Dice O’Donnell que San Martín, “cuando llega en 1812 al puerto de Buenos Aires, es un militar que habla como español, porque vivió casi toda su vida en España. Su amigo -y futuro enemigo- Carlos de Alvear lo introduce en la aristocracia. Y allí, ni lerdo ni perezoso, enamora a una niña, Remedios de Escalada, lo que no es aceptado por la familia de ella. Forman una pareja que trajina muy poco por el amor. Era una relación de conveniencia, en la que San Martín está ausente la mayor cantidad del tiempo, en el que tuvo una serie de relaciones paralelas.
-¿Quiénes fueron sus amantes?
-Esas relaciones fueron todas ellas con mujeres de muy buena posición económica y de alto nivel social, salvo alguna excepción. Por ejemplo, cuando él está en Mendoza organizando el Ejército, llega a esa ciudad María Josefa Morales de los Ríos acompañando a su marido, un español de alto nivel, Pascual Ruiz Huidobro, que ha sido nombrado embajador en Chile por parte del gobierno argentino. Pero Ruiz Huidobro enferma y muere en Mendoza. Allí queda María Josefa, viuda. Aparentemente era muy bella, era noble (Condesa de los Ríos), y establece una relación con San Martín muy pública, tanto es así que les dicen Pepe y Pepa. Inclusive viven juntos, cohabitan. Todo se complica cuando llega Remedios junto a su hija Mercedes desde Buenos Aires.
-¿Sabía algo de esa infidelidad?
-Algunos hablan de alguna infidelidad... de ella. El caso es que todo termina cuando San Martín le envía de vuelta a Buenos Aires por causas que nunca fueron muy claras. Algunos hablan de una infidelidad de ella. En realidad, San Martín nunca tuvo un gran entusiasmo porque Remedios lo fuera a acompañar a Mendoza. Ella ya estaba enferma, y cuando la envía a Buenos Aires, lo hace en una caravana que lleva entre otras cosas un ataúd sobre una mula, en prevención a que muriera en el camino. Además, el trayecto en esa época era complicado, porque atravesaba varias provincias que estaban en guerra civil.
-¿Cómo siguió la relación de San Martín con María Josefa?
-Él San Martín luego parte a Chile y le envía una carta desde Valparaíso a Pedro Advínculo Moyano, que es su administrador: Allí comienza: “Querido amigo, pasado mañana salgo para cumplir con los deberes de un americano que desea la libertad de su patria”, porque se iba a Perú. Y le pide que le escriba sobre cualquier duda que tenga a su mujer -es decir a Remedios-, pero agrega: “vuelvo a encargar que usted me cuide mucho a mi señora (se refiere a María Josefa), y le suministre en la chacra lo que quiera en los mismos términos que mi mujer propia”. Es decir, para él debían ser tratadas ambas de la misma manera. Pero la relación con María Josefa no prosperó. La deja cuando se va a Lima… aunque no se va solo.
-¿Con quién va?
-Lo acompaña Jesusa, que había sido la esclava más cercana a Remedios. Aunque la esclavitud se había abolido en la Asamblea de 1813, todavía había. Al parecer, esta Jesusa era bellísima. San Martín tiene relaciones con ella, y en Lima tienen un hijo del que no se supo más nada. Los historiadores peruanos dicen que San Martín vende a Jesusa en Lima, lo que me parece extraño. Pero luego, en Perú, comienza la relación más importante que tuvo San Martín, con Rosa Campuzano. Ella es ecuatoriana, pero vive en Lima y es parte de la alta sociedad. Es muy amiga de Manuela Sáenz, la amante de Simón Bolívar, recordada por salvarle la vida en un atentado. Ambos tienen una relación abierta. Viven juntos en la Residencia de la Magdalena, que había sido la casa de los virreyes del Perú. Pero como sucedió con María Josefa, cuando San Martín deja Perú la relación se pierde. Aunque en América todavía le faltaba un amor más…
-¿Cuándo fue?
-En los tres días que pasa en Guayaquil para la conferencia con Bolívar, éste lo agasaja y le propone una compañía femenina. En este caso fue Carmen Mirón y Alayón, a quien esos pocos días le bastan para embarazarla. Ella tuvo un hijo llamado Joaquín Miguel de San Martín y Mirón. Siempre se reivindicó como hijo suyo y nunca nadie lo desmintió. Le decían “El Protectorcito”.
Julio Argentino Roca
Dice O’Donnell que Roca “era un hombre con fama de buen mozo, militar además, algo que en esos tiempos lo hacía glamoroso. Y mujeriego, que por entonces, digámoslo, era parte de la identidad militar. Se casó con una cordobesa de la alta sociedad, muy rica, llamada Clara Funes. Estos hombres, como vemos por su elección marital, tienen una fuerte decisión de ascenso económico y social. Lo interesante del asunto es que Roca le es infiel a Clara con la mujer de quien quizás haya sido su mejor amigo, Eduardo Wilde. Fue uno de sus colaboradores más estrechos, además: ministro de Educación cuando se promulgaron las famosas leyes laicistas, como la Ley 1.420 de Educación gratuita, obligatoria y laica, que se la adjudica Sarmiento pero fue en el gobierno de Roca. O la la Ley del Registro Civil, por la que pasamos de nacer, casarnos y morir ante la Iglesia y pasamos a hacerlo ante el Estado. Estas medidas, claro, le provocaron un gran conflicto con el Clero, tal es así que los curas se negaban a casar a Wilde con su esposa, Guillermina de Oliveira Cézar. Tuvo que intervenir Roca para que lo aceptaran. Esa boda tuvo una escena curiosa, porque los padrinos fueron Carlos Pellegrini y Victorino de la Plaza, dos presidentes. La cuestión es que Roca y Guillermina se enamoran, y tienen una relación muy apasionada y muy pública, tal es así que a la escolta de Roca los llaman “los Guillerminos”. Hasta hay varias tapas de Caras y Caretas referidas a ellos.
-¿Qué pasaba con Wilde mientras su esposa y su mejor amigo lo engañaban?
-Se me ocurre relacionarlo con el rey Enrique IV de Francia, cuando pronunció su famosa frase “París bien vale una misa”. Recordemos que Enrique era un hugonote, no era católico, y las guerras religiosas habían desembocado en que debía haber un rey católico. Él dice “bueno, con tal de ser rey de Francia me convierto al catolicismo”. Y con Wilde se podría decir, con cierto humor, lo mismo: “Por tener todos estos cargos importantes y pertenecer al círculo rojo de mi época, bien vale soportar un cuerno”. Después llegará el momento en que a Roca esa relación le representa un peso político, y destina a Wilde al servicio exterior, como embajador, y Guillermina se va con él. La relación continuó, pero en forma epistolar. Él le escribe y le dice “mi amada ausente”. Wilde muere en Bélgica, pero Guillermina no regresa a Buenos Aires hasta después de la muerte de Roca, así que la relación no se restableció.
-No olvidemos a Clara Funes, ¿qué fue de ella?
-Murió pronto, joven, a los 26 años. Y Roca no se volvió a casar. Tuvieron seis hijos, uno de los cuales, Julito Roca, fue vicepresidente de Justo. El pacto Roca-Runciman, esa negociación con la Corona Británica, una ominosa renuncia a nuestra soberanía con tal de seguir vendiendo carnes a Inglaterra, se refiere precisamente a él.
Domingo Faustino Sarmiento
El Padre del Aula y también presidente tuvo un recorrido amoroso agitado, polémico y -cuando veamos el capítulo de Mariquita Sánchez de Thompson- repudiable. Su relación más escandalosa, cuenta O’Donnell, la tuvo con Aurelia Vélez, la hija de Dalmacio Vélez Sarsfield, el creador del Código Civil argentino.
“Sarmiento se había casado con Benita Martínez Pastoriza, con quien, a su vez, había mantenido una relación clandestina, porque ella estaba casada con un señor llamado Domingo Castro y Calvo. Mientras Sarmiento es enviado por el gobierno de Chile para estudiar los métodos educativos europeos y norteamericanos y pasa tres años afuera, Benita enviuda y tiene un hijo al que bautiza Domingo. Al regresar Sarmiento, se casan. Y adopta a Dominguito, pero siempre se supuso que era hijo real de Sarmiento”, cuenta O’Donnell.
Las cuestiones no terminan allí: “Estando casado con Benita, Sarmento empieza la relación con quien realmente fue su gran amor, Aurelia Vélez. Una mujer muy interesante, muy inteligente. Colaboradora del padre en la redacción del Código Civil y considerada una de las protagonistas principales de la candidatura de Sarmiento a la presidencia de la Nación. Claro que ella, a su vez, estaba casada con Pedro Ortíz, hermano del secretario de Facundo Quiroga, quien lo acompaña en la diligencia cuando lo matan en Barranca Yaco. La cuestión es que una vez, Ortíz la encuentra en la cama con un tal Cayetano Etchenique y lo mata. Aurelia regresa al seno de su familia, aunque no se separa formalmente de Ortíz.
-¿Y con Sarmiento, continuó?
-Hasta el final de la vida del sanjuanino. En el medio sucedió algo que sacó a la luz ese amor, hasta ahí clandestino. En la relación de Aurelia y Sarmiento hay un intercambio de cartas sumamente amorosas. Y se descubrió porque una vez, Dominguito va al correo a buscar una carta para él y por error el empleado le da las misivas de su padre. Se desata un escándalo. Y eso tiene consecuencias importantes en la psicología de Sarmiento, porque entra en una relación muy mala con Dominguito, típico de hijo de pareja mal divorciada. Le reprocha haberse quedado con la fortuna de la madre. Y cuando su hijo muere en la batalla de Curupaytí, en la guerra del Paraguay, a Sarmiento le pesa mucho. Quizás esto explique las circunstancias bastante extrañas de porqué Sarmiento elige morir en ese país, en plena selva, en un clima tórrido, húmedo, poco favorable para su enfermedad (caquexia cardíaca). La relación con Aurelia continuó hasta que él muere, aunque no llegó a viajar a Paraguay, algo que él le reclamaba.
Mariquita Sánchez de Thompson
“La historia es muy machista. Si le preguntamos a cualquier escolar quién fue Mariquita Sánchez de Thompson, dirá que en su casa se tocó y cantó por primera vez el Himno Nacional. Esto es una tradición típicamente androgénica de la historia. Se toma de ella algo típico de su rol femenino, su carácter de anfitriona. Pero habría que sacarla de esa casa y ponerla en su lugar de pionera de los derechos femeninos”, señala O’Donnell.
“Ella tenía 16 años cuando sus padres deciden que se tiene que casar con Diego Del Arco, un cincuentón al que ella no conoce. Pero que de acuerdo a las pautas de la época, ella debería aceptar. Eran decisiones que se tomaban por razones de prestigio, o económicas. El tema es que Mariquita se rebela. Ella está profundamente enamorada de un primo, Martín Thompson. Se niega, le dice a los padres que no se va a casar. Los padres, entonces, ejercen el derecho a obligarla a casarse.
-¿Podían?
-Si, por Ley Pragmática sobre hijos de familia, que regía entonces. Mariquita estaba tan empeñada a no cumplir con esto que les inicia un juicio a sus padres ante el Virrey, reclamando el derecho a elegir con quien casarse. Esto causa un escándalo. Don Cecilio, el padre, la interna en la Casa de Ejercicios Espirituales, de donde Mariquita se escapa, y mandan lejos, a Cádiz, a Martín Thompson, que estudiaba para marino.
-¿Qué desenlace tuvo la historia?
-Cecilio muere -según las mentas de la época por el disgusto-, pero la madre de Mariquita insiste con el matrimonio. Reclama el derecho a elegir el marido de su hija. Entonces, Mariquita le envía una carta al Virrey: “Excelentísimo señor, ya llegado el caso de haber apurado todos los medios de dulzura, el amor y la moderación que me han sugerido por espacio de tres largos años para que mi madre, que aunque no me de su aprobación, cuanto menos me dé el consentimiento para la realización de mis honestos cuanto justos deseos, pero todos han sido infructuosos, por cuanto cada día está más inflexible”. Entonces dice una frase interesante: “Así me es preciso defender mis derechos, porque mi amor, mi salvación y mi reputación así lo desean y exigen”. Y la firma el 10 de julio de 1804. El virrey Sobremonte cede a sus pretensiones y Mariquita se casa con Martín. Pero no fue un matrimonio afortunado.
-¿Por qué?
-Martín Thompson enferma mentalmente. Pero la última anécdota que hay sobre Mariquita la une a Sarmiento.
-¿Qué ocurrió entre ellos?
-Sarmiento era un tipo que escribía lo que se le pasaba por la mente. Así como hizo con la declaración de los gastos de un viaje a Europa, en la que entre cenas y alojamientos puso “orgías” y el importe. Una vez la fue a visitar a Mariquita a Montevideo, donde ella estaba exiliada por su enfrentamiento con Rosas. Es una figura esencial del exilio, sobre todo entre los escritores. La visitaban Echeverría, Gutiérrez, Alberdi… Y Sarmiento quiere conocerla. Y lo que cuenta, textual, es que “Nos hicimos amigos, tanto que una mañana, solos, sentados en un sofá, hablando, me sorprendí víctima triste de una erección, tan porfiada que estaba a punto de interrumpirla y, no obstante sus 60 años, violarla. Felizmente entró alguien y me salvó de tamaño atentado.”
En ese momento, Sarmiento contaba con 35 años. La historia, que parece que ha sido contada hasta el detalle, jamás deja de sorprender. Y a veces, no de la mejor manera.
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