Aulas vacías, mesas pequeñas sin restos de plastilina, sin alguien que juegue sobre ellas; timbres sin sonar, juegos vacíos y un silencio que agobia. Esa es la postal de los jardines de infantes cuya desolación se multiplica por la realidad que afecta a unas 400 maestras jardineras rosarinas que hoy, a cinco meses del aislamiento social para evitar la propagación del COVID-19, se sienten a la deriva.
Algunas, desesperadas por la situación económica y la desazón que generan el paso del tiempo y los interrogantes sobre el futuro, decidieron buscar en la cocina la solución que las ayude a salir a flote: vender pizzas, empanadas y pastas por encargo fueron algunas opciones.
“La situación es crítica porque desde marzo los jardines están cerrados y al no poder abrir hemos ido perdiendo matrículas y con ello el apoyo de las familias que pagaron las cuotas hasta abril para tratar de sostener la situación y que el jardín no tuviera que cerrar. Pero aún hoy, a días de septiembre, no sabemos cuándo podremos abrir las puertas y retomar nuestra actividad”, resumió Mayra Williams, presidenta de la Asociación de Jardines Particulares de Rosario.
Carolina es una de las directoras del Jardín Patitas de Rosario, espacio que fue abierto hace 17 años y que desde hace 15 dirige con otras cuatro docentes luego de que la dueña original lo vendiera. A principios de marzo tenían a 85 niñas y niños matriculados y 7 maestras trabajando. Hoy, apenas el 8% llegó a pagar la cuota mensual ya que esperaba retomar las actividades en agosto. No pudo ser y hoy, al igual que en las demás instituciones, no hay fecha certera.
Las hoy amigas y directoras, que atraviesan juntas el duro momento, decidieron ser parte del grupo de docentes que para paliar la situación económica comenzaron a vender alimentos.
“Empezamos como en todos los jardines a vender pizzas, pastelitos, empanadas y pastas. Así intentamos subsistir. Esto ayuda aunque no nos da un margen bueno de ingreso, porque tampoco se puede vender muy seguido ya que quienes compran son los mismos papás del jardín, que de esa manera colaboran, y nuestras familias... No se les puede vender todos los días, por eso lo hacemos cada quince”, contó a Infobae Carolina.
Lamentando la situación generalizada, agregó que “el ATP para las maestras recién llegó este mes y lo esperábamos desde marzo. Ni siquiera es un sueldo completo sino parte del salario que ellas tenían”.
Para las directoras de Patitas, los primeros meses fueron de reducción y desde entonces deben elegir qué pagar. “No llegamos de ninguna manera a solventar todos los gastos del Jardín: tenemos que pagar el alquiler, todos los sueldos y todos los gastos como impuestos y aportes. Nosotras somos trabajadoras autónomas y en este momento, por consejo de nuestra contadora, no estamos pagando y se nos está generando una deuda... Hubo muchas cosas que debimos dejar de pagar porque no podemos costearlo. Decidimos priorizar los sueldos de las maestras y el pago del alquiler, el cual tampoco podemos pagar completo”, lamentó.
En ese tono siguió explicando la triste realidad que viven: “Esto se hizo cada vez más complicado y hoy la gran preocupación que tenemos es si podremos retornar en marzo, cosa que se sospecha aunque nadie nos dice nada... Pero de ser así ¿cómo hacemos desde ahora para sobrevivir hasta marzo? Será muy difícil de sostener, lo sabemos, por eso lo único que nos salvaría es que nos den el subsidio todos los meses”, pidió y contó que cada mes deben pedir por el subsidio que les corresponde.
Respecto a la nueva modalidad que encontraron para sobrellevar la situación económica, Carolina confió que la iniciaron vendiendo pastelitos para el 25 de mayo. “Empezamos motivadas por otro grupo de maestras jardineras. Cuando decidimos seguir y comenzamos con la comida ofrecimos el servicio de delivery, pero fue solo una vez. Este no es nuestro rubro y debimos aprender todo de cero como organizar planillas para saber cómo moverse para hacer las entregas, las compras que necesitamos hacer, cuánto tiempo lleva cocinar en cantidad y cada alimento... Actualmente, estamos en fase 5, vendemos comida cada 15 días y pedimos que retiren los pedidos en la puerta del Jardín”.
Parecido fue el caso de las maestras del Jardín Manantiales que, ante la desesperación por el pago del aguinaldo decidieron vender empanadas crudas y fritas. “La idea nació de las seños días antes del 9 de julio y logramos vender 200 docenas de empanadas”, reveló Alejandra Fornari, directora del Jardín ubicado en el barrio Echesortu y que es parte de una Asociación sin fines de lucro.
“A diferencia de otros casos, a nosotros sí nos dieron el ATP para todas las maestras. Corrimos con mucha suerte y estamos bastante bien porque para ellas representa el sueldo de un turno de 4 horas”, dijo y lamentó que no todos tengan igual suerte.
“Hace tres meses salió un subsidio de la provincia y desde entonces nos depositan dinero, que en realidad no es suficiente. Tuvimos apenas una semana de clases lo que significa una hora diaria de adaptación y, lamentablemente, con muchos padres casi no pudimos conocernos. En realidad solo abonaron hasta la cuota de abril”.
Al inicio del ciclo, en el Jardín Manantiales había 48 alumnos inscriptos. Actualmente, solo cobran 10 cuota completas y una parte de otras 2. “Hay padres que pagan lo que pueden porque muchos se quedaron sin trabajo y a otros les redujeron el ingreso. Nos llaman para comentar también esa situación. Es muy doloroso”.
Del aula a la cocina
Hace unos meses, Mayra Williams, presidenta de Asociación de Jardines Particulares de Rosario pidió a la Municipalidad que las instituciones del rubro fueran eximidas de los impuestos por completo y solicitó a la provincia que les entregue subsidios y que además les condone los impuestos provinciales ya que “somos el primer eslabón de la cadena educativa”.
La situación particular, analiza en concordancia con las docentes consultadas para esta nota, se debe “al gris” que padecen los jardines de infantes para niñas y niños de 45 días de vida hasta los 4 años.
“A ser parte de la educación no obligatoria, los padres no tienen la necesidad de mantener la matricula y somos el gasto que deciden recortar. Los jardines de infantes estamos habilitados como comercios y no dependemos del Ministerio de Educación. Si bien desde 2009 intentamos ser reconocidos como instituciones educativas, lamentablemente no nos han incorporado... Por esto digo que estamos en un gris muy complejo: para lo que les conviene somos parte de Educación y cuando no un comercio”, añadió Williams.
A ello, sumó Alejandra Fornari, directora del Jardín Manantiales: “Las escuelas no reciben a niños de 45 días y antes de los 4 años, pero los jardines particulares están habilitados como comercios. A pesar de esto desde el Ministerio de Educación nos dicen que no podemos abrir porque somos una institución educativa. Entonces, no sabemos qué somos porque nos supervisa la municipalidad como si fuéramos un comercio y a su vez lo hacen desde la parte de Niñez, que depende del municipio, y desde allí supervisan la parte pedagógica... Pero a la hora de acatar órdenes nos tenemos que ajustar a lo que dice el Ministerio de Educación lo que estaría bien si nos consideraran siempre como institución educativa”.
Ese gris que padecen se agrava porque, asegura Williams, “si bien desde el Gobierno dicen que no podemos abrir porque somos una institución educativa no nos subsidian como tales y tenemos que correr con todos los gastos. Si quiere que nos manejemos como las escuelas que nos den las herramientas económicas para hacerlo porque a este paso tendemos a desaparecer”.
En ese tono agregó: “En este contexto crítico, no todos, pero muchos jardines buscan reinventarse vendiendo distintas cosas aunque hacerlo no soluciona la vida de nadie porque apenas se gana dinero para solventarse. La venta es un paliativo para las maestras y directoras que viven únicamente del Jardín y tienen la necesidad de generar dinero extra”.
La venta de comida no fue la única solución que encontraron estas mujeres. “Algunas están vendiendo productos cosméticos por catálogo, ropa, y las que saben coser hacen tapabocas. Casi todas debieron buscar una alternativa laboral. Supe del caso de una maestra que encontró trabajo como cajera en un supermercado”, agregó Williams.
Subrayando los ajustes económicos que deben hacer, la también docente y directora detalló: “El estado provincial nos está subsidiando desde fines de junio, en algunos casos, y desde principio de julio, en otros. No todos los jardines reciben ese subsidio que si bien el monto oscila entre los $ 10 mil a $ 50 mil (y se incrementaría a $ 70 mil desde agosto) y parece mucho, en realidad es poco porque hay que pagar alquileres, sueldos, todos los gastos del jardín y con esa suma se cubre una parte. La situación es compleja”. En este contexto, sin trabajar, el gasto promedio de un jardín supera los $ 200 mil.
“En la provincia de Santa Fe quedan 438 Jardines porque cerraron 18. En Rosario había 214 y hoy 209. Es una situación muy angustiante porque no sabemos a fin de años cuántos habrán cerrado”.
La presidenta de Asociación de Jardines Particulares de Rosario aseguró que la situación general “es crítica” y que esa incertidumbre, además, juega en contra de la salud mental de las docentes.
“Antes trabajaba entre 12 y 16 horas diarias, pero hoy estoy más estresada por esta situación porque afecta emocionalmente”, dijo apenada Williams. Carolina aseguró que la tristeza la invade y que “la incertidumbre por el futuro es lo peor”.
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