Cuando era chica, Luciana Amezague (29) vio arder la casa de unos vecinos. En ese momento, dice en charla con Infobae, vivía en Beccar en el partido de San Isidro. La escena de los bomberos voluntarios asistiendo a la familia marcó un antes y un después en su vida. “No me acuerdo bien cuántos años tenía, pero sí recuerdo que pensé: ‘Qué bueno poder hacer eso’”, cuenta.
Cuando cumplió 16 años, sus padres dejaron Buenos Aires para instalarse en Córdoba, con la idea de tener una vida más tranquila. Cuatro años más tarde, después de arrancar la carrera de Ciencias Biológicas en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Luciana decidió hacer realidad su sueño y se anotó en el Curso de Aspirantes a Bomberos Voluntarios de Villa Carlos Paz.
Allí, explica, pudo conjugar el amor por los perros y su vocación como bombera voluntaria. “Me especialicé en el departamento de búsqueda y rescate de personas”, agrega la joven que, desde hace dos años, integra el cuartel de Bomberos Voluntarios de Bialet Massé, una localidad cordobesa, situada en el centro del departamento Punilla.
A fines de 2019, Luciana y su perra Siphora (cuyo nombre en hebreo significa “ave”) fueron certificadas oficialmente por el Ministerio de Seguridad de la Nación para el rescate de personas en estructuras colapsadas y zonas montañosas.
El fuego en Córdoba no da respiro. Según datos oficiales, ya fueron afectadas más de 30.000 hectáreas. Se trata del siniestro más grande en las sierras de los últimos doce años. El gobernador de la provincia, Juan Schiaretti, declaró Zona de Desastre Agropecuario a los sectores afectados por los incendios.
En ese contexto, los bomberos voluntarios de distintos cuarteles trabajan, desde hace varios días, para domar las llamas en las zonas más críticas. Con ocho años de experiencia en el rubro, Luciana es una de las tantas que está poniendo el cuerpo a esta catástrofe.
Desde el martes a la noche, su cara y la de sus compañeros, Bomberos Voluntarios de Bialet Massé, recorre las redes sociales. Fue después de que su papá, Ricardo, le dedicara un posteo en su cuenta de Facebook que fue compartido más de 25 mil veces.
“Estoy muy orgulloso de lo que hacen mi hija y todos los bomberos voluntarios. Son una banda de héroes. Ella me mandó la foto por Whatsapp y, cuando la vi, me hizo recordar a la imagen de los hombres que están sobre una viga en las calles de Nueva York”, dice el hombre de 57 años a Infobae.
La imagen de la que habla el papá de Luciana es la famosa fotografía de Charles C. Ebbets, tomada durante la construcción del edificio GE en el Rockefeller Center en 1932, también conocida como “Almuerzo en lo alto de rascacielos”. “Mi hija y el resto de los bomberos voluntarios trabajan gratis y se la juegan por amor al prójimo. Hay que profesionalizar a los Bomberos”, apuntó el hombre en un posteo de Facebook.
La primera vez que a Luciana le tocó combatir un incendio forestal grande fue hace siete años en Villa Carlos Paz. A pesar de las circunstancias, dice, salió llena de entusiasmo. “Esto es lo mío, esto es lo que me gusta”, se decía.
A diferencia de lo que cualquiera podría llegar a pensar, lo que menos le gusta de ser bombera, no es el calor que pasa adentro del traje ni la impotencia de ver las llamas arder. “Lo peor es cuando hay una alarma de incendio y no puedo ir porque estoy trabajando. Me siento mal de no poder estar cuando pasa algo”, agrega Luciana, cuyo principal ingreso lo obtiene paseando perros en PaseaCan.
En Bialet Massé el fuego empezó el domingo a la tarde. Arrancó en las Sierras y empezó a bajar hacia las casas. A partir de ese momento, dice Luciana, los Bomberos Voluntarios salieron con todo el equipamiento que tenían disponible para hacerle frente al fuego. Además, convocaron a otras dotaciones de cuarteles cercanos.
“El domingo 23 de agosto a la noche estuve en la zona de Cosquín. El martes 25 estuve todo el día Bialet Massé. A la tardecita, mis compañeros y yo bajamos de las sierras y nos sentamos a tomar agua antes de ir a la base de operaciones. Ahí fue que le mandé la foto a mi papá”, cuenta Luciana y enfatiza que tanto ella como sus colegas varones hacen todo “a la par”.
“No se discrimina a las mujeres ni a los hombres: todos hacemos las mismas tareas”, describe.
Acerca de su trabajo en los últimos días, la joven bombera sostiene que este ha sido un año muy negativo y que el clima influye muchísimo. “Hace mucho tiempo que no llueve y la poca agua agua que cayó ayer, ayudó muy poco. Lo que más me pesa es el daño al ecosistema y a la naturaleza. El fuego en algún momento se va a extinguir, pero las pérdidas son irreparables. Esas sierras no van a volver a ser las de antes”, se despide.
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