Perón y su misión en Chile: los 27 meses que le sirvieron como un ensayo de Protoperonismo

Las experiencias que vivió en Santiago de Chile y las primeras armas de su proyecto de intentar cambiar las estructuras sociales

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Juan Domingo Perón en Club
Juan Domingo Perón en Club de la Unión, Chile 1936

La misión diplomática que Juan Domingo Perón desempeñó en Santiago de Chile, es muy poco conocida. Si bien hay quienes lo involucraron con espionaje, la verdad es que sus más de dos años, fueron de gran intensidad desde todo punto de vista. Aclaro, que los agregados militares en misiones diplomáticas, entre sus tantas actividades, desarrollan habitualmente también la de espionaje.

Con error, hay quiénes sostienen que fue Italia el lugar donde Perón adquirió su plafón político. Digo error, pues durante los dos años que pasó en Europa, más bien estuvo enfocado en su formación como militar alpino, donde se destacó como oficial de alto mando, y además logró el título de maestro esquiador en Aosta.

En ese tiempo en Italia y otros países, Perón fue un exquisito observador, pero como quedó demostrado en mi libro: “Perón Íntimo. Historias Desconocidas” (Areté Grupo Editor 2019), no se encandiló con los totalitarismos en boga, ni con los ensayos más moderados, como las dictaduras en España y Portugal.

Más aún, no tuvo ningún acercamiento ni encuentro con Benito Mussolini, ni tampoco con los jerarcas del fascismo, y menos aún con los nacionalsocialistas alemanes.

Como premio y reconocimiento a su ejemplar vocación de servicio, el 22 de enero de 1936 el mayor Juan Perón fue designado en su nueva misión en Chile. Ya traía consigo la dura y rica experiencia de haber recorrido la frontera con Bolivia, durante los meses de abril y mayo de 1931.

El nuevo destino, fue como agregado militar en la embajada argentina, para acompañar al embajador Federico Quintana. Iba en reemplazo de su predecesor el teniente coronel Felipe Urdapilleta. Gobernaba entonces el país trasandino, el presidente Arturo F. Alessandri Palma, líder del Partido Liberal, quien en 1936 estaba cumpliendo su segundo mandato.

Como correspondía, la noticia fue muy bien recibida por su esposa Aurelia “Potota” Tizón. Con grandes expectativas, hicieron prontamente las valijas y se mudaron a la capital del país vecino. Viajaron por tierra en su voiturette colorada.

La llegada de Perón a la embajada fue muy bien vista por el embajador y demás colaboradores. El 31 de diciembre de 1936, Perón había sido promovido al cargo de teniente coronel del Ejercito. Al año siguiente, el 7 de abril de 1937, sumó el cargo de Agregado Aeronáutico en la representación diplomática.

Existió un simpático encuentro de Perón con Enrique S. Discépolo, que se produjo en una de las visitas que hizo el artista a Santiago, donde nació una amistad que perduraría en el tiempo.

Perón y Aurelia Tizón, su
Perón y Aurelia Tizón, su primera esposa

La embajada argentina fue escenario de un par de veladas con cartas y whiskies hasta muy altas horas de la noche. Discépolo conoció a Perón en esos días, pero Perón lo conocía desde siempre. Fue un entusiasta admirador de sus tangos desde comienzos de la década del ’30. La cultura tanguera de Perón era más que considerable. Recordemos la buena relación que mantuvo con Carlos Gardel.

Un partido de truco con Discépolo fue el mejor preludio para una relación que iba a retomar su curso cinco años más tarde. El maestro y poeta del tango, quedó cautivado por la agilidad mental de Perón. Aquel encuentro quedó latente para siempre en su memoria.

La misión diplomática de Perón en Chile fue muy prominente. Trató con cierta proximidad a camaradas del ejercito chileno, como ser: el general Jorge Berguño Meneses, Roberto Larraín Gundián, y Juan Francisco Prieto Lillo. También se hizo amigo del comandante de los Carabineros: Larson Soudy.

Su actividad no se limitó al cumplimiento de sus deberes diplomáticos, sino que además se dedicó a la investigación histórica y a la actividad académica. También se involucró con el pueblo chileno, con quien lograría una sólida identificación.

Chile me ha compensado con creces –decía Perón– los sacrificios que importó sostener contra viento y marea una política de identificación y de solidaridad continental. Yo siempre he creído responder con esta conducta al dictado de nuestra mejor tradición histórica, que debe servir para algo más que para invocarla en las academias y en los torneos oratorios. En Santiago me sentí como en mi propia patria, como en la casa común”.

Perón brindó magistrales conferencias en la Escuela Militar de Chile, las que fueron muy reconocidas. Su colega, el doctor Guillermo Izquierdo Araya, profesor de Historia General en dicha Academia, patentizó la impresión que suscitaba, emitiendo este categórico juicio: “El magnetismo que irradia la personalidad del Adicto argentino, le ligará tarde o temprano, a un destino político. En él hay algo más que un cerebro muy bien organizado; en él hemos escuchado la cabeza visible de un pueblo”.

La actividad de Perón en Chile fue intensa. Hacían vida social junto a su esposa “Potota” Tizón, quienes acudían al Club Ñuñoa situado en el barrio residencial del mismo nombre. No es menor la actividad institucional que desarrolló, participando en actos, homenajes, cenas, programas radiales, donde le tocó hablar en más de una oportunidad.

Perón en Chile frente a
Perón en Chile frente a monumento a San Martin

Han llegado a mis manos discursos y palabras que pronunció Perón entre 1936 y 1938, que son letras en su mayoría inéditas, donde denota su solida formación militar, histórica y geopolítica. Es el caso de una participación la Radio El Mercurio, el 25 de mayo de 1936, donde recordó la fecha patria de esta forma:

Agradeciendo a la amable invitación de Radio El Mercurio, que con esta transmisión conmemora el aniversario argentino, he venido a dirigir estas breves palabras, para agradecerle su obra inspirada en una confraternidad que lo honra y para dirigir un saludo a los argentinos y chilenos que me escuchan. Por una gloriosa coincidencia histórica, el 25 de mayo de 1810 cuando el pueblo de Buenos Aires separaba del gobierno al Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros e instalaba en su lugar a la Primera Junta, en Santiago eran aprisionados como ’reos propaladores de ideas de independencia y libertad’ el Procurador de la Ciudad D. Juan Antonio Ovalle, D. José Antonio Rojas y el Dr. D. Bernardo Vera, chilenos los primeros y argentino el ultimo. Así iniciamos doblemente unidos, los prolegómenos de la gloriosa cruzada en que Chile y Argentina, habían de levantar en alto el nombre de los americanos del Sud... Con ello Chile y Argentina se habían unido como en la hermandad de la sangre y juntos debían glorificar la epopeya que es el orgullo de nuestra más genuina tradición histórica. San Martin y O’Higgins, los paladines unidos en la amistad, en la gloria y en la historia, respetaron esa unión y cumplieron ese compromiso con una lealtad que es propia de los hombres animados por un sentimiento superior, que solo inspira Dios en los predestinados. Los americanos del presente, que inspiramos nuestras acciones y nutrimos nuestros pensamientos en la doctrina que la historia dicta y que fue la grandeza del pasado, no podemos olvidar esas lecciones, sin mengua y sin peligros. De algo han de servir los titánicos esfuerzos de los héroes y algún valor han de tener las tradiciones escritas con la sangre de los grandes. Debo a El Mercurio, diario muchas veces ilustre y a su estación Radiodifusión, el placer tan grato a un corazón argentino, de poder saludar a mi Patria desde Chile. Vaya pues mi saludo a esa Buenos Aires querida, que como en un augusto reposorio, se agiganta a las márgenes del Plata y que hace un siglo, naciera a la vida independiente y fuera saludada por el grito de libertad tres veces bendito de nuestro himno, que es canción guerrera y melodía, como si quisiera significar a los libres del mundo cuan grande es la pujanza de los Hijos de Mayo y cuan idealistas fueron los Grandes de la Patria, que nutrieron en la creencia de que la felicidad no consiste en vivir ni en morir, sino en saber hacer gloriosamente lo uno y lo otro, como rezara en el imperecedero epitafio de los espartanos. Permítaseme también, en esta tierra de Chile tan cara a nuestros sentimientos, rendir un homenaje a un hombre de mi Patria ’que no traficó con la gloria y para quien el mando fue un deber, la lucha una noble tarea y el sacrificio una religión: San Martin, el más grande de los grandes argentinos, que salió de la vida como si acabara de entrar en ella y que representa ’al héroe según mi ideal y al hombre según mi evangelio’”.

Estas palabras de Perón, demuestran en forma íntegra lo sólida que era su formación, ya en esos años. Tenía muy claras sus ideas, su mirada sobre la Argentina, su posición histórica, las desigualdades, la inclusión social y una gran sensibilidad a flor de piel.

Tal cual escribimos en Infobae el pasado 18 de agosto, preocupado por la condición en que vivían los lustrabotas y los canillitas, pidió permiso a las autoridades para fundar un club que los agrupe y les facilite la practica de fútbol y box. Una vez autorizado, alquiló un local que pagó de su propio bolsillo para instalar el club.

Es oportuno destacar, que estos discursos, conferencias, acciones y mensajes pronunciados en Chile, conforman los prolegómenos de lo que luego sería el Protoperonismo.

Desde aquella perspectiva –decía Perón– se hacia evidente la situación económico social por la que atravesaba la patria. La incidencia británica en el gobierno de Justo era cada vez mayor... La política de entrega del patrimonio nacional, instaurada desde el gobierno de Rivadavia, mediante la firma del convenio con la Baring Brothers, se consolidó en aquella década ’infame’ con una serie de medidas vergonzosas desde el punto de vista de la determinación de los pueblos, siendo un claro ejemplo de esta afirmación aquel ultrajante tratado conocido con el nombre de Pacto Roca–Runciman. Mientras esto sucedía en la Argentina, yo, un poco sin saberlo, comenzaba a delinear lo que llegó a ser con posterioridad mi proyecto de unidad latinoamericana. En Santiago pude relacionarme con destacados políticos, entre los que se contaban Carlos Ibáñez del Campo, Arturo Alessandri y María de la Cruz. Con ellos reflexionamos largamente sobre la mejor estrategia para lograr la confraternidad de nuestra América Latina, esquivando los mezquinos intereses que desde siempre se habían opuesto a aquel ansiado proyecto”.

El 23 de agosto de 1937 Perón envió al Ministerio de Guerra argentino un informe sobre política internacional, con el énfasis puesto en la situación particular de Chile y la política en el sur del continente de Estados Unidos. En el párrafo final realiza un alerta premonitorio de los nuevos tiempos:

No sé si al aventurar mi opinión puedo prejuzgar, pero la situación tal cual la penetro, en este país y momento, me lleva a la persuasión de que Norteamérica nos está preparando un aislamiento político que, en el mejor de los casos, ha de hacernos perder, en Sud América, parte de la preponderancia política, que el desencadenamiento feliz de los últimos tiempos nos había hecho conquistar en esta parte del Continente”.

Juan Domingo Perón (Everett/Shutterstock)
Juan Domingo Perón (Everett/Shutterstock)

En 1937, escribió un ensayo: “La idea estratégica y la idea operativa de San Martin en la campaña de los Andes”, que luego será publicado en Buenos Aires, en la edición de la Academia Nacional de la Historia, 1938. Segundo Congreso Internacional de Historia de América. Volumen IV. “En él retomó sus ’viejas inquietudes sanmartinianas, que la estadía en el país trasandino renovó (...) Se confirma nuevamente nuestra afirmación en lo que hace a la dimensión genética o concepción sanmartiniana y bolivariana de la cosmovisión histórica continentalita”.

Estas experiencias en el país hermano, le sirvieron para hacer las primeras armas, fue la precuela del Protoperonismo, esto es, de intentar cambiar las estructuras sociales.

En sus veintisiete meses en Chile, como muestra de hermandad y reconocimiento, fue condecorado con la Gran Cruz del Merito O’Higgins, y el Gran Collar de la Republica de Chile.

El teniente coronel, regresó a nuestro país al haberse decretado el 18 de enero de 1938 su pase al Estado Mayor General del Ejercito. Recién llegó a Buenos Aires el 23 de marzo de 1938, con su esposa “Potota” ya muy enferma, la que fallecería el 10 de septiembre de 1938.

* El autor es miembro de la Academia Argentina de la Historia

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